30/11/07

Mafalda

A veces tengo un pensamiento tan Mafalda que me sorprendo a mí misma, aunque no es cuestión de hacerle la prueba de paternidad a Quino, seguro que algo tengo que ver con él. ¿No dicen que tu mapa de cromosomas se puede parecer más al alguien que está en la otra punta del mundo que al tu hermano?

La cuestión que me lleva a contar esto es que esta mañana, mientras esperaba tanda en una tienda he oído como un crío le decía una vieja adivinanza de esas que pasa de generación en generación y que yo tenía totalmente olvidada, a su madre.

NIÑO: ¿Te digo una adivinanza?
MADRE: (Sin interés real) A ver.
NIÑO: Oro parece. Plata no es. El que no lo adivine, bien tonto es.

“La vida junto a un hombre” ha corrido a contestar mi pensamiento adelantándose al “no sé” de la madre.

He estado un buen rato en silencio, intentando controlar la media sonrisa que mi inconsciente pedía a mi boca.

Mafalda, Mafalda, yo lo he dicho antes.

Ser del montón


Las doctrinas amontonan.

¡Soma, soma, soma!, gritamos al unísono cada vez que vemos a la madre pájaro con un gusano en la boca.

Varios quilos de doctrina diaria son el alimento base para cualquier crecimiento.

Cuando el pensamiento vuela libre, ley o valor lo encarrila como una faja ortopédica corrige las osadas vértebras que pretenden iniciar su propio camino.

–Todos somos diferentes, únicos –no cesan de decir las grandes voces.

–Tú debes seguir la ruta marcada –dice, no obstante, la vara correctora de la educación, mientras de forma ordenada va cosiendo estrellas en las solapas.


¡Yo no quiero ser del montón!,
dices mientras clavas tu pupila en mi pupila azul.
¡No quiero ser del montón!
¿Montón? Tú ya eres el propio montón.

29/11/07

Salirse del montón


La poética de la imagen y el contenido que encierra su metáfora es el mejor texto que puedo ofrecer hoy.

Tiempo!!!

Necesito tiempo, aunque sólo sea para perderlo. Para que cuando despierte no tenga el deber de levantarme de la cama casi en el mismo momento y poder perder mi miope mirada en el juego de las luces que la persiana dirige sobre la pared. Necesito tiempo para dejarme acariciar por las sábanas, para dejarme mecer por los gratos recuerdos que, poco a poco, me harán retornar la inconsciencia del sueño. Tiempo para abrazar la almohada y perder mi mano en tu evocación. Tiempo, no para despertarme una, sino dos, tres y hasta cuatro veces, la misma mañana.

28/11/07

Barrio Sésamo


Barrio Sésamo, el programa educativo de la generación que me precede (huy, creo que me quito años) resulta que ahora viene acompañado por los dos rombos. Entre otras cosas se comenta que Epi y Blas, los dos amigos y camaradas sin igual, son gays. ¡Por favor! Que los niños no son tontos. ¡Cómo van a ser gays si son de peluche! ¡Si tuvieran culo se les saldría el relleno por ahí!

Dicen que “hay modelos de comportamiento de entonces que hoy no son aceptables”. No olvidemos que Triqui, ahora, devora zanahorias en vez de galletas. ¡Nuestro estimado “monstruo de las galletas” se ha convertido en el monstruo de las zanahorias! (Acabará siendo ese maldito monstruo de los cojones).

De todo esto aprendo una lección: los valores sociales están vivos (nacen, crecen, se reproducen y mueren); hoy eres una persona maravillosa y mañana eres la persona más mala del mundo.

¿Qué dirá mi psicóloga cuando le eche la culpa de todo a Barrio Sésamo?

La piel de las serpientes

En ocasiones, cuando te hacen sentir o te sientes como una serpiente es mejor mudar la piel. Evitar que tu arrastre se vuelva escamoso. Serpentear según qué situaciones de la vida es un buen recurso, sólo hace falta un poco de sangre fría, un pensamiento sibilino y una lengua viperina que ponga palabras siseantes por medio.

Hoy, mudo mi piel con la esperanza de encontrar tranquilidad, porque ya no está el reptil para según qué trotes. Espero poder reptar sin que nadie pretenda marcarme ningún ritmo.