30/5/08

Mi alimentación

La ingestión de mis palabras es de lenta digestión. Soy consciente de la indigestión que me pueden causar si con prisas las degluto, apenas sin mascar y tragándolas casi enteras. Las palabras que cocino son para saborearlas; ahora una palabra, ahora un silencio, ahora un pensamiento, ahora un recuerdo. Crecer, crezco y mis órganos metabolizan bien las frases distribuyéndolas por sangre a cada célula de mi cuerpo. Llevo tiempo alimentándome de ellas y en la analítica de mi alma, no sale anemia. Palabra es pensamiento y pensamiento, alimento.

28/5/08

Ausencia

Tu ausencia convierte mi esencia en prismáticos objetos de aristas culminadas en punzantes vértices donde concurren los diferentes planos de mi vida. Ángulos obtusos de mi distorsionada perspectiva rezan por tu regreso. No aguanto la frialdad de la monótona línea recta.

Ven, intersecciona conmigo y devuélveme la suavidad de tu curvatura.

27/5/08

Actriz

En la madrugada, cuando yo dormía plácidamente, ha reaparecido. He estado viviendo su abandono, que creí de por vida, con silenciosa resignación.

Nunca he visto nada igual. En su escenario sin telón, se ha desvelado y envuelta en una purpúrea filoseda, ha empezado a centellear, desperezándose con lentitud y disfrute de tan largo letargo. En seguida, he sabido que era ella, por como ha empezado a declamar; es la única actriz que representa sin guión, experimentando en sus personajes; es la estrella consagrada que todos llevamos dentro, el alma.

Se ha acercado a mí y tras abrazarme con fastuosa ternura me ha susurrado suave al oído: Heme de ti.

El album

No he encontrado nuestro álbum de fotografías, no está en donde imaginé. Pensé que lo guardábamos en el armarito del pasillo. He ido a buscarlo y no estaba. He supuesto que al final decidimos ponerlo en la estantería del despacho; allí, tampoco lo he encontrado. Me he ido a buscar en el último cajón de la cómoda, ese en el que guardamos de todo. Tampoco. Con la extrañeza de no encontrarlo me ha surgido la impaciencia y he ido removiendo toda la casa. Al principio, buscándolo de un lado a otro, luego, sistemáticamente. Nada de nada. Vencida, se me ha ocurrido incluso buscarlo en el interior de la papelera. Al retirar la mano, la electricidad estática ha hecho que se me pegara un trocito de papel rasgado en el que se leía: adiós. Entonces, he caído en la cuenta de que ni álbum de fotos hemos tenido. Supongo que fue para evitar la degeneración del papel fotográfico y con ella, la corrupción de los colores. Es mejor permitir que nuestra mente recuerde y borre, haciendo desvanecer, a su antojo, las imágenes de una época, de un lugar en el que fuimos para no volver a ser.

Demasiadas tardes sin un abrazo y demasiados silencios entre palabras han velado los negativos de lo que pudimos haber vivido. Ahora, sólo en los reflejos, recojo el instante y con reserva lo acerco a mi boca. Duele; cuán inmensamente frío es estar sin estar contigo.

25/5/08

Sin ti

No te voy a decir que sin ti no puedo vivir porque no sería cierto. Vivo y viviré tanto si permaneces a mi lado como si te vas. No niego que, si optas por lo segundo, mi calidad de vida cambiará; me acechará la intranquilidad en cada esquina de mi tiempo y los colores se tornaran mortecinos y las voces vacías; no tendré ganas de escribir porque cada palabra estará escrita con tinta dolor azul real y quizá mis lágrimas borren las ideas y solo sepa plasmar tu pérdida. Me volveré monótona en el tema y mi visión será introspectiva para buscar en lo más profundo de mi memoria cualquier recuerdo que te contenga.

Mermará mi alimentación porque, sin querer, cambiaré mi dieta. Al levantarme me tragaré un par de lágrimas en ayunas, de esas que no lloré por la noche, y poco después me prepararé un bocadillo de soledad asumida con un poco de aceite de impotencia. A media mañana, un café con tu nombre. Para comer, un buen plato de evocaciones y deseos acompañado con una ensalada de recuerdos y caricias pasadas. De merienda, vacío de casa con yogur de fresa. Y no cenaré, porque cuando meriendo vacío me desaparece el hambre.

Mis hábitos se harán más lentos, porque en vez de seguir con ellos serán ellos los que sigan conmigo. La casa, perderá la lucidez que le dabas y poco a poco adquirirá tonos pulverulentos. El pasillo se alargará como mis días y la cocina brillará con ceniciento silencio. Mi habitación callará y me acompañará con complicidad. Y mi cama compartirá mi derrota abrazándome cada noche con sus yermas sábanas. Mi único deporte será arrastrar los pies, como metáfora de mi alma, para intentar librarme del peso que oprime mi corazón. Y, poco a poco, mi vida involucionará en descontento.

No voy a decir que sin ti no puedo vivir, porque no sería cierto.

Deseo

Quiero viajar contigo. Si me permites hacerlo aparca en el garaje el olvido y no incluyas la inhibición ni el reloj en tu equipaje. Lleva, sólo, tu lentitud por ropaje, porque, a mi lado, no necesitarás abrigo.

23/5/08

Pegada a tu almizcle

Me hallo en constante pugna con la vida por llegar hasta ti. Vivo queriendo que tú descubras mi agnición. Ingenuidad, la mía. Te elegí a ti como rasgo de mi existencia sin saber que, tu ignorarme, llevaría directamente a mi aniquilación. No te andas con ardides, eres sincera conmigo al decirme que no me amas, pero yo, solícita, como siempre, yago a tu lado. Es la inconsistencia de tu no-amor la que me conduce a la locura, perdiendo, mis actos, toda verosimilitud. Perceptible es, a los ojos de la profana, el deseo que siento por ti. Y no ando en jerigonzas contigo, mal que tú lo pienses. Sé que de esta trampa en la que he caído al profanar tu templo, no voy a salir indemne. Ya lameré mis heridas, al final, mientras atravieso la laguna. Pero en este momento, mi honestidad, cuestionable si tú quieres, me lleva a permanecer a tus pies, callando lo que te niegas a oír: te quiero.

22/5/08

Diagnóstico en siete tiempos

I
Puedo oír a la gente que está a mi alrededor. Qué sensación más extraña. ¿Qué hago yo en la oficina trabajando? Esa voz es la de mi madre, pero no la puedo ver. Intento abrir los ojos y se me cierran; apenas logro vislumbrar alguna silueta. Creí que tenía la nevera llena de comida. Está limpia y vacía. “Tengo sed”, logro articular y como respuesta alguien acaricia mi pelo para acabar el mimo en mi mejilla. No encuentro los zapatos que me compré el otro día, qué desorden. No entiendo nada. Estoy estirada y bien tapada. Me apoyo en los codos para incorporarme y mi cuerpo no responde. Estoy inerte. Mis párpados no tienen fuerza para aguantarse abiertos. Oigo muy bien, también mi voz, aunque no sé lo que me digo, me cuesta articular. ¿Qué me pasa? Curiosamente no me siento angustiada sino todo lo contrario, relajada.

II
Les llamaron de madrugada una noche del mes de febrero. Su hija había tenido un accidente de moto y estaba muy grave en el hospital. Sin perder tiempo, Alfonso y Vicenta se vistieron con la misma ropa que llevaban ayer. Por primera vez, Vicenta tuvo que esperar a su marido. Alfonso se estaba peleando con un calcetín. Sus manos temblaban y no era capaz de que este le obedeciera deslizándose con la suavidad acostumbrada.
Los hombres nerviosos no atinan —pensó ella. El hospital le pareció a Vicenta más lúgubre de lo que lo recordaba. Mientras esperaban en la sala a que viniera el médico a buscarlos observó que, con poco esmero, habían pintado de blanco las baldosas y que en algunas de ellas se veía el antiguo color verde-dispensario.
El lavabo de casa quedó mejor. Suerte que me hizo caso y le dio dos manos para que no transparentara la pintura —e hizo ademán de comunicárselo a su marido pero, al verlo abatido con la mirada clavada en el suelo, cambió de idea—. Los hombres se desmontan antes. Si la hubiera tenido que parir él.
En estos pensamientos andaba cuando llegó un médico de bata verde. Se pusieron los dos en pie como si un resorte los hubiera impulsado.
—Su hija ha entrado en el Hospital con un traumatismo craneal en estado muy grave. Hemos hecho todo cuanto ha estado en nuestras manos. Su hija ha fallecido hace unos minutos.
Vicenta perdió el aplomo que hasta ahora había demostrado. Notó un fuerte dolor que le oprimía el pecho y se desvaneció sobre su marido. La logró coger antes de caer al suelo y, junto con el médico, la transportaron a una sala anexa, lejos de la mirada curiosa de la gente. La reclinaron en el sofá justo cuando ella volvía en sí. Su marido se sentó a su lado y lloraron abrazados.
Mi hija. Si sólo tenía quince años. Mierda de motos. Iba de paquete— pensaba mientras ese inmenso dolor que punzaba su interior dejaba un hueco a la rabia para poder gritarle a su marido mientras le daba con los puños cerrados sobre el pecho—. Iba de paquete. Tú no le quisiste comprar la moto por eso iba de paquete.
Alfonso le asió de las muñecas mientras la miraba consternado y sintiéndose totalmente culpable. Cuando Vicenta dejó de forcejear derrumbándose de nuevo en el llanto, la soltó y volvieron a abrazarse.
El médico había acercado una silla y se había sentado delante de ellos. Contempló toda la escena en silencio, inclinado hacia delante, con los antebrazos apoyados sobre las piernas y las manos juntas con los dedos entrecruzados. Cuando pensó que ya había pasado un tiempo prudencial, se incorporó y con un ligero balbuceo al empezara hablar, dijo:
—Sé que es un momento muy duro, pero tengo la obligación de pedirles por favor que donen los órganos de su hija. Cada uno de ellos puede salvar una vida. No sé si tenían pensado este tema o no…
—No, nunca lo habíamos hablado— dijo Alfonso recordando el día en que en un episodio de Hospital Central se trató el tema y cuando fue a hablarlo con su mujer, se negó en rotundo alegando que “esas cosas sólo pasaban en las películas”—. Pero no creo que haya problema…
—A mi hija la enterraremos entera —rabió entre dientes, Vicenta—. No voy a permitir que la destripen como una rana.
—Señora —intentó calmarle el médico—, su hija era una persona sana, seguro que hubiera querido ayudar a vivir a otras personas.
—Vicenta, por favor —suplicó su marido.
—Ni pensarlo. Ella no está aquí y la voy a enterrar enterita, ¿me entiende? En te ri ta. Y me importa una mierda el resto de la gente. Ella ya no está en este mundo. No me consuela que los demás vivan. Mi hija está muerta.
Alfonso intentó abrazarla para que al notar su tacto se sintiera más calmada pero ella con un movimiento brusco se deshizo de sus brazos.
—¡Déjame, Alfonso! No me vais a convencer. Es mi hija y la voy a enterrar.
Alfonso asintió con la cabeza. Ya le dolía suficiente la pérdida como para buscar fuerzas para discutir con su mujer. Se rendía.
—Además, doctor, seguro que ya tiene muchas personas que donan los órganos de sus familiares. Deje a mi hija en paz.
El doctor empezaba a crisparse. Era la parte de su trabajo que más odiaba. Él había estudiado esa carrera para salvar vidas, no para estar convenciendo a los pacientes de que colaboraran en ello. —Piensen en la de vidas que podrían…
—Ya está decidido —dijo Vicenta poniéndose en pie— No pienso descuartizar a mi hija.
III
El entierro fue emotivo. Todo se hizo como Vicenta organizó. Con una energía impropia del momento, se encargó de todo sin apenas derramar una lágrima. Avisó a todos los familiares. Luego repasó la bolsa que le dieron en el hospital con las pertenencias de su hija. Cogió de entre ellas, una funda de rayitas de colores y sacó de dentro el móvil. Tenía poca batería por lo que fue a su habitación y no le costó mucho encontrar el cargador en el primer cajón de la mesa donde su hija solía hacer deberes. Lo enchufó en la corriente y se sentó en la butaca, delante del ordenador. Buscó la agenda que contiene el móvil y empezó a llamar a todas las personas que estaban en esa lista, una por una, sin saltarse ningún nombre. Al acabar de dar la noticia a todo el mundo, se dirigió a buscar el vestido con el que quería que la enterraran. En un principio pensó en el de color verde, aquel que le había regalado ella, pero cambió de opinión y al final eligió los tejanos descoloridos y rotos que tanto le gustaban a su hija y la camiseta azul clarito sin mangas. “Que descanse cómoda”, pensó. Puso la ropa en una bolsa y la dejó en la entrada, preparada para llevársela al tanatorio en cuanto acabara de organizarlo todo. Se dirigió de nuevo a la habitación de su hija y se sentó en la mesa. Se dispuso a redactar el texto que habría de contener las esquelas. Mientras Vicenta desplegaba una exagerada actividad para la preparación funeraria, Alfonso nada más llegar a casa se hundió en su sillón y comenzó a llorar quedamente mientras contemplaba a su mujer ir, de un lado a otro, disponiéndolo todo. “Los hombres no sirven para situaciones extremas. Míralo llorando como un niño cuando tenemos poco tiempo para organizarlo todo. ¡El sexo fuerte!
IV
Cariño, después del entierro fue cuando te derrumbaste. Empezaste a llorar todo lo que no habías llorado antes. Y el día en que dejaste de hacerlo, te estiraste en su cama y ya no quisiste volver a levantarte. Ya no tenías motivo para vivir. Tu hija había muerto y la razón de tu vida también. A veces, no podías soportar el dolor y te desmayabas. Me decías que notabas como si te faltara aire, como si la pena te oprimiera el pecho y no te dejara respirar. Un día, empezaste a descuidarte de las comidas. Te pasabas el día con la mirada perdida, paseando de un lado a otro de la casa. Luego vinieron los pequeños accidentes; se te caían las cosas de la mano, te dejabas los fuegos encendidos, te quemabas, salías para comprar algo que te faltaba en la cocina y volvías al cabo de mucho rato sin haber adquirido nada. Si descubrías que te miraba preocupado, me decías: “Alfonso, no me pasa nada. Sólo estoy un poco cansada, nada más.” Y así fueron pasando los días hasta que ya no pudiste con tu alma y una mañana, cuando sonó el despertador te levantaste de nuestra cama y te fuiste a su habitación para tenderte en la suya.
V
Fue pasando el tiempo y a pesar de que el olvido nunca llegó, mitigó el agudo dolor que Vicenta sintió por la pérdida de su hija. Alfonso y ella volvieron a llevar una vida normal. Su relación se había reforzado y profundizado después de la depresión que la muerte de su hija había causado en Vicenta. Poco a poco, con el transcurrir de los años, la vida se fue haciendo más llevadera hasta llegar a una nueva normalidad haciendo imperceptible, salvo por unas fotos sobre la repisa del comedor, que algún día hubieran tenido una hija. Nadie sabía que, antes de acostarse había adquirido la costumbre de entrar en su habitación y sentarse sobre la cama de ella. Ahí, permanecía en silencio un rato, mirando alrededor y acariciando, sin darse cuenta, la colcha. Luego salía de la habitación de su hija. Cerraba con cuidado la puerta, sin hacer ruido y también sin hacer ruido, depositaba un beso en ella. Tampoco nadie sabía que de vez en cuando la congoja se seguía apoderando de su pecho y un pinchazo terrible le impedía respirar.
VI
Estoy estirada y bien tapada. Me apoyo en los codos para incorporarme y mi cuerpo no responde. ¿Qué me pasa? Curiosamente no me siento angustiada sino todo lo contrario, relajada. Me pesan los párpados. Creo que me hallo estirada en una cama y no es la mía. Alguien me acaricia. Intento abrir los ojos. Es Alfonso. Me ha cuidado mucho desde lo de nuestra hija. Me esfuerzo en mantener los párpados levantados; ahora veo también a mi madre. Estoy en una clínica. Ya recuerdo. Estaba en la cocina y me cogió un dolor muy intenso en el brazo izquierdo. ¡Qué dolor más insoportable! Voy adquiriendo más movilidad. Levanto una mano para pedir agua pero sólo consigo que Alfonso me la coja entre las suyas y me acaricie. Noto un sabor extraño en mi boca. Me dejo invadir por el sopor, es más fácil que luchar en contra de él.
VII
Se acercó el médico a la cama de Vicenta para hablar con ella y explicarle como había ido la operación.
—Usted padecía una patología irreversible cárdica que le ha ido debilitando el corazón hasta que casi ha dejado de funcionar. Es extraño que no se haya dado cuenta antes. Suerte que es una mujer fuerte y suerte, también, a que la trajeron al hospital en un tiempo record. Le hemos tenido que transplantar un corazón. No se ha observado rechazo y, por ahora, la evolución es favorable.
Vicenta notó la misma punzada de dolor que sintió en el brazo aquel día en la cocina, pero esta vez en el órgano transplantado. Notó, también, como se le helaba la sangre y un sudor frío precedía a un mareo. Perdió el sentido. Cuando desorientada volvió en sí, seguía el médico a su lado. Le estaba tomando la tensión arterial. Vicenta clavó la mirada en el techo mientras el pavor se iba apoderando de su cuerpo.
—¿De quién me han transplantado el corazón? —De una chica de 23 años. No tiene porqué preocuparse, es un corazón sano y fuerte. Si no se produce el rechazo no va a tener ningún problema con él.
—¿Cómo se llamaba la chica?
—Perdone pero no nos está permitido dar más datos.
El médico dio un par de órdenes a las enfermeras y se retiró. Vicenta estaba inmóvil. Seguía con la mirada clavada en el techo. Estuvo así mucho rato. Alfonso se la miraba sentado en la silla del acompañante. Esa silla que le estaba haciendo de cama, de mesa y de despacho. De repente, Vicenta, empezó a chillar como una loca y a querer levantarse mientras se arrancaba los tubos del suero y de los drenajes de la herida. Alfonso intentó evitarlo.
—¡Veintitrés años! ¡Veintitrés años! —gritaba fuera de sí—. La edad que tendría nuestra hija ahora. ¿Cómo voy a poder vivir? Me ha salvado la vida el corazón de una chica muerta que ni siquiera conozco. Como nuestra hija. ¿Cómo voy a poder vivir con este peso? No merezco vivir —e intentaba arrancarse el vendaje que le protegía la herida de la operación— ¿Cómo voy a vivir con el corazón de esa chica? ¿Dios mío, qué hice? No merezco…
Llegaron rápidamente el médico y dos enfermeras para inyectarle un calmante. Desplazaron a Alfonso a segundo plano para poder maniobrar mejor y este optó por sentarse de nuevo. El efecto de la inyección fue fulminante y volvió el silencio a la planta. Vicenta tenía el camisón lleno de sangre de haberse arrancado los tubos. El médico ordenó que se la bajara de nuevo a quirófano para volver a poner los drenajes en su sitio. Nadie entendía nada de lo que había sucedido. Llegó la camilla y se la llevaron sin demora ya que sangraba por varias heridas. Salieron todos de la habitación y allí, solo, sentado en la silla, quedó Alfonso, llorando en silencio los remordimientos de su mujer mientras murmuraba dos palabras: “Diagnostico: locura”.

Llanto

Lloró y con sus lágrimas lavó su vida.
Ahora, anda con la existencia encogida.

20/5/08

Cuenta atrás

“¿Qué piso va?” pregunta Luisa, al entrar en el ascensor, a la señora que está dentro. Avanza hasta el fondo y al tocar el espejo exclama: “¡Qué manos más frías tiene!” Se gira hacia mí y bajando la voz me dice: “¡Será maleducada! No contesta.” Sonrío y le cojo de la mano. Hace tiempo que empezaron a sobrar las explicaciones.

Al entrar en casa, va directamente al florero que adorna el centro de la mesa del comedor y acaricia las flores, las confunde con mi pelo. Sin prisa, disfrutando del gesto, acerca su cara y besa el jarrón. Con un dulce hilito de voz, dice: “Te quiero, Dintel”. Y se sienta, feliz, a ver la tele.

Esa ternura se me clava en el corazón y me lo desgarra. Me acerco conmovida y le beso en los labios. Me mira con extrañeza: “¿Quién eres?”

Te intuyo

Te intuyo soplando al leño para avivar el fuego que el tiempo ha consumido.
Te intuyo con el escoplo en la mano, esperando cincelar un amor.
Te intuyo escribiendo esos versos que no crecieron contigo.
Te intuyo, y de tal manera conoces mi intuición, que prefieres el aquelarre de mis palabras a una sola de mis miradas, ya que estas colocan tu alma en la cuerda floja del deseo.

19/5/08

De excelsa propiedad

Tuya será esa barra de hierro. Te acompañará el resto de tus días. Y tú trabajo no consistirá en intentar doblegarla, sino en acarrearla. Te anuncio ya, que no conseguirás deshacerte de ella. De nada sirve dejarla a las inclemencias del tiempo. Te ha sido impuesta como en su momento le fue infligida la cadena a Prometeo. Los dioses, justos en su medida, te han castigado. Ni aunque como Sansón te dejases el pelo largo, ni aunque clamases a Ovidio una metamorfosis, lograrías librarte de ella. Tuya es por los siglos de los siglos del infinito. Te la has ganado a pulso: tu mayor conquista.

Meme de las seis

Pasado amablemente por Morgana.

Seis cosas que no me importen hacer.

- No me importa planchar para los demás.
- No me cuesta nada regalar mis ideas.
- No me importa nada ayudar en lo que se necesite.
- No me importa ceder mi cama, ni mi habitación a las invitadas.
- No me importa abandonar mi vida por un cierto tiempo si alguien me pide que lo haga.
- No me importa perder en cualquier juego (menos en los eróticos, para que mentir).

Seis cosas que me guste mucho hacer:

- Me encanta escribir por la noche, después de haber dormido las primeras horas. Levantarme a las tres o las cuatro y escribir hasta que despunta el día, sobre todo en invierno. En verano prefiero pasarme la noche en vela e intentar dormir de mañana. Eso sí, acompañada siempre por un buen vino.
- Me encanta querer a la persona de la que estoy enamorada. Pasarme el día ideando mil cosas para hacerla feliz. Demostrarle mi cariño en cada uno de mis actos.
- Me encanta el teatro. Absolutamente en todos sus aspectos y variantes. No digo más.
- Me encanta cocinar. Y cocinar para que se lo coma la gente, para mí ya estoy un poco aburrida. Me gusta todo el protocolo de programar una cena o comida, ir a comprar lo que necesito y cocinarlo. Y lo que más me gusta y ver cómo disfruta la gente comiéndoselo.
- Me encanta conducir mi motocicleta, es un viejo trasto, pero montada en él tengo sensación de libertad. Esa sensación la necesito a diario. Antes, cuando viajaba, también me la daban los viajes… Y también cuando practicaba deportes de riesgo, también tenía esa sensación. Ahora, con la edad, la moto es lo más parecido a aquello que sentía.
- Me encanta hacer el amor. Hacer que la mujer que tengo en los brazos goce al máximo conmigo (esto me encanta, pero no quiere decir que lo consiga cada vez. De todas maneras, cuando lo he conseguido, me paso una semana con la felicidad puesta por bandera).

Ahora me tocaría pasarlo, pero yo que soy una copiona hago como Pulgacroft, que lo coja quien quiera.

Ciudad

Esta ciudad está muerta. Se yuxtapone a la imagen de las mujeres muertas que la residen. Los ojos sin vida de los amores perdidos nos miran fijamente. La atmósfera parece confusa e irreal. Es un reino de ánimas. Lo sensible se halla encerrado en la caja de Pandora, bajo la mirada atenta de las parcas. Errantes no son las almas, ni los espíritus, si no los alientos que un día albergaron vida. Errante es, también, la apagada ilusión que interfecta busca su propia resurrección. La difunta mentira del amor yace inerte en el centro de la lóbrega plaza dibujando una espectral sombra alargada que señala a los manes que, un día, destruyeron las esperanzas. Un lugar sepulcralmente tranquilo. Con exinanido paso, mi extinta vida, que fue erróneamente ajusticiada entre las tijeras de Atropo, recorre las cárdenas calles en busca de la mortecina ambrosia que en este lugar se encuentra. A penas un lívido hálito de esperanza me queda para hallarte. Desde aquí, el mismo centro de la ciudad, reivindico la vida, una vida que permita la existencia de una nueva albada.

18/5/08

ISBN: 32-8798430-5-2

Reservados todos los derechos. No se permite alterar, menospreciar, vejar ni socavar parte alguna de mi vida, cualquiera que sea el medio empleado —psicológico, moral, afectivo, etc.—, sin el permiso previo de los titulares de los derechos de la propiedad intelectual.

16/5/08

¿Fantaseas conmigo?

Anda, dime; dime que no tienes fantasías conmigo como yo contigo las tengo. Dime que no deseas mi cuerpo como el tuyo yo anhelo. Callas más que hablas. Me haces sonreír, y también callo, porque te leo. Aprendí a hacerlo un martes cuando estaba tendida en tu lecho. Piel con piel, deseo con deseo. Mis labios buscaban tu sexo, un área no besada en muchísimo tiempo; y recorrían tu altura, y recorrían tu cuerpo. Aleteaba ya el temblor desde dentro del convexo. Largas caricias para aprender tus curvas con la punta de mis dedos. Un gemido. Un silencio. Te ceñiste a mi cuerpo queriendo aplastar todos tus miedos, que quedaron olvidados en aquel primer encuentro. Anda, dime; dime que no fantaseas, que no ardes en deseo, de vivir este amor loco que nos nace, sin querer, de bien adentro.

15/5/08

Aniversario de palabras

Escribir, escribo, sin preguntarme nada. Es algo, que de mi vida causó tino alegrando mi destino y alargando mi jornada.

Engrosé de tal modo mi equipaje, que el olvido no ha cabido. ¿Y qué mejor ultraje que recordar, por siempre, lo vivido?

14/5/08

No estoy sola

Me he despertado acurrucada entre sábanas de añoranza. Abrazada como un koala a mi fiel almohada, que miraba, comprensiva, la dulzura de mi gesto. Entendía el porqué de mis caricias y de mi abrazo. Al abrir los ojos, la he mirado y me ha sonreído cómplice. Yo le he asentido con la cabeza; entre nosotras sobran las palabras porque sabe de mi soledad.

Me he separado de ella para enmudecer el despertador, causante del sacudir de mi dormida consciencia y ella, intentando recuperar su forma (siempre la dejo algo estrujada), me ha pedido que me quede un rato más en la cama. Sé que se siente bien entre mis brazos.

Al volver junto a ella y pasarle el brazo por debajo, he notado su calor, que no es otro que el que yo he perdido. En este nuevo contacto la he encontrado más suave y más atrayente.

Antes de quedarme dormida, ayer, lloramos juntas. Tiene la costumbre de recoger mis lágrimas y llorar con ellas. Y cuando la descubro haciéndolo, me hace ver lo ridículo de la situación. Nos reímos y después de secarme las mejillas, le doy un golpecito cariñoso y la abrazo con más fuerza. Siempre consigue que dibuje una sonrisa en mi cara.

13/5/08

Tu cuerpo celeste

He convertido mi tacto en astrolabio y así, con sólo sentirte, sé que movimientos estremecen tus astros.

Ven, siéntate a mi lado, aquí, en el tercer escalón del infinito.

11/5/08

Esculpiéndote

He cogido mi pétreo corazón para labrar a mano el recuerdo de tu cuerpo, grabar cada hueco, cada relieve de tu presencia; esculpir tus gestos y tus gustos, tus miradas, tus cadencias. He cincelado tus caricias y tus besos, he moldeado tus deseos y rasurado mis arterias, debastado las aurículas y cortado tus ausencias. Con el filo de un buril he tallado mi diástole, y he encastrado a su arritmia el amor de aquel instante. En mi corazón, he biselado todas tus curvas con el formón del cariño e intentado repujar con ternura un traslúcido vestido, que cubra lo que deseo y que sugiera en sentidos, amor, deseo y pasión, besos, cuerpos y locura. Y con gubia en mano vigilo que nadie erosione mi estatua, que una amor como el que siento, es de envida, pero no sana.

Rabiosa estoy

Estimados,

Estoy muy enfadada con el Ministerio de Educación y Ciencia que no prevé qué necesidades va a tener el niño cuando sea adulto. Hoy me pilláis rabiosa y aunque no me he levantado con el pié izquierdo, es como si lo hubiera hecho. Caliente ando con el tema.

Me pasé mi infancia haciendo grupitos de objetos porque trabajaba en base 2, base 4 y base la que fuera. Pues que sepáis que en mi vida he utilizado para nada las bases dichosas. Bueno, y si me pongo a hablar de la docena, no acabo. La verdad, es que no sé qué debían contar en grupitos de doce, a no ser los huevos. Pero es que ahora, se sigue estudiando en la escuela, la docena, porque los huevos van de doce en doce, y luego resulta que cuando compras una docena de huevos, no los puedes poner en la huevera de la nevera, porque hay cabida sólo para ocho o para diez. Y acabas dejando los dos que sobran encima de los otros, que a la primera vez que abras la nevera, van a parar al suelo, al menos uno, fijo. ¡Manda huevos!

Bueno, y si empiezo a pensar en los temas de historia, cien tantos de lo mismo. Que si el Paleolítico, que si la Edad de Hierro, que si la Edad Media que si la Revolución Francesa que si se ha acabado el curso… Y al año siguiente, vuelta a empezar el libro por el principio, que si el Paleolítico, que si la Edad Media, que si… por favor.

Total, que lo importante, que es la persona, no queda contemplado dentro de los programas educativos. Eso sí, hablar de educación integral, queda muy bonito.

¿Y en qué programación está el trabajar el miedo a crecer? ¿Y el miedo a la muerte? ¿Y el desarrollo de la autoestima? ¿Y la seguridad? ¿Y el saber ser alguien dentro del grupo? ¿Y el aprender a tener recursos para aprender? ¿Y el aprender a fabricarse la vida? Y no me refiero a tener dinero para vivir. ¿Y el aprender a no derrumbarnos porque tenemos un desengaño? ¿Eh? ¿Quién nos enseña eso?

Los señores del ministerio se deben pensar que formando las mentes de los niños, estos adquirirán los conocimientos necesarios para inferir todos los temas que abarcan a la persona. Claro, como es tan fácil, tan de cajón... Mal entendido llevan el concepto de la generación espontánea.

Total, que por falta de una buena programación educativa se acaba, de adulto, aparcando los deseos en el parking o transportando a cuesta los aceros ajenos, o mecanografíando soledades en el word. Eso las que tienen suerte y aún no les interesa comprobar qué encuentran en el Más Allá.

10/5/08

La kafkamorfosis de Mehta

Al despertar Zubin Mehta una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un alegre Kafka. Es cualidad de los genios no crearse ni destruirse, sino transformarse, mientras que los simples mortales no tenemos otra opción que ver pasar la misma agua del río una y otra vez, pues carecemos de la capacidad de mutar los ojos.

9/5/08

Tirar la toalla

No es que mi vida haya perdido su significado, peor aún, es que ya no quiero vivirla. Estoy cansada de que cada día sea una lucha. Cansada de bregar con mis inseguridades y con mis miedos, con mis logros y mis fracasos, con mis enemigos y mis amigos. Extenuada de lidiar con las astas que este mundo lleva por montera. Y hoy, he decido tirar la toalla. No, no sufras, no me suicido. Ahí, también, tendría que luchar contra el miedo. Además, ya ando bastante molida de forcejear con la vida como para tener que bailar con la muerte.

Me preguntas que qué me ha hecho la vida. Si empiezo a enumerar no callo y sólo consigo, con ello, abrir, con mis verdades, tus ojos, y eso es peligroso. Yo no pedí nacer. Me sacaron de un útero en dónde yo estaba caliente y satisfecha. Me enseñaron a llorar antes que a reír. Cuando aprendí a mirar horizontalmente al mundo me entrenaron para andar y mi mirada cambió de altura, teniendo que aprender la nueva geometría. Y no sólo eso, si no que, encima, fue variando esa alzada y fui coleccionando nuevos enfoques. Cuando conseguí, con mis propias explicaciones, entender cómo funcionaba la vida, mi cuerpo empezó a cambiar y aparecieron mis inseguridades. Me perdí en mi propia incomprensión; un día me lo comía todo y al siguiente, escondía la cabeza. Y a partir de ese momento todo fueron obligaciones y lides.

Tenía un sueño, ¿sabes? El de encontrar a alguien que recordara que los bocadillos de sobrasada me gustan con pan gomoso y que antes de ducharme por la mañana me peso cada día. Alguien con quien leer la prensa los domingos y que no le importara que le interrumpiese emocionada comentándole las noticias. Alguien que, cuando yo tuviera miedo, me acurrucase en su seguridad o, cuando tuviera frío, se dirigiese a mí con palabras cálidas. Alguien que cuando yo me equivocara me cogiese de la mano y me recondujera.

Hoy, en que estoy decidida a tirar la toalla y a dejarme arrastrar por la corriente, apareces tú y me miras y me preguntas que qué me han hecho… Y yo con furia te contesto. Esa furia que guardaba para gritarle a la vida, te la echo, bajo el descontrol de mi propia angustia, directamente a la cara. Con el terremoto de mis frustraciones, sacudo tu persona hasta que reparo en tus ojos anegados de lágrimas y, es en ese preciso instante, cuando sucumbo ante la verdad que estoy viendo, cayendo de rodillas ante ti. Soy un monstruo egoísta perdido en su vanidad divina. Perdóname, por favor y cógeme de la mano.

8/5/08

Ella

En una cajita, tras sus ojos, guarda su tristeza y su debilidad. En ocasiones, las deja asomar al iris para que yo las conozca y otras, en cambio, las mantiene presas bajo llave como restos de un pasado que no quiere olvidar, aunque sí controlar. En su mano lleva estigmas de la inseguridad; nervios y silencio han labrado líneas en su palma como memoria histórica de su vida. Suda dulzura por los poros de su piel y a pesar de usar colonia, su fragancia natural llega a penetrarme y a acompañarme en mi callada soledad.

No sabéis lo guapa que es. Tiene la belleza de la mirada franca y de la firme decisión de “no volverá a pasar”. Alguien dejó de amarla sin saber ella qué hizo o dejó de hacer. Y al partir, le impregnó las entrañas de sensibilidad.

Ella empieza a serlo todo para mí. Cuando la miro sé que quiero seguir creciendo a su lado. Tengo muy claro que quiero despertarme junto a ella y verla sonreír; compartir el desayuno los fines de semana mientras deshojamos el periódico; leer en sus besos lo que su esencia escribe sobre mí.

Quiero que sepa que el universo deja que el corazón se expanda e incluso permite que se haga mayor después de haber sufrido. Quiero estar a su lado para que nunca nadie más la haga sufrir.

Informe médico

Accidente. Choque frontal contra su vida. Culpa suya. Circulaba a demasiada velocidad. Traslado inmediato al hospital más cercano.

Diagnóstico: Rotura de amor y fisura en el ego, con pérdida absoluta de esperanza. Urge transfusión de autoestima.

7/5/08

Clasificados

Se busca boca.
Nueva o seminueva. De sonrisa perenne. Con más de 1m2 de dulzura. Licenciada en escándalos. Impetuosa. Imprescindible sabor a vida. Grítame.

Vendo mirada.
Gastada por los años. Tranquila. Vistas al interior y al exterior. Doble perspectiva. Múltiples estancias, sentimientos empotrados. Cobro en tactos.

6/5/08

La palabra exacta

Me hallo absorbida por la búsqueda de la palabra exacta que me permita vivir entre el leer y el escribir. La franja fronteriza que los separa es caótica tierra de nadie y llevo demasiado tiempo sobreviviendo ahí. Indago, buscando los sudores del alma, entre palabras que rezuman de los trapos que cubren los viejos escritos. Quiero un vocablo leve, ligero pero importante, que se escape de los labios, que se sienta en el silencio y que ponga orden a mi caos…

Ha llegado el momento de hacer crecer las palabras, que latan cada una con propio corazón. Latir. Latir es la palabra exacta. Lato entre el leer y el escribir. Soy una Yeday de las palabras. ¡Que el latir os acompañe!

5/5/08

Amantes

Extroversión

Empezó como juego, como sexo, como manta para cubrir la soledad. Sin ninguna pregunta que abriera paso, sin buscar ninguna suposición alcanzada que se ajustase a tres notas musicales. Con luces huecas, silencios sordos, miradas desperdiciadas y besos vacíos, casi sin abrazos, casi sin deseo que retase a un nuevo encuentro. Empezó como empieza todo, escondiéndonos tras las sombras de las miradas, sin saber si parpadea la vista o el pensamiento. Empezó con un suave arrullo, inmutable, sin implicar ningún sentido.

Pero el sexo se tornó pasión y la pasión cariño, llegando a robar sensaciones a cualquiera de nuestros sentidos. Y aquí surgió nuestro poema, de besos sordos y vacíos, de sentimientos callados y de laberintos sombríos. No aceptamos la etiqueta, no queremos el vacío, transportamos como carga la verdad y el sinsentido.

¿Te amo? No creo; te quiero aquí conmigo, aspirando tu verdad y besándote el ombligo.

Introversión

Y se acercan las sombras abofeteando los pliegues del alma con besos vacíos que me conducen al centímetro más oscuro de mi mente. Excelencia y destreza brillando en tus labios mientras coagula mi deseo sin poder convertirse en acto.

Hebras de tu amor derrochadas en otras camas, se encauzan y bucean, se pelean y me abrazan. Intento licuar las sombras que me generan tus besos vacíos, en sílabas que tapien eso que tú no has sentido conmigo. Y con la mano en mi sexo, iniciando el movimiento, intento limpiar de un golpe la sombra del pensamiento.

No es sangre, sino espuma, lo que navega por dentro. Entre beso y beso, déjame pensarte de nuevo.

4/5/08

Un día

-Abuela, he abierto tu costurero y sólo he encontrado voces y versos, ¿cómo piensas coserme el bajo de los pantalones nuevos? -le pregunté un día.

-Ahora se llevan arrastrando -me contestó ella-. Y con una sonrisa cómplice y picarona, añadió-, las voces y los versos son para remendar vidas, se deshilachan, a menudo, con los recuerdos.

3/5/08

Fotografia verbal

Recorro tus sentimientos retratándolos con palabras, sin pedirte permiso, robándote las instantáneas de tus sensaciones.

Un sábado por la mañana, corrí a comprarme un gran angular para poder fotografiar, en un párrafo, la sonrisa de tu esencia; con un objetivo normal no encuadraba bien las comisuras de tu alma. Debo decirte, que ya he abandonado por completo la idea del trípode. Si quiero plasmar el constante fluir de tus pensamientos debo sostener la cámara yo misma.

Has conocido los infiernos del desprecio y queda este aura reflejada, tras tu sonrisa, en tus imágenes. A mi me gusta contemplar esa dualidad expresiva, me hace ver la profundidad de tu pensamiento cincelado por la vida y sus circunstancias.

Robo instantáneas de tus emociones y las singularizo en frases, focalizando tus intereses y minimizando los de la vida, consiguiendo, así, retratar la concepción de tu ternura.

Te confieso que colecciono fotos de tu introspección y las clasifico en mi vida: las palabras de color sepia las guardo dentro de una cajita, junto a mi esencia; las de blanco y negro, las engancho en mi mente; y las de color, las tengo enmarcadas en mi corazón.

Mientras ordeno en versos los retratos de tu vida, te limitas a mirarme callada y es, entonces, cuando tomo conciencia de que voy adquiriendo una enorme deuda verbal contigo, porque, a través de tu silencio, encuentro el coraje suficiente para hablar en tu lugar.

2/5/08

Shhhhhhh!!!!

Shhhhhhh!!!!

Salomé siempre supo que el silencio sobraba y sabiéndolo siguió siseando sus sentimientos. Sin salida, sacrificada, sajada su sagacidad, soportaba sacudida tras sacudida, sopapo tras sopapo.

Sin sentido, sobre el suelo de la sala, con sabor salado, se susurraba salmódicamente: “Serenidad. Se-re-ni-dad. Saldré seguro. Se superará”.

Suspira sobre su sepulcro: El silencio se sació de su sufrimiento.

1/5/08

Injusticia laboral

Cuando me parece que la vida no es justa me cuesta mucho tirar para adelante. Todas las bases sobre las que se sostentan mis pensamientos y mis actos se vienen abajo y esa estructura que soy yo misma y que tanto me ha costado levantar, se desmorona como un mecano mal construido.

Entonces, tengo que luchar contra la misma ley de la gravedad pretendiendo mantener, aunque sea en equilibrio, la construcción que llevo tantos años erigiendo, mientras intento, sin perder demasiado la tranquilidad y con apenas una mano (la otra la utilizo para sostenerme), construir de nuevo los pilares basales que me sustentaban.

Nos hallamos, claramente, ante unas competencias mal definidas, realizando el trabajo de los dioses y sin derecho a disfrutar de ni un fin de semana en el Olimpo, con todos los gastos pagados.

Me pregunto: ¿Dónde están los sindicatos del alma?