31/8/09

Ja!

¿Qué perversas mentes se esconden tras los cambios de nick? Rota una relación, ¿para qué insistir disfrazándose?

Me hizo gracia descubrirte, sí. Mucha gracia. Ni rabia, ni tristeza, ni ganas de forzar una guerra. Sencillamente, gracia. Pero, para ser justas, no sé si te clické yo o fuiste tú. Si fui yo, era porque ibas disfrazada y desconocía tu verdadera identidad, si fuiste tú, ni siquiera comento el porqué, que quede libre para que cualquier mente lectora le busque la razón.

Voy a seguir carcajeándome un rato más, que la risoterapia la cobran a precio de oro.

27/8/09

Odio

Odio, sí, pero con humor es genial.

Esta canción es para cantarla con mano en copa, desgañite arpegial, y odiada en mente. Si encima te acompaña alguna amigota u amiguina que sabe empatizar contigo, la descarga adrenalínica no tiene límites. Muy recomendada, sin lugar a dudas.

Por cierto, debieran traducirla a otros idiomas, para aquellas que les cueste el castellano. Cómo se me llena la boca cuando canto eso de "culebra ponzoñosa", todas mis odiadas se pelean por ocupar el lugar principal de mi hipocampo.


22/8/09

Cerco

¿Y qué piensas hacer? Te acecho día y noche. Mientras reduzco el cerco de tal manera que ya puedes sentir mi propio aliento, el odio. No pienso atacar si no das tú el primer paso, soy paciente. Además, ya puedo sentir tu rabia sublimando sobre tu bondad, sobre tu hipócrita honestidad, sobre todos esos conocimientos sobre los que presumes. Al menos, a mí no me cuesta admitir que soy mala, que te odio con toda mi alma y que el objetivo de mi vida es que te enteres de ello. No voy por la vida ni de víctima ni de salvadora. Soy lo que soy y es lo que hay.

21/8/09

Mis exs

Contaba en una tranquila y amigable sobremesa mi facilidad para superar cualquier trauma en la vida, sea del tipo que sea. Ya me pasé toda la adolescencia llorando y escribiendo poemas sobre lo incomprendida que era y los desamores que vivía, como para que ahora siga perdiendo el tiempo por los mismos derroteros. Porque es una pérdida de tiempo, son lastres que nos ponemos y que impiden ir hacia delante. Es normal que cualquier pérdida, sea del tipo que sea, requiera su tiempo de luto. El mío suele durar una semana. Sí, una semana. Y no es que no haya querido, o no sea buena amiga, o no me interesase conservar el trabajo. No, no es nada de esto. Es tirando más hacia Tagore. La cuestión es que hace tiempo descubrí que no quería ver el sol, pero sí el camino que pisaba y las lágrimas me impedían avanzar a la velocidad que quiero. Así que, fuera lágrimas que no sirven para nada. Lo que tenía que crecer ya lo crecí en la adolescencia, ahí se formó mi personalidad y mi corazón. Y lo que la vida me tenga que enseñar ahora, que me lo enseñe cara a cara, nada de estar destrozada para sus moralinas, no. Que me lo explique tranquilamente tomando un té, o mejor un buen cognac, que hay cosas que son de difícil digestión, y el alcohol siempre ayuda.

Por eso me sorprende ver a mujeres hechas y derechas que siempre vuelven a abrirse la herida de su ex, que si “mi ex por aquí”, que si “mi ex por allá”. También me acuerdo yo de las mías, pero desde otro punto, pues suturé con bastilla de hilo doble cualquier rasguño que llevara sus nombre, y precisamente con bastilla, porque es un punto rápido y a la vez que apañao. De todas formas, las putadas que pudieran hacerme, no son más que subjetividades y susceptibilidades mías, porque si miramos con sus cristales otros gallos cantarían.

19/8/09

Ordenándome

He decidido ser más ordenada. Siempre que llegaba a casa me dejaba tirada por cualquier sitio y luego, cuando tenía que salir, ¡anda, búscate! Con las prisas, me ponía nerviosa y nunca veía que estaba hecha todo un arrebujo en tal sitio o en tal otro. Y siempre llegaba tarde. Tarde y mosqueada, porque me iba toda arrugada y sucia de la última vez que salí a la calle.

Ahora, cada vez que llego a casa, lo primero que hago es sacudirme de encima el polvo de la jornada. Con mano cariñosa, me aliso cualquier arruga que me haya podido causar la vida. Luego me doblo con cuidado y me coloco dentro del cajón de la cómoda. En el más ancho, que a la vez es el más fresquito porque está a ras de suelo.

Cada vez que quiero salir, sé dónde encontrarme y además, estoy preparada para ello. ¡Qué felicidad vivir así!

14/8/09

Más cierto que...

Cuando la dejó, su mundo se hundió. Se encontró perdida entre una vida vacía, sin ganas de seguir adelante. Con la noches húmedas por el llanto y los días faltos de energía. Si se quedaba dormida, se despertaba a los pocos minutos y continuaba llorando la pérdida. Pronto no pudo soportar su soledad y empezó a llenar de bares y alcohol su dolor. La tenía en la cabeza, la añoraba, la deseaba. Le quedaba la falsa esperanza de que volviera. Se arrastraba por las noches de local en local, queriendo olvidarla. Contando a toda aquella que quisiera oírla, su historia, su desespero.

Una noche de lluvia torrencial, se hallaba sentada en la barra de un bar, copa en mano. El local vacío de clientas. Ya acabada la copa, a punto de pedir la siguiente, se vio en el espejo que había detrás de las botellas de alcohol. Vio sus ojos demacrados e irritados de no dormir, vio el ligero vaivén en su lucha para mantener el equilibrio, se vio pálida, escuálida, trasnochada y consumida y rompió el llanto de nuevo. Lloró mucho rato, sin dejar de mirarse en el espejo. Esta vez no lloraba por la pérdida. Lloraba porque sentía el fracaso como persona de ser incapaz de superar un bache demoledor. En ese momento, vio su única realidad, su única obligación: reconstruirse.

Basado en un cuento que leí de Juan Carlos Botero

12/8/09

Hace tiempo que me viene pasando

No, no lo tenía cuando era pequeña. Me salió de mayor. Así de repente. Al principio no sabía muy bien qué me pasaba. Aumentaban mis sensaciones, sentimientos y emociones en intensidad.

Un día iba por la calle y me puse a llorar desesperadamente, tanto que unas buenas personas me sentaron en una de las sillas metálicas de la terraza de un bar y pidieron un agua, y con palabras de consuelo intentaban calmarme mientras se miraban con cara de sorpresa entre ellas. Lo que no sabían era que yo estaba mucho más sorprendida que todas ellas juntas. Fue una reacción muy rara pero no le di demasiada importancia, debía estar falta de potasio o de hierro, o de vitamina B12.

Otro día, que estaba en la playa empecé a sentirme excitada, un sofoco recorría toda mi columna vertebral y mis ojos giraban al blanco cada vez que llegaba la sensación al punto orgásmico; me mordía los labios para intentar acallar los jadeos que empezaban a surgir de mi acelerada respiración como medida para bajar la temperatura que iba aumentando sin posibilidad de detención. Cerré los ojos mientras tuve el orgasmo y cuando volví en mí, descubrí que todo mi alrededor estaba mirando mientras me hallaba agarrada a una palmera del paseo con las piernas cruzadas y aullando como una loba. Ahí empecé a preocuparme un poco. No era normal lo que me estaba pasando.

Más adelante, en una reunión de trabajo, después de la lectura del acta de la reunión anterior en la que no nos habíamos puesto de acuerdo en nada, empecé a reírme y a reírme, a carcajada limpia, ante la mirada atónita de mis compañeros, que, como era de esperar empezaron a contagiarse y a reír y reír conmigo. Claro que después de media hora, a ellos ya no les hacía gracia y yo seguía riendo, doblada por la mitad aguantándome los costados que hacía rato habían empezado a doler e intentando controlarme y estar seria porque tenía el interior de las mejillas enrampadas y con absoluto dolor maxilar. Ahí ya me desesperé, porque no era normal lo que me estaba pasando, así que decidí acudir al médico.

Como es fácil de deducir, pasé de un especialista a otro, de una prueba a otra, hasta que después de un escáner que no aclaró nada, me derivaron al psiquiatra. Hacía tiempo que me costaba dormir y que tenía algún que otro ataque de angustia. Tenía la seguridad de que me había trastocado. No tardó en darme el diagnóstico: Empatitis, inflamación de la empatía.

Qué susto, haber empezado por ahí!

11/8/09

¿La tengo?

Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electiricidad y la energía atómica: la voluntad.

Albert Einstein

10/8/09

Pobre George

Exactamente, no sé por qué me compré este libro. Lo vi en las mesas de novedades y su portada me llamó la atención. Cuando leí el breve texto de la contraportada que hablaba de “una existencia gris, al borde de la apatía, sumergido en un fondo de fatalismo cotidiano”, supe que me podía interesar. Y así ha sido.

Curiosamente, nunca tengo la sensación de que mi vida sea gris, ni apática, ni monótona ni que le afecte el fatalismo cotidiano del que se habla. Pero si me pongo a desgranarla, no va mucho más allá de ahí. A veces, pienso que soy yo, que por no desesperar, la quiero ver como algo especial, diferente, nada monótona, ni aburrida. Pero mi vida hace casi ya 20 años que no cambia, al menos en cuanto a cambios radicales, porque los microcambios siempre suceden, se quieran o no se quieran. Y en cuanto desgrano la vida, me entra la depre, porque veo quién soy, bien lejos de quién me gustaría ser.

El libro está bien, a mí me ha dado mucho qué pensar. En algunos aspectos me he sentido identificada y en otros me ha sorprendido la actuación o la no-actuación del protagonista.

9/8/09

Ánimos

Siempre pensé que haría algo grande, que sería capaz de triunfar en alguno de los aspectos que ofrece la vida. Mi futuro estaba impoluto ante mí, sólo tenía que empezar a caminar y dejar huella.

Ahora, con media vida consumida, todos esos sueños infulíticos de juventud han desaparecido y lo único que me queda es mi propia realidad.

Por si acaso me queda la genialidad escondida tras algún recodo de mi complicada personalidad, he puesto a Madame Curie, Marie Curie, mejor dicho, (le voy a quitar el título de casada) y Albert Einstein en la estantería que tengo justo delante de mí, a la altura de mis ojos, para que, al menos, cada vez que desfallezca en alguno de mis proyectos, me den ánimos y pueda, como mínimo, concluirlos. Como una vez escribí, y sonrío al reescribirlo: “soy más Einstein que Delibes”.

7/8/09

Tú, rubia

Quiero creer que la coma elíptica está escrita en el guión. Me explico: estos días me ha dado por mirar los anuncios como algo que pueda interesarme. Normalmente no son más que una espera para que continúe el programa que estoy viendo y lo que suelo hacer es ir a la cocina a fregar platos, o al wc, o también miro si tengo algún correo, o según la hora, incluso me da tiempo de hacer la cama y recoger un poco la casa. Pero estos días, no; me quedo sentada delante de ellos y los miro con atención. Será por eso que se me ha clavado en el cerebro la cancioncilla de uno de ellos.

“Vegaverde ¿Qué vas a hacer? Tú, rubia, yo, Vegaverde. ¿Qué vas a hacer?”

Hermosa letra, ¿verdad? El letrista se debió quedar descansado. O soy una lerda que no entiende para nada el lenguaje publicitario o aquí, de tantas elipsis logran elidir mi propia lógica. A lo mejor el letrista cobraba por palabra y le dijeron, “sólo te pagaremos trece palabras”. La canción la canta una voz femenina y supongo que se la está diciendo a un gordito bonachón sentado en la barra de un bar con la ineptitud (existiendo Vegaverde, claro está) de tener una jarra, supuestamente de cerveza (¿será la rubia a la que se refiere?). Aparece una mujer rubia, alta y delgada como tu madre morena salada, habillada de traje negro contorneándose como una sibilina serpiente. “Tú, rubia, yo, Vegaverde”. Es decir, sigue con tu cerveza que ya ves qué tripón tienes y yo con Vegaverde, que es un vinito que debe conservar la línea (o lo mismo era el hijo del de las bodegas que quería salir en un anuncio, a saber). O lo mismo le está diciendo: “tú (tírate a la) rubia , yo (me beberé el vino) Vegaverde. O lo mismo… (no lo acabo de entender, la verdad).

Qué inquietud de anuncio. No lo entiendo. Es tan elíptico que se me enreda la elipsis en lo más profundo de mi geometría mental (chiste interno). El caso es que si encima esta cancioncilla la unimos a la imagen ya se me despaporra la materia gris y se me convierte en una especie de emulsión estilo ferrranadrianesco. La mujer rubia va bailando, cadera para aquí, cadera para allá y el gordito, se le pone al lado bailando igual cogiendo una botella de Vegaverde con su mano derecha. Ella lo descubre y le hace un gesto como diciendo: “qué gracioso”. ¿Es el momento en que los dos ya se han entrompado con el Vegaverde?.

Que alguien me saque de todas estas dudas que lo mismo se trata de una página porno “Vergaverde” y yo no me he enterado. Eso sí, publicidad les acabo de hacer un rato. Mejor otro día hablo de las pruebas de ADN del Diario de Patricia, o de cómo gracias a este programa se conocen dos ciberamantes, que todo esto también tiene su miga.

PD: Curiosamente, la publicidad, hace que busquemos significado en todo, incluso si el actor está gordo, pensamos que es por algo. Porque no vemos a la persona que hace el anuncio, vemos a un gordo sentado en una barra de un bar y como la mujer que sale está delgada, es lo que nos llama la atención, que está gordo y será porque nos quieren decir algo. En fin, de estereotipos hablamos.

6/8/09

Mal de amores

Golpeaba la cabeza contra la pared, intentando despertar la semiótica de su amor, aquella que no le condujo por las acciones propias del triunfo. Un golpe, otro, otro, marcando de sangre el blanco estucado de su habitación, con las manos apoyadas en la pared. De nuevo otro, y otro más fuerte, riachuelos de sangre se mezclaban con sus lágrimas y una mezcla licuada disminuida en densidad, se aceleraba hasta el cuello. A pesar del dolor, la sangre de su frente bombeaba una pregunta al surgir: ¿por qué no sabía amar?

Lejos de la dramática escena que imaginaba entre lágrima y lágrima, tumbada en la cama boca arriba, mirando la desnuda bombilla que colgaba del centro de su habitación, se hallaba su realidad. ¡Qué pena se daba cada vez que fracasaba su relación! Su vida se había convertido en un ir y venir de la euforia a la decepción y disfrutaba con todo el proceso. Era la manera de sentirse viva, porque la estabilidad le iba corroyendo por dentro. Tanta felicidad le amargaba, no le dejaba ser ella y tenía que destruirla a toda costa.

Agarró la almohada con fuerza desgarrando el llanto y llevándolo a la desesperación, mientras que con el pie pateaba enrabiada contra el colchón, pensando, “no hay derecho”, “no-hay-de-re-cho”, “¿por qué no puedo ser feliz?”¡Qué bien se sentía compadeciéndose de sí misma y qué feliz, siendo una desdichada!

4/8/09

Fairy Platinum, qué felicidad y qué gozada

Un gran anuncio, sí, señoras y señores, grande como ninguno. Este que acabo de ver consiste en un niño que tiene un patinete y de usarlo le queda todo sucio, elemental. Supongo que es la hora de comer, está sentado en la mesa pensando en su patinete, sucio y sin saber cómo limpiarlo, tiene la cabeza apoya sobre una mano y el codo en la mesa. El niño está ceñudo, por no decir enfadado, callado, taciturno. La madre saca de la mesa una bandeja con todo de grasa atomatada reseca mientras le revuelve los cabellos cariñosamente y se va al lavavajillas y la pone ahí, mientas añade el famoso Fairy. Lo siguiente que se ve es la madre abriendo el electrodoméstico y observando la hermosa brillantez de la bandeja de cristal que no contiene, por los brillos que se han ampliado amablemente para el público, ni un ápice de grasa. Entonces el niño sonríe, ha tenido una idea (sin necesidad de rascarse la nariz como mi estimado Vicky) y la siguiente imagen es el púber intentando poner el patinete dentro del lavavajillas. ¿Precioso y ocurrente, verdad?

Lo que me lleva reconcomiendo desde el primer día es que la madre ve al hijo triste, callado, enfadado y en ningún momento le pregunta qué le pasa, se la ve totalmente sonriente durante todo el anuncio (¡cómo no!, tiene a su maravilloso Fairy Platinum), y, para recochineo, le revuelve el cabello porque ella es feliz. Genial la comunicación. Si la madre hubiera hablado con el hijo y supiera qué le pasaba, tendría un qué, pero en ningún momento se nos muestra que la madre sepa qué le pasa a su hijo. En cambio, se ve a mil leguas, que al niño le pasa algo y en ningún momento la madre pierde la sonrisa ni se preocupa por lo que le pasa. ¿Es que como mutación génica ya llevamos esta falta de comunicación en los genes que hasta vemos normal este anuncio?

Un gran anuncio, sí, señoras y señores, grande, sobre todo, por su realidad.

3/8/09

Ladrones jubilados

Hace muchísimos años leí El Callejón de los Milagros, de Naguib Mahfuz y me encantó la atmósfera y la descripción del lugar. Al leer, Ladrones Jubilados, de alguna manera me ha transportado de nuevo a esos lugares.

Es un libro que se lee con mucha facilidad porque está narrado con una gran fluidez. A través de la descripción de los personajes que habitan una casa y la visión irónica de sus vidas, se nos acerca a este micromundo que el autor ha creado.

Me lo he pesado bien con su lectura, y me ha quedado en la boca un sabor de “quiero más”. La persona que me lo dejó me preguntó: ¿A que está bien traducido? No entiendo mucho de traducciones, pero si se trata de poder montar en mi imaginación el microclima creado, entonces, sí, está bien traducido. Porque incluso ahora, después de varias semanas de haberlo leído, me voy acordando perfectamente de cosas y personajes del libro y sobre todo de situaciones tan alejadas de mí que debo irlas digiriendo poquito a poco, según voy notando su sabor.

Sin lugar a dudas, es un libro que recomendaría. Se lee con mucha facilidad y es cortito, para un viaje en tren de un par de horas, con diez minutos de retraso. Por cierto, el título me hace mucha gracia.

2/8/09

Pesadilla de terror

Llevo un par de horas durmiendo, solita, mientras mi cariño arregla cosas de casa: limpia el WC, pone una lavadora y plancha. La oigo trajinar, desde aquí , estirada en la cama de matrimonio, ahora, toda para mí, tranquila y sosegada. Una pierna en una esquina y la otra en la opuesta, los brazos esparcidos, casi formo un aspa; si contamos la cabeza, incluso una Rosa de los vientos. Y ruiditos de peines, de botes de colonia, de cepillitos sobre los estantes del lavabo van siendo la nana que me adormece. De vez en cuando pasa una moto por la calle, un par de coches o también los tres ingleses esos del skate que suelen bajarla a toda velocidad los domingos, porque hay poca circulación.

De repente, noto que no estoy sola en la cama. Tomo consciencia de que hay alguien que me abraza alrededor de la barriga, pues noto la incómoda sensación de no estar estirada bien sobre el colchón. Con algo de sorpresa y miedo, pues sigo oyendo a mi cariñín como limpia, acerco mi mano derecha hacia abajo, despacio, para que no se de cuenta de que soy consciente de su existencia, y cuando ya estoy cerca, agarro con todas mis fuerzas ese cuerpo extraño que me rodea. Totalmente despejada del duermevela en el que me hallaba, nada más el primer contacto identifico a las intrusas: mis hermosas lorzas que se hallan en edad de crecimiento. Cada vez que duermo me olvido de ellas y luego, ofendidas estas, se pasan el día recordándome su existencia. En realidad no son dos, sino una que tiene un extenso pliegue en el ombligo a modo de alargada boca, que siempre me encuentro sonriéndo jocosamente cuando me miro desnuda al espejo.

Últimamente se ha vuelto muy juguetona, pues quiere sobresalir por encima del pantalón y por debajo de la camiseta, para ver mundo, dice ella. Mis camisetas que siempre honran a Fofó, ahora, se ven convertidas en ridículos tops. El otro día, me encontré con una vieja amiga que me preguntó: “¿Ya no llevas esas divertidas camisetas que te pintabas con dibujos tuyos? Ahora vas con estos tops sin dibujo alguno”. Mi amiga, hizo mutis por el foro cuando con mi derecha, pues soy diestra, desincrusté del hueco que queda entre la lorza superior y ese par de tetas, que no pechos (pues esta palabra sólo se puede aplicar a partir de tres tallas menos), desincrusté, como iba diciendo, un gran trozo de camiseta que era el que contenía el dibujo.

Fue ese mismo día, en el que me enteré que lorza y tetas habían entrado en una brava competición por ver quién sobresalía más, competición que no piensan dejar por ahora, por lo que me veo obligada a participar sin quererlo. ¿Adivinan quién va en último lugar?

1/8/09

Alea jacta est

He estado investigando sobre las descripciones, sobre recrear ambientes conocidos, su olor, su color, su clima. Hace tiempo leí, que la ciencia ficción funciona porque todo lo que se dice está basado en la verosimilitud de nuestro propio mundo, por eso puede llegar a ser creíble. Me he puesto como ejemplo Harry Potter. No sé si he comentado que me encantan todos los siete libros. Los he comprado todos, excepto el primero, el día mismo que salían a la venta en España. He estado releyendo algunas de las descripciones al azar, de los siete, desordenadamente y puedo ver que siempre están basadas en hechos reales, a pesar de que les ponga la guinda con sus efectos mágicos. Creo que con respecto a los lugares, en una novela, puede pasar más o menos lo mismo. He picoteado también, Madame Bobary, Cien Años de Soledad y Los Pilares de la Tierra y en todos me ha coincido la sensación que las descripciones tenían una base de realidad, eso sí, cada una con su toque personal.

Pensando y pensando, o sea, removiendo trozos de ideas que han quedado en mi cabeza después de muchas lecturas creo que otra de las decisiones que quiero tomar para mi novela es que cualquier descripción sea siempre a favor de la trama de la novela. Eso quiere decir que debo escribir y escribir pero luego saber tachar y borrar lo innecesario. ¿Seré capaz de ver todo aquello que sobra o está de más o incluso que ensucia la trama? Por otro lado, una vez elegido la narradora o el narrador quiero evitar caer en el subjetivismo y esto ya no es porque lo haya leído, sino porque me molesta soberanamente a mí, estar leyendo un libro y descubrir la voz del autor, normalmente aleccionando, entre la del narrador. El narrador elegido debe estar a merced de la novela que quiero escribir.

Leí, también, que Juan Marsé se hace una sinopsis argumental donde distribuye el material por capítulos. Las veces que he escrito algo más largo que dos páginas, lo he hecho así. Y luego he ido desarrollando capítulos, en mi caso, escenas, uno a uno y si ha sido necesario abandonar algo de lo que he escrito al inicio, lo he hecho. Pero si comparo mis textos del blog, creo que me asemejo más a Millás que nunca sabe qué va a venir más adelante y mucho menos cómo va a acabar el escrito. Normalmente, parto de una idea pequeña, algo así como una semilla y luego es el texto el que me va conduciendo poco a poco.

Creo que lo que me encantaría es ser como Pérez-Reverte, que planea todo minuciosamente y hasta que no lo tiene escrito, documentado, y elaborado, es decir microplaneado no empieza a escribir ni una línea.

De todas maneras quiero tirarme de la moto. Voy a intentar hacerlo un poco como Dickens y Collins, como si tuviera la obligación de publicar en una revista, cada viernes un capítulo. Empezaré la próxima semana. Deseadme suerte.