21/6/11

Primera máxima de primavera

Cuando falla la educación de una persona, sólo queda la buena de las otras.

Pienso, luego me indigno.

20/6/11

No me puedo quejar

¿Acaso se puede pedir más? Vivo, leo y como pastel, aunque no sea quien lo corte.

14/6/11

Ha preescrito

Conocí a una chica de la que me enamoré perdidamente.  Nos veíamos solo los fines de semana y nuestra vida estaba llena de amor y risas. No parábamos de hacer cosas. No vivíamos en la misma ciudad pero estábamos más tiempo que en contacto que si hubiéramos vivido juntas.

Trabajé de lo lindo para poder pagarme los viajes y el hotel cada fin de semana. Ella trabajaba sábado y domingo y era más fácil que me desplazara yo. Por aquel entonces, tenía tres trabajos, había días que me iba a dormir a las cinco de la mañana y eso que al día siguiente a las siete ya tenía que estar currando. Pero no me importaba. Estaba totalmente enamorada y lo único que quería era que llegara el fin de semana para poder estar con ella.

Por su parte, ella me demostraba los mismos sentimientos.  La veía feliz y exultante, contenta y habladora con sus amistades. Me llevaba a todos lados, me presentaba a todo el mundo. Sin problema alguno. Y yo feliz por ello.

Un día, cuando acompañamos a una amiga suya hasta el bus, la noté seria pero no le di más importancia. Esperamos un buen rato hasta que llegó, riendo y conversando, excepto ella que había pasado a la utilización de los monosílabos, tan socorridos cuando una está enfadada y no lo quiere demostrar. Cuando nos quedamos solas, dejó de hablar. Ni contestaba. No quería decirme qué le pasaba. Mi sensación fue de desespero; repasaba todo lo que había pasado por la tarde a ver qué podía haberla hecho enfadar. No encontraba nada. Había sido amable con su amiga (normalmente la vergüenza y la timidez me hacen parecer huraña), con ella había sido tan cariñosa como siempre. Busqué en los temas tratados: habíamos hablado de los estudios para mayores de 25 años, de cómo funcionaba su cerebro, del hijo de su amiga. No, tampoco tenía que ser eso. Estaba absolutamente despistada y nerviosa por la actitud de ella.

Cuando llegamos a la habitación, nos teníamos que cambiar pues habíamos quedado con unas amigas suyas, llevé su enfado al extremo, sé por experiencia que eso ayuda a hablar. Le dije que no me movía de allí hasta que habláramos. Y tras rogar un montón de tiempo que me explicara qué había pasado, habló:

Os gustáis. Habéis estado coqueteando toda la tarde.

Me quedé estupefacta. No entendía qué señales podía haber captado para llegar a esa conclusión. Sí, había estado simpática, pero solo porque era amiga suya y había hecho el esfuerzo para no parecer antipática, que es mi  estado normal.
En nada la convencí  y el río volvió a su cauce. Pasamos un fin de semana genial.

Pero no fue así, esos brotes de enfado empezaron a aparecer más seguidos. De día, de noche, por teléfono. Empezó a controlarme continuamente, a decir que mentía con respecto donde había estado o con quién. Y la relación, de la que seguía absolutamente colgada, empezó a volverse un infierno. Estaba conviviendo con una celópata y nada y nadie podía hacer que ella se sintiera segura conmigo.

Fue una época muy dura. Me podía más el amor que la cordura de sacarla de mi vida. Una noche, después de que me despertara un montón de veces para decirme que le estaba poniendo los cuernos, tuve la suficiente valentía para decirle que lo dejábamos. ¡Cuántas veces llegué a arrepentirme de ello! La llamaba pidiendo perdón, que volviéramos, incluso estaba  dispuesta a admitirle esa infidelidad que nunca había existido. Me notaba morir sin ella.

Incapaz de ver más allá de sus celos y sus fantasías, no me perdonó. Y después de estar muriendo unos años descubrí que vivir era mucho más fácil.

13/6/11

Cuando no hay vuelta atrás

Recuerdo cuando escribir era fácil. Sólo tenía que coger un bolígrafo, mi libreta y empezar la acción. Las ideas fluían sin problema y la trama aprovechaba los cuadros de la hoja para irse hilvanando. Me levantaba con el sol porque era cuando me sentía más fresca de ideas. Abrigada, porque el frío del amanecer así lo exigía, me sentaba en la terraza e inhalaba el aroma que el rocío obliga a desprender a todo aquello que toca. Y con esa sola aspiración tenía suficiente. Aguantaba el aire en mis pulmones palabra tras palabra hasta llegar al punto final, que, como acostumbro, apresuro  para  exhalar el aire viciado.

Así, un día tras otro sin perder comba. Pero llegó la madurez con su estúpido carpe diem y todas esas libretas supusieron un peso que me impedía dejar el pasado. Un buen día las quemé. Como si de un segundo acto se tratara, con el dramatismo natural que me caracteriza, encendí el fuego de la chimenea y me senté delante. Me costó un poco mantener el fuego vivo y crear la brasa suficiente para poder acceder a la quema trágica de mi pasado. Hoja a hoja, libreta tras libreta fueron desapareciendo mis primeras experiencias. Quemé palabras, madrugadas y rocíos.

Ahora cuando me levanto al amanecer y salgo a la terraza, abrigada como entonces, lo único que consigo es que el rocío inquiete el olor a ceniza que me acompaña.

7/6/11

Sukkwan Island

Llevo un buen rato sentada delante del ordenador, con los dedos preparados sobre las teclas esperando el momento de saber qué escribir y no llega. No, porque no sepa qué decir, que es mucho, si no porque no sé cómo hacerlo. Las sensaciones se agolpan en mi interior. Como he leído por ahí: la historia te da un golpe en la cabeza (será por eso que no me salen las palabras). Empezaré por el principio.
Me lo recomendó mi librero preferido. Se lo había leído y le había gustado mucho, “eso sí, es diferente, habla mucho de la naturaleza, de la pesca, de la supervivencia; no sé si a ti te gustará”, me había advertido. Gustarme ha sido poco, me lo he comido en nada, a pesar de la crudeza del mismo. No puedo decir nada más, no quiero, en un descuido, desvelar la trama. Así que esta vez os tendréis que contentar con este pequeño y críptico comentario. Creo que está muy bien escrito (eso lo digo yo que no entiendo mucho de crítica literaria). Lanzaros a su lectura, así, sin miedo, como hice yo. Os sorprenderá, creo.

1/6/11

Vivir con angustia

No paro de pensar en lo curiosos que somos. Un hecho,  fuerte, improvisado, de aquellos que te dejan mal sabor de boca durante muchos días, acaece. Por la noche, los fantasmas se ceban con tus miedos. Las sombras y los ruidos de tu inexperiencia son más alargadas y desconocidas que nunca. Avanzan hacia ti y depositan en cada poro la angustia, esa inquilina silenciosa que te cambia la forma de hacer. Se instala en tu concentración y queda anulada en el acto, de manera que tu día a día se convierte en un infierno: vivir sin vivir en ti. Tu imaginación campa a su libre albedrío, se pasea más activa que nunca, por el bosque de tus inseguridades. La mente, incapaz de dominarla, sucumbe a todo lo irreal, convirtiendo en sensaciones lo que aún no ha sido. Y así van pasando los días hasta que la evidencia, escoba en mano, barre esos miedos fuera de ti, y los oculta bajo el felpudo de tu ser. Ahí permanecerán hasta que alguien vuelva a levantar la alfombrilla.