28/8/12

Versos del poeta

Amar es amar de suerte
que al ponerle medidor
te encuentras con que el amor
es más largo que la muerte.

Pleito de amar y quererAndrés Eloy Blanco

27/8/12

Impotencia

Quiero hablaros de vacíos, de soledades clavadas, de miradas en el techo, de ilusiones rasgadas. Quiero hablaros de amores, de locuras despertadas, de mis viejas intenciones, de mi secreta vida soñada. Quiero hablaros de mis miedos, de mis noches y mis albas, de las lágrimas que guarda, mi vieja y fiel almohada. Quiero hablaros pero callo, porque no encuentro palabras, las que tenía se secaron litificando mi alma.

21/8/12

Elocuencia

Muchos son los buitres que agazapados en los pliegues de la vida esperan encontrar carnada en el animal moribundo. Peligro tienen. Suerte que al vivir en bandadas se les ve venir, posarse alrededor de la víctima y esperar a que las fuerzas de esta flaqueen lo suficiente para entrar a matar clavando su curvo pico directamente en el corazón. Qué facilidad de palabra, qué brío en sus sentencias, qué pulcritud en sus actos. No puedo más que quitarme el sombrero ante ellos. Chapeau!

18/8/12

Pensar cuando no puedo

Los cuervos acechan sobre mis recuerdos. Quiero recordar mas sé que no puedo. La sordera de los primeros instantes, tras la muerte, va creciendo y el vacío mental ocupa el escalofrío incierto. El aire se vuelve lija de color negro. Carbonizo mi mirada en él, mientras busco aferrarme a su aferro. Se adelgaza la materia, en mis venas, cristales negros. Definida tu ausencia, definido mi encierro; miles de cuervos anidan sobre mi pensamiento. Espinas, filamentos de viento, goznes helados, dinteles yermos, así lo vivo, así lo siento desde que expiró su último aliento. Busco ayuda en ti, mi amor, mi primer peldaño hacia el cielo. Qué fácil se vuelve todo si sé que te tengo.

17/8/12

Último beso

Quiero que llegue la albada del olvido, admitir la derrota e iniciar con la cabeza baja el camino de vuelta a lo que un día fue mi casa. Acercarme a la chimenea del salón y recordar la lumbre de felicidad de un pasado, que siempre fue mejor. Bajar la escalera de caracol y sentarme en su primer escalón para oler la ausencia y el silencio. Desvestirme en tu habitación y con el pincel de la soledad dibujar garabatos en mi piel; tatuar, con cincel mi corazón, la historia de lo que un día sentí hacia ti, luego fue hilo argumental y ahora, pérdida. Cómo brilla el escarnio de la propia insidia mientras araña el alma cada recuerdo. Cuán ridícula se vuelve mi mirada y se sonrojan las entrañas cuando mi burla aparece exhibiéndose. Qué lacerada singularidad seguir viviendo sin ti. El invierno se ha desplomado en mi vida, qué ontológico se vuelve el vómito de la no aceptación del destino. Tras los pasos tímidos, casi furtivos de estos días, aparecerá el reproche y la culpa de no haber podido evitar el beso de la muerte.

16/8/12

Sin coletazo final

Lo peor de todo son las noches sin dormir, dando vueltas y más vueltas en la cama, tantas como la mente se empeña en dar a tu vida y la vida se empeña en jugártela. ¡Qué ironía! Querer a quien no te quiere. Si el destino existe, ¿qué ácida broma tiene preparada para mí? En el desespero de mi realidad, solo se me ocurre salir al balcón y mirar fijamente el suelo. He perdido el Norte, si es que alguna vez lo he poseído. Qué cerca estamos de la Nada cuando todo carece de sentido, perdí el sentido entregándolo como parte de mi tesoro. ¡Qué tonta fui! En esta calurosa noche, solo me queda mirar a los ojos de Satán y empezar a descender las escaleras hacia el infierno.

11/8/12

Última receta

Ingredientes
500 g de alegría
450 g de ilusión
380 g de esperanza
150 g de realidad cruda
5 u de desilusión
3 cucharaditas de soledad
1 nuez de cansancio
1 pizca de decisión
Más pimienta que sal
Elaboración:
1.- Coger la alegría y desmenuzarla poco a poco, día a día, y ponerla sobre la tabla de madera.
2.- Añadir la mitad de la ilusión, reservar el resto. Picar todo bien finito, añadir una pizca de sal.
3.- Poner la esperanza en un bol e introducirla en el microondas, a máxima potencia. No hace falta ir removiendo, se deshace bien.
4.- Mezclarlo todo con la realidad bien cruda e ir añadiendo lentamente el resto de la ilusión que teníamos reservado. Batir la mezcla con las varillas a velocidad media para conseguir la consistencia de unas claras montadas.
5.- Untar un molde antiadherente con la nuez de cansancio y verter la mezcla sobre él.
6.- Poner en el horno a temperatura máxima y dejarlo cocer un buen rato.
7.- Sacar del horno y añadir la desilusión, el cansancio y una buena dosis de pimienta. Remover hasta que veas como empieza a doblar el volumen de su masa. Volver a poner en el horno.
8.- Una vez que lo veas todo bien en su punto, sacar del horno y cubrirlo bien con la soledad.
9.- Espolvorea  una pizca de decisión y servir.  Se puede beber o tomar carrerilla, en frío o en caliente.

6/8/12

En el vetíbulo de la trascendencia

La vida es una gran cenefa de tópicos por los que ir caminando sin tener que tocar el suelo. Cada vez que salto de uno a otro corro el peligro de caer directamente en el suelo y descubrir mi propia realidad, esa que ni el espejo se atreve a mostrar. Y, ante el miedo de que esto ocurra, convierto mi caminar en una maratón existencial y fluyo por el mundo dejando como huella el cieno a cada paso vacuo que doy. Ardua tarea ir recogiendo los sentimientos desbordados que se me derraman en plena minusvalía emocional.  ¿Cómo salir airosa de esta vida? No quiero que mi reflejo me muestre unos ojos desheredados de amor. Sé que me hallo en el vestíbulo de la trascendencia e impera tomar una decisión: será mirarte a los ojos con orgullo y ternura, que siempre resulta una buena mezcla de sentimientos.

De puertas se trata

Cierro mi puerta a cualquier persona que corra o haya corrido por mi vida. Busco la soledad y la tranquilidad de la que ahora carezco. Nunca me he andado con remilgos conmigo misma, siempre he sabido qué suelo he pisado. Así, que en el silencio de mi guarida, hago estallar el látigo sobre mi cabeza para parar esa vorágine de sentimientos, que descontrolados, me piden explicaciones. No tengo ganas de hablarme. Sólo repito, desde lo más profundo de mi mente, una frase como de si un mantra se tratase: “lo que eres ahora es lo esencial de ti”. De pronto, saliendo de la nada, un enorme rugido empieza a envolverme. Se vuelve atronador y tengo miedo que sea el eco de mi vida. Mi respiración se acelera, se contraacelera y deja de ser mecánica. Con cuidado, me siento en el suelo y me estiro sobre las baldosas. Tengo pánico a dejar de respirar. El corazón late y relate queriendo saltar de mi pecho. Debo poner la mano en mi esternón, duele. Parece como si los latidos se quedaran almacenados en él y se fueran sumando uno tras otro formando el epicentro del desastre. Sudo y se me enfría la piel. Debe ser el helor de la parca que anda cerca. El rugido no cesa, cada vez es más retumbante. Intento recurrir a mi mente. Paradójicamente, es mi propio pensamiento quien me salva de él mismo. Trato de encontrar una ínfima lógica que me resulte balsámica. Pero solo hallo un mapa para una travesía de estupefacción. Un alma intelectiva como la mía sucumbiendo ante el pavor. Nunca lo hubiera dicho. Me armo de valor y me asomo ante el gran abismo de donde viene el rugido. Ipso facto, cesa y me encuentro cara a cara con la soledad. Sus ojos se clavan en los m. Cómo duele su mirada. No me queda otra que suplicar a voz en grito que sea como Medusa y me convierta en piedra.