21/4/14

Evanescencia

Qué tristeza pensar que el intelecto, de inspiración divina, con el tiempo deba desvanecérseme. Tristeza e incertidumbre; emergí en este mundo como una ambivalente personita y acabaré involucrándome con lo subterráneo de la soledad y de los recuerdos desordenados.
El concepto de persona que tengo relaciona de forma indisociable corazón y mente. ¿Subsiste el corazón cuando la mente funciona improductivamente? Creo que prefiero la no aproximación con mayor voluntad de detalle sobre el tema. Me pone nerviosa. Me gusta controlar mi derredor, reconstruir de manera rigurosa mi realidad, a pesar de la densidad de capas que la caracteriza y pensar en no poder pensar con claridad me inquieta, me sugestiona y me influye de manera inconmensurable.
Quiero prolongar mi etapa de lucidez, si es que alguna vez la he tenido, relegar sombras y gritos y si no pudiera retrasarlos todo lo posible, quiero elevar el pensamiento por encima de los sentidos y la intuición por encima de la observación, quiero vivir todo el tiempo que pueda con una fusión íntima entre mi ser y yo. Abarcar toda mi profundidad pisando mi interior con pasos seguros, para poder evitar cualquier eco alegórico de esa retórica invencible que es el remordimiento.
El tiempo pasa y mi mente envejece, ¿qué será de mí cuando mi pensamiento deje de prevalecer? ¿Cuál será, entonces mi evidencia? Y si ese momento está cerca, ¿sabré aceptarlo?

No hay comentarios: