15/1/14

¡Tierra trágame!

Como no tenemos bastante ajetreo durante la semana y el médico me dijo que intentara no perder actividad, este fin de semana pasado nos hemos dedicado a organizar una “pequeña” fiesta sorpresa de 41 personas, en casa.
La primera dificultad fue conseguir sillas. Nos hemos pasado una semana organizando sillas de casa de familiares y amigos.
—Necesitamos treinta y dos, porque nosotras tenemos seis y tres plazas en el sofá.
Esto lo dijo el lunes. El martes:
—He pensado que en realidad necesitamos treinta porque tenemos seis, cogemos la tuya del despacho y caben cuatro en el sofá.
A mitad de semana, mientras nos acostamos:
—Con veintisiete hay suficientes. Tenemos seis, la del despacho, el taburete del  WC, la escalerita de la cocina y en el sofá, lo he mirado bien, yo creo que caben cinco.
Ya llegado el viernes los cálculos fueron otros:
—¡Veinticinco son suficientes! La del despacho, el taburete, la escalerita, y en el sofá, apretadas caben siete personas.
Así que el sábado por la mañana, corriendo, corriendo, nos dedicamos a primera hora a recoger las sillas de casa de la gente que nos las prestaba. Nuestro coche parecía (en los tres viajes que tuvimos que hacer) una furgoneta de recogida de mueble viejo. Al final, solo pudimos conseguir diecinueve sillas.
—Mira, mientras unos se levantan a llenarse la copa, y otros a picar canapés y demases, los otros se sientan. Así que van rotando. Además, en el sofá caben…
—¡Sí! Cuarenta y un invitados —interrumpí.
Después del ajetreo de las sillas nos dispusimos a adquirir todo aquello que el día anterior habíamos apuntado esmeradamente en una infinita lista para que no se nos olvidara nada. Una interminable lista de cosas que aún ahora seguía aumentando sin poderlo evitar. Porque, a ver: ¿quién es el guapo o la guapa que sabe las cantidades de bebida y comida que se necesitan para que cuarenta y una personas disfruten de una merienda cena sin que se queden con hambre? O que no pase al contrario, que te pases un mes y medio comiendo las sobras de la dichosa fiesta, que has tenido que congelar para su conservación porque “sobróunmontóndecomida”.
Por lo que llenamos cuatro carritos; uno y medio con todo aquello que necesitábamos y el resto llenos de “porsis” (coge esto por si…). Ya nos andábamos por el cuarto carrito, ese en el que asomaban puerros y acelgas (también debíamos realizar la compra para la semana) que me dice:
—Acerquémonos a aquella vinatería a ver si tienen el cava que buscamos.
Después de arrastrar el carrito tres esquinas más allá, cargado este como una mula, no tenían el susodicho cava. Y una, que es de las que “no hay mal que por bien no venga”, cogió una botella de sidra.
—Son dos con diecinueve.
Busco en mis bolsillos y encuentro dos euros con quince.
—¿Tienes cuatro céntimos? —le pregunto la coorganizadora de la fiesta.
—A ver, que lo miro.
Abre el bolso y empieza a sacar pilitas de papelitos y tarjetas de lugares, tiquets de compra y no sé qué más. Al final, después de rebuscar por el fondo del bolso, encuentra el monederito donde suele poner las monedas.
Al ver que tardaba y viendo que había tres personas en la cola detrás de nosotras y que alguna de ellas había soltado un resoplido le digo al dependiente.
—Un momento, que las está buscando —y  me giro hacia ella y le pregunto—, ¿las tienes?
—Sí, pero… están pegadas.
—¡¿Pegadas?! —pienso.
Y miro y veo ante mi sorpresa las dos moneditas enganchadas por una cosa negra y ella intentando poner la uña entre ambas y haciendo fuerza para separarlas.
En la cola, unos resoplaban, otros cambiaban el peso de pie constantemente, uno, en concreto, dejo sobre una caja de cartón dos botellas haciéndolas chocar entre ellas para demostrar su impaciencia. La persona que teníamos justo detrás miraba al dependiente rogándole que hiciera algo.
—Bueno, da igual —dije dispuesta a sacar un billete de cincuenta para cambiarlo.
—No, no. Espera —rebuznó  por el esfuerzo de intentar separar las monedas—. ¿Tienes algo para separarlas? —preguntó al dependiente.
Este cogió las monedas y unas tijeras e intento cortar el pegote negro que las unía.
—Es Nescafé —dijo ella con toda la naturalidad.
Yo no daba crédito a lo que estaba oyendo.
—Es que cuando voy a un bar y pido un café con leche descafeinado no utilizo todo el sobre y lo guardo aquí, con las monedas.
Acabada de decir la frase, el dependiente consigue separar las monedas. Le miro y lo descubro mirándonos atónito, con una moneda en cada mano y cada una de ellas con una buena cantidad de un pringoso chapapote de Nescafé.
—Pues ya está, que tenga un buen día —le espeta con alegría mi compañera.
Y me empujó para delante para salir. Yo no pude articular palabra y el dependiente tampoco. Antes de abandonar la tienda, justo en la puerta me giré y lo vi con las dos monedas  enganchadas en sendos dedos, sin atreverse a guardarlas en la caja registradora. Tampoco las podía chupar por miedo que lo acusaran de tomarse un café en horas de trabajo.

14/1/14

¿Madurez o ma-rudez?, datis de question

Hubiera necesitado que me dijeran: “agarra esa juventud que en un abrir y cerrar de ojos habrá desaparecido”. Pero nadie lo hizo y si alguien me lo hubiera dicho no le habría hecho caso porque el empuje mismo de la juventud te engaña y te hace creer que es para siempre.
Veía  a la gente mayor y pensaba que nunca llegaría a estar como ella. De mayor yo no tendría dolores, ni estaría cansada, ni aumentaría de peso, ni me descuidaría. Tampoco tendría problemas de presión, ni de azúcar, ni de colesterol, ni muchos otros achaques que entonces no podía ni imaginarme. Pero todo llega y todos tenemos que pasar por un tipo u otro de aro.
Me contemplo en el vidrio de la ventanilla del tren y veo como la vida ha pasado por mí. Debo reconocer que las arrugas me sientan bien, al menos no es algo que me moleste. Lo que más añoro de la juventud es mi sonrisa y mi energía, pero es que estoy tan cansada que mis facciones no pueden ni sonreír. No me gusta que se me escape algún que otro gemido de dolor cuando me levanto del sofá, o tener que mover muy rápidamente los dedos en mitad de la noche porque se me ha dormido el brazo durmiendo. No me gusta nada tenerme que controlar la presión, que es la única cosa en mí que tiene la energía suficiente para estar más alta de lo normal. No me gusta tener que ir haciendo agujeros extras al cinturón por un crecimiento autónomo de la barriga. Ni que un resfriado me dure una eternidad y me tumbe en el sofá cada vez que vuelvo del trabajo. No, no me gusta.

Supongo que a la larga me adaptaré a esta madurez para la que me siento tan inmadura.

13/1/14

Una señal

Vamos, que está visto que no hay manera de utilizar la libreta como es debido.
Primero la empiezo por detrás y ahora me salto páginas. ¿Será una señal? ¿De qué? No es que no crea en las señales, lo que ocurre es que nunca las he sabido ver, por lo cual no sé si es que no existen o es que a mí se me pasan de largo.
Llevo sentado delante un señor que está empezando a leer un libro. Es grueso (el libro), de los de bolsillo. Por mucha contorsión que haga a por mucho que alargue el cuello no logro ver el título. Lleva unas Kickers, como las que yo llevaba antaño y masca un chicle con desmesurada energía. La mandíbula le sube y le baja por lo que la boca se abre y se cierra a la velocidad de la luz. Me reconozco; a veces masco el chicle con igual ímpetu y cuando me doy cuenta y lo tiro (a una papelera, por supuesto, y en su defecto en un pañuelo de papel bolsillero desde hace días, del cual luego me olvido y me lo encuentro al cabo de un tiempo con el chicle más duro que una piedra), a lo que iba, que cuando tiro el chicle tengo ya la mandíbula absolutamente cansada y los dientes, bueno para ser más precisa, las encías, doloridas por la presión.
Que me empiece a reconocer en la gente es también una señal. ¿Una señal de qué?
Por favor, quiero el manual de instrucciones, así no se puede vivir.

10/1/14

Sin alma

Perdí mi alma en el fondo de un vaso de cerveza y esparcí mi vida sobre mesas de hierro forjado y cristal. Vivir, viví, os lo juro, con la misma intensidad que el humo de los cigarrillos penetra en los ropajes de quienes desaparecemos entre sus bruma. Pero vacié mi vida con palabras entre párrafos de euforia y silenciosos saltos de línea. He caído más de una vez, y de dos,  y de tres en la oscuridad ingrávida  del punto final, pero siempre he encontrado de nuevo el impulso en la copa vaciada de un trago y convertirlo en un punto y aparte.
Ahora, junto a vasos vacíos y botellas desllenadas permanece i libreta abierta siempre por la misma página. Me observa, traga tinta y me recrimina: “Pelo cano y arruga cierta entre el ceño fruncida mucho más de lo deseado, aliento etílico, corazón seco y no precisamente por haber no amado. Soledad profunda, perdido el deseo, entregaste el alma desde el primer beso”.
¡Maldita arpía! No recuerdo cuando mis labios se posaron por primera vez sobre el filo de un vaso de cerveza, ni recuerdo cuando fue la última que mis dedos acariciaron la pluma que un día llenaba libretas resbalando por las páginas. Lo único que recuerdo, porque lo tengo, es el sabor amargo en la boca, aunque nunca he sabido si por culpa de la cerveza o de haberla bebido en soledad.

9/1/14

Nietzsche

Sigo escribiendo por la parte final de la libreta. Me ha parecido lo más correcto para poder hacer honor a este filósofo que, en algún momento de mi vida, devoré con absoluta hambre de descubrimiento. Debo reconocer que nunca llegué a entenderlo del todo. Pero siempre me ha atraído, supongo que por lo oscuro de su figura. Así mismo, devoré El Extranjero, de Camus y me sentí absolutamente identificada con el vacío y la monotonía del personaje. ¡Qué poco formada estaba entonces!
Lo que más me ha gustado del cómic es que el color de las viñetas es narrativo, crea la atmósfera del texto. Es un libro oscuro, cosa que se puede prever si se conoce al personaje. Un libro que me ha despertado sensaciones de juventud muy dormidas. No sé si puede gustar a todo el mundo. Aquí lo dejo.

8/1/14

Correo urgente

Te quiero con locura, absoluta, serena y exaltada y, ante todo, te respeto, en todo, en todo lo que tú quieres y en todo lo que piensas. Quiero envejecer contigo y sé que no siempre este proceso es fácil, mis manías y las tuyas juegan en nuestra contra. Pero mi elección es esa: vivir la vida a tu lado. Haces que me sienta grande, llena, feliz y productiva. Quiero que tú sientas lo mismo que yo. Nuestra relación la vivo como lo más positivo que tengo, evoluciona y cambia, y se amolda y abraza todo lo que somos y lo que queremos ser. Una relación inteligente, madura, no planeada ni planificada, afrontando sin miedo todo lo que nos venga, cogidas de la mano, apoyándonos la una en la otra.

Estar a tu lado me supone una dosis positiva en mi vida. Pienso mucho, mucho. Te amo con la intensidad aquella en que las palabras ni se acercan a la realidad, no me canso de repetírtelo, pero es que es la verdad. Es mi realidad. Y mi realidad eres tú, mi vida eres tú, mi pensamiento eres tú. Cada mañana, cuando me despierto, lo primero que ocupa mi mente eres tú. Y ahí, te pasas todo el día hasta que vuelvo a tu lado. Cuando no te tengo cerca, te siento dentro de mí y eso me da toda la fuerza que necesito para ir afrontando la vida.


Tengo tantas cosas que decirte y tan pocas palabras para hacerlo.


Te quiero


P.D.: Robo al mundo cada segundo que estoy contigo. Gracias por estar conmigo.

7/1/14

Generosidad

El silencio es la condición sine qua non de la existencia de la generosidad. Su más fiel compañero, en gesto, mirada y acto. Ella, la generosidad, te encuentra sin necesidad de buscarla. A la persona que la posee no le gusta publicitarse. Pero si eres buena observadora, descubrirás en el sonido de sus palabras un cierto terciopelo y en sus actos la típica cadencia, acumulada tras una vida munífica.
Doy fe, que bajo el cielo que me cubre y en la misma tierra que habito, más allá de lo que pareciera, la generosidad aún se halla en alguna de las personas. 

6/1/14

Sensaciones

He despertado en brazos del amor. Caliente y deseosa de no perder la sensación que durante la noche me ha acompañado. El tranquilo roce de tu piel dormida, musa de mis callados deseos, me ha dirigido el sueño hasta el momento justo de despertar. Tu aliento acompasado por el dormir me ha traído el beso,  mi más secreto deseo de tus tiernos labios.

¿Quién es capaz de abandonar si tú aun duermes, amor?

5/1/14

Quien espera desespera

Bueno, ya ha llegado el año nuevo ¿y, qué? Todo sigue igual. El resfriado agarrado a las vías, las ilusiones perdidas a fuerza de no cumplirlas, los propósitos apilados y bien ordenados en la columna del tiempo y mis ganas desaparecidas entre las campanadas.

Y ha llegado el año nuevo y estoy sentada, aquí, esperando que entre la vida por la puerta grande, me mire directamente a los ojos y me diga: “Soy tu año, adelante conmigo”.

4/1/14

Wonder

Lo vi enseguida en las mesas de novedades de varias librerías y pregunté por él: “Es un libro que está gustando mucho, se promociona por el boca a boca. Está encantando a maestros y a psicólogos”. Esta fue la primera publicidad que recibí y la última, porque después de preguntar, nadie que conociera sabía de él. Así que me olvide de su existencia. Lo seguía viendo en las librerías y me llamaba la atención el azul de su cubierta, pero ya tenía claro que no me lo compraría.

Al final, me lo regalaron: “Es un libro que tienes que leer”.

Por fin, ya está leído. Me ha gustado mucho, sobre todo por el tono en el que está escrito. Es la primera novela de la escritora y al leer esto me ha cogido una envidia sana, o no (no creo en las envidias sanas) y de nuevo me he planteado seriamente poner manos a la obra y seguir con mi novela (pensamientos internos que no vienen al caso, ahora).

Ha habido una cosa del libro que me ha molestado: el cambio de narrador. Ya me había dado cuenta que cambiarme el narrador no me gustaba nada. Recuerdo que la primera vez que lo noté fue en un libro de Isabel Clara Simó, que creo recordar se titulaba “El gusto amargo de la cerveza”. Parece ser, ahora estoy tomando consciencia de ello, que una vez instalada en un narrador me desconcierta y me produce malestar el cambio a otro. Aunque no siempre me pasa esto, ya que he leído un montón de libros en los que más de un narrador nos contaba la historia y no he sentido esta contrariedad al descubrirlo. Me parece curioso. Tendré que pararlo a pensar con más detenimiento.

Volviendo a lo que toca, decir que me ha gustado. Es una novelita que se lee rápida y en la que la empatía se sirve en bandeja de plata. Un buen libro como intermedio a buenas y profundas lecturas.

3/1/14

Primer día del año

Acabo de estrenar la libreta y mi primer escrito lo he puesto en la última página. ¡He empezado la libreta al revés! ¿Qué querrá decir? Miedo me da, este año. Esto, en el mundo de las libretas debe ser como  levantarse con el pie izquierdo. ¡Qué internet me pille confesada!

Cantaba: “Ay quién maneja mi Parca, quién, que a la deriva me lleva, quién…” Y, ciertamente, parece que alguien haya cogido los hilos de esta vieja marioneta que soy yo y esté viviendo por mí. ¿Ladrones de ultracuerpos? Mejores, seguro, que los ladrones de ultranzas, que esos acaban con cualquier pasado en un abrir y cerrar de ojos.

Seguro que las uvas de ayer en vez de semillas contenían psicotrópicos. Eso estaría bien: empezar el año en el trópico para sanar la psique.

Como si lo oyera, o lo escuchara, que nunca lo sé, pero puedo asegurar que presto atención: “Madre mía, madre mía, tú estás muy mal.”

Pero no puedo hacer nada porque yo ya no soy yo, y tampoco quedan mis circunstancias que las está fagocitando el tedio con sus activos ribosomas.

¡Por favor, que alguien me quite el bolígrafo!