12/1/17

Nada de ti en mi vida

Había decidido, tras la ruptura, deshacerse de cualquier objeto que tuviera que ver con ella. No por rabia, por enfado u odio. No. Sino para dejar de sentir esa tristeza punzante en su interior. Así que un sábado, cuando el alba se desperezaba y se desprendía de su rocío, rompió en mil pedacitos los poemas de amor, cuyos versos convertidos en jirones fueron incapaces de impedir la volatilización de tan profundos sentimientos. Más tarde, cuando el sol tomaba oficialmente el cielo, tras recorrer una habitación detrás de otra, se había desprendido de papeles, regalitos, recuerdos de días perfectos donde el amor vestía las palabras, planos de viajes llenos de pasión, el muérdago de la Navidad pasada, una botella vacía de su colonia que servía como inhalador de la evocación y un sinfín de cosas más. Todo metido en una mochila deteriorada por el uso que una vez le regaló y había dejado olvidada al irse. Cuando, tras repasar, estuvo segura de que no quedaba nada en casa que tuviera que ver con ella, bajó al contenedor y no sin dolor, me deshizo de todo.

De nuevo en casa, se dio cuenta horrorizada de que aún quedaba una cosa que le pertenecía a ella. Se dirigió al lavabo y delante del espejo, se arrancó el corazón.

2 comentarios:

Clara dijo...




Desprendernos de algo propio siempre es autodestructivo.

Genial¡¡

Un bs

dintel dijo...

Clara, autodestructivo o sanador?