Es fácil perder la confianza en la vida. Si no me creéis,
miradme a mí: creyéndome con el mundo a mis pies, una penosa mediocre con
ínfulas de poder con todo, puro ejemplo de atavismo, con el alma sofocada por
la soledad y las lágrimas arañadas por la cruda realidad, liderando no más que
a cuatro gatas que fui encontrando en los callejones de mi existencia.
Mi vida, versada en interrelacionarme, solo consigue llenarse
de erráticas maniobras de interacción social que me conducen a ser rechazada
profusamente por todo aquel o aquella, que sin saberlo, se adentra en mi
espacio vital, a pesar de toda la retahíla de retorcidos manejos que extraigo
de mi inveterada experiencia. Una y otra vez la misma escena se ha ido
repitiendo en mí.
Hace unos días, por fin, iracunda, abrí la ventada y le
chillé a la vida, que no la quería más, que se largara por donde vino. Ya no me
fío ni un pelo de ella.
Tienes razón, hoy no te puefes fiar ni de tu sombra.
ResponderEliminarpues allá va mi título: «una (bastante) complicada digestión nocturna» =^.^=
ResponderEliminarbesos, y maullidos