Me niego. Me niego a dejar mi blog a la deriva. Ya sé que
llevo muchas intentonas para no hacerlo y siempre acabo abandonándolo durante
una buena temporada. Pero es que no quiero olvidarme de él. Me ha acompañado
durante muchísimo tiempo y me parece faltarle al respeto dejarlo aparcado en la
cuneta de mi pasado. Además, no quiero engañarme: me gusta escribir (y mucho) y
la excusa de que no tengo tiempo o he encontrado otros hobbies ya no se
sustenta demasiado. A favor de dejar el blog está esta dichosa epicondilitis
que me obliga a pausar la escritura con más asiduidad de lo que me gustaría. Pero
he puesto hilo a la aguja (¡toma traducción!) y empiezo hoy mismo los
ejercicios para acabar con ella.
Así, que sin más preámbulos, inauguro esta nueva temporada
bloguera con un nuevo frescor en los dedos y más ganas que nunca de llevar a
término todos mis proyectos. Cabe decir que ya no soy la misma Dintel de hace
unos años. Que me han pasado un montón de cosas y que sin quererlo hacer he
cambiado, tanto el rumbo de mi vida, como de mis interiores.
Quiero añadir, porque en este momento hago limpieza de
sentimientos, que he perdido mucha gente estos últimos años y que la soledad se
ha anclado en el corazón, pero a pesar de ello sigo adelante, saltando por el
pensamiento para no mojarme y virando el alma a cada cambio de viento para
evitar zozobrar irremediablemente.
Y un último apunte, que más que una información es una
pregunta, ¿qué cosa hay peor en la vida que decepcionarse a uno mismo? ¿Qué
veracidad pueden tener mis palabras si me he fallado y me he sido infiel a mí
misma? No sé qué rumbo tomará esto; ni siquiera sé si seré capaz de navegar,
pero lo único que sé es que soy un ser alfabético y necesito escribir.