31/1/18

Cesta de verduras

Hoy es un día especial: me llega a casa una cesta llena de verdura y fruta ecológica, orgánica y supersónica. Me hace una ilusión tremenda cuando llaman al timbre y abro y la veo en brazos de la campesina que me la trae. La pongo encima de la mesa de la cocina y la contemplo con mucho amor, pensando que esa mañana mismo estaba en un campo, plantada, tan tranquila. Tardo casi una hora en organizarla en bolsas o en tapers, en ponerla en la nevera con mucho cuidado, y en cocinar la que será mi comida de mañana.

Hace tiempo que me pasé a desayunar un zumo verde, por lo que consumo una cantidad ingente de verdura. ¡Me encanta! Cada día selecciono con cariño y cuidado qué verduras pondré en al “cold press” para fabricar mi zumo. Una de las que me gusta más es la col kale, le da muy buen sabor al zumo. Pero mi preferida es la espinaca, que combina bien con todo. El zumo de pimiento rojo es sensacional y el de hinojo y remolacha también. El que más me cuesta es el de brócoli, pero este me lo como al vapor tres veces por semana, por aquello de mantener la alcalinidad corporal.

Además de verduras y frutas, aderezo el zumo con súper alimentos como la maca, la chía, el polen, las semillas de cáñamo, aguacate, etc.

Si hace unos años me hubieran dicho que yo desayunaría esto, hubiera tildado de loca a mi interlocutora. Así que “en mi boca un pendiente”; no vais a escuchar de mí eso de: “de este zumo no beberé”.

30/1/18

Cuando la veo

Cuando la veo, se me sigue revolviendo el corazón y los ratoncillos acuden raudos a mi estómago para bailar de puntillas la emoción que siento. Me cambia el ritmo de la respiración y me descubro algún pequeño jadeo por la contención de tanta sensación que no quiero perder y sé que pierdo. Me vuelvo a sentir viva y vivo segundos como si nunca hubiera pasado nada. La vuelta a la realidad es una ducha fría.

Busco verla a menudo, ¿me comprendéis? 

29/1/18

Cerrando puertas

Resulta que pisé el lugar dos veces y este fin de semana no podía faltar al cierre del local. Nunca me gustó mucho. Supongo que por el hecho de no estar del todo fuerte (llamémoslo así). La primera vez fui sola y tal como entré, sin cruzar ni una palabra con nadie, salí al cabo de un par de horas y me fui andando para casa pensando en esa capacidad mía de la invisibilidad.

La segunda vez fui con una amiga. A llorar de nuestras penas o a carcajearnos de nosotras mismas, no sabría precisar. Acabamos jugando al billar con una perfecta desconocida algo más entonada que cualquier tuna.
Y esta vez, el motivo de la asistencia era porque cerraba. El maravilloso y casi único local lésbico que había, cerraba. Y por supuesto, se requería nuestra asistencia, como si de uno de mis clubs favoritos se tratase.

No puedo negar que me lo pasé muy bien. Hice mucha gala de mi invisibilidad, y disfruté sintiéndome ajena a todo lo que pasaba allí. Recordé por un momento a la prensa en zonas de guerra y estuve toda la noche viendo la idiosincrasia de las mujeres que por allí se movían.

Una castaña de pelo rizado que iba con su novia, cada vez que pasaba por nuestro lado le tocaba el culo a una de las chicas que estaba con nosotras. Yo no daba crédito. Me encantaba. Es más, ahora mientras escribo no puedo dejar de carcajearme del tema. Al final, parece ser que acompañó a su chica que se iba y cuando volvió empezó a flirtear con una mientras tiraba la caña a la que le había estado tocando el culo.

Aquella noche, la gente bebió bastante. No porque el local sirviera demasiado alcohol, ya que apenas alcanzadas y las once y media ya no tenía cervezas y repartía una especie de chupito herbáceo alimonado que la gente luchaba por sacárselo de las manos. En un momento dado, vino una chica a saludar y nos la presentaron y ni corta ni perezosa le estampa un pico a mi amiga. Cuando va a hacer lo mismo conmigo no me dejo y me coge por la nuca e intenta de nuevo. Yo me pongo en plan comando resistencia y al final se dio por vencida, eso sí, enfadada conmigo porque dijo que era una estirada.

¡Qué coño estirada! ¡Yo beso a quien me da la gana! Y si esto es ser estirada, pues tengo todos los puntos. He dicho.

¡Qué lejos me siento del ambiente! ¡Y qué pereza!

28/1/18

Me sigo sorprendiendo con la vida y la gente

Cuando cae algo al suelo, dejo de hacer lo que estoy haciendo para recogerlo. Me da la sensación que no debo permitir que esté tirado más de lo imprescindible, que es desde que toca el suelo hasta que lo recojo lo antes posible.

Siempre lo ha hecho así. Y siempre he pensado que debía hacerse así, y que todo el mundo lo hacía así. Pues no. El otro día en el trabajo descubrí que no todo el mundo lo hace así. Hay gente que no deja de hacer las cosas para recoger lo que se ha caído. Una vez acabado lo que estaba haciendo, lo recoge.

Todo un mundo. Todo un mundo. A mi edad, descubrir esto… sin comentarios. 

Pues bien atónita me tiene porque pensaba que la forma correcta, funcional y adecuada era la mía. Y lo que es mejor, ahora estoy analizando qué tiene de malo la otra forma. ¿Qué pasa si el objeto está más rato en el suelo? Una vez se ha caído ya no tiene importancia.

En fin, filosofía barata de domingo.

27/1/18

Estrés informático

No hay manera. ¡No hay manera! De un tiempo a esta parte mi ordenador se está volviendo loco y agresivo como si del mismísimo Demogorgon se tratase. Resulta, que cuando no responde, porque ahora le ha dado por no responder, se bloquea hasta que desaparece el programa que no responde y me lleva de un pantallazo directamente al escritorio. ¡Cómo quiere que escriba, si no me deja! Es más, si estoy en Word y tecleo una retahíla de palabras, estas no aparecen en seguida, no. Y cuando voy a la crucecita para cerrarlo justo, justo cuando le doy, veo antes de que desaparezca de la pantalla como aparece todo lo que he escrito.

Y cuando no, son dos nubes grises que se anclan en mi barra de herramientas y que no tengo ni racotineca idea de qué quieren decir. Y si poso mi hermoso cursos encima de ellas me informa un tenue cuadrito de texto: “sesión no iniciada” ¿Pero qué sesión?

Además, tengo un simbolillo que aparece tachado con una equis roja y otro que tiene una redonda roja con una equis en blanco en su interior. El tenue cuadrito del primero me indica, “dispositivo señalador”, pero no veo hacia donde señala. Y en el segundo, “se requieren acciones”. Yo también requiero muchas cosas y no me pongo crucecitas.

Pero lo que más me repatea es un recuadro blanco con líneas al que le van apareciendo números. Hoy tengo un 1. Me dice el recuadro informador, “1 notificación nueva” y cuando lo clico me dice que “no ha sido encontrado ningún virus” ¡Mentiroso! ¿Entonces, por qué no paran de pasarme cosas?

De cómo se me cambian los archivos del escritorio de lugar, no voy  ni a hablar.

26/1/18

En mis inicios

He entrado de puntillas en mi primer blog. Ese que ahora permanece secreto a la deriva de la red. Ese blog, que tuve que abandonar muy a pesar mío, debido a la inmadurez de las “relaciones” internáuticas del principio. Y por relaciones no me refiero a nada amoroso, no, sino aquellas que salían del contacto diario (sí, entonces teníamos contacto diario a través de los blogs). Esa inmadurez conllevaba ataques de personas que ni conocías en la vida real, solo porque lo que leían no les gustaba o lo que fuera. Creo que ahora hay más respeto.

El caso es que entonces sí que me comentaba gente, un montón. Me he dedicado a ir clicando en los nicks y la mayoría también tiene el blog a la deriva, abandonado en el 2011, bastantes. (Será ese año el auge de Facebock???). También he visto gente que ya entonces me comentaba y que estoy convencida que no han sido conscientes del cambio de blog, y con ello de personalidad bloguil.

Es curioso cómo pasa el tiempo y nos olvidamos de la mayoría de cosas. He recordado, que lo tenía absolutamente olvidado, que antes del blog yo escribía en tres o cuatro foros y a raíz de que uno de ellos que contenía la mayoría de mis escritos lo iban a cerrar, una amiga me creó el blog y me enseñó cómo funcionaba para que pudiera ir copiando mis escritos. Una vez hecho (me pasé una noche seguida haciéndolo) empecé a publicar los nuevos.

No quiero que mueran los blogs, soy nostálgicoromántica (ole palabra con dos tildes).

25/1/18

Saneando las paredes

Voy a coger una brocha y voy a pintar todos los desconchones que tiene mi alma, al menos, se verá arreglada, por si aparece alguien nuevo y tiene ganas de habitarla.

Y si a la larga, descubre que cada una de sus paredes está ajada, espero que no quiera irse y se quede conmigo, a arreglarla. 

24/1/18

La Niñadelscollons, nos ha crecido

Uno de estos fines de semana, mi querida amiga me pidió si podía quedarme de canguro con su hijita, nuestra bien conocida Niñadelscollons. Como hacía mucho tiempo que no me lo pedía, y yo no tenía ningún plan a la vista, me sentí un poco obligada a decirle que sí.

−Ya verás. Dice mi hija que si le podrás ayudar a estudiar, que tiene examen el lunes de las provincias de España.

Así quedó la cosa. Es bien cierto que la Niñadelscollons es muy escolar. Le gusta sacar muy buenas notas y se esfuerza, la pobrecilla. En fin.

Después de cenar, sentadas las dos en el sofá, me pone en la mano un mapa mudo de España con los nombres de las provincias escritos con Pilot negro.

−Porque este año –me chulea−, nos dejan escribir ya con Pilot negro. Y ya me las puedes preguntar, que me las he estudiado.

Le empiezo a preguntar:

−Galicia.

Y haciendo chascar la lengua más de una vez y poniéndose repipi como solo lo sabe hacer ella cuando domina la materia, me dice con voz de repetir la lección:

−La Coruña, Lugo, Ourense y Pontevedra.

−Muy bien. A ver, ahora las de Castilla y León.

−León, Zamora, Valladolid, Carmen, Sala…

−¿Cómo qué Carmen? –la interrumpo yo.

−Sí, León, Zamora, Valladolid, Carmen, Salamanca, Palencia, Burgos, Segovia y Ávila –canta con ese tonillo de recitación.

−Ya, pero no es Carmen –le contesto mirando su mapa y descubriendo, que ahí está escrito el nombre de Carmen.

La discusión no fue a más porque se enfadó y me arrancó el mapa de las manos y se fue a su habitación gritándome que yo no tengo ni idea de nada. Es lo que tienen las empollonas, que nunca se les puede replicar porque piensan que no se pueden equivocar. En fin, ya te lo encontrarás, pensé, no para mis adentros porque fue lo que le grité cuando me daba con la puerta en los morros. Si ahora es así, temamos su adolescencia.

Cuando llegó su madre de madrugada, después de tragarme toda la birria televisiva de un sábado por la noche le conté el episodio.

−Y va, y cuando le pregunto por las provincias de Castilla y León me dice: León, Zamora, Valladolid, Carmen.

−¿Carmen? –me pregunta su madre con cara de extrañeza. Pero en seguida se le ilumina la cara y empieza a carcajearse como una loca, sentándose en el sofá y doblándose hacia adelante aguantándose el estómago.

Venga a reír, y venga a reír. Y yo esperando a que me hiciera partícipe. Entre risotadas me dice:

−Carmen Soria, tiene una compañera que se llama Carmen Soria.

Ya en la cama, pienso que la Niñadelscollons tiene que dominar más las reglas de la nemotecnia, porque si sigue así, cuando “el oso toque el pito y el burrico lama el plato” hablará del ácido cloroque y la oxalama de plata. 

23/1/18

Marmota’s day (cagontó)

Lejos quedan aquellos resfriados o gripes adolescentes que pasaba por la calle, con fiebre, treinta y ocho y pico, disfónica por el esfuerzo de la tos, con mucosidad en vías altas y demases y congestionándome hasta tal punto que perdía audición. A mí siempre me ha gustado ir al cole, así que pasaba de quedarme enferma en casa. Buf, un día en cama, ¡ni por asomo! Así que ni me molestaba la enfermedad, era incómoda pero se aguantaba bien, si me lo pasaba bien (que era siempre).

Ahora… ¡ay, ahora! Me empieza a picar el cuello y ya tiemblo porque eso supone una vorágine de malestares que me encierran en mí misma y me ponen de malhumor porque me merman facultades. Mucosidades que me provocan tos y que no puedo toser porque me irritan la garganta y me aumentan mucosidades que me provocan tos, que me irrita la garganta… y así me paso el resto del invierno y parte de la primavera. El día de la marmota, pero de la marmota vírica.

22/1/18

El final de todos los agostos

Yo no hacía fotos, ni me dedico a ello, pero sí que iba siempre al mismo pueblo a veranear. Sí que me junté con chicos y chicas de mi edad que vivían en el pueblo o en alguna casa campesina de los alrededores. Fueron años intensos, de descubrimiento personal y de aprender a hacer relaciones, de primeros coqueteos y primeros besos. Recuerdo que para hacer nuestros primeros pinitos íbamos a una casa abandonada en la ladera de una de las montañas que rodeaban al pueblo. Se accedía a ella por una estrecha riera a la que nunca conocimos en funcionamiento. Dejábamos las bicicletas tiradas en la entrada de lo que debía haber sido un hermoso jardín, ahora dominado por la irrespetuosa y anárquica vegetación y accedíamos a la casa por un trozo de pared que se había desplomado abriendo, así, un agujero hacia su interior.

En esa casa, en la oscuridad de una de sus habitaciones, pues las ventanas estaban tapiadas con ladrillos desde hacía años besé por primera vez a un chico. La emoción de ser transgresora era mucho más fuerte que la de sentir los labios de él en los míos. Aquella noche, en la cama, me sentí mayor.

Desde hacía unos años, había hecho amistad con una chica, dos o tres años mayor que yo, que ya dominaba el tema de salir con chicos. Salió con dos o tres del pueblo y un par de años más tarde ya tuvo novio formal. Yo la admiraba. Me parecía absolutamente “lo más”. Quería ser como ella. Me compraba los mismos bolsos e intentaba imitarla en el vestir y en el caminar. Pero nunca lo conseguí. Recuerdo que escuchábamos Matia Bazar hasta lo indecible, encerradas en su habitación, sentadas por los suelos o estiradas en las camas, un día tras otro, hasta que el sol había bajado un poco y se podía salir a jugar a la calle. Entonces nos encontrábamos con toda la panda y cada día hacíamos algo diferente. Siempre acabábamos en los bancos de la plaza de la Iglesia comiendo pipas y bebiendo Coca-Cola. El mejor momento del día era cuando estábamos solas en su habitación escuchando música. Luego, cuando nos juntábamos tenía la sensación de que la compartía y perdía su atención y me sentía inquieta y triste. Debiera haberme dado cuenta de qué significaba aquello entonces, pero, he tardado un montón de años en hacerlo.

De todas aquellas personas que en aquel entonces fueron mi mundo un año tras otro, no sé nada.

Leer este cómic me ha supuesto revolver un montón de sentimientos que tenía olvidados. Empieza con una frase lapidaria para mí:

“De todos los caminos que no recorrí, el tuyo es por el que más me pregunto”.

Y continua con frases como: “¿Qué ocurrió con aquellas personas que fueron tan importantes y luego han desaparecido de mi vida sin dejar el vacío que se les suponía?”.

O como esta: “Es cierto eso que dicen que la vida no es como uno la vivió sino como la recuerda”.

Bueno, esta vez del libro os hablo poco, demasiado mar de fondo en mi interior. Vale la pena leerlo.

21/1/18

Rita

Me la recomendó una amiga, me dijo que me podría gustar. Es una serie danesa sobre una profesora “irreverente y políticamente incorrecta”. Me vi de golpe las tres primeras temporadas. Me gustaron mucho. Pensé mucho en la psicología del personaje, sus acciones, sus miradas, su magnetismo. Porque todo lo decadente posee un magnetismo que me atrae.

Ahora he visto la cuarta temporada y me ha gustado muchísimo más que las otras por el juego temporal. Además de que entiendes mucho más al personaje.
Me alucina el hecho de que haya gente que viva dentro de un silencioso dolor, aunque no sea constantemente. A veces, me da la sensación que es como estoy viviendo ahora. Con abnegación y sin ganas de vivir. Sería más precisa si hablara de sobrevivir.

Ese silencioso dolor que se lleva clavado en los huesos y que es el reuma del alma. Decadencia al más estilo Brönté.

20/1/18

Fase del duelo: negación

Hoy ha florecido la Tillandsia, ¿recuerdas que a ti siempre te gustó? Continúa en el comedor, encima de la mesita que hay bajo la ventana, donde la dejaste. El buen tiempo se ha adelantado y puedo tener el balcón abierto para que los rayos del sol puedan entrar directamente sin que tengan que atravesar los cristales. Lo sé, los tengo un poco abandonados, pero ya sabes que me gusta limpiarlos contigo, con tranquilidad, convirtiendo el quehacer en juego seductor. ¡Cómo te aprovechas de ello! Sabes que me tienes atrapada. 

Por fin he colgado las cortinas. Tenías razón, se ven las marcas de los dobleces de tenerlas tanto tiempo en el armario, guardadas. Creo que te gustarán como han quedado. Y no seas tiquismiquis, que no he podido colocar la barra tan recta como sé que te gusta. Es que es muy difícil hacerlo sola. En todo caso, lo disimularé haciendo el dobladillo torcido.

Cada mañana, mientras bajo en el ascensor para ir al trabajo, me pongo la vaselina en los labios para que no se me corten. Ya ves, te hago caso. Sí, lo admito, siempre tienes razón. Y, sí, lo admito también, siempre te preocupas por mí.

Quizá podamos ir a ver si encontramos el primer almendro florecido. ¿Recuerdas el del año pasado? Lo encontramos en una ladera donde no había ningún almendro  más. Sacamos la manta a cuadros del coche y nos estiramos debajo, viendo el cielo entre las flores blancas  y sintiendo como desaparecía la suave brisa a primera hora de la tarde. Empezaron las caricias y los besos y siguieron desnudos nuestros cuerpos. Hicimos el amor en silencio, bajo la envidiosa mirada de aquel solitario almendro en flor. ¿Lo repetiremos este año? Vuelve pronto, amor.

19/1/18

El gran showman

Sé que hay muchas críticas que no la dejan demasiado bien. Pero a mí me da igual. Me ha gustado muchísimo, a pesar de reconocer que la historia es simple y poco realista como biografía (edulcorada). Pero a mí me da igual. Qué las coreografías las consideren reiterativas, puede. Pero a mí me da igual, es una parte de las que más me ha gustado. Las canciones dicen que son de letra repetitiva y poca chicha. Pero a mí me da igual.

Podría seguir, pero no vale la pena. Me ha gustado. He salido con unas ganas locas de bailar por encima de los bancos y de saber cantar y de actuar en un musical, o dirigir uno parecido. Me lo he pasado genial viéndola. Una parte que me ha encantado es cómo el director empalmaba una escena con otra.  También me ha gustado cómo nos muestra el paso del tiempo. Su inicio in media res. Creo que me voy a pasar todo el día cantando y bailando.

No os voy a engañar, no soy nada docta cinematográficamente hablando, pero sí que soy muy docta en saber sí una cosa me gusta o no y esta peli me ha encantado. Esperaré que salga en DVD para comprarla y añadirla a mi pequeña colección de musicales.

Que levante el blog a quién le gusten los musicales.

18/1/18

Notición

Me he casado. Por fin mi dedo lleva un anillo que indica mi perenne compromiso. Cuánto amor hay en mi vida. Las noches se dilatan entre besos y caricias. Los cuerpos se desvelan entre roces y distancias cortas, muy cortas. Besos y oquedades, alientos y anhelos. Parece que el anillo me haga más tuya. Dame amor que para mí es vida. Toma mi vida, que para ti es amor. 

17/1/18

Luz y oscuridad

Día nefasto. Madrugo y voy dos horas antes a trabajar. Llego la primera y se había ido la luz y no he podido hacer nada. Así que me he ido a redesayunar a un bar cercano. Así que se puede decir que he empezado con mala luminosidad. Así que hoy más valía no haberse levantado.

Después, no sé por qué, estoy con la sensibilidad a flor de piel y pienso en una frase que leí hace tiempo: “Todo empieza con la luz y acaba con la luz pero entre medio reina la oscuridad”.

Debe ser por eso que hoy es día de tinieblas. Un día más de tinieblas. 

16/1/18

Como tantas veces

A veces, sobre todo por las noches, me encierro en una especie de redil de oscuros pensamientos esperando que me suelten para entrar de nuevo en la vida. Qué fácil era ser joven, aunque entonces pensábamos que era de lo más difícil vivir. Todo dolía, todo era brillantemente sensible, todo era nuevo. Éramos pretenciosos, pero ¿para qué otra cosas sirve la juventud? Su primer deber era ser transgresora. ¿Y ahora qué? ¿Cuál es el deber que me toca cumplir?

¡Qué llena estaba y qué vacía me siento! Antes actuaba por una especie de arsenal de rabia existencial, ahora, devengo; paso la vida insoslayablemente, como si me hubiera eximido de vivirla.

Hoy, todo está oscuro. Me empecino en buscar la salida y sé que lo conseguiré pero en mí quedará ese poder residual de pérdida, de vencimiento, de tristeza.

15/1/18

Creo que la naturaleza es sabia.

He sido una persona de un gran insomnio desde que tengo uso de razón. No un insomnio de esos cansados, de esos que no puedes dormir y estás que te caes. No, de estos, no. Lo mío era un insomnio debido a que con un par de horas durmiendo ya tenía suficiente. Imaginaos la cantidad de tiempo extra que tenía para escribir, dibujar, pensar, leer, trabajar, tener mi casa en la más absoluta de las pulcritudes y ordenanzas. La gente me envidiaba. Salía de noche y al día siguiente sobre las siete ya estaba despierta, si no empalmaba porque me había desvelado del todo.

Recuerdo una época de múltiples quedadas en la que aparecía en casa de unas amigas con los cruasanes para desayunar. ¡Qué época aquella! Viví la vida 22 horas diarias. Mucho trabajo, mucha juerga, mucha escritura, mucha filosofía y mucho amor.

Ahora, no me queda otra que añorar esos tiempos. Porque como decía, la naturaleza es sabia y me salva de la depresión haciéndome dormir unas diez horas diarias. ¿Estaré durmiendo todo lo que no he dormido hasta ahora? Por una parte me va genial. Me siento vital (antes también me sentía) y me encanta dormir (antes no entendía por qué a la gente le gustaba tanto dormir), pero por otra ha mermado mucho el tiempo que tenía para hacer todas esas cosas que nadie tiene tiempo de hacer después del trabajo.

Lo acepto. No lucho para nada en contra de ello. Si ahora me toca dormir, pues a clapar. Ya viví la vida sin apenas hacerlo. Me lo tomo como una experiencia nueva, como siempre he hecho. Eso sí, me intriga saber qué me ha pasado para aumentar tanto las horas de sueño. ¿Será que después de la separación me he dejado? ¿Será que por fin he alcanzado esa paz y esa tranquilidad tan añorada? ¿Será que estoy más aburrida que un niño en un tobogán horizontal?

En fin, misterios de dintel.

14/1/18

Siempre es tarde si la dicha no es buena

No siempre salen las cosas como una quiere. Empiezas una espiral de desastres en tu vida y de pérdidas que en ningún momento te habías imaginado que te pudieran pasar. Primero te perdí a ti. Y ahora, he perdido el trabajo y por ende, la casa.

He descubierto que perder todas esas cosas no me ha importado nada, porque solo son importantes en un contexto adecuado. Y mi contexto adecuado eres tú.

13/1/18

Loving Vincent


El jueves, de sorpresa, me invitaron a ver el preestreno de la película Loving Vincent. Fui sin saber nada sobre ella porque me gusta dejarme sorprender y si quiero y lo encuentro necesario, cuando ya la he visto, busco la información que me apetece.

Qué maravilla de película. Es de dibujos. Miento, es de pinturas. En realidad, no sé para qué escribo este post ya que no puedo comentar nada de ella sin hacer spoiler.

Van Gogh siempre ha sido un pintor que, me supongo por sus cuadros “poco realistas”, me ha apasionado. Cuando era una niña, me sentaba en el sofá del comedor de casa con una colección de libros que se llamaba “La pinacoteca”, o algo así, y uno de los tomos que más miraba era el dedicado a Van Gogh. Lo miraba y remiraba y me leía y releía el texto, los pies de fotos y creo que hasta el ISBN, para saber el año que se había editado, cuántas veces se había reeditado, etc.

Cuando me metí de lleno en el mundo de la escritura, alguien me dejó “Cartas a Theo”. Si interesa se encuentra en pdf, en google. Me gustó mucho leerlas. Me encantaba pensar que era alguien cercano a ellos. También he visto la película sobre él y me he leído un cómic. Siempre he disfrutado mucho todo lo que tiene que ver con él. Si existiera una máquina del tiempo, me gustaría viajar para conocerlo. Y sobre todo, para ver cómo pintaba (800 cuadros en 8 años).

Pues nada, no os la perdáis. La he encontrado una maravilla. 

12/1/18

maleducado, a

maleducado, a
1.- Dicho de un niño: muy mimado y consentido.
1.- Descortés, irrespetuoso, incivil.

maleducar
1.- malcriar

Malcriar
1.- Educar mal a los hijos, condescendiendo demasiado a con sus gustos y caprichos.

Todas estas definiciones vienen porque hoy, volviendo en el tren, como siempre, ha habido alguien que se ha sentado poniendo los pies en el asiento de delante; todas sus bambazas sobre la tela que recubre el asiento. Un asiento, que en otro momento ocupará otra persona.

Al día siguiente que lloviera barro, se podía saber en qué asientos se habían puesto los pies, pues estaban cubiertos de barro seco de color marrón claro. Ese día estaba visible la prueba del delito. Por lo que cada vez que veo poner los pies en uno de ellos, pienso: ¿qué habrán pisado esos zapatos?
A lo que iba: hombre poniendo bambazas sobre el asiento de delante. Así que una señora le ha dicho a su compañera:

–¡Mira al maleducado ese!

Y ahí ya se me ha desatado la duda.

¿El desconocimiento de las reglas de educación implica que eres un maleducado? O ¿eres un maleducado cuando te pasas las normas, perfectamente conocidas por ti, por el forro?

Damos por sentado que todos hemos sido educados en plan: “no hables alto que puedes molestar a la gente”, “no tires papeles al suelo, para eso hay una papelera”, “no pongas los pies encima de los asientos”, “no comas con la boca abierta”, “no hagas ruido al comer”, “no te urges la nariz”, “no te rasques los…” (ah, me equivoco, la norma es la contraria). Pero si no se ha sido educado así, cuando incumple cualquiera de esas normas, ¿está siendo maleducado?
No sé. Resulta que un adulto puede aprender de lo que hacen los demás solamente viendo cómo se comportan los otros. Si no lo hace, ¿por qué es?

Estas matizaciones me vuelven loca. Estoy hecha un mar de dudas.

11/1/18

¿Y qué?

No suelo escribir escuchando música, pero hoy lo necesito. Es tal la añoranza, que es de aquellos días en los que debo destrozarme para sentirme viva. Y qué mejor manera de hacerlo que escuchando canciones que te arañan el corazón. Así que, aquí estoy. No son canciones que escucháramos nosotras ni que formen parte de nuestra historia. No, a esas no puedo ni acercarme, aun. Me pongo en modo adolescente y, ¡venga!, una y otra vez la misma canción, sin llegar a acabar de escucharla, a la que aparece el punto final de la letra, arrastro el cursor hasta el principio para que vuelva a sonar. Y luego la otra canción. Cada diez veces, más o menos, paso de una a otra. Antes de ayer no las conocía. Me habló de ellas un amigo. Son canciones de su propia historia. Así que, a la que llegué a casa, las escuché, en el móvil, desde la cama. Y creo que esa empezó a ser mi perdición. Con los ojos cerrados, la volví a sentirla de nuevo cerca. La imaginé, noté de nuevo mi cuerpo temblar como cuando me besaba. Y me dormí deseando soñar con ella, un sueño erótico como en tantos momentos sexuales habíamos vivido.

Esta mañana, no me acordaba de nada. Me he levantado feliz y me he ido a trabajar. Durante el día me ha estado picando un poco el omoplato derecho, con ese picor típico de cuando se te reseca la piel. Ha sido un poco incómodo porque no me llego (sí, cosas de la edad). Ha habido un momento de desesperación en el que he hecho operación oso y me he rascado con el marco de la puerta.
Así que cuando he llegado a casa me he sacado la ropa, el sujetador y me he untado la mano izquierda con crema. Pero a pesar de todos los esfuerzos y de hacerme un montón de daño en el codo, en los dedos, a pesar de que ha habido un momento que parecía que estaba bailando merengue conmigo misma, he sido incapaz de ponerme la crema en donde me picaba. No llego. Y, en este momento, me he dado cuenta que no tengo a nadie para que me la ponga y que hace mucho tiempo que nadie me toca; me ha cogido una tristeza tremenda pensar que lo mismo ya nadie me volvería a tocar nunca más.

Lo demás lo podéis deducir, de aquí me he ido directamente al ordenador, a desgarrarme una y otra vez. Ya no me pica nada o me pica todo, ¡qué más da!


10/1/18

Pensamiento automático

“Nuestra tarea no acaba cuando morimos si no cuando somos olvidados por la última persona que nos recuerde”.

Esta es una frase que copié hace mucho tiempo en una de mis libretas. No recuerdo de dónde la saqué, el caso es que me gustó y me agencié de ella. Como siempre, el paso del tiempo borró su recuerdo, pero como estos días ando cacharreando en libretas antiguas, he vuelto a dar con ella.

Coco, una película de dibujos animados que estrenaron antes de Navidad, hace uso de la frase. No pienso spoilear la película por lo que no voy a mencionar nada de ella. Idla a ver y ya me decís.

Volviendo a la frase, pienso cuánto tiempo pasará desde que muera hasta que me hayan olvidado todos. Mi cabeza me dice que debo hacer algo para ser recordada y así continuar mi tarea; pero mi alma intelectiva sabe que ese tiempo será corto. A veces entro en un bucle mental con el tema muerte, sobre todo de noche. Despejo los sueños y alargo las sombras y me aparece un enorme apego a la vida y  de mi alma salen mil brazos con sus mil manos buscando donde aferrarse. Tomo la resolución de pisar fuerte por la vida y no ser un eco de ella. Dentro del bucle, el vestíbulo de la trascendencia se vuelve más luminoso. Sus paredes, decoradas con cenefas de tópicos me invitan a reinventar una nueva conciencia. Y mientras me dedico a ello, llegan la pasión y la calma unidas. Me hallo en plena maratón existencial. Quiero salir airosa del bucle. Al entrar en la curva de la oscuridad, aminoro los sentimientos. Dejó de golpe de balancearme en la indeterminación y me lanzo resolutiva a salir de esa casualidad indeseada que es perderse una en sus propios pensamientos, siembra sin recolecta alguna.

Pues eso, a lo que iba: ¡id a ver Coco!

9/1/18

La quietud de los huesos

Este fin de semana estuve encerrada en casa. Sola, sin ver a nadie. El sábado vagueando y el domingo trabajando como una loca. Todo lo que no había hecho en un mes me lo he intenté sacar de encima. Así, que entre sofá, una mesa, otra, la de la cocina para comer, y de vuelta al sofá cinco minutos, y más mesa, y más despacho, y ahora en la mesa del comedor, todo empantanado con libros y papeles, pinturas y rotuladores, escrituras y lecturas. Bajar la basura y vuelta a trabajar, a escribir, reescribir, crear y recrear, concluir. El caso es que ni anduve, el tiempo no ha acompañado nada, ni hice ejercicio, la voluntad ha acompañado menos, ni me moví demasiado, así que me he preparado un festival de plancha musical para desentumecer lo, de por edad, ya no desentumecible. Tengo las entretelas vagas y a pesar de notar una energía inimaginablemente minúscula voy a ver si evito una travesía por la estupefacción al ver que de nada me sirve y me lanzo a desarrollar una alocada energía balsámica. No sé si servirá mucho a mi body, pero mi ropa seguro que lo agradece.

8/1/18

Buscando al conejo blanco

“No hay cosa más fuerte que el verdadero amor.” Séneca
“El amor mueve el Sol y las estrellas.” Dante Alighieri
“El amor es física y química.”  Severo Ochoa
“El amor, como la tos, no puede ocultarse.” Ovidio
“El enamoramiento es una enfermedad de la atención.” Ortega

He encontrado sin archivar una libreta antigua en cuyas primeras páginas hay anotadas frases e ideas sobre el amor. Como no las suelo datar, no tenía ni idea de qué época era esa hasta que he pasado un par de páginas y me he topado con la estructura de una coreografía que pertenece a una obra que escribí ya hace unos años y que monté más o menos por aquella época.

Vivía por entonces enamorada, creyendo que el amor era el sentido de cualquier vida, y compadeciendo a toda aquella persona que no estuviera enamorada. Todo brillaba con una luz especial, los días eran maravillosos y las noches más. Vida completa y feliz.

¡Ja! Vivir en la País de las Maravillas es lo que tiene: según tu estado de ánimo se ve de colores o en escala de grises.

Por aquel entonces todo era mágico y exaltado. El Conejo Blanco se paseaba por casa a la espera del desayuno, mientras que alargábamos las sábanas perdidas entre ese maravilloso amor que estábamos descubriendo. Patentamos los cumpledías porque de todo hacíamos una celebración, porque todo debía ser celebrado. El Sombrerero hacía sus mejores galas estrenado un sombrero tras otro para acudir a recibir la bendición de nuestro amor. Éramos la envidia de todos los países, incluso del Reino de NuncaJamás.

Dejadme encender unas velas, pues empieza el velatorio. Tanta exaltación, tanto amor, tantatontería, desapareció de golpe, tal como había venido. Se apagaron los brillos, las sábanas escocían nuestra piel y nunca más el Conejo Blanco apareció por casa. Silencios, miradas huidizas, bofetadas verbales y odios escondidos.

No era un amor verdadero, me dijeron; ¿así que no era amor verdadero lo que sentía? ¿Tanto puede engañarse una persona a sí misma? ¿Quién puede sobrevivir al amor verdadero, si este falso mío casi me mata de amor?

Desde hace tiempo, cada mañana me levanto temprano y salgo a buscar al Conejo Blanco. No lo encuentro y no desisto en el intento. Aunque cada día lo busco menos rato.

¿Alguien sabe por dónde anda?

7/1/18

Ilustre personaje

Un día dije: debo limpiar mis correos de cosas antiguas que ya no necesito. Voy carpetando, voy archivando y se va quedando todo en las estanterías de mi espacio sin que ni siquiera me acuerde de lo que tengo.  Así, que con pocas ganas de hacer lo que realmente tengo que hacer he estado cacharreando entre mis archivos de correo y he dado con unos “carteos” con el que fuera un personaje ilustre de los blog. No recuerdo cómo empezó la cosa, ni tampoco el motivo inicial de nuestra comunicación, el caso es que sin conocernos, nos sentíamos muy cercanas a través de lo único que nos podía acercar, nuestros blogs.

Esto de los blogs tiene su magia; porque solo por leer a una persona, te sientes ya cerca, muy cerca, como si conocieras sus intimidades. En el secreto del mail, la cercanía se acentúa, aparece una complicidad y una especie de “jugueteo” absurdo por demostrar quién es más intuitiva con la otra persona y un tipo de admiración mutua que permite adentrarse en profundidades sobre lo divino y lo humano. En ningún momento me refiero a ligoteo ni nada de esto.

Estos mails, en concreto, datan del enero de 2011, y contienen la sensación de estar hablando dos personas con una gran amistad.  Hoy, a enero del 2018, no sé nada de esta persona. Y os aseguro que en aquella época hubiera jurado que éramos grandes amigas.

No recordaba para nada estos mails ni tan siquiera la sensación de haber sido amigas, o como quiera que se llame a este tipo de exaltaciones que provoca la red.

Enviar a papelera.

6/1/18

El tema

Me dijeron ayer: “cuando la gente se dé cuenta de que no es un día más sino uno menos, aprenderá a apreciar la vida”.

No sé de dónde sacó la frase mi interlocutora, pero hizo mella en mí ya que soy muy consciente de su significado. Tanto, que tengo la sensación de estar perdiendo el tiempo esperando que ocurra algo en mi vida. Quiero cambiar cosas. No porque no me gusten, sino porque me conducen a una espiral de soledad en la que ya me he cansado de estar. ¡Pero qué pereza dan los cambios!

Me maravilla descubrir que a pesar de no querer estar en las circunstancias que estoy, no muevo ni un ápice de mí para intentar caminar en alguna dirección. Me engaño: “con la intención ya vale”.

Supongo que cuando estás metida en el pozo, la mera intención de querer salir ya provoca algún tipo de cambio anímico que a la larga (o en breve) te alejará del agujero. Pero yo ya no estoy en ningún lodazal y todos los cambios anímicos, psíquicos y espirituales los hice en su momento. Soy consciente que ahora me toca mover ficha, vamos, que me toca mover el culo y cambiar mis circunstancias, mis periferias y mis circunvalaciones.

¡Qué bien se está desde el sofá listando todos los nuevos propósitos a hacer! Parece que ya hayas avanzado un montón pero sigues moviéndote en la intención y no en el hecho. Y no es que estos replanteamientos me vengan con estas fiestas, llevo desde antes del verano con toda esta  movida, ¿o debería decir apoltronamiento?

5/1/18

Primer paso


Este año, he decidido hacer un pequeño mural visionando qué es lo que quiero vivir y conseguir. Dicen que visionar las cosas, proyectarlas, hace que la energía del Universo se concentre en ello. Supongo que tiene algo que ver con la Ley de la Atracción. Uno de los primeros pasos que he hecho es empezar a hablar sentimientos que nunca he verbalizado, al menos desde el punto de vista que me atemoriza y me revuelve la inseguridad.

Siempre he tenido la sensación de que no soy nada sensual y que por ello soy incapaz de seducir. He explicado que hay mujeres que me seducen cuando se cruzan conmigo solo por cómo andan, o si estoy escribiendo en un bar, quedo totalmente arrebatada según quien pone el azúcar en el café y lo remueve con la cucharilla. Incluso, un amigo cada vez que coge su móvil y lo consulta, la cadencia con la que mueve los dedos, la postura que adopta, el gesto de sus labios al tragar la saliva, me encandila y me inquieta porque yo quiero producir esta misma sensación en alguien.

No hay como confesarse con un amigo; la primera respuesta ha sido casi refleja: “es que tú eres muy cerebral”. Tocada y hundida. Quizá esperaba que me dijera que no me preocupara porque era solo una percepción mía, que sí que seducía. La conversación ha continuado por los caminos del control sobre mis reacciones; la conclusión, después de muchos ejemplos sobre mi actitud ha sido que debo relajarme mentalmente, que si lo consigo, entonces y solo entonces, lograré que mi cuerpo se relaje y conseguiré la autenticidad y con esa verdad seduciré a las personas de mi alrededor.

4/1/18

Mis conversaciones y mis ex

De un tiempo a esta parte, lo poco que salgo, lo hago con mis exs. A pesar de querérmelas con locura, son los momentos más surrealistas que estoy viviendo. Se sientan delante de mí, o a  mí lado y se preocupan por mi estado de soledad, de encierro; me dan consejos para volver a conocer a gente, a alguien, bien sea trabajándome la armonía interna, bien sea intentando algún tipo de activismo lésbico, bien sea como sea.

Sonrío y les afirmo que eso es lo que voy a hacer y vuelvo a casa con el corazón contento por haberlas amado y triste por no tener a quien amar. Por la noche, doy vueltas y vueltas y más vueltas a estas conversaciones. Me encorajo y me prometo que de mañana no pasa, que voy a seguir los consejos de mis exs. Me hago grande en mi cama y todo, sin los pies en el suelo, me parece factible, fácil de conseguir. Me remuevo, giro para un lado, giro para el otro, cubierta de adrenalina y con el cerebro acelerado; decisión: de mañana no pasa.

Al día siguiente, me levanto sin hacer ruido y camino de puntillas, no quiero despertar a mi Ego. Nada ha cambiado, mi decisión se quedó entre la noche y las sábanas. El pasillo hasta el lavabo me parece largo, imaginad cómo me parece la vida.

Pero por la noche, decidida, me lanzo a bares de ambiente (la esperanza, de trabajo silencioso, se ha ocupado de sacar a la decisión de la cama). Tras años de no pisarlos, nada ha cambiado, gente tomando copas, música más fuerte de lo que me gustaría, grupos cerrados de amistades, eterna barra de bar.

Pero yo sí que he cambiado. Ya viví múltiples noches de juerga. Ahora prefiero cenas, excursiones y conversaciones, museos, libros y paseos.

¿Dónde se encuentran las mujeres cómo yo? No creo que sea la única en esta misma situación.

Vuelvo sola a casa, como de costumbre y sigo sin poder dormir. No le veo salida a mi soledad, me hundo entre las sábanas y acepto mi realidad como si de un castigo se tratase. Mi cabeza intenta dormir mientras que mi corazón con un leve susurro, sigue preguntándose: ¿dónde se encuentran las mujeres como yo? 

3/1/18

Valerosas 2

No hace mucho estaba leyendo el Valerosas 1. Me lo recomendó el chico de la tienda de cómics. Ya han pasado los años suficientes para que conozca mi gusto. Así que cuando voy a su tienda, me indica qué libros tengo que comprar sin perder tiempo leyendo las reseñas de la parte de atrás. El  número 1 lo compré con un poco de reticencia porque pensé que hablaría sobre las biografías de las mismas mujeres de siempre. Pero no fue así. Los dos volúmenes tratan sobre biografías de mujeres “que solo hacen lo que ellas quieren”. Son mujeres poco conocidas, al menos por mí: Sonita Alizadeh, Thérèse Clerc, Phoolan Devi, Mae Jeminson, etc. Muchas más. Las viñetas contienen humor e ironía crítica, tono que me apasiona leer.Lo he devorado con fervor y al final siempre me sabe mal acabarlo tan rápido. Espero que editen un tercer volumen para seguir devorándolo con ganas.

La vida de estas mujeres no ha sido fácil. La mujer está donde está gracias a muchas de ellas y a muchas otras desconocidas de las cuales no se habla ni se hablará nunca. Ha habido momentos de la lectura de mucho agobio y otros en los que he llorado al ver sus logros. Antes, no era de lágrima fácil, ahora, mucho más madura en este aspecto, me emociona ver cómo otras mujeres se esfuerzan y triunfan, o como luchan a pesar de toda la adversidad de su entorno, como no traicionan sus ideas, como persiguen la meta que se han marcado o la cambian para seguir sobreviviendo.

Salgo de estos dos libros queriéndome comprometer más con las personas que están a mi alrededor y queriendo cambiar aquello de mi vida que no me gusta (fácil escribirlo, a ver realizarlo).

La autora, Pénélope Bagieu, con estos dos volúmenes, ha despertado mi interés por sus libros y voy a intentar leer algo más dibujado y escrito por ella.
Si alguien ha leído alguno, me gustaría saber su opinión.

2/1/18

Nuevo título de blog

Renovarse o morir, esa es la cuestión. ¡Qué va! No hay cuestión que valga más allá de la supervivencia.

En el post de ayer no dije nada de mi nuevo título de blog. Lo cambié, así, de repente, porque a pesar de que no creo que cambie para nada el estilo de su contenido, sí que me imagino hablando “desde el quicio de la puerta” y desde el punto de las entrañas en donde se “saca a todo el mundo de quicio” (mi preferido). Ambos lugares perfectos para airear palabras y sintaxis, coincidiréis conmigo.

Los tiempos han cambiado y yo también. Lejos me quedan las insómnicas noches tecleando sin parar de vomitar palabras que el corazón prefería callar, al abrigo de una pequeña luz de flexo y una buena copa de vino. Ahora, prefiero chupar regaliz y beber infusiones varias, mordisquear chocolate o seguir con chupando regaliz, pero todo ello a la luz del día. Deberé dejar la ilusión de la escritora dipsómana para otra persona.

Voy a ver dónde me lleva esta nueva singladura. Navegar sobre una puerta de madera maciza utilizando de mástil su llave (ha quedado un poco… ¿verdad?).

1/1/18

Desde el quicio

No tengo ni idea de lo que siento; ni propósitos ni ganas de nada. Y ahora os estaréis diciendo: “Dintel ha empezado el año depresiva”. Pues nada más alejado de la realidad. Dintel es la niña más feliz del mundo, incompleta, pero feliz. Ya fui completa una vez a fuerza arrastrar mi infelicidad por los rincones. Y eso sí que no se puede permitir. Vamos, creo que estaréis de acuerdo conmigo. Pero qué completa me sentía; dos medias naranjas que hacían un todo. ¿Qué más se puede esperar? Pues sí, hay más: ser una misma.

Y mirad qué bien estoy ahora, soy una misma. Me estoy descubriendo aspectos desconocidos. Para empezar, ¿hasta cuanto soy capaz de soportar la soledad? Hace un tiempo pensé que había llegado hasta el límite. Se me caían las paredes de casa y era incapaz de ver más allá de mi propia compasión. Pero, aprendí a reinventarme y aquí estoy de nuevo, feliz y llena de vida, pero sin propósitos ni ganas de hacer nada, y lo que es peor, sin saber qué siento.

Hace un rato, cuando era el mediodía solar, he salido a andar y a sentarme lagartamente bajo el sol, a ver si saco mi vitamina D del estado crítico en el que se halla. Me acomodado en una escalera, en un parque, delante del estanque, esperando que el reflejo del sol en el agua también ayudara a mis huesos. Un grupo de jóvenes se ha sentado dos escalones más arriba. Iban mal dormidos y resacosos. Por su conversación, estaban haciendo tiempo para coger el tren de las cuatro y se habían pasado la noche de juerga. Yo estaba con los ojos cerrados sintiendo el sol en la cara y en las muñecas y escuchándolos. Me sentía feliz. Absolutamente sola y alejada del mundo, pero feliz. Igual que ahora, que os estoy contando esto y mis dedos, ansiosos por teclear me despiertan recuerdos de otros tiempos en los que escribir llenaba mi vida.

Es curioso como avanzamos sin avanzar, cambiamos y hacemos otras cosas y abandonamos las que un día eran esenciales en nuestra vida, para llenarlas con otras que también convertimos en esenciales. Si solo hay una vida, ¿en qué la estoy gastando?

Hace un par me cambié el cepillo de dientes. Como soy muy enérgica cepillándome los dientes, la dentista me aconseja que me cambie el cepillo cada tres meses. No tengo ni idea de cada cuanto se lo cambia la gente. El motivo es que así, está gastado y evito herirme las encías con él (algún día deberé decirle que nunca me he herido las encías). El caso es que desde ayer, (buenas fechas) estoy haciendo tres días de détox tomando zumos y batidos verdes (tengo la nevera como una huerta murciana). Me lo estoy pasando genial con ello. Me encanta descubrir el sabor qué tendrá el zumo o el batido. Además de descubrir nuevos alimentos como la raíz de cúrcuma, o las semillas de cáñamo. A lo que iba, no os podéis imaginar lo divertida que estoy de haber descubierto que mi cepillo de dientes nuevo tiene las cerdas teñidas de un verde fosforito a causa de la clorofila de tanto zumo. No es irónico. Me hace una gracia tremenda ver el cepillo verde fosfi como resultado détox. Y lo veo con asiduidad ya que tanto zumo me hace visitar el cuarto de baño  frecuentemente.

¿Por qué he explicado esto? Ni idea, pero era sobre lo que me apetecía escribir. Puede que deba catalogarme como feliz, incompleta y surrealista.