28/2/10

Rosalie Blum II Manos arriba

Estaba como una loca esperando la publicación de la segunda parte de esta trilogía. Hace ya tiempo que me lo compré, justo cuando salió al mercado y lo he estado guardando como oro en paño para buscar el momento más adecuado de lectura. Y ayer, me quise dar un cariño y me lo leí.

El primer libro me apasionó, lo disfruté en todos los sentidos: historia, personajes, dibujos, diálogos, técnica narrativa… Me puse en la piel del protagonista, con el que llegué a la empatía a pesar de ser lo más contrario a mí.

En este segundo libro, la autora nos cambia la mirada con lo que consigue que la información que posee el lector, no la posea la protagonista de esta segunda parte, y eso me encanta. A pesar de que los personajes son extremos la atmósfera es de una ternura muy intensa, por lo que la lectura se convierte en una caricia.

27/2/10

Entró el mar en mi vida

Cuando la ola te arranca del mar de tu vida y te empuja y revuelca a su capricho, no te queda más que dejarte arrastrar por ella intentando que todo el movimiento se concrete en un complicado bamboleo. Que, a pesar de perder las coordenadas de vista, no pierdas pie de tu sitio, aunque sólo te apuntales con el pulgar de uno de tus pies. Ya sólo esto, se convierte en una brutal lucha por sobrevivir, en la que arrastrándote de cansancio intentas que tu cotidianidad no vire ni se aleje a la deriva, que, en este caso, más que deriva sería “derriba”, y perdieses todo lo anteriormente conseguido.

Cuando la ola te arranca del mar de tu vida, déjate hacer, no luches hasta que veas que se retira y en su resaca lucha con todas sus fuerzas por alcanzar de nuevo tu orilla.

24/2/10

Disculpen las molestias...


...permanezcan atentos a sus pantallas.

20/2/10

Pido disculpas

Si hay algo que me molesta bastante son las verificaciones de palabras para poder dejar los comentarios. Desde hace un tiempo y cada vez con más asiduidad recibo hordas de comentarios anónimos en inglés en post antiguos. Por lo que he decidido habilitar dicha verificación a pesar de que me remueve los higadillos hacerlo.

De antemano, pido disculpas a todas aquellas personas a las que les molesta tener que escribir la palabreja para dejar su comentario. Espero, en un tiempo, poder deshabilitarla de nuevo, al menos tengo la esperanza de ello.

16/2/10

Push

Oí el otro día por la tele que “a veces debemos desprendernos de los libros, que podemos vivir sin ellos perfectamente” Lo decía un entendido en bibliotecas. Estuve meditando sobre la frase, vamos, que me acompañó durante todo el día de ayer, que con motivo de San Valentín, me regalaron Push, un libro sobre el que poco voy a hablar porque se puede encontrar la entrada en muchos blogs, porque se ha hablado sobre él en toda la prensa con motivo del estreno de la película “Precious”. Quería leer el libro antes de ver la película. Soy consciente que si hubiera sido al revés no lo hubiera llegado a leer. La crítica de la peli, ha sido dura, al menos la que ha llegado a mis manos, eso, sí, siempre se ha valorado mucho la interpretación de “madre e hija”. No puedo opinar, no la he visto. El libro se lee, en un viaje de avión de hora y media, en una sala de espera con un médico un poco retrasado siendo tú muy puntual, en una tarde en la que la siesta no quiere llegar a caer. Me ha gustado, y, sí, lo he encontrado duro, muy duro, pero con la extraña paradoja de que acercarnos a lo duro nos vuelve duros. La primera persona narrativa, aquí, es impactante, así como la falta de dramatismo, bueno, al menos eso me ha parecido a mí que no soy nada entendida en crítica.

8/2/10

Tuppers

Nunca he sido una persona vaga, no me cuesta hacer las cosas y soy de la opinión que antes hecho que sencilla (-mente sin hacer). No soy vaga, no me cansaré de repetirlo hasta la saciedad. Pero hay una cosa que me cuesta hacer mucho, que me repatea las entrañitas y las estreñidas ganas. Hay una cosa que me supera hasta lo indecible. Lo suelto así, sin anestesia: limpiar los cuatro tuppers de comida que llegan cada día conmigo a casa, después de la jornada laboral. Porque, a pesar de que salen conmigo a primera hora de la mañana y me levanto un par de horas antes para confeccionarlos con cariño (que ahí va mi comida y yo, a mi comida, la mimo mucho), no me importa en absoluto y hasta lo hago con cierta alegría. Eso sí, llegar exhausta y derrotada tras una jornada de lucha con la fauna y flora (a-) profesional, pues, sí, me da mil patadas en los higadillos tener que dedicarles cinco minutos de lucha más para poder quitar grasas y demases de los tuppers.

Hoy, como gota colmante(1) de vaso, la empatía de mi niña llamándome: “esclava de los tuppers”. No he podido menos que cogerme al teclado.

(1) No la busques, es inventada.

7/2/10

Un artículo que leí, un pensamiento que crié.

Los niños y las niñas no estudian. Son los profesores los que no paran de estudiar las mil y una maneras existentes para llamar la atención al alumnado y motivarlo.

Cuando Gaudí era pequeño, le regalaron unos libros con fotos de África y de Asia y se volvió loco de ilusión; miraba los libros una y otra vez. Era una época en la que los niños (también los adultos) habían visto muy pocas cosas que no fueran de su propio entorno. En aquella época, un libro de fotos de otros países, era impensable, todo un lujo. Ahora, en que cualquier imagen está al alcance de los niños, es normal que sea mucho más difícil captar su atención y activar su motivación. Una ducha de estímulos es lo que bloquea la necesidad de interesarse y el pobre maestro o profesor disfrazado de titiritero, construye que te construye un power point y otro, que luego pasa a la clase tirando y recogiendo unas pelotitas al aire montado en un monociclo al ritmo de un organillo. Concluye la plebe: es el maestro el que no sabe enseñar. Pobrecillos niños que no estudian porque el lerdo de su maestro no ha sabido tocar la tecla de la motivación.

En defensa de este, salen pedagogos y gobiernos que no hacen más que cambiar las direccionalidades de las didácticas porque por ahí, en el extranjero, se hablan de competencias básicas y por ahí, en el otro extranjero, de las bests practices. Los maestros, cual rebaño viran hacia un lado todos juntos, al son del ladrido pedagógico y luego hacia el otro, al son del aullar del lobo.

Son malos maestros porque los niños no saben estudiar. Eso no entra en ninguna discusión. Es así y punto. Parir niños a los que luego no se les puede dedicar tiempo porque la vida es cada vez más dura y más cara y se debe trabajar, tampoco es discutible. Pues, claro, para un rato que se está en casa, “tatequieto niño que el papa está cansado”, cosa que conduce, por osmosis, a que el maestro sea malo en su profesión.

Si analizamos un poco, así sin todas las luces, llegamos a descubrir que, en general (y me guardo las espaldas) los niños en el cole, quien más y quien menos, cumplen con su obligación. Es de casa que vienen sin los deberes hechos o sin la lección aprendida. Claro, pensarán los padres, la culpa es de la crisis que no nos permite la liquidez necesaria para pagar una institutriz, que nosotros trabajamos y llegamos muy cansados a casa y no estamos para tomarle la lección al niño, oiga. Cenar y tele, que ni polvo nos apetece.

Por eso el gobierno, ducho en soluciones, mientras los maestros se pasean por toda una galaxia pedagógico-constructivista, ha repartido unas octavillas a todas las familias con hijos que rezan:

Mary Poppins que estás en los cielos…

5/2/10

Relentéceme

Háblame, háblame despacio mientras te acaricio. Dame el gesto preciso para relentecer la noche, que pase flemática entre miradas y gemidos, piel y piel, beso y deseo. Dejemos que sea el alba quien reclame el reposo de las almohadas ebrias de nosotras y que recoja los jirones en que nuestro sexo convertirá la madrugada. Entre tu seno y el mío construyamos esta vigilia y permitamos que el amanecer, atónito, nos cubra con manto de holganza. Háblame despacio mientras te acaricio, deben hablarte mis manos y mucho tengo que decirte.

4/2/10

Hasta tus flores me inspiran

Sé que me tienes rabia, lo noto en cada una de tus palabras, elegidas concienzudamente para moverse dentro de los límites de la educación. Noto que me acechas, que controlas cada uno de mis pasos y de mis movimientos colándote incluso entre las oraciones de mi texto a ver si alcanzas a herir mi pensamiento. Soy una recién llegada al mundo de los odios ocultos y confieso que me divierten, pues supongo que me rodea un furor iniciático.

Escribo por afición y amo por necesidad. Mi devoción se nutre de todo aquello que me interesa. A estas alturas, he bebido todas las bebidas que la vida me ha ofrecido y he vomitado todos los reveses indigestos de mi torpe andadura.

Ahora, la fortuna me sonríe ante mi asombro, lo cual, sin duda alguna idiotiza y sobre todo levanta envidias y rabias ajenas, aunque, todo junto, no deja de ser gratificante, porque la envida, no voy a negarlo, me acaricia el ego.

Escribo porque se ha convertido en mi droga, esa sublime adicción que crea el sosiego y te arranca de la vida para flotar en el imaginario de los deseos.

Siento que te de rabia todo esto, siento que te sea indigesta y que mis palabras te saquen de quicio, siento esta intranquilidad que te crea tener que irme siguiendo y vigilando. Pero sobre todo siento el incordio en que te has convertido, a pesar de la diversión que me aportas, que nos aportas.

Te daré un consejo gratuito: olvídame, deja de tirar tus flores a mi paso, sigue tu vida, si la tienes, y si no es así, constrúyete una, que no está el tiempo, ni lo hay, para vivir las vidas de los demás.

3/2/10

Leyendo me leo

Leía el otro día:

EL POZO (Luís Mateo Díez)

Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años.
Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa.
Veinte años después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse.
En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior.
“Este es un mundo como cualquiera”, decía el mensaje.

Cuánta razón tiene. Vivir en el pozo que vivo, que durante tantos años he ido cavando, es una manera de pasar la vida. Esa vida desalmada que no es más que un tropiezo antes de alcanzar la eternidad. ¿La eternidad de qué? ¡Qué ilusos todos aquellos que se aferran a la vida porque esta es efímera! ¡Qué ilusos todos aquellos que esperanzan dicha eternidad!

Dejadme transcurrir en mi pozo, que de él ya conozco todas sus oscuridades.

2/2/10

Cosas que nunca digo

A veces elijo a las personas que me gustaría que fueran amigas y sin que lo seamos en realidad, me siento como si lo fuera. Entonces, en secreto, me preocupo por ellas, las cuido, y si puedo, sin que lleguen a sospechar, les doy consejos y las ayudo, de la manera más natural que puedo, para que no piensen que me he vuelto loca. Estas personas desconocen este sentimiento de amistad que me nace de no sé que altruismo o no sé qué trauma reconducido y que concluye, muchas veces, a un mundo que se queda en mi imaginario.

Si pudiera, si tuviera la graduación de amiga, de verdad, no en mi pequeño sistema de supervivencia, te diría que con esos ojos tan preciosos no te quedan bien esas gafas. Que te parten la mirada, esa mirada cálida y profunda, serena a fuerza de autocontrol y sobre todo escrutadora, inteligente y cariñosa, esa mirada que no es más que la firma del alma que diriges paso a paso por esta vida que nos ha tocado vivir. Eso, eso te diría si tuviera ese estatus.

1/2/10

Más allá del solitario

No hay peor cosa para un ser antianimalsocial como yo que colgarse de un juego de una red social. Además, un juego social, en el que necesitas un montón de amigos, en este caso, “vecinos” para que no te cueste ir ampliando tus “posesiones”. Entre que el juego está en inglés y no entiendo muchas de las cosas que estoy haciendo, y que encima se trata de invitar a tus “amistades” a ser vecinos tuyos para que la prosperidad de tu “negocio” vaya viento en popa, mi “desarrollo personal y económico” es de lo más pobre. Si resulta que para ampliar el negocio necesito tener como mínimo diez vecinos, yo no los tengo, y me toca pagar la tira de FV (ni idea de lo que significan las siglas) que cuestan un güebo de tiempo para conseguirlos. Creo que entro en crisis social.