26/7/19

Día de fantasmas


No hay cosa que me produzca más placer que escribir a oscuras. La pantalla iluminada del ordenador fija la atención absolutamente. Ya sé que no es demasiado saludable para la vista, y, por otra parte, no lo acostumbro a hacer. Pero esto no quita que me guste. Me distancio de mí y me imagino cómo debe iluminar mi cara. Seguro que es una visión mortecina. Me sonrío al pensarlo. Hoy es un día especial, muy especial. Pienso en mis queridos fantasmas. Me acostumbran a acompañar, en este momento, los tengo más presentes. Los quiero, no puedo evitarlo. Me hacen sentir bien porque, a pesar del frío de lo intangible, me mantienen el alma cálida, cosa que necesito para poder seguir mi vida. De ahí la oscuridad alrededor de la pantalla, para que puedan campar a sus anchas.

23/7/19

Voy a hablar de Sarah


Autora: Pauline Delabroy-Allard

Me llamó una amiga por teléfono para decirme que estaba leyendo este libro que se lo había regalado su hijo y que se acordaba mucho de mí mientras lo leía. Además, le estaba encantando y se lo racionaba: cada noche unas 30 páginas. No quería acabárselo sin haberlo saboreado por completo.

Cuando alguien te llama por teléfono y te dice que te recuerda en cada una de las páginas de un libro en concreto no puedes hacer otra cosa que abandonarlo todo y salir a comprártelo. Por supuesto, eso hice.

Yo no lo pude saborear a sorbitos, como hizo ella, porque una vez lo hube empezado fui incapaz de dejar de leer hasta el final; solo paraba de vez en cuando unos segundos para suspirar profundamente a ver si conseguía disminuir esa opresión que sentía en el pecho; yo también me reconocía en muchas de sus páginas.

Fui a la Fnac a buscarlo y cuando pregunté por él me dijeron que fuera a la sección de novela erótica. Me quedé muy sorprendida porque mi amiga no acostumbra a leer este tipo de novelas. Narra el amor entre dos mujeres. Un amor profundo, loco, y lleno de pasión que yo también viví en su momento y por el que a veces pienso murió una parte de mí. Me reconozco; me reconozco. Pero seguro que más de una se reconocerá.

Fue de madrugada cuando cerré el libro y me di cuenta que necesitaba de nuevo vivir un amor como ese; permitir de nuevo que mi estómago se llenara de ratoncillos juguetones y vivir en con el anhelo de amar.

8/7/19

Desayuno


Zumo de sandía. Esto es lo que he desayunado. Después de salir a caminar hora y veinte como si me fuera en ello la vida, zumo de sandía. En principio, sin pulpa, para que vaya directamente al torrente sanguíneo sin pasar por la cárcel, que en este caso es el estómago, lugar de digestiones, y me otorgue la máxima energía con el mínimo de adición de glucosa.

Cuando bebo el zumo, me siento Popeye. Me imagino todas esas moléculas de sandía, limón y menta, circulando por mi interior y yendo a parar a los lugares más extremos del cuerpo; y en cinco minutos, unos acordes triunfantes de trompetas, tambores y violines, traducidos aquí como tachán, anuncian mi nuevo estado energético. Y con los bíceps, tríceps y pectorales bien marcados me dispongo a emprender el día.

Creo que debo dejar las visualizaciones, no favorecen nada a mi estabilidad. Si sigo así, la famosa ley de la atracción se va a cebar conmigo.

1/7/19

Una de ex


Hoy he tenido la comida de empresa. Hemos ido todos a comer menos un compañero. Nunca viene. Llevo varios días nerviosa porque también vendrá mi ex. La cosa no está para echar cohetes, pero seguro que nos acogeremos bajo el manto de la buena educación.

El viernes me corté el pelo. Por primera vez fui a una peluquería diferente a la que acostumbro. Más de cuarenta años siendo fiel a la misma peluquera y ahora, así, sin motivo alguno, la traiciono. El caso es que me han hecho un corte bien diferente al que suelo llevar. No me disgusta, pero me veo rara. Suerte que solo me veo a primera hora de la mañana después de ducharme cuando me peino.

He llegado tarde al restaurante porque tenía una reunión de última hora con unos clientes. Cuando he llegado todo el mundo estaba sentado y he tenido que ocupar el lugar que ha quedado en una esquina de la gran mesa. He dejado mi bolsa y me he ido a lavar las manos. Al ir a entrar al lavabo, salía mi ex.
Qué corte más horroroso, estas feísima.

Pues tú estás guapísima, guapísima por fuera y negra por dentro.

La he sorteado y he entrado en el lavabo. Mientras secaba mis manos en la secadora de aire pensaba en la extraña metamorfosis que sufre el amor en ocasiones.