30/1/17

Saliendo de casa, que no del armario

Estaba convencida que no volvería a tener ningún tipo de relación amorosa más. No porque pensara que la vida no me la iba a proporcionar, que creo que lo pienso un poco, si no porque era yo la que escarmentada, no quería volver a encontrarme en esa situación. Pero por mucho que luches contra algo, si lo llevas genéticamente grabado, acaba ganando sin esfuerzo.

Intentaba convencerme de lo feliz que soy, viviendo en la soledad de mi casa, haciendo mis estudios solitarios, mis paseos solitarios, mis visitas a museos solitarios y mis escapadas a un japo, u otro restaurante, los domingos al mediodía, en solitario, cual señora mayor que vive sola; solo me faltaba ir a una “rosticería” a comprarme comida hecha (a un pelo he estado de ello).

Pero, desde hace unos días, me he dado cuenta de que por mucho que quiera convertirme en un ser asocial, no lo soy, y que necesito compartir mi vida con alguien. Y, estúpidamente, desde que he tomado conciencia de ello me siento feliz. Me tengo que ir diciendo: “para el carro, que una cosa es lo que tú quieras y la otra es lo que puedas lograr”.

¡Qué pereza empezar de nuevo con alguien!, dicen mis células cada vez que las intento convencer de lo contrario. ¡Qué pereza aprenderte los gusto de otra!, dice mi sexo cuando intento animarlo para que despierte. Así que lucho contra mi ser, literalmente: quiero una hermosa y tranquila vida en pareja.

Únicalectora me anima todo lo que puede para ello. Vamos, piensa que debo salir de mi planeta burbuja y volver al mundo real. Y claro, ya se sabe lo tenaz que puede ser. Y si no lo sabéis, ya lo sabréis. ¿No conocéis la famosa frase de Arquímedes?: dadme una Únicalectora y moveré el mundo.

26/1/17

Y encima tengo que buscarle un título

Me he pasado la noche entera dormitando porque unos vecinos porque unos vecinos se han pasado la suya poniendo música y haciendo gala de sus hercios. Son los mismos que el domingo celebraron una y otra vez un cumpleañosfeliz y cantaron la cancioncilla al unísono, seis veces en tres horas. Deduje que era el cumpleaños de un niño pequeño porque le debieron regalar una moto o bicicleta sin pedales y el resto del día se lo pasó rodando por todo el pasillo hasta chocar con la pared, claro símbolo de que debía cambiar de dirección; pasillo, arriba, pared, abajo. Quedó claro que la gente se olvida de que no vive en medio de una montaña o en un desierto.

Ahora, seis treinta y cuatro de la mañana, en un tren camino del trabajo, me encuentro que en el asiento de delante del asiento de mi lado, viaja una chica con un manojo de apuntes. Los va subrayando. Una de sus rodillas le hace de pupitre y para conseguir la inclinación adecuada apoya la bamba en el asiento de delante. Por la forma del texto, apretado y con letra pequeña, y un título que empieza como algo así como “Drogas de ocio…”, puedo deducir que sus estudios son universitarios. ¿Entrada ya en estudios superiores, no ha descubierto que no se pone el pie encima de los asientos?

Me estoy mordiendo la lengua para no decirle algo. Y en estas me hallo cuando hago un alejamiento de mí y me veo que estoy viviendo la escena cual abuela que le molesta todo y se queja de más. ¿Estoy envejeciendo y me he vuelto quisquillosa? Pero… ¡por favor! Si siempre me han molestado todas estas cosas. ¡Huy, preveo un día muy largo, dormitando despierta la susceptibilidad!

24/1/17

Haciendo de mamá

El otro día me llamó la madre de la Niñadelscollons porque le había surgido una reunión y me pedía el favor de ir a buscar a su hija, llevarla al parque de cerca del colegio y esperarla allá. ¡Cómo me iba a negar! Una escoge a sus amigas antes de que tengan descendencia. No llegues tarde, me dijo, que se pone tensa porque tiene miedo a que me olvide de ella.

Miré el reloj y quedaban tres cuartos de hora antes de que saliera del cole. Debo confesar, que me dediqué a hacer por casa todo aquello que nunca me apetece a hacer con la idea de llegar tarde a buscarla. Pero una fue educada en la puntualidad, y cuando quedaban diez minutos, corrí como una descosida  por la calle para que no tuviera que esperarse.

Salió con una sonrisa en los labios, buscando a su adorada mamá (ambas la adoramos, no es ningún secreto) y al no verla, he ahí mi sorpresa, se me lanzó a los brazos sin perder la sonrisa.

–Hola, Dintel.

–Hola, Niñade… Hola. Tu madre me ha llamado que se retrasa y me ha dicho que vayamos a esperarla al parque.

Se me ha cogido de la mano y me ha conducido fuera del colegio dirección al parque. Después de unos minutos en silencio, nunca sé qué decirle, me he acordado que mi madre siempre me preguntaba cuando salía del cole, qué había comido.

–¿Qué has comido hoy?

–Hoy hemos comido brócoli con patatas –me ha contado totalmente emocionada, con un tono de relamerse con el recuerdo.

A mí, que el brócoli, ni fu ni fa, he querido ser buena y educativa con la adorablehijilla de mi amiga y le he dicho:

–¡Mmm, brócoli, qué bueno!, ¿te gusta?

–Síiiii, lo he cortado pequeñito para que no se viera.

Y con “ajá” he concluido toda conversación. Nunca voy a entender a los niños.

23/1/17

Hablar

Hablar largo y tendido, del pasado, sin tapujos ni miedos. Dejando que la emoción y el dolor afloren, porque aún queda dolor. Un dolor que se pretende curar a fuerza de palabras, de silencios, de recuerdos enfrentados buscando el entendimiento. Hablar largo y tendido hace el camino menos incierto. Te da la cadencia del paso, la digestión de aquel llanto. Hablarnos mirándonos a los ojos, tú negando, yo afirmando, tú sabiendo, yo dudando. Sentimientos que se acercan, que se alejan por contrarios. Pero hoy mi alma sonríe, porque al fin y al cabo, hablamos.

21/1/17

Vengo de ver Carol

La había visto cuando la estrenaron y no la disfruté tanto como lo he hecho hoy. Creo que ha sido porque para ver esta película se necesita un estado melancólico como el que me acompaña actualmente. La primera vez que la vi estaba exaltada (en demasía, me atrevo a decir) y pasé por alto un montón de datos que amplían la profundidad de las protagonistas. Pero no quiero hablar de la película, a pesar de que me ha surgido una necesidad de un amor así, un amor con ese ritmo y esa fotografía.

Quiero hablar del hecho de repetir patrones y de querer cambiar y no conseguirlo nunca. Después de cada relación fallida, nos planteamos cambiar, que no vuelva a pasar lo mismo. Encontrar otra tipología de compañera que se acerque más a lo que queremos. Rosa Montero, el otro día en una entrevista por radio, decía que nos conformamos enseguida, que lo que nos gusta es el subidón del enamoramiento y que cuando esto desaparece, que sería cuando de verdad aparecería el amor, no lo sabemos llevar y buscamos un nuevo subidón. Yo ya no busco ningún subidón, para nada, me da una pereza absoluta volver a pasar por los primeros años de una relación. Lo que necesito ya es un amor maduro, relajado, que me aporte la tranquilidad que busco; que sea ya “hasta que la muerte nos separe”. Necesito vivir este otro tipo de amor, sin exaltaciones ni montañas rusas, solo el día a día, solo sonrisa a sonrisa.
Sé, por otro lado, que no lo voy a conseguir, pues para ello debieran producirse cambios y solo existen los cambios si se hacen las cosas diferentes. Si actúo como tengo costumbre, como siempre, todo seguirá igual. Y ahora viene lo divertido: no sé qué se debe hacer para hacer las cosas diferentes de cómo las hago (hoy el verbo hacer estaba de rebajas). Me he hecho un pequeño plan de ataque:

1. Ir con la sonrisa puesta (hace ya días que lo practico). Resultado, no tengo ni idea.

2. Trabajarme la simpatía. No es que no sea simpática, vamos, creo yo, lo que ocurre es que mi forma de acercarme a la gente suele ser seria y callada (por esos restos de timidez que ensucian mis relaciones).

3. Voy a intentar cambiar mi forma de vestir (ja, no sé por dónde empezar, no me veo bien con nada y prima la comodidad).

4. Hacer cosas nuevas, que no he hecho nunca.

5. Olvidarme un poco de lo cabal y dejarme llevar por lo instintivo y los impulsos (¡tiritas, plis!)

Y eso de que se nos pasa el arroz, ¡ja!, se nos pasa la edad, pero con una rapidez inusitada. Ya no me veo en la barra de ningún bar de ambiente hablando con unas o con otras. Todo esto ya no me apetece nada. Entonces, me pongo introspectiva y me pregunto: ¿qué es lo que quiero exactamente? Alguien a mi lado a quien amar y que me ame, que comparta conmigo la vida, que sigamos creciendo juntas, y lo más importante, que ya llevemos tres años como mínimo de relación. ¡Patapam! La última condición impide que sea posible. Mejor me retiro a mis aposentos que me estoy poniendo de malhumor.

20/1/17

Era de noche y sin embargo llovía

Llueve. Y la lluvia te trae conmigo. Sin quererlo. Sin quererte. Apareces en mi mente y me abrazas el pasado. Llueve. Se oye el repicar de las gotas en la terraza, en la cortina del tendedero, en la calle. Se oye, también, los coches como surcan la pátina de agua que cubre el asfalto. Huelo. Huelo a lluvia, a calle mojada, a chorretones de polución pintados sobre las paredes de los edificios. Y tú, que ya nunca estarás entre mis brazos, has vuelto. Te siento bajo el edredón, silente y ausente, noabrazada a mí, apretujada en mi mente, temiendo y temblando el amorío que surge entre trueno y rayo. Llueve.

17/1/17

Diario de una ruptura

Cuando el amor continúa en silencio

Desde el momento que pusiste las llaves de casa en mi mano, supe que la cosa iba en serio. Era yo quien quería dejarlo y al sentir el metal del llavero en la palma de mi mano me asaltaron todas las dudas y me embargó la tristeza anudando mis cuerda vocales en un llanto contenido. Sabía que desde el mismo momento en me tendiste el brazo para devolverme esas llaves en forma de libertad, todo lo que ocurriera desde ese mismo momento sería irreversible. Sé que no podíamos seguir así, pero sabemos que tampoco podemos seguir de otra manera.

La casa está llena de huecos por tu ausencia y mi corazón también. La tranquilidad que sentía se ha convertido en nerviosismo y este en insomnio. La cama vacía, fría y callada no sabe lo que ha pasado, pero me echa la culpa. Yo no me culpo, te culpo a ti. Mi vida rota, sin rumbo y enamorada para siempre de alguien que no existe, que nunca ha existido.

16/1/17

Del amor y otros momonios

Te diría muchas cosas, con una cerveza en la mano, sentadas en una mesa, frente a frente. 

Te diría que el amor no existe, que no es más que la sensación vertiginosa de sentirnos adoradas lo que buscamos. El enamoramiento es lo que queremos y cuando se pasa, cuando desaparece, aquella persona ya no nos sirve, porque queremos seguir viviendo esos días de loca pasión que nos hacen sentir vivas. La monotonía y la costumbre es lo que nos conduce a tantas rupturas. Queremos los primeros momentos de la relación, esos en los que la otra persona nos hace sentir una diosa. Esos en los que no nos conocemos y nos descubrimos, nos sorprendemos y nos anhelamos. Esos momentos en los que nos reinventamos y no pensamos ni en el pasado ni en el futuro, ni tampoco en el presente, pues este lo vivimos desde la exaltación de un amor inventado cuando no, reinventado.

Te diría muchas cosas, con una cerveza en la mano, sentadas en una mesa, frente a frente.

12/1/17

Nada de ti en mi vida

Había decidido, tras la ruptura, deshacerse de cualquier objeto que tuviera que ver con ella. No por rabia, por enfado u odio. No. Sino para dejar de sentir esa tristeza punzante en su interior. Así que un sábado, cuando el alba se desperezaba y se desprendía de su rocío, rompió en mil pedacitos los poemas de amor, cuyos versos convertidos en jirones fueron incapaces de impedir la volatilización de tan profundos sentimientos. Más tarde, cuando el sol tomaba oficialmente el cielo, tras recorrer una habitación detrás de otra, se había desprendido de papeles, regalitos, recuerdos de días perfectos donde el amor vestía las palabras, planos de viajes llenos de pasión, el muérdago de la Navidad pasada, una botella vacía de su colonia que servía como inhalador de la evocación y un sinfín de cosas más. Todo metido en una mochila deteriorada por el uso que una vez le regaló y había dejado olvidada al irse. Cuando, tras repasar, estuvo segura de que no quedaba nada en casa que tuviera que ver con ella, bajó al contenedor y no sin dolor, me deshizo de todo.

De nuevo en casa, se dio cuenta horrorizada de que aún quedaba una cosa que le pertenecía a ella. Se dirigió al lavabo y delante del espejo, se arrancó el corazón.

8/1/17

Leer de nuevo blogs

He empezado a leer de nuevo blogs. Al principio no lo hacía, me daba una pereza tremenda. Pero ayer, le dediqué un rato y me lo pasé la mar de bien. Me gusta leer y me gusta leer los post de la gente.

Volví a entrar en un montón de blogs que tenía olvidados. Muchos de ellos se hallan ya abandonados a la deriva de este inmenso océano que es internet. Otros, me sorprendió verlos que seguían activos sin tener ningún tipo de parón en toda su historia. Debo reconocer que me interesa la vida de los demás. Me gusta como la explican y verme reflejada en algunos aspectos. Creo que no somos tan diferentes unos de otros. Quien más y quien menos tiene sus propias crisis, sus fobias y sus inseguridades. Me sabe mal descubrir momentos bajos en algunas de las personas que siempre había admirado, pero esto me las hace mucho más cercanas.

Todo se la debo a Únicalectora, que anda preocupada por lanzarme de nuevo al mundo. No para de sugerirme ciento un activismos y el último que me sugirió fue leer blogs y comentar mi opinión. Creo que le debo también haber iniciado de nuevo mi escritura. Sé que a pesar de todo lo que me ha pasado nunca he querido abandonarla y he ido haciendo amagos de reiniciarla. Pero ahora la decisión es decisiva (redundo porque quiero).

Únicalectora, gracias. Sin ti, mi inicio activista sería nulo. Gracias por no desfallecer y seguir animándome.

6/1/17

Escape Room

Cuando oí hablar de ello supe en seguida que me apasionaría y así ha sido. El Escape Room, es un juego de acertijos, misterios y enigmas en vivo. Y con “en vivo” me refiero a que lo vives in situ. Es como una aventura gráfica de ordenador (con las adaptaciones pertinentes), llevada a la realidad. Te encierran en una habitación decorada con los elementos de la temática elegida (huy un sinfín de temáticas) y tienes sesenta minutos para resolver el enigma u objetivo que te dicen al entrar y conseguir salir de la habitación. Normalmente, sueles pasar de una habitación a otra, a veces por un armario, otras, se abre una puerta o compuerta y alguna vez “subiendo” por la chimenea. Se suele jugar en grupos de cuatro personas, pero hay para más.

Esas horas (ya he hecho más de uno) que me paso jugando, son las mejores de mi actual vida. El cerebro se pone a cien, se activan todas las estrategias que conoces, toda la red neuronal vibra esperando actuar. Siento una ducha de adrenalina que me acelera  como si fuera una cría pequeña la víspera de Reyes. Y a todos los del grupo nos pasa lo mismo. Es tanto el mono que crea que a veces, saliendo de un Escape nos metemos en otro. Hay de mayor y menor dificultad. Incluso hay alguno (sobre todo los de miedo) en los que hay actores dentro del juego.

Recuerdo haber sentido cosas parecidas aunque en menor grado leyendo Los Cinco o Los Tres Investigadores.

Recomiendo encarecidamente probarlo y luego decidir si gusta o no gusta. En él se ponen en juego las capacidades de cada persona del grupo. Pero, atención, también el carácter influye. Es muy divertido ver cómo se van posicionando los roles. Probadlo, y ya me diréis.

5/1/17

Comida de viejas blogueras

Hay ha sido un día sensacional. Nos hemos encontrado después de mucho tiempo y parecía que no había pasado ni un segundo desde la última vez que nos vimos. Hemos hablado de lo divino y de lo humano, pero pasando por encima, porque esta vez, lo que más nos interesaba era hablar de nosotras mismas. Nuestras vidas, han cambiado muchísimo desde que nos conocimos. En seguida en la mesa se ha creado como dos bandos. En el que estaba yo, era el bando “escorpión modo lagartija gris”. El bando contrario era todo dicharachería y felicidad. Pero todo ha sido motivo para reírnos y darnos cuenta de que debemos reunirnos con más asiduidad.

Juntas hemos pasado momentos inolvidables y quiero que sigamos pasándolos y que a pesar de que en nuestro fuero interno pensemos que cualquier tiempo pasado fue mejor (bando lagartija) aprendamos a dejarnos imbuir por el espíritu del bando contrario.

Propósito del año: no dejar pasar un mes sin concertar nueva quedada.

3/1/17

El arbolito

Cuando pienso en mi comunidad de vecinos, la Rue 13 del Percebe se queda en algo meramente anecdótico.

Un día, antes de estas fiestas, bajé a comprar y me encontré al conserje de la finca ubicando el árbol de Navidad de estas fiestas en el rincón pertinente de la portería.

–Es más pequeño que el de año pasado, que era demasiado grande. Este queda más bonito porque resulta más armonioso con el lugar.

Está puesto en un lugar estratégico, porque delante de él hay un espejo que multiplica el árbol por dos y por ende se ve todo mucho más decorado y luminoso y a mitad de precio.

–Pero sólo tengo que decorar uno –es la broma que cada año hace el conserje.

Sonreí intentando disimular que el tema arbolito me era absolutamente indiferente.

Al volver de la compra, ya había forrado el tiesto con un brillante papel de color rojo por fuera y plateado por dentro, con una lazada dorada más grande de lo que debiera que ponía en duda la “armonía” del conjunto. El conserje, escoba en mano y recogedor en la otra, estaba barriendo las hojas en forma de aguja que el abeto, en su defensa, había dejado caer al suelo.

–Esta tarde lo decoraré; ahora dejo que se asiente y se acostumbre al lugar.

–Ajá –contesté ante mi desconocimiento sobre el quehacer arbóreo.

Por la tarde, al salir de nuevo de casa, utilicé el ascensor para bajar. Cuando la puerta se abrió en la planta cero, como si estuviera esperándome, el conserje se hallaba plantado delante con una caja de cartón, en la que sobresalían bolas y espumillones, sin orden alguno, como matorrales en selva virgen.

–Ahora voy a decorar el árbol –me informó con una alegre voz–. Este año, como es un poco más pequeño quedará mucho mejor.

–Seguro –afirmé. No estaba yo para entablar demasiadas conversaciones sobre árboles y guirnaldas.

Cuando volví por la noche,  me encontré la obra de arte recibiéndome majestuosa, silenciosa e iluminada, y absolutamente sobrecargada de bolas. Parecía que el conserje no había tenido en cuenta que este año el árbol era de menor tamaño por lo que no necesitaba tantas bolas, ni espumillones, ni luces. El arbolito, cual adefesio, allí plantado parecía que me observaba la perplejidad con que lo observaba yo. Todo esto ocurría el día 22 de diciembre.

Llegaron las fiestas y me olvidé del tema del árbol y su abigarrada decoración. Estuve entrando y saliendo sin prestarle demasiada atención. El primer día laborable, cuando volví para comer a casa, me encontré al conserje delante del arbolito, decepcionado.

–Está todo mustio, y esto que he venido durante las fiestas a regarlo.

–Puede que te lo hayan dado sin raíz –dije en un alarde de sabiduría.

–No sé, pero voy a ir a quejarme –zanjó la conversación.

Y por la tarde, me lo encuentro con un spray verde en la mano pintando todas las ramas y hojas amarillentas.

–¿No has ido a quejarte?

–Sí, y me han dado este spray y me han dicho: ”píntalo, así te aguantará hasta Reyes”.

Y durante todos estos días, el conserje, spray en mano grafitea cada mañana el trozo de árbol que se ha mustiado durante la noche. 

Me niego a buscarle a esto ningún significado que me condicione el 2017.

2/1/17

Mi deseo para este año

Pues sí, quiero vivir una experiencia de película. Estoy harta de que mi vida sea corriente, monótona y previsible. Quiero vivir una historia como la de “Pretty Woman”. Quiero enamorarme locamente de una mujer imponente y que esta, a su vez, se enamore perdidamente de mí. Y que esto suceda poco a poco, con consciencia de que está sucediendo. Porque cuando vivimos inmersos dentro de una historia, no somos conscientes de lo que nos está pasando. Y yo quiero algo para recordar. Quiero que pasen los años y tener una bonita historia que recordar. La historia de un gran amor. Porque cuando yo era pequeña también tenía un sueño. Y ahora, solo tengo sueño.

¿A cuánto van las historias de amor?