29/2/12

Hay cosas que no quiero olvidar


Una canción
Casi una canción...


Siempre nos queda el espejo

Cuando la vida no es como queremos, que ocurre la mayoría de veces, y nuestras ilusiones, se ven troncadas por opiniones ajenas, solo se puede hacer una cosa: plantarse delante de un espejo y mirarse directamente a los ojos. Ahí podrás comprobar que sigues siendo dueña de tu vida. Tan solo tendrás que contemplar tu imagen y buscarte la sonrisa,  verás cómo sonreirás, no lo dudes. Deja que las rabias y las impotencias se disipen, sabrás, observándote, que estás por encima de todo. Busca la calma en ti misma, que existe, y descubrirás que no pasa nada. Todo es fácil si se comprende, y las armas de la comprensión llevas tiempo afilándolas. No te sientas presionada, si no eres tú la que buscas la presión; sigue con tus tiempos, tus espacios, tus ritmos. No permitas que tu mano tiemble si no es para acariciar lo efímero, o lo muy querido, todo aquello que con el mero tacto se marchitaría. Búscate a ti y te encontrarás, sentada en la cumbre del saber emocional, en la cima de la seguridad, en la cúspide de la tranquilidad, en el máximo apogeo de tu persona. Naciste sabia. Y si miras bien, desde la serenidad, advertirás que no te hallas sola.

Haz caso del famoso dicho dinteliano:

"lágrimas que no hacen crecer, no las dejes correr”.

27/2/12

Morir de amor

Que dulce tortura desearte. Mirarte e intentar controlar ese fuego interno que me activa las entrañas, esa quemazón a flor de piel que sólo necesita el resorte de una caricia para saltar y hacerme saltar. Control, eterno control, no es el momento. Querer besarte y vivir retardando el deseo para aumentar así el placer en el instante del beso. Mirarte, escrutarte, penetrarte a través de la mirada; imagino una y otra vez cómo mis labios rozan los tuyos sin atreverse a buscar mi lengua la tuya. Recreo la situación hasta que llego a tal estado de excitación que me lanzo sobre ti y con un beso te conduzco hasta la cama. Ahí, nuestros cuerpos desnudos se enroscan buscando el mismo espacio, mis ojos se cierran para dar rienda suelta a mis otros sentidos. Las sensaciones se acrecientan hasta que caricias, besos y sexo culminan en orgasmo para hacerme morir de amor.

26/2/12

¿Conformarse?

No, no me conformo. Nunca me he conformado y no voy a empezar ahora. Si lo hubiera hecho no habría vivido exactamente la vida que quiero, la que he vivido. Hubiera tenido menos problemas, eso seguro, pero estaría muerta, peor que muerta, zombi. Zombi como está la mayoría de personas que se limitan a transcurrir por la ella sin exprimirla. Mientras que yo me la bebo a sorbos; a grandes sorbos cuando necesito adrenalina y a pequeños y sabrosos cuando necesito intimidad, ya sabes que no entiendo de puntos medios.

No te voy a negar que cuando te rebelas y luchas por seguir tu camino, contra corriente, contra el gentío, pierdes más que ganas, pero cuando ganas, es tu triunfo, es tu momento de gloria y el sabor que obtienes te sirve impulso para seguir no conformándote con nada. ¿Crees que si me hubiera conformado nos habríamos conocido?

25/2/12

Con mal cuerpo

¡Qué miedo!

He despertado entre sudores y espasmos, soñando que me habías sustituido. La sábana estaba mojada por el miedo al ver en tus ojos cómo se tornaba burda mi imagen. Tu deseo naufragado en mi almohada y el mío, eterno, palpitando con dolor.

Me he levantado como si el calor del lecho quemara y me he venido a lo frío de otra habitación. Enciendo una vela para ver mis fantasmas titilando en la pared. No quiero mirarme al espejo, escondida tras esta mecha ardiendo busco en mi piel el reflejo de lo que realmente soy para ti. Quiero que se diluya el sueño que tras las pupilas constata que me muero si me dejas, si abandonas, si te largas, si me niegas tu infinito, si me esquivas la palabra. Solo quedaran mis vacíos escritos en torpes líneas mal puntuadas.

24/2/12

Soy feliz

Te he estado buscando siempre, ¿dónde estabas escondida?

23/2/12

Tengo un secreto

¿Qué os puedo explicar? Ha llegado de puntillas a mi corazón y ahí se ha instalado. Sin nada premeditado, ni tan siquiera hablado. Ha sucedido sin más, porque era algo que debía suceder. Me pregunto si el destino me tenía guardada esta grata sorpresa. Se ha acercado con paso firme pero caminando con lentitud para que no me asuste, mis interiores son huidizos en lo que a caricias se refiere. Me gusta porque calla más que habla y mira, mira mucho. Todo lo analiza, disfruto al descubrir cómo le pasa el pensamiento por detrás de la mirada. No apartaría mis ojos de los suyos, me quedo hipnotizada. Nos conocemos porque nos intuimos y nos intuimos porque nuestras almas comparten el mismo espacio. Si habla, callo y la miro, mientras me afloran todos los cariños. Si hablo, me escucha sin perder detalle, escrutando cada una de mis palabras para no dejar de hallarme. Es una inyección de vida, de energía, me da ganas de comerme el mundo, de perdonar y ser buena, generosa y amable. Saca de mí todas esas virtudes que no poseo y lima mis defectos hasta casi hacerlos transparentes. ¿Cómo os lo puedo explicar si no lo habéis vivido?

Voy a tratar de olvidarte

Empiezo a ser sombra y silencio, niebla extraña, quizá humo, que busca el rito  de un cuerpo en el deseo. Música que suena de asumir el riesgo iniciando un compás de miradas. Soy una pieza que has movido al azar, urgente de desvelos y tiempos infinitos a tu lado. En tu tablero, lucha eterna para que mi cuerpo se aprenda tu nombre. Mírame desde tu claridad y entiende mi codicia gozosa de ser viable en ese campo de batalla que es el amor, en cada uno de los escaques de tu vida. Evito mirarte directamente a los ojos, espejo que me refleja desnuda y sin sombra.

No quiero esperar a tenerte en el infinito, en mi memoria, pues el anhelo se habrá convertido en muerte, prefiero, mejor, suicidar el corazón a la intemperie y confesarte mi amor, y darme la vuelta, y marcharme y consumirme entre sábanas y estas teclas. Y a pesar de que voy a tratar de olvidarte, se qué mi mente podrá con ello, aunque mi cuerpo, con tu nombre grabado a fuego, sabrá que nunca te ha tenido y necesite empezar a buscarte de nuevo.

22/2/12

Vomitando

Estoy rabiosa, ese estado mío que me lleva a morder a todo el que se acerca a mí, por eso me separo del mundo, para sobrevivir después de que se pase la tormenta. Desde hace un tiempo, sabréis si me habéis leído, vengo diciendo que no creo en la amistad, en esa dichosa amistad en la que se supone que todo ser humano debe apoyarse para poder caminar con paso seguro en esta vida. Esa amistad que tengo bien claro que no existe. Lo tengo tan claro que un día decidí no dejar acercarse a nadie más. Basta de querer. Pero, tonta que es una, poco a poco he ido cayendo en las redes de personas que se han aproximado de manera paulatina y natural, por lo que he llegado a argüir que al final, estaba equivocada,  y que realmente existían personas en las que se podía confiar. He suscitado con toda facilidad un acercamiento de estas personas hacia mi interior, les he dejado saltar las murallas tras las que me escondo, he aplacado toda reacción desafiante y he permitido pasear a las advenedizas por las lindes de mi corazón, mostrándome tal y como soy en realidad. ¡Qué infructuosa pérdida de energía!, yo ofreciendo mi bizarro corazón y ellas burlándose de mí, ofreciendo yo mi casa, mi pasado, mis pensamientos y ellas teniendo esas burdas opiniones sobre mí que me han socavado. Y claro, como es normal, me he retraído hacia una actitud ecléctica en un principio, para acabar derivándola hacia un mutis por el foro. Y me exhorto a cumplir mi propia sentencia: nunca más. De nuevo ese ingente dolor que aparece cuando te consideras tonta por tropezar con la misma piedra, mientras me obligo a implementar no volver a caer en la trampa que la dichosa e inexistente amistad pone en mi camino.

En mi corazón, solo dos: mi amor y tú. No me falléis, por favor.

21/2/12

Búscame

Búscame entre la gente, soy la que te miro con intensidad. Búscame en tu cama, soy la que te ha calentado las sábanas con mi aroma para que te acaricie mientras duermes. Búscame en tu plato, seré el aliño que hará que tu vida tenga buen sabor. Búscame entre la inquietud, ahí estará mi mano para darte seguridad. Búscame en tus lágrimas, las sorberé con mis labios y con ellas tu tristeza. Búscame en tu alegría, me encontrarás al lado dejándote ser. Búscame, y el día que no quieras buscarme, caminaré en silencio por tu sombra, guardándote la espalda.

Morir

No puedo ser yo. Este no es mi rostro, ni mis manos. Ni mi voz, que aún sonaba enferma; ésta traspasa el alma y se clava directamente en el corazón de las tinieblas. No es este mi cuerpo, que camina decisivo dando la espalda al alba. Ni esta mi cabeza, degollada, de la cual ya no borbota sangre. Pero sin embargo esta es mi mente, sorprendida, pero clara,  que se deja hacer y ofrece sus labios, sin lucha, para que sea expirada el alma. El barquero, recoge una enganchosa amalgama negruzca y la pone dentro de un saco; ilusiones y deseos muertos que nunca llegarán a puerto alguno. La imagen, mi imagen desaparece dentro del interior del espejo, tal como hace el día dentro de la noche y la vida dentro de la muerte. ¿Es esto realmente morir?

20/2/12

Esperando la locura

Quizá los árboles se den cuenta, quizá el silencio me lo oiga gritar, quizá eso sí sea una condena, quizá, algún día, podrá el dolor cicatrizar.

Permíteme hoy hablar,

de las caricias que mueren en las manos y que nunca tu piel podrán  rozar, de los deseos despeñados en barrancos a fuerza de aplacarlos una vez, y otra, y otra más. Del amor mal considerado, del tiempo perdido en sollozar, de miradas guardadas con candados evitando el corazón enseñar. Del tiempo, ladrón, que robó nuestros momentos, sin tan siquiera preguntar, si por el amor vivido a destiempo valía la pena luchar. De tu silencio y de mis lamentos, de la ilusión de esperar ese anhelado milagro sabiendo que nunca ocurrirá.

Permíteme hoy hablar, mientras me fumo la vida, en esta mesa vacía, con velas y bien servida,  esperando a que la locura se digne a venir a cenar.

19/2/12

Algún día...

Me he levantado suicida. Cuando he llegado a la estación mi tren estaba anunciado como  de inminente salida. Ya había descargado a los pasajeros que bajaban en esa estación y  yo estaba tickando, esperando la eternidad que la máquina necesita hacer ruiditos para devolverme la tarjeta multiviajes. Me faltaba bajar la escalera no mecánica que tenía acceso a los andenes. La megafonía no paraba de repetir que el tren estacionado en vía ocho estaba a punto de salir. Así que aceleré el paso, más de lo acelerado que lo acostumbro a tener y cuando me disponía a bajar el primer escalón me encontré con una marea humana que subía ocupando cualquier espacio libre, tal como la materia gaseosa ocupa cualquier volumen. Sin pensar, cogí carrerilla y salté cuál gacela sin saber demasiado bien donde iba a caer. Eso sí, por la derecha, iba por la derecha de la escalera, que no vale la pena perder el civismo.

Y allí me hallaba yo, cual skiner en medio de un fragoroso concierto,  volando por los aires sin saber en qué momento me iba a dar el trompazo. La cara de la gente no tenía desperdicio, y la mía debía ser de órdago. La sorpresa, fue descubrir que la gente, siguiendo las leyes de los Gases Nobles, se apretaba más contra el grupo dejándome acceso.

Ahí estaba yo, trotando escaleras abajo totalmente concentrada en poner el pie bien apoyado en el escalón para seguidamente impulsarme, así, sucesivamente hasta llegar abajo. Creo que los saltaba de cuatro en cuatro o de cinco en cinco. El caso es que no he perdido el tren, ante la sorpresa de los pasajeros que han visto cómo se plantaba en medio del vagón con un salto desde el andén, así, como por arte de magia, Superdintel, que acababa de hacer un descubrimiento: su menisco.

Dintel, único animal que tropieza siempre con la misma piedra

Sé que no se irá, pero de alguna manera me hace sentir mejor. Los días en que la vida duele tanto y la decepción cubre el cuerpo como de si una segunda piel se tratase, la mejor manera de sobrevivir es debajo de una ducha. Así que, sin más, me he desnudado dejando la ropa, tal como me iba despojando de ella, en el suelo, y me he metido bajo la ducha; el agua, más caliente de lo normal, para que la quemazón sobre la piel duela por encima del sentimiento. Sin moverme, he dejado que cayera sobre la nuca, sobre el cuello, sobre la cabeza. Que las gotas resbalaran por la cara y se mezclasen con las lágrimas. Pretendía, ilusa de mí, que el agua limpiara la dolorosa sensación de fracaso que me oprimía y me obligaba a respirar con aceleración.
Pero a veces lo que nos parece favorable nos desfavorece; así que esta ha caído sobre mí como si fuera una losa y el desasosiego que sentía ha aumentado. De inmediato, como instinto protector, me he puesto de cuclillas y me he sentado en el suelo abrazando las rodillas, buscando esa posición fetal que nos hace parecer indefensos, pero que de alguna manera, acuna ligeramente el malestar del corazón.
El agua seguía cayendo sobre mí, pero de una forma menos punzante, parece ser que la postura es en realidad más protectora de lo que pensaba. Volver al vientre materno. Sin haber tenido contacto con nadie. Sin que te hieran, ni decepcionen, ni se aprovechen de ti, ni te rechacen.  Volver a ese útero protector y cálido que no dejaba entrever la realidad de la vida. ¡Quién pudiera en estas ocasiones!
Queriendo aplacar el dolor, mis dedos han encontrado el camino hacia mi sexo, han pasado la frontera hasta su interior y me han acariciado. Les gusta tomar las riendas de mis actos, han paseado entre mis labios para llamar la atención a mis pensamientos. No hay nada más patético que masturbarse llorando, así que no me ha quedado otra opción que tragarme las lágrimas y dejar a mis manos hacer, conocen bien el camino hasta el orgasmo. El agua al final, cómplice, ha acabado ayudando.
Tras el clímax, nada había cambiado. Qué tristeza levantarse del plato de ducha pensando: ¡qué me quiten lo bailado!

16/2/12

Harta de la vida

Quisiera desaparecer, perderme en el abismo donde no importa si se está vivo o muerto, donde el eco sordo de tus propios gritos absorbe cualquier queja y la convierte en suspiro, y expirar y morir.

No más dolor, no más lágrimas, flotar a la deriva hacia donde la vida quiera llevarme y consumirme contemplando mi propia muerte, con el único dolor de no volver a ver tus ojos.

15/2/12

Construyamos el poema

Palabras, miradas y gestos, te voy a regalar y a Kronos implorar que el tiempo ralentice y vuelva lenta la velada, sensual. Te acariciaré con mi voz para hacerte olvidar que el alba finiquitará la noche y precipitará su final. Pero, antes, déjame ser sierva de tus antojos, concédeme el placer de reflejarme en tus ojos, y dame ese beso secreto que guardas callado en tus adentros. ¿Qué salvaje naturaleza, quiso impedir nuestro encuentro?

14/2/12

Voto

Intentar buscar palabras más allá del te quiero es una cursi aventura que si no tienes un potente imaginario te hará caer en las manidas metáforas que se quedan a nivel de lectura sin llegar a la emoción.

Déjame estar a tu lado y el tiempo, mi aliado, a mi "te quiero", dotarle sabrá de su significado, amor.

13/2/12

Siempre luce el Sol

Así he empezado el día, triste, nerviosa y a cada paso que daba más vacía, destrozada por los bombazos de la incertidumbre que crea este estado. He intentado, en vano, descubrir qué motivo dirigía esta ofensiva interna de mí contra mí misma y no he hallado ninguno que cuadrara con este despliegue de tristeza. Y en medio del fragor de mi batalla, me he encontrado con tu mirada, me ha cubierto con su manto de tranquilidad, qué bien me he sentido bajo su calor.

Desaparecen inseguridades y angustias, tristezas y miserias, absurdos dolores y penas cuando me cruzo con tus ojos. ¿Cómo quieres que no mendigue tu mirada?

12/2/12

Sin parar de buscar

En medio de mis susurros, la vida regresó y el alma, que había permanecido muerta durante tanto tiempo se iluminó. Bordeó la luz los objetos de mi pasado y te vi. Estabas ahí. No me eches la culpa de no ver en la oscuridad, no hiciste nada para ello. Escúchame. Poco a poco vuelvo a caminar, a charlar y a respirar. Me haces estar alegre, con energía, en un estado de permanente excitación. Me permites tamizar las incógnitas del pesar, el dolor y las sombras de otras cosas en simples ecuaciones exponenciales y pasarlas a palabras. Mis estimadas palabras, aquellas que durante tanto tiempo había perdido. Ya no paseo entre quejumbres buscando, ahora te miro e intento en tus claros ojos el deseo de poseerte. Ahora, te cojo entre mis brazos y te beso, te beso con pasión de enamorada y te acaricio, te acaricio como si no me creyera que por fin te he encontrado. Tantos días buscándote, ¡oh, mi musa!

10/2/12

Mi día de hoy

Cuando me despierto con el deseo que provoca el amor en una noche de sueños y pensamientos sé que voy a pasar el día en un estado de excitación. Estoy sentada en el tren y es como si mi cuerpo y mi mente se hubieran quedado prendidos de esas cálidas sábanas que recogen y callan el aroma de la verdad. Siento el roce de estas sobre mi desnudo cuerpo mientras imagino que son tus manos, tus caricias que inspeccionan mi cuerpo con ansia de aprendérselo. Y arqueo la espalda para contestar al placer que me provocas. Te noto juguetona por todo mi cuerpo e intento disimular para que ni mis gestos ni mi mirada me acusen de todo lo que me haces sentir. Estoy bien quieta. No quiero perder la sensación. Cierro los ojos para recrearte con más intimidad. Me pierdo en el deseo, me viene tu olor y las sensaciones empiezan a convertirse en físicas. Mi cuerpo ha pasado a un estado incorpóreo donde todo es estremecimiento, exaltación. Te beso con delicadeza y dulzura, no queriendo romper la imagen. Me invade tu sabor. Despacio lo recojo de mis labios y trago saliva para hacerlo mío para siempre. El estómago se me encoge, parece que se le dé la vuelta. El nerviosismo me invade, intento controlar la precipitación. Te noto tan dentro que ya no distingo si eres tú o soy yo, ni si tú me posees a mí o soy yo quien está dentro de ti. Suspiro profundamente para cambiar el aire que hace rato contengo. Abro los ojos despacio, el inconsciente me recuerda donde estoy. Cuando vuelvo en mí me descubro con las piernas apretadas una contra la otra y húmeda, muy húmeda, con todo el calor concentrado en un punto y palpitando tu nombre a ritmo de amor. El deseo continúa. Cierro los ojos y vuelvo a empezar. Qué hermoso bucle mientras espero que me sacies.

8/2/12

El silencio de la amistad

No creo que sea algo que haga ruido, ni tan siquiera en el momento en que se desarrolla el germen. Germen, ¡qué bonita palabra! Aparece de forma imperceptible, sin saber muy bien por qué. Supongo que la mano del destino, jardinera de todos los gérmenes, tiene mucho que ver. Al menos, al principio. Y ahí está ese recién nato sentimiento, solo en el mundo, desconocedor de cuál es su objetivo. Pediría alimento a gritos, si pudiera, pero simplemente es capaz de mirar y esperar a que demos el paso, en un principio inconsciente, para poder crecer. Crece a la vista de todos, pero el humano, tosco en apercibir procesos, no para atención en ello.

Un buen día, nos encontramos con una amistad de golpe, con tanta naturalidad como costumbre, como si fuera para lo que hubiéramos estado predestinadas; una amistad que ha crecido, como todo lo que crece en la naturaleza, en silencio.

7/2/12

Vida junto a Charles

200 años más tarde del día del que naciste, me hallo escribiendo sobre ti. ¿A qué nunca  te lo hubieras imaginado?
¡Dintel escribiendo sobre mí! No puede ser. Debe haber un error.
Podría empezar hablar de ti, contar toda tu vida, todo lo que has aprendido, has realizado, has creado, sabes que te conozco bien, pero dejaré que otros más ilustrados lo haga. Hoy, mis palabras solo tienen un fin: agradecerte todo lo que has hecho por mí. Tu fiel amistad, incondicional en todos los casos, ha hecho de mí parte de lo que soy. Sin ti no lo hubiera conseguido.
Gracias por haberme entretenido al principio de mi vida lectora, cuando alguien me regaló las Joyas Literarias Juveniles. Ahí estabas tú; ahí te conocí.
Gracias por dejar que juntaran toda tu obra en aquel tomo que ponía: “Obras completas de Charles Dickens”. Del cual, no queriendo criticar, nunca estuvieron completas, ¿te acuerdas que panzón de reír cuando lo fuimos descubriendo? Ahí fue cuando descubrimos que todo lo escrito no es cierto.
Gracias por tener una mente abierta y despierta y permitir que la TVE y en su defecto el UHF, (¿recuerdas los golpes que le dábamos para cambiar de canal? Estábamos casi todo el tiempo tocando la antena de dos astas intentando sacar la nieve de la pantalla), a lo que iba, gracias por permitir pasar cada Navidad alguna adaptación o versión de tu “Cuento de Navidad”.
Gracias por pasarte conmigo noches enteras para intentar hacer una adaptación teatral de “Scrooge”. Quedó genial, gracias a todos esos detalles que se te iban ocurriendo.
Gracias, también, por presentarme a Wilkie. Durante aquel tiempo formamos un buen equipo. De vez en cuando lo sigo viendo y pasamos muy buenos momentos.
Gracias, por todas aquellas tardes en el sofá de casa abrazándote y oyendo en mi mente cada una de tus palabras.
Gracias, sobretodo, porque lo poco que sé de narrar me lo has enseñado tú.
Gracias por presentarme a Oliver, Samuel Pickwick, a Nell Trent, a Barnaby, al señor Scrooge y a Bob  Cratchit, a Martin Chuzzlewit, a Dombey e hijo, a David Copperfield, a Esther Summerson y la Señora Jellyby, a mi estimado Pip, a Dorrit, a Lucía, y al ausente John Harmon.
Me queda camino por andar, esperemos. Solo te pido: no te separes nunca de mi lado.

Agradecida


Siéntate a mí lado, solo quiero cogerte la mano y mirarte a los ojos, es una manera de que no me sienta perdida en la inmensidad de mis inseguridades. Porque desde que te conozco, piso con más firmeza porque sé, que siempre hallaré tu mirada dulce al final de mis actos. ¡Cómo ha cambiado mi vida desde que tú estás!

6/2/12

¿Me notas por dentro?


Me encanta llegar al alma de las personas que amo. Sortear cada uno de los impedimentos que estas ha ido construyendo a lo largo de su experiencia como protección contra la vida y sus circunstancias adversas. Me gusta pararme en cada recoveco y observar  a qué profundidad me hallo y lo lejos que queda todo lo superficial. Me gusta acariciar las paredes de los lugares donde poca gente ha tenido acceso y encontrar momentos vividos procesados por el tiempo y el pensamiento. Me gusta besar cada cicatriz que, como señal informativa, me indica que no equivoco el camino al mismo centro de su esencia. Y cuando llego y encuentro la desnudez en su estado puro, siento gozo; un placer convertido en extrema sensibilidad, me vuelvo tierna, cariñosa y protectora. Es la forma más sexual que conozco de hacer el amor con alguien.

5/2/12

Polina

Es que no puedo pasar por delante de una librería y más si es mi preferida, llena de novelas gráficas y de dependientes amables que te buscan aquella con la que vas a disfrutar más. Normalmente está otro chico atendiendo, pero el dependiente nuevo, que no conocía, me dijo que estaba de vacaciones. Le tuve que volver a definir mis gustos y sin dudarlo, se dirigió al estante más próximo de la puerta y cogió este maravilloso libro.

Los gráficos son sencillos, limpios y sólo utilizan un gris, el negro y el blanco. Me han gustado muchísimo. Son minimalistas, no dibujan mil objetos, ni detalles, ni acaban de dibujar las habitaciones, cosa que hace que centres la atención en el personaje. Vamos, que me ha encantado ir leyendo y perderme en el trazo que me va a indicar la expresión, la postura (en este caso muy importante, pues la protagonista es una bailarina) y la acción.

La historia es de lucha y superación, tema que estos días necesito como el agua pues me hallo inmersa en cambios inesperados. Al ir avanzando en la lectura y pasar las páginas, estas sueltan un agradable olor, al menos para mí, a tinta, que me hace viajar a la niñez, cuando las tintas eran mucho más fuertes que las que utilizan ahora. Ayer, por la noche, sentada delante del ordenador, me lo fui leyendo poquito a poquito, disfrutando de todo lo que me estaba ofreciendo el libro. Por cierto, acariciar sus tapas duras mientras se lee es puro placer. Solo me faltó probar qué sabor tenía.

3/2/12

Agua que no has de beber...

Desnuda caminabas hacia mí. Llovía. Cada gota memorizaba tu cuerpo haciendo resbalar sus hipótesis plateadas por tu piel. En el seno derecho, dos de ellas profundizaban la curva, se revelaban contra la gravedad, pretendían que el calor las hiciera evaporar. El resto de gotas, vestimenta oportuna, se unía al débil latido de lo subyacente, nuestro atrofiado amor.

¿Y esto puede tener título?


Tenía la rabia subida a la cabeza y golpeó al niño derribándolo. Justo en el momento en que el puño tocaba la tierna carita notó que algo se multiplicaba. Miró a su alrededor, todo en la habitación quería ser asesinado. Las sombras de los objetos se arrojaban al suelo sobre el cuerpo caído para intentar protegerlo. Al verlo, le lanzó una patada con el tacón. El niño convirtió el llanto en gritos. La luz se había protegido en el rincón opuesto de la habitación, tratando de pasar inadvertida. Los berridos se le clavaban en el cerebro; una nueva patada, calló de una vez por todas al chaval.  Coágulos de ira se arremolinaban en sus puños. La presión de tenerlos cerrados veteaba su piel y sentía su propio nombre como una gran fatiga. Vivía desde hace tiempo en ese callejón que es la furia. Miró de nuevo la habitación; todo estaba inerte. Los objetos le miraban con temor e intentaban refugiarse en la cotidianidad y en el olvido. Él sentía la guerra perfectamente en su interior, no simplemente una guerra, si no su guerra. Qué poco le había durado el niño. Se despojó de la razón, alzó el puño y comenzó el ataque; no debía quedar ser alguno, ni animado ni inanimado, con vida.

2/2/12

Vida fácil

La niña pensaba que vivir sería fácil. Lo habían hecho todos sus antepasados y queriendo ser minuciosa, hasta lo había hecho toda la humanidad. Entonces, ¿qué dificultad podría tener vivir? Nunca se había considerado tonta; es cierto que le costaban  los sobresalientes, ella siempre se había movido entre bienes y notables, excepto aquella vez que suspendió la plástica, el dibujo lineal y el compás no eran su fuerte, y los rotring, menos.

La niña, como cualquier niña, tenía muchos planes. Tenía claro su futuro: primero sería médico, luego se casaría y luego tendría hijos, eso sí, sin dejar de trabajar, que a ella nunca le había gustado eso de poner y quitar la mesa. Hasta hacía poco quería ser veterinaria porque le gustaban mucho los animales. Pero hace poco, cuando tuvo que decidir qué carrera estudiaría pensó que mejor tener un perro y un gato en casa y estudiar medicina. Seguí sin ver la dificultad de vivir. Siempre tenía una opción, un camino que tomar. Todo consistía en pensar, encontrar soluciones y tomar decisiones.

El tiempo pasó, y esa niña, que ya no lo era tanto, se licenció en medicina rodeada de familia, amigos y novio, un buen chico, médico también, con el que compartía piso desde hacía tres meses. Los dos trabajaban en la misma consulta. No ganaban demasiado dinero, pero les llegaba para vivir sin ahogos.

La niña, que ya no lo era, seguía convencida que la vida era fácil. A ver, le había costado sacarse la carrera, sobre todo la asignatura de bioquímica que la trajo de cabeza más de tres años; también le estaba costando estabilizarse laboralmente con un sueldo apropiado a sus estudios, lo de la consulta era temporal, quería trabajar en un gran hospital; a penas veía a su marido pareja porque hacían turnos diferentes y los fines de semana los tenían hipotecados, sería más correcto decir esclavizados, en la dichosa consulta. Pero ninguno de esos esfuerzos iban más allá de lo normal para poder situarse en la vida. Con estos pensamientos se dormía cada noche acurrucada entre el abrazo ergonómico de su novio.

Un día, mientras se tomaba un café en el bar de la esquina del trabajo, levantó la vista del periódico, su mirada coincidió con la de una mujer que estaba leyendo la prensa en la mesa vecina. Supo, en ese mismo instante, que su vida, nunca más, volvería a ser fácil.

1/2/12

Una sola pregunta

¿Por lo que sabes de mí, me seguirías?