31/12/10

Solo para ti

Por favor, léeme línea a línea y entre líneas, pues quiero que mis palabras se muevan por tu interior como si una corriente de calor te cambiara la polaridad de tu persona. No va para nadie más que para ti, así que todas las demás absteneros de leer este escrito, que más que un escrito es un susurrado, pues de tan acuciado deseo pierdo hasta el aliento.

Sin poder tenerte. Sin poder tocarte. Sin que lo sepas. Te hago el amor cada noche perdida entre sábanas de insomnio. Desnudo la imagen que creo de ti en mi mente y poco a poco, mis manos empiezan a acariciarte y empiezo a acariciarme. Tú eres yo y yo soy tú, pues fundo la percepción mental con la física y te hago gozar mientras gozo; no aguanto más sin tocarte. Somos la fusión de dos cuerpos que buscan complementarse sin dejar espacio entre ellos. Emanamos la agresividad que provoca el juego de mandar sobre la otra mientras que la sumisión de deshace en anhelos. Mis dedos se hallan perdidos por tus adentros y mis adentros, notando la cálida humedad desde mi sexo hasta mi cerebro. La boca se me hace agua y jadeo. No quiero llegar a culminar el acto porque se me acaba el sueño. Qué erótico es desearte y no tenerte y morir cada noche en el intento.

30/12/10

Anónima

Ella empuja un carrito verde. Barre, barre y barre y echa dentro del cubo que hay en el carrito verde toda la porquería que va recogiendo de las aceras. Me la suelo cruzar cada día en el mismo parque. Mientras yo camino con prisa hacia mi trabajo, junta con una escoba la hojarasca y los papeles esparcidos por el espacio de los columpios. Los primeros días, ni la vi. A pesar de que el tiempo no me apremia tengo la costumbre de caminar rápido como si llegara tarde a todos los sitios y con el pensamiento velozmente adelantado solucionando problemas de antemano que lo mismo nunca llegan a surgir.

No sé que fue, si es que la imagen se volvió cotidiana o si aquel día no estuve perdida en mis pensamientos, pero la miré. Nada más verla, descubrí que ya lo había hecho antes, lo que en realidad hice en ese momento fue fijarme en ella.

Tiene una cadencia de barrido lenta, acompaña la suciedad con la escoba hasta el lugar donde la va amontonando. En su gesto, no se descubre brío ni energía alguna, más bien parece monótono y carente de vida, pero no por ello certero y efectivo.

Al día siguiente, camino con más lentitud, necesito conocer más sobre ella, su forma de barrer, tan diferente a la mía, me ha creado una inquietud curiosa por saber detalles sobre ella. Barre sin escuchar música, eso es que prefiere escuchar sus pensamientos. No levanta la vista de su trabajo, pero, ahora que la observo con más atención, tengo la sensación de que barre de forma automática. No veo ya por ningún lado la cadencia que el primer día creí ver.

Los siguientes días, cuando pasaba por el parque, la veía haciendo lo mismo: barriendo, sin más. ¿Cómo había podido tener esa sensación el primer día que la observé?

Una vez más, pasé por delante del parque, temprano, como siempre, pero esta vez paseando, mirando los árboles, los columpios, los bancos, pero sobre todo a ella. Debía controlar la hilaridad de pensar que nadie pasea a las siete de la mañana por muy primavera que sea. Descaradamente me senté en uno de los bancos del parque, el que mejor me permitía observarla. Era absurdo pasear sin querer avanzar.

Me senté como quien espera a alguien. Como quien espera a alguien y no tiene prisa a que llegue. La estuve observando un rato. Barría y barría y no levantaba la vista del suelo. Miré el carrito con el que el ayuntamiento dota a todo barrendero y pude observar que se veía pulcro y con la bolsa de basura puesta con conciencia en el cubo. Arriba, colgando del asa que se utiliza para empujarlo colgaban de una cadenita de plástico casi una docena de chupetes.

Cuando volví mi mirada sobre ella había dejado de barrer. Me miraba tristemente. Me había sorprendido observando sus chupetes. Se acercó a mí arrastrando la escoba por detrás de ella. Se plantó delante del banco y me dijo:

—Soy incapaz de tirarlos.

—¿Por qué?

—Cuando eres joven tiras todo lo que te molesta, así, sin pensarlo, y luego, nunca más lo puedes recuperar. Y por mucho que revuelvas en la basura lo vuelves a encontrar.

—¿Qué tiraste tú?

—A mi bebé.

Y sin esperar mi reacción se fue hasta el lugar que antes estaba barriendo y continuó haciéndolo con esa cadencia vacía de toda vida.

29/12/10

¿Quién quiere lógica si de mi se trata?

“Nos tomamos muchas molestias para fabricar nuestros pesares y nuestros temores.” Alain

Poco a poco, ladrillo a ladrillo, construimos ese pozo en donde lanzar y olvidarnos de nuestros miedos, de nuestras penas. Lo único que conseguimos así es enquistar como la ostra enquista en perla un grano de arena, agrandándolo poco a poco. Nuestro enquiste carece de la belleza de la perla, su belleza radica en la posesión de un corazón propio, latente y destructivo que un día explota haciéndonos reaccionar de forma que el prójimo no entiende, pero que nos define.

Podría rascar cada uno de los enquistes y tirar mis pesares y mis temores bien lejos de mí, pero haciéndolo, desaparecería con ellos. Soy quien esconde sus miserias y las rodea de olvido, y las entierra en las profundidades de su ser. Sin ellas no soy ni existo.

28/12/10

Diario de un ama de casa desquiciada

La vida no sé si es curiosa o si es muy ella, el caso es que siempre impera sobre nuestra voluntad. Con ello quiero decir que me las prometía feliz delante de mi ordenador, sacándome trabajo atrasado de encima y acabando futuros trabajos a los que luego no tendré tiempo de dedicar, pero no ha sido así. Se requería mi presencia familiarmente, el router dijo basta y mi estado anímico necesitaba un descanso de todo, así que llevo más o menos una semana perdiendo el tiempo entre unas cosas y otras. Ahora, eso sí, todo el arrepentimiento me aflora y la necesidad de recuperar el tiempo perdido se alza en ristre. Y ¡aquí estoy!, actualizando mi blog a modo de calentamiento para embestir esas famosas listas que, no han aumentado, pero tampoco han disminuido.

Eso sí, he leído. He leído de aquella manera que me gusta leer a mí: medio estirada en el sofá y de forma seguida, empalmando un libro con otro. Parando para prepararme la comida y poco más. He leído y me he reencontrado, pues andaba un poco perdida en las necesidades de los demás y esto suele ocurrir cuando una no quiere enfrentarse con su propia vida.

El libro está bien, se lee muy rápido. No me ha apasionado como otros, pero estoy contenta de haberlo leído. Precisamente, conozco a una mujer que se halla un poco en esa situación y al ir montando el personaje me la imaginaba a ella. Se lee con una sonrisa en el alma, pero sin llegar a la carcajada. La historia no es más que el escenario para poder presentarnos al personaje así que casi ni me acuerdo de ella. Como su nombre indica pertenece al grupo de diarios, pero así como en Bridget Jones todo el rato eres consciente de que estás leyendo un diario, aquí la narrativa es mucho más cercana a la novela, al menos, yo me olvidaba que era un diario hasta que veía que cambiaba de nuevo la fecha del capítulo.

Justo acabarlo inicié la lectura de otro, que tengo a medias aún y del cual os hablaré más adelante, en el que sí que me estoy muriendo de risa, más que nada por la ironía con la que se nos explica la historia. ¡Qué gusto leer! De verdad, no entiendo cómo puede haber gente que no haya descubierto la magia de la lectura. Ya sé, porque lo veo, que se puede vivir sin ella, pero cómo yo no podría me es casi imposible sentir empatía por estas personas. Me gustaría que vieran el asunto desde mi perspectiva. En fin, supongo que si la lectura fuera placer de todos, aun serían más caros los libros. Mejor me callo.

19/12/10

Picnic en Hanging Rock

Esta es una de mis editoriales preferidas y si el libro está escrito por una mujer, mejor aún. Así que por esta vez todo coincide. Me lo he leído casi de un tirón, con ganas de llegar al final y saber cómo acababa. A pesar de ello he disfrutado con cada una de las descripciones y sobre todo con la manera en que la autora tiene de sacarnos de la historia que para volver a la novela.

He estado buscando la película, pero no la he podido encontrar. Me hubiera gustado ver cuán fidedigna era.

Vale la pena su lectura, de verdad.

17/12/10

Lo que me faltaba

Como necesito un descanso mental y a la vez físico, que tengo los glúteos agujetosos de andar todo el día encorvada como el mango de un paraguas, sin quererlo, prometo, casi, que ha sido sin quererlo, me he vuelto a enganchar a los juegos de aventura gráfica. Siempre han sido mis favoritos. Los de arcade están bien, pero sólo para un rato. Luego, me aburren. Los simuladores, nada, nunca he conseguido dominar una. Creo que me harté de estrellar aviones y coches de carreras. Me gustó mucho el famoso de la granja, pero como soy un ser asocial me cansé de inventarme vecinos.

Ahora estoy metida en LA AVENTURA, jugando a ser Sherlock Holmes y en ocasiones Watson. Me estoy divirtiendo, pero nada que ver con mi maravilloso Monkey Island, o Maniac mansión y sus tentáculos, o incluso mi Indiana Jones.

Creo que empecé jugando con el primer juego que se inventó de aventura gráfica, el LOOM. Era un aprendiz de mago que al ir viviendo experiencias aprendía nuevos hechizos que se lanzaban tocando una musiquilla con el teclado. Para mí, que venía de la máquina del millón y el futbolín y más tarde el tenis y el comecocos, aquel juego fue un verdadero shock. Miento. Ahora recuerdo que tuve un Spectrum y que jugaba a un juego bastante infantil en el que eras un jardinero que tenía que ir matando unas abejas que se te comían la flor, no pienses mal, que te conozco (sí, va por ti), y las matabas a base de echarles un insecticida encima.

Bueno, el caso es que estoy más feliz que un azofaifo (més feliç que un ginjol).

14/12/10

La lista de Dintel

Cuando el trabajo ataca, como en esta temporada, una forma de que deje de martillear mi cabeza es escribir una lista exhaustiva de todo lo que tengo que hacer. En un DinA4 apaisado coloco dos columnas: la de la izquierda es la del trabajo más inminente a tener acabado y la de la derecha es del trabajo que será el inminente cuando la primera inminencia esté acabada. Cuál es mi sorpresa cuando descubro que de la primera columna voy tachando trabajos hechos (cosa que produce gran placer) a la vez que voy añadiendo más (cosa que se acerca más a la desesperación). ¿Llegaré a tachar alguno de la segunda columna? Una nueva inquietud martillea mi cabeza.

12/12/10

Turronada

Famosos se han hecho los turrones de dintel que esta vez los hemos hecho en un lugar casi idílico. Un grupo de cuatro cocineros, reunidos con un solo objetivo: turronar. He aquí el resultado.































Agost de Tracy Letts, dirigido por Sergi Belbel

Últimamente me apetece ir poco al teatro. Mi vida se ha vuelto mucho más casera y ermitaña, sin ganas de salir por el mundo ni ver lo que este tiene que ofrecerme. Después de la dura (cansada más que dura) jornada de trabajo lo único que me apetece es regresar a mi hogar a disfrutar de ese merecido “descanso del guerrero”. Pero ayer me convencieron, no sin oponer resistencia, pues me levanto a las cinco y la obra duraba de las 20 horas hasta las 00 horas 15 minutos. ¡Cuatro horas y cuarto! ¿A quién no le echa para atrás este simple argumento? Dormiría, si todo iba bien, casi las mismas horas que dura la obra.

Otra de mis dudas, era el miedo a tener que luchar contra el sopor, aquella sensación de que el ritmo de la obra se convierte en una suave cadencia y los focos del escenario más amarillentos que nunca hacen aflorar el cansancio del día, al cual la monotonía del diálogo le sirve de nana; tú luchas por mantenerlos abiertos y cada vez que levantas los párpados la escena ha avanzado un cierto tiempo. Esa sensación es horrorosa y mucho se acentúa cuando descubres que tus vecinos de asientos son conscientes de tu estado porque unos chivatos cabeceos los mantienen en todo momento informados.

No. No sucedió nada de todo esto. Si el montaje era brillante, el texto lo era mucho más y la interpretación, divina. Emma Vilarasau y Anna Lizarán estuvieron brutales. No sólo ellas, que me encantan, si no todo el elenco. Conociendo a Sergi Belbel, el director, era de esperar; en ningún momento pensé que la obra pudiera fallar por el casting.

También disfruté mucho de la estructura de la obra, de cómo el autor dosifica la información y nos la hace llegar. El humor es vehículo de transmisión pero también de distensión. La cruda realidad que nos muestra va adquiriendo una tonalidad de acidez que no desaparece hasta el desenlace final, donde la violencia de los hechos hace reducir la propia respiración a la mínima existencia.

Esta es la obra que siempre he querido escribir. Cuando la pereza me venga dadme una patada, no hay excusa para dejar de ir al teatro. Por cierto, mi crítica no es más que mi opinión, y una opinión no sienta cátedra.

8/12/10

Tiempo de vida

Me compré este libro porque mi segunda novela (aun no he acabado la primera) quiero que trate de un padre. De la relación de una hija con un padre. Por eso, cuando me lo aconsejó mi librero no dudé en comprarlo. Me costó un poco engancharme, a pesar de que me interesaba la forma en la que trataba el tema de la relación con su padre. Por primera vez me he leído un libro desde un punto de vista analítico con la estructura, el lenguaje, y “los recursos” que el escritor emplea. No es la manera en la que yo quiero escribir el mío, pero me ha ayudado mucho.

Al concluir el libro me he dado cuenta de que me había llenado. De que a pesar de que esta vez la lectura era un ejercicio he disfrutado con la trama y con los personajes.

Volví a la librería mientras me lo estaba leyendo y hablando de él con mi amigo librero me dijo que estaba gustando bastante y que se empezaba a considerar como bueno. Al no haberlo concluido no supe qué opinar. Ahora, sí, creo que es bueno, muy bueno. Más que nada por la forma de explicar una relación, que según parece es autobiográfica. A mí me ha valido mucho la pena leerlo. No os puedo decir más.

En el post anterior copié un fragmento que pertenece a este libro.

7/12/10

La vida no se detiene

Es tan difícil encontrar palabras de consuelo. Y más que palabras, pues me hallo sumida en el silencio, es difícil encontrar rincones en las entrañas donde el pensamiento no pueda acceder. Sucedió este día 3, una llamada anunciaba tu partida. Desde entonces busco el tono en mi escritura y el temple en mi persona. Busco palabras con las que llenar hojas y hojas evitando así derramar el vacío que siento pánico de poseer.

Leo:

Se necesitan muchos días sin oír al teléfono la voz de una persona para acostumbrarnos a su ausencia: se necesitan muchos días reprimiendo el impulso de llamarla para acostumbrarnos a que ya no contestará, se necesitan muchos días guardándonos comentarios que solo a ella haríamos para acostumbrarnos a que en adelante será así, se necesitan muchos días preguntándonos qué diría de algo sobre lo que, sabemos, tendría opinión más certera que la nuestra para acostumbrarnos a que a partir de ahora deberá bastarnos con nuestro criterio, se necesitan muchos días mirando sus fotos para acostumbrarnos a que son las fotos de un muerto, se necesitan muchos días contemplando lo que nos legó para acostumbrarnos a que ya no es suyo sino nuestro, se necesitan muchos días haciendo recuento de vivencias comunes para acostumbrarnos a que jamás se repetirán, a que solo nos queda la memoria. Una memoria, además, que no permanece inalterada.

Leo esto, concuerda con lo que siento y desespero.

30/11/10

La mirada condicionada

Recuerdo que de niña tenía una madre que no tenía edad porque sencillamente era mi madre. Una señora como todas las madres del mundo. No veía su vida más allá de mí y de mis hermanos. Dedicada a darnos de desayunar, plancharnos nuestros uniformes, encargarse de que tuviéramos la bata y los libros en la cartera, llevarnos al colegio. Recogernos por la tarde, preguntarnos qué tal el día, qué habíamos comido, si teníamos deberes. Reñirnos por no querer meternos en el baño, por jugar mientras cenábamos, por no querernos ir a la cama.

Mi madre era esa, no tenía edad, sencillamente estaba, nunca se cansaba y siempre lo tenía todo apunto, para mí, para mis hermanos, para su familia.

Por eso, ahora que la veo consumir su altura, encorvarse y andar mirando al suelo, con miedo a tropezar y sin ganas de caminar con la cabeza alta, pues le cuesta aceptar que cada día que pasa es una nueva merma en ella. Ahora que observo cómo sus comentarios y su visión de la vida se vuelven cada día más infantiles y más seniles a la vez. Ahora que con dos pasos se agota y tiene que parar a coger aire y todos caminos no van más allá de circunvalar la manzana de su casa. Ahora que sus lágrimas son la impotencia de quien ha sido pero ha dejado de ser. Ahora, veo que la edad le ha venido de golpe y yo no he sabido ver a mi madre más allá de ello, de ser una madre. Nunca he visto la mujer que se encerraba dentro de su maternidad.

29/11/10

Explicación matemática

A los cuarenta me encerré en mi habitación sin querer levantarme de la cama nunca más. Había tenido bastante del mundo y de sus circunstancias. Saturada de la gente que me rodeaba buscaba la soledad, aquella que llena los espacios vacíos y los ensancha hasta comprimir el alma. Harta de relaciones tangenciales solo pretendía permanecer bajo el calor del edredón, protegida por la cámara de aire caliente con que este me rodeaba. Tenía la esperanza de convertir mi vida en dos líneas paralelas, una para poder circular yo y otra para que circularan mis sentimientos.

Mi error fue no extraviar mi mente por algún rincón de la casa, antes de convertir mi lecho en sarcófago y yacer en él, junto a la paz y protección que pretendía. También fue una mala idea traer conmigo la boca, que sin ella no se nombra y sin nombrar no hay realidad.

“Dos puntos que se atraen lo harán, sin lugar a dudas, en línea recta”. Eso no pasó con nosotras. Chocamos y rebotamos entrando en una elipsis de rotación que hizo que no pudiéramos vivir juntas ni separadas tampoco. Y cuando para todo el mundo uno más uno eran dos, nosotras demostrábamos que en progresión aritmética íbamos perdiendo decimales en cada choque, en cada rebote, hasta llegar ambas, a tender a cero.

¿Y qué hay mejor para tender a cero que desaparecer para siempre entre las sábanas que un día sumaron dos?

28/11/10

Será que el vino trae añoranzas.

Hace tiempo que no paseo bajo el frío del amanecer con la montaña bajo mis pies, añorando el crujir de las ramitas en el suelo, que ahora, en invierno, húmedas, son abrazadas y protegidas por la tierra mojada que las incorpora en sí.

Hace tiempo que no respiro el primer aire de la mañana, cuyo oxígeno recién fotosintetizado han desprendido árboles y arbustos y plantas, en su continuo quehacer por sobrevivir. Ese aire frío, también, que te muestra cada recoveco de tus pulmones haciendo consciente la capacidad pulmonar que posees para que no pierdas detalle de todo lo que sientes en cada instante.

Hace tiempo que no comparto mi soledad con laderas empinadas trazadas de senderos intransitables por la soberanía de la rebelde vegetación.

Por el contra, aquí estoy, sentada como Clara, en mi silla de despacho con ruedas, cubiertas mis piernas por una manta a cuadros de tonos rojizos y una copa de vino vacía entre el teclado y la pantalla. Estática de cuerpo pero no de mente, que ha obligado a pasear mis dedos por encima del teclado mientras, allá, en la montaña, amanecía sin mí.

27/11/10

Cotidianidad

Pasa el tiempo y hay cosas que continúan igual. En esta época sigo desayunando delante del ordenador, naranja cortada a gajos y yogur con cereales, mirando de vez en cuando por la ventana para ver cómo se va levantando el día. El edificio de enfrente dormido, con las persianas en su totalidad bajadas. Se escucha el ruido de unos pocos coches que circulan por la calle. Escribo. Escribo abrigada con dos polares pero a pesar de ello con las manos frías. La gente necesita beber algo caliente a primera hora y yo no ingeriré nada caliente hasta la hora de comer. Por esto debo tener las manos frías, pienso.

De repente, un movimiento en la casa de enfrente hace que despegue los ojos del ordenador. Se alza una persiana y se abre la ventana. La señora aparece, como cada día desde que vivo en esta casa, con la manta, la colcha, las sábanas y las almohadas y las sacude y expulsa con brío. Hoy la manta era la roja, y el edredón el rosa a juego con las fundas de las almohadas. Ella lleva una bata verde manzana y cada equis, pasa por delante de la abierta ventana con aspecto de trajinar en la habitación.

Ella no sabe que siempre la miro. Que me gusta mirarla porque es la señal de que aquel día, será un buen día, como siempre. Es el pistoletazo para que salga disparada a la ducha y sonría bajo el agua pensando en lo cotidiano de la costumbre.

21/11/10

Deterioro

Mi madre es mi roca y al verle el miedo en los ojos se erosionó toda mi seguridad.

19/11/10

Duchas, en sus varias acepciones

Caía el agua de la ducha intentando memorizar nuestros cuerpos. Hipótesis de gotas plateaban nuestro nuevo contorno mientras construían imágenes incompletas de la profundidad de tus enjabonados senos. La esponja comenzaba de mi mano su monólogo sobre tu cuerpo e hila desde su mágico huso hebras de espuma y deseo. En el interior, la humedad va en iridiscente aumento.

18/11/10

Soy especial

Ser superdotada de adulto, también es un mal rollo. Salirse de lo normal, del cerco de ovejitas, no provoca más que conflictos, y los superdotados, que lo suelen ser en muchos aspectos menos en los asuntos emocionales, se encuentran en las puertas del parvulario con respecto a resolución de conflictos.

Ser superdotada implica ver incomprensión sobre tus actos. Si de niña ya era difícil vivir con una misma, de adulta, es dificilísimo, más si no has sido capaz de ir adquiriendo estrategias sociales.

Lo mejor de todo: la autoestima que se siente cuando uno piensa que es especial, es infinita. Y solo se puede sentir una especial, si alguien la considera como tal. Todo el mundo debiera sentirse especial.

16/11/10

A la sombra de la guadaña

Sé que debo levantar la cabeza, secarme las lágrimas y confiar en los caprichos de la vida, pues nada puedo hacer al respecto si la tuya pende de un hilo. La muerte fuera de tiempo es la mayor aporía que conozco. Ante ella, mejor rendirse y rodearse de metáforas para limar así la aspereza que se produce en la garganta del corazón.

Debo neutralizar toda equivalencia perceptiva, desfamiliarizar la mirada para poder alcanzar la lírica que pudiera tener tu muerte. Ojala fueras simplemente una mentira del alma y tu guadaña, solo la necesidad de supervivencia y superación que necesita el hombre. Pero eres real, con manto o sin manto, pasas desamparando el egoísmo del que queda vivo, por esa pérdida, que más que pérdida es arrebato, hurto, robo, saqueo. ¿O no saqueas la vida hasta que esta expira?

14/11/10

Impotencia y rabia

-No volveré a pasar por esto.



No, no se te han ido las ganas de vivir, pero sí las de sufrir.
¿Cómo se puede luchar contra esto?

13/11/10

Es así

Cuando la vida te niega su sonrisa solo te queda caminar por el mundo sin perder el sol.

12/11/10

Días duros

Qué terrible impotencia esperar que salgas del quirófano. Esa separación aséptica de puertas que me priva de estar junto a ti en la dureza del momento me supera. Quisiera cogerte de la mano hasta que te durmieran. Traspasarte todo lo que fuera para que no tuvieras miedo y sobre todo, no te sintieras sola en los minutos más huérfanos de tu vida. El frío del quirófano empequeñece a cualquiera y, aunque enfermeras y médicas se esfuerzan por transmitirte su tranquilidad, se erige un muro de hielo que te hace temblar y sonreír sin escuchar pero sin perder la compostura. Cada una de tus entrañas grita. ¿Por qué a mí? Y son mil ecos los que resuenan en tus asustados ojos.
Justo antes de la anestesia te supeditas al sacrificio: la suerte está echada. Pones tu voluntad en manos del devenir, él será quien decida tus próximos días.
Mientras, yo desgasto baldosa, mastico chicle y cuando la lágrima se me atraganta más allá de la rabia, abofetearía con fuerza a toda aquella persona que intenta consolarme. Necesito fuerza, no consuelo, nos esperan días duros.

7/11/10

Qué difícil tener tiempo cuando se te escapa por los resquicios

Y sí, se me escapa por los resquicios del cansancio. Todo hay que decirlo, ahora duermo más, o dormía más, que los pitos son cosa mala y destrozan el equilibrio del alma. De todas formas, liada como estoy en mil cosas raras, es lógico que el tiempo, que cura todas las heridas, no dé abasto conmigo.


La vaca la logré acabar, a pesar de las dos semanas que mi casa olió a pintura de esmalte, concluí la hazaña sin llegar a causar ningún cisma.

La dirección e la obra de teatro me trae por el camino de la amargura; demasiados problemas técnicos para mí, una simple directora que lo único que le gusta es el trabajo de actor.

El asunto “cuentacuentos”, ¿aprender?, no aprendo mucho, pero me gusta. El otro día causé furor con Madrechillona, un libro que Farala recomendaba en su blog y que me agencié rápidamente ya sólo por el título. Gustó mucho, tanto como a mí. E aquí el resultado: un pingüino desmontable.

El asunto matemático, genial. Necesitaba yo de nuevo un contacto con mi verdadera devoción. Tanto es así, que voy a dedicarme de nuevo a expandir mi hemisferio derecho, que hace tiempo que tengo olvidado.

La adaptación de la obra de teatro, a medias. Tengo la estructura montada y ahora necesito momentos para irla escribiendo. Estoy contenta porque no se basa en la película y los personajes femeninos, sobre todo el de la madre, he logrado que no sea tan pavo.

Los “sketchs”: aquí debo reconocer que estoy bloqueada. Esta vez la temática es muy difícil así que de cinco sólo he conseguido dos. Tendré que montarme algún tipo de happening mental para ver si se me llegan a ocurrir los tres que me faltan.

El monólogo de siete personajes, superado. Escrito, estudiado e interpretado.

El problema es que aún no he acabado una cosa y ya me he comprometido en otra. Todo esto sumado a lo poco que descanso, pues empieza a hacer merma en mi velocidad de acción. O sea, que me empieza a faltar tiempo.

6/11/10

La tía Mame

Hacía tiempo que no me reía a carcajada limpia y así ha sido cómo he acabado la lectura de este libro, como casi siempre, en lugar público. Al final, mucha gente que estaba a mi alrededor se reía porque yo también lo hacía. Lágrimas en los ojos, no digo más. Leído siempre con una sonrisa de vez en cuando alcanzaba la carcajada, que era, precisamente, lo que mis compañeros de viaje estaban esperando. Cuando casi he llegado a mi destino, he parado de leer y les he recomendado el libro. Ha habido gente que ha tomado nota. Nunca había hecho este tipo de cosas, a lo sumo, pedir referencias sobre algún libro que alguien estaba leyendo, pero promocionar uno públicamente con el ejemplo, pues, no.


Creo que con este libro he descubierto que me encantan las historias de personajes. Disfruto viéndolos en escena. Porque para mí la lectura no es más que un montaje cerebral de una obra de teatro hecha en ambientes naturales, cada palabra del escritor pone en acción al personaje en mi mente y me lo muestra en todos los prismas que contiene el libro. A veces soy una mera espectadora o a veces me convierto en el propio personaje. De verdad, no entiendo cómo puede ser que no guste leer.

Hacía tiempo que no comentaba ningún libro en mi blog. No, no he dejado de leer. Pero mi lectura ha sido mucho más específica y cercana a mi profesión, ¿o será procesión? (me entiendo yo con el chiste), y, claro, no venía demasiado a cuento.

Como dirían por aquí cerca: nada, pues, hay que leerla.

5/11/10

Lo que soy

Soy la impulsiva palabra que no tiene tiempo de brillar en la boca porque se lanza contra las ondas de la luz que desprende la realidad. Embiste, interrumpe y derrama, así, lanzada a bocajarro, haciendo añicos a cualquiera que se interponga en su camino.


Ya vendrá la bajada de tono cuando la inercia del impulso decaiga.

20/10/10

De los mínimos a las máximas siempre existe un común denominador

Cuando alguien pisa arenas movedizas, como resultado natural, se acaba comiendo lodo.
Máxima de Dintel.

17/10/10

El silencio

Una vez dejé entrar el silencio en casa. Todo empezó a empequeñecer, a adelgazarse y a menguar. Las paredes y los muebles se tiñeron de gris. La luz emitía rayos de penumbra. Los porticones de las ventanas dejaron de abrirse. El silencio se aclimató y circulaba majestuosamente por cualquiera de las estancias. Poco a poco, la casa y todo lo que ella contenía viró hacia el negro vacío. Sin embargo, rojo y vigoroso, henchido de felicidad y más energético que nunca latía mi corazón satisfecho por sentirse oído.

12/10/10

La sombra no sabe de orgullos

Bajo el sol, se cruza mi sombra con la tuya y su pequeña aurea de penumbra acalorada se sonroja por el roce de tu sombra. Lleva el luto por tu ausencia, siempre vestida de negro, camina conmigo en silencio, cabizbaja y con desgana, hasta que esta mañana, ha notado la negra caricia de la tuya. Tú y yo ni nos hemos mirado, demasiado orgullo, demasiado enfado. Pero ellas, que desde aquel día se han añorado, han hecho el amor, bajo el sol, apenas se rozaron.

11/10/10

Con la tarea bien hecha

Duérmete, húndete en tu cama y sueña tranquila, protegida por tu techo. Descansa plácidamente que el trabajo que tenías demorado ya lo has realizado. Fue la última cosa que tachaste de tu lista de asuntos pendientes y ahora, debes recuperarte. Amor, déjate mecer por la paz de la noche y descansa, descansa serena. Tal como pediste, evitaré volcar mi aliento sobre tus párpados cerrados. Tal como tachaste, cogeré mi maleta y mi dolor, y nos iremos lejos de ti, a magnificarte.

10/10/10

Mi comprensión merma

Supongo que la edad tiene mucho que ver. Los años no deben pasar en balde. Pero hay mensajes, que antes entendía bastante bien y que ahora, a pesar de leerlos y volverlos a releer no acabo de pillar su significado.


Tiempo atrás hubiera entendido claramente que “aquí, se enseñaba a cocinar”, pero ahora, me despego del cartel con un mar de dudas que hacen que mi mente siga trabajando durante todo el día. Lo mismo es un nuevo método de “Brain Training” que el ayuntamiento pone a disposición de su pueblo de forma gratuita y yo, como estos días no he leído la prensa, no me he enterado. En mi mente una pregunta: “¿para qué tipo de personas se ha escrito el cartel?”.

1r Pensamiento: Para personas del género masculino, no, no creo. Estaba colgado en una carnicería-pollería de aquellas de toda la vida y nunca he visto hombres, salvo un par de dueños o encargados de restaurante, comprando.

2º Pensamiento: Si va dirigido a los dueños o encargados de restaurante y tienen una chica aprendiza, creo que el propio cocinero se podría encargar de enseñar el oficio, vamos, siempre se ha venido haciendo así. Además, ahora ya está como “estudio normalizado” este oficio.

3r Pensamiento: ¿Y qué pasa si los dueños o encargados de restaurante tienen un chico. Como el cartel habla únicamente de “chica” creo que se trataría claramente de una discriminación.

4º Pensamiento: También podría ir dirigido a un marido joven o novio que tuviera una “chica” locamente enamorada pero que no supiera cocinar. En esos momentos, se suele ir a comprar los dos juntos, a pesar de que no he visto nunca, en esta carnicería, dicho ejemplo (debe ser un barrio de aquellos de gente mayor), (entonces, ¿qué hago yo aquí?). Pero llegado el caso de que existiera un solo caso de este tipo, y que no haya coincidido nunca conmigo, creo que si la “chica” del novio leyera el cartel y este se empeñara en mandarla a esas clases de cocina, lo mandaría a tomarporentrenalgas más rápido que canta un gallo.

5º Pensamiento: ¡Ya está! Creo que esta vez he dado con la respuesta. Va dirigido a personas que tienen chica de servicio en casa y que además de hacer todas las tareas del hogar deben cocinar también. Y esto último, no todo el mundo sabe.

Pero, no, este último pensamiento, también me parece un poco descabelladlo, más que nada por los tiempos en qué corremos. Si fuera de los cincuenta, sesenta o setenta, aun estaría bien. Pero, ¿ahora?, en este barrio, me parece que no.

Así que quiero agradecer profundamente a la persona que se ha encargado de mantener mi cerebro activo durante, ¿llevo ya tres días con este tema?

Eso, sí, el siguiente lo analizáis solitos, vale la pena practicar juegos mentales y más cuando te los sirven en bandeja.

9/10/10

Como no escribir una novela

Me la recomendó mi tutora, la persona que me está enseñando a unir y a hacer funcionar los diferentes órganos que componen el cuerpo de una novela. La tuve que encargar en una de mis librerías. Pasó una semana, dos, casi tres hasta que recibí el sms de esta indicando que ya había llegado y podía pasarlo a recoger. Después todo fue buscar momentos para leerla. Mi tutora me dijo que se había reído mucho con ella. También me he reído mucho. En el tren, no hacían más que mirarme porque leía siempre con la sonrisa puesta e intentando no soltar la carcajada. Me ha gustado mucho el tono, la ironía y ver en los ejemplos los errores que cometo yo y reconocerlos. Me ha aparecido ese sentido del ridículo que me surge cuando me equivoco y este era uno de los puntos que más gracia me hacía. Reconocerme en el error.

Ni que decir tengo lo mucho que he aprendido. La lectura es ágil, divertida, didáctica y clara, sobre todo muy clara. Es un libro totalmente aconsejable para cualquier persona que quiera escribir y también para cualquier lectora que quiera ampliar su bagaje lector. Es un libro que, sin duda, debo releer y que mientras escribo la novela se convertirá en una herramienta más de trabajo.

Con mi novela, voy mucho más lenta de lo que deseo. Ante cada nuevo capítulo me encuentro con mil problemas y los voy solucionando pasito a pasito. Trabajo de forma mental durante muchos días y luego en tres o cuatro lo escribo. Eso de “dejarme llevar” no lo sé hacer. Además, tengo tantas teclas que tocar que en estos momentos no la tengo para nada priorizada. Sigo con la construcción de la vaca de la cual ya tengo los cuernos, al final de escayola, y este fin de semana me toca el cuerpo, ¡a ver si la acabo de una vez! Tengo toda una obra de teatro por escribir y la otra a medias. A ver si acabo esta segundo y al menos esbozo la escaleta de la primera. Tengo mi blog totalmente abandonado, más que nada porque no escribo. En fin, una época un poco caótica para alguien que se suele organizar tanto. Pero todo se andará, o no, ¿qué más da? En el fondo, lo único que importa es ser feliz y lo soy, más que nada porque siempre hago lo que me da la gana. Vaya, me he ido un poco del tema. Pues eso, que vale la pena leer este libro.

7/10/10

Para mi científico valenciano

Me gustaría que supieras que el libro que me dejaste de experimentos lo estoy utilizando cada miércoles por la tarde. Nos ponemos con el material necesario a investigar y a experimentar, primero con libertad absoluta y luego siguiendo el método científico. A ver si llegamos a descubrir la mecánica supercuántica o algo parecido.


Quería darte las gracias por compartir y decirte que has conseguido que seamos muy felices haciendo aquello que más nos gusta: ciencia.

¡Que la ciencia nos acompañe!

1/10/10

Cuando el dolor llega así, de esta manera

Si el dolor se instala a vivir conmigo para vigilar cada uno de mis movimientos, ¿cómo podré esquivarlo para encontrar la palabra? El silencio y la soledad, perros vigías de mi inquilino, no me dejan ni a sol ni a sombra. Me vigilan desde dos ángulos del tiempo, pasado y presente, mientras que su señor hace alquimia con mi vida.


No me busquéis más, no soy palabra sino una triste y cansada imagen.

24/9/10

Estoy harta de luchar

Hay cosas que a pesar de no tener vida propia tienen voluntad. Voluntad no sólo de tesón e insistencia si no de autosuperación. He ahí el caso de cualquier pastilla, grajea u cápsula que deba ir a parar directamente al estómago sin casi pasar por casilla de salida y por supuesto, sin cobrar las veinte mil.


Cada mañana, cuando suena mi despertador, la noto que se pone en guardia. No la veo, pero sé con seguridad que una de ellas lleva toda la noche despierta, preparándose físicamente, haciendo sus abdominales, en silencio, con sumo cuidado de no doblegar el plástico del blíster, para que no me dé cuenta de su acción. No vaya a saber de antemano cual de ellas ha decidido hacer ese viaje sin retorno. Saben su irremediable destino y a pesar de ello luchan como cosacas.

Yo no me doy cuenta, pero siempre voy a coger la más preparada, la kamikace que aquel día está dispuesta a luchar hasta la muerte en contra de la muerte.

El gesto es fácil: abro el compartimento doblegando ligeramente el blíster, la deposito en mi mano, cojo el vaso de agua que previamente he tenido la precaución de llenar (si en algún momento me he olvidado de ello, la susodicha, siempre alerta, cual boy scout, saltará de mi mano hasta el suelo, rodando ─esa siempre ha sido su especialidad─ hasta cualquier rincón inaccesible de la cocina, camuflándose con toda clase de pelos y pelusas que encuentre en su camino, si es así, esa habrá salvado su vida), me la coloco en la boca y antes de que pueda reaccionar, le lanzo un buen trago de agua. Debo tener siempre la precaución de llenar bien la boca con el líquido elemento, pues la muy ladina es una artista en hacerse la muerta y flotar hasta que se engancha en el paladar, qué digo enganchar, se ancla en el paladar, cual mejillón a su roca.

Pero no todo acaba ahí, como gran buceadora que es, es capaz de permanecer mucho rato bajo el agua y nadando contra corriente sobrevivir al trago, para acabar triunfal, una vez que el agua ha desaparecido, encima de la lengua, en la parte central, en el montículo. Ahí clavará su bandera y será capaz de repetir la acción hasta cinco veces.

Si este caso no sucediera y venciera la propia corriente marina, la aviesa luchadora, es capaz de asirse a ambos lados del esófago, cual caramelo tragado sin intención, provocando o tos, o malestar o dolor, a la inocente persona, en este caso yo, que se las tenga que ver con ella.

Siempre acabo ganando yo, pero este enfrentamiento matutino diario empieza a hacer mella en mi espíritu y ahora, cada vez que suena el despertador, noto la necesidad de arreglarme y salir de casa huyendo sin pasar por la cocina. Pero yo también tengo voluntad, tesón y rabia, algo que ayuda mucho en momentos como este. Y al final conseguiré doblegar la voluntad, al menos de una de ese batallón de sesenta al que me voy a tener que enfrentar durante tres meses, como mínimo.

22/9/10

La vaca

Tengo que construir una vaca. Sí, así como suena, una vaca. En cuanto pienso que ya he pasado la etapa de hacer cosas raras, me aparece una rareza peor. Una vaca. Debe ser flaca, muy flaca, totalmente blanca, sobre ruedas, pues se debe poder arrastrar, con sus cuernecillos orejillas y sobre todo con su cara de vaca. ¿Cómo es que no me quedo afónica total antes de decir “yo la construiré? ¿Cómo qué yo la construiré? ¿De qué parte me salió esa vocecita que me hizo comprometerme? Cuando yo misma me oí, no di crédito a lo que oía: yo la construiré. ¿Desde cuándo he sabido yo (pausa dramática) construir algo? Una se apunta a un bombardeo cuando sabe bombardear. Lo mejor de todo es que detrás de todo esto tengo veintitantas personas que dan saltos de alegría porque no se tienen que preocupar por la vaca. Dintel es tan creativa…


Pues, nada, aquí estamos, con el tiempo echándose encima y con la construcción de una vaca, casi tamaño natural por hacer. Y luego me preguntan si mi vida es monótona.

¿Alguna idea? (Fácil, sobretodo fácil).

20/9/10

En la soledad de mi escritura

Vaya, ¿será ahora cuando me dé cuenta de que la gente tiene razón y la amistad sirve para algo?
Tengo el capítulo dos casi completo, me falta acabar un par de escenas y corregirlo. Necesito hablar continuamente de él. Así, oyéndome en voz alta, voy encontrando detalles y profundizando en ellos. Pero claro, un ser tan antisocial como yo no encuentra personas a las que les puedan interesar mis incertidumbres y mis dudas narrativas. Me despierto en la soledad de mi vida, dando vueltas sobre un trozo del texto y rebozándome con mis propias dudas, pringándome con ellas de tal manera que mis pasos se pierden entre ideas y párrafos.

Y así va pasando el tiempo. Y así van anclándose los dilemas, titubeos, oscilaciones y vacilaciones, litificando el corazón de las ideas. ¡Qué difícil corregir el error de toda una vida!

15/9/10

Por la noche

Nunca busques mi silencio donde acaban las palabras y empieza tu cuerpo.

14/9/10

Hoy, teatro. ¡Chupi!

El otro día fui al teatro, no quedaban casi entradas y me senté en la primera fila. A mí me gusta mucho ir al teatro y entrar en la sala así que la abren, me gusta imbuirme de su aroma, del decorado, cuando no está el telón bajado, de sus paredes, de la gente que va entrando. Por lo que, con un cuarto de hora de antelación, ya estaba yo en mi butaca, con el programa de mano leído y recordando un fin de año que pasé en ese teatro, sobre ese escenario.


A mi derecha se acomodó una familia de cuatro: padre, hija de unos once años, hijo de siete y madre. Por este orden empezando desde mi lado. Cual no fue mi sorpresa y más tarde indignación, cuando el padre, para entretener al niñito, empezó a hacer toda una serie de monerías y gracias cuyo resultado fue, unos golpes tremendos en los asientos unidos de la fila, fijatetú, unidos. El niño, riendo y para atrás, y para adelante, respaldo pum, respaldo paf, y todos los demás moviéndonos al unísono de las carcajadas del hijo del berzotas, que también contribuía a dicho movimiento pues no se estuvo quieto ni un solo segundo.

Un lugar tan maravilloso como el teatro, que te da la opción de educar a tus hijos en la espera, cosa que creo muy necesaria en la actualidad, ya que estamos bajo el síndrome de “quiero esto pero lo quiero ya” y este buen berzotas deja pasar esa oportunidad.

Por suerte, quince minutos pasan rápido y empezó la función. Todo iba bien hasta que uno de los actores apareció por el patio de butacas y se paseó por delante de la primera fila, entonces pude comprobar que la hermosa hija del berzotas estaba de lado con los piernas por encima del reposamanos y los pies sobre su padre. Ahí tuve que hacer un acto de contención supino pues estuve a punto de decirles algo. Me empezaba a dar igual la obra de teatro. Suerte que una tiene sus recursos para controlarse y todo acabó con un no mirar e ignorar.

La obra, muy buena. Tuvo media parte en la que aproveché para reír y comentar aspectos técnicos con mi acompañante. Casi ya en el tercer timbre de sala, aparece la familia en pleno. Todos llevaban un vaso de cartón y el padre además llevaba un paquete bien grande de una hamburguesería americana que hay nada más salir del teatro. Mis ojos se salieron de las órbitas. Y no solo eso; no sé que narices bebía el padre que estaba lleno de hielitos que se arrastraban sonoramente por el vaso de cartón. En cuanto me llegó el olor a vinagrillo de las hamburguesas fue cuando tuve que hacer un esfuerzo y no lanzarme a la yugular del hombre.

¿Es que los maestros no pueden educar a los padres?

10/9/10

¿Qué es lo que quiero realmente?

El otro día vi una película en la que celebraban el cumpleaños de uno de los protagonistas. Le hacían un pastel con velas y cuando se lo pusieron delante, con todas ellas encendidas, le dijeron: “pide un deseo”.

El cumpleañero, respira hondo y contesta: “tengo todo lo que quiero, así que os regalo el deseo”. La cámara se pasea por cada una de las caras de sus compañeras y compañeros y nos muestra como cierran los ojos para poder formular el deseo con más fuerza. Sopla y apaga las velas.

No es mi cumpleaños, no. Ni tampoco fin de año, otro de los momentos para plantearse deseos. Es septiembre, ese mes clave después del verano en el que no nos planteamos deseos si no objetivos, ya que el otoño tiene buena temperatura para que germinen y se conviertan en logros.

Vuelvo a mis insomnios, cosa que por un lado me merma físicamente, una ya tiene una edad, y por otro me permite ampliar la banda temporal dedicada a la escritura y a la lectura.

Nunca he tenido deseos, suelo tener todo lo que quiero, bueno, para ser más exacta, suelo querer todo lo que tengo y eso es lo que me hace feliz.

9/9/10

Si me necesitas

No me busques donde nace el sol, ni donde el río fluye, ni tampoco donde el campo exulta.

Ni en los naceres, ni en los libares, ni en los eclipses, tampoco en los conjugares.

Si quieres encontrarme, búscame en la sombra de tu caminar, o si descansas, al cobijo de cualquiera de tus recovecos. Ahí estaré siempre, amor.

7/9/10

Mi mamá está en América y ha conocido a Buffalo Bill

Como siempre que cae un cómic en mis manos, lo devoré. Hacía tiempo que no leía ninguno y este me lo recomendó el dependiente de una librería de cómics a la que no suelo ir casi nunca. Cuando lo leí, pensé en que “daría mi brazo a torcer” a que a una bloguera en especial le iba a gustar mucho (prefiero no citarla para no acabar con el brazo retorcido).

No debe perdérselo la gente a la que le gusta el cómic, así como tampoco la gente que se halla siempre buscando el quid de la psicología infantil. Por supuesto, si te gusta leer, tampoco debes perdértelo.

Si alguien lo lee, que me lo diga, para saber qué hubiera pasado con mi brazo.

6/9/10

El tiempo entre costuras

Lo tenía pendiente. Hace tiempo que lo veía por las mesas de las librerías, esas que utilizan para poner las novedades o los libros que son éxito en el momento y que por su grosor, pasaba. Estoy harta de acarrear peso. No sé bien porqué pero siempre voy cargada como una mula por la calle. Mi bolso pesa, mi bolsa pesa, mi mochila pesa, mi bolsa con la comida pesa, así, que hace tiempo que disminuyo el tamaño de todo lo que llevo y, en especial, el de los libros. Los libros gordos, me los guardo para casa.

Y así lo he hecho. La recomendación vino de una amiga a la que quiero mucho y admiro mucho. Ella lo había empezado a leer y le gustaba mucho. Hace cinco días, ella iba por la página 102 y yo me lo compraba. Hoy, ella va por la página 102 y yo ya lo estoy comentando. Tengo unas ganas tremenda de que lo acabe y podernos meter en una larga conversación y crítica sobre él. Pero la pobre, que tiene una gran vida social, no da abasto.

Me ha encantado como escribe María Dueñas. Desde las primeras líneas del libro me ha pillado su forma de escribir. Intentando ver en qué consistía el enganche, más que en el lenguaje, creo que es en el ritmo y en la sencillez. Claro que la temática me interesaba muchísimo.

El libro está dividido en partes además de en capítulos. A mí, me han gustado más las primeras. La última se me ha hecho un poco pesada, creo que porque el ritmo, con tantos datos, era otro. No sé. En estos momentos me encantaría ser una experta y no quedarme tanto en mi gusto.

Hay una cosa que me ha llamado la atención: la narración corre a cargo de la propia protagonista y la acción se desarrolla entre un poco antes del alzamiento en España y la Segunda Guerra Mundial. No queda claro el tiempo en que la protagonista nos narra la historia, pero hay un término que me saltó a los ojos, porque lo considero relativamente nuevo, bipolaridad; “(…) pasaba cuatro quintas partes de su vida constreñido entre la bipolaridad despótica de su madre y el tedio machacón del más burocrático de los trabajos, (…)”.

Es un libro que se debe leer. Tiene la magia de atraparte y esa es una de las mejores sensaciones de la vida. Ya sólo el título me puede.

4/9/10

Cuando ya casi no me acordaba de ella

Hoy la Niñadelscollons y su madre me han venido a buscar al trabajo pues habíamos quedado, después de dudar mucho por mi parte, en que íbamos a ver Shrek. No es que me gusten las películas infantiles, pera esta tenía ganas de verla. La duda venía directamente de si quería ir al cine con la dichosa niña.

Así, que saliendo del trabajo, hemos cogido el metro hasta el centro. Este no ha tardado en llegar. Una vez en el vagón, quedaba asiento reservado.

─Niñadelscollons, siéntate aquí ─le ordena la madre.

A penas tuve tiempo de mirar a mi alrededor para ver si había una persona mayor o alguien que lo necesitara más, que la niña espetó:

─Este sitio no es para mí.

─Qué te sientes, te he dicho.

─Pero es que no es para mí ─continuó diciendo.

Pero viendo la cara que iba poniendo su madre decidió obedecerla mientras con un dedo seguía los dibujitos de la pegatina en la que indicaba a qué personas estaba reservado el asiento.

─Yo no tengo un bastón. Tampoco tengo dos. No tengo un bebé en los brazos. Y… ─se calló unos segundos mirando con interés el último dibujillo, se giró hacia su madre y con los ojos bien abiertos por la sorpresa le preguntó alzando la voz─ ¿Tengo un bebé dentro?

El vagón empezó a reír y la cara de la madre no tuvo precio y a mí, me aumentó algunas décimas la estima que siento por la Niñadelscollons. ¿Esto será porque según se hace mayor me va gustando más?

3/9/10

Cuando me entra el pánico,

como me sucedió el otro día, tú eres la única ancla que sujeta mi mente al suelo.

1/9/10

Hoy, más que nunca

te llevaré conmigo todo el día. Sé que nos amamos. Nada más importa. Hoy será un volver a la adolescencia, con el deseo a flor de piel pero, esta vez, con una vida a la espalda firmada por nuestros sentimientos.

Te amo.

30/8/10

Sustraído de su blog

Dintel y yo llevamos un par de días enfadadas por una tontería. Al menos yo pienso que es una tontería. Os explico: esto de vivir en Barcelona es bastante difícil para una mosca común. Pues, al finalizar el día, tengo las alas llenas de ese smock que tienen las ciudades y me pesan y me siento cansada para hacer nada. Me he dado cuenta que a ella le pasa lo mismo pues, cuando llega a casa por la noche, tiene los poros de la nariz y de la cara negros, pero sobre todo los de la nariz.

Pues bien, yo que soy una mosca limpia, cogí la costumbre de cuando llego a casa por la noche, entro en el lavabo y me doy una pequeña ducha debajo del grifo y me cepillo bien las alas para estar fresquita y limpia para ver un rato la tele, cenar e irme a la cama. Pues el otro día, no cerré la puerta y Dintel entró sin saber qué yo estaba aseándome y me vio cepillándome las alas con lo que ella llama “su cepillo de dientes”. No veáis cómo se puso. Montó en cólera y empezó a gritarme y de vez en cuando tenía que parar porque parecía que le venían como unas arcadas. Yo no entendía nada. Pensé que ese cepillo era para mí. Ella tiene uno parecido en su ducha, de mayor tamaño y de madera.

En fin, que han pasado dos días desde el incidente y aún me mira mal y no me habla. Pero sé que es buena persona y que en cuanto se le pase el enfado me perdonará.

Me ha comprado otro cepillo igual pero de color verde (mosca, añadió) y se cuidó mucho, entre gritos y gestos, dejarme claro que ese, era el mío y no podía tocar otro. También me enseñó el suyo, de color rojo y me prohibió tocarlo bajo ningún concepto. Lo ha guardado dentro del armario del lavabo. La verdad es que no veo que la cosa sea para tanto, al fin y al cabo las dos somos criaturitas de la naturaleza y bien limpias.

28/8/10

Un último acto de amor

Cariño,

permíteme la licencia de llamarte así por última vez. Aunque ya sé que no me corresponde hacerlo, sigo visualizando este término cuando pienso en ti. Se me han quedado tantas cosas en el tintero que nunca me has permitido decirte, que ahora se pelean en la plumilla de mi estilográfica por salir y rasgar el papel. Pero no voy a consentir que lo hagan, ya que nunca ha existido motivo para ello. Mi idea es tomarme un tiempo para ahogarlas en la tinta donde hasta ahora flotaban y acabar, así, la enorme lucha que tengo con ellas.

Esta mañana, he vaciado, por fin, el champú que dejaste en mi casa cuando, hace tiempo, viniste a compartir conmigo unos días. Recuerdo que al irte, lo guardé con mimo para la próxima vez que volvieras. Me costó darme cuenta de que esto no pasaría nunca. Para paliar el dolor que el descubrimiento me produjo inventé el ritual de ducharme con él, como clara metáfora de hacer el amor contigo. Salía de la ducha oliendo a ti y me sentía, de alguna forma, tuya. Y hoy, que se ha acabado el champú, mientras contemplaba el bote vacío he sentido el sereno adiós.

Por fin, soy capaz de entender que debo dejar que vivas tu propia historia, que nada tiene que ver con la mía. Lo nuestro, si me permites utilizar esta expresión, fue un punto tangencial en nuestras vidas que nunca supe vivir como tal. Me aferré a un amor que no existía pero que me hubiera gustado recibir de ti. Ciega, he creado un mundo paralelo en dónde cualquier señal de amistad tuya era un mendrugo para alimentar mi corazón.

Ahora, creyéndome con fuerzas, me retiro de tu vida para que puedas seguir sin tenerme que arrastrar de lastre. Sé feliz. Adiós.

dintel

26/8/10

¿Y por qué no?

Me atrevo a profanar el mundo de las palabras porque no quiero poseer el derecho a esconder lo que siento. La necesidad de ello es tan grande que hoy me hallo jugando entre ser una humilde obrera de texto y el mundo de los metaconocimientos. La historia avanza, no hay ninguna duda de ello y la preocupación del ser humano sigue siendo el propio ser humano. Mi existir, en analogía, también avanza siendo su preocupación, mi persona. El hombre vive de amor y muere de él y si no se tiene, se espera, desea, anhela, suspira, ansia que roce de nuevo su vida para poder seguir viviendo y muriendo de él. La búsqueda de la felicidad, erróneamente, en otros seres, nos obliga a echar la culpa a lo rápida que avanza la sociedad. Pero nada cambia con el devenir de los años y se continúa escribiendo.

Mi erudición es inexistente cuando salgo de mi propio yo, parte única de esta vida que aunque no domino en su totalidad, estoy en vías de hacerlo. Escribir, escribo, pero sin oficio. Simplemente para atenuar mi propio sufrimiento o a veces para tornar bello la fealdad que hay en mi vida o incluso, para criticar lo que en mí veo. Fantaseo con historias que conozco y desconozco. Juego con significados y nexos en largas oraciones, (valga, también, sus acepciones). De alguna manera, intento decodificar palabra a palabra mi esencia con la esperanza de que haya alguien que la entienda. Y os dejo, asomar, a penas, a mi mundo revuelto en desórdenes con la esperanza de que algo cambie: mi visión, la vuestra o la universal. De mis palabras, leéis vuestras imágenes y formáis vuestra propia historia. No soy más que una persona creadora de ficciones. Quizá debiera haber hecho caso a quien dijo “si puedes vivir sin escribir, no escribas”. Tarde ya. Mi realidad la convierto en mentira para contarla como real y desde una “borrachera de palabras” recrear mi propia historia.

25/8/10

A 300.000 km/s

Entre tanta oscuridad, las chispas que hacen las palabras destacan y pueden llegar a deslumbrar. El haz de luz viaja, fotón a fotón, a su propia velocidad, llegando a ojos lectores que quizá no sepan polarizar el contenido lumínico. Antes de analizar, se debe situar el mensaje luminoso dentro de su propio espectro, dotado de él para esto. La absorción de la propia emisión dará los colores de esos famosos cristales que cada persona posee para ver el mundo. Debemos tender a ver el Arco Iris y no quedarnos sólo en la percepción de la gama primaria. Es bueno recordar, que los objetos poseen todos los colores menos aquel que reflejan, que en su justa traducción, viene a decir que “no es oro todo lo que reluce”. No olvidemos, por otra parte, la dualidad de esa emisión en onda-corpúsculo. Con ella conseguimos entender los diferentes comportamientos de la irradiación. Aquí, ya entramos en el verdadero campo lumínico: la comprensión. La luz, lo que se ve, lo que se dice, es perceptible porque existe la oscuridad, lo que se calla, lo que se omite, y como vivimos en un mundo regido por contrarios es del todo necesario hacer incidir, siempre, en el prisma del entendimiento, ambos conceptos.

A demasiada velocidad viaja la luz para evitar que nos impacte su destello. Andémonos con ojo y no nos dejemos deslumbrar por la refulgencia de lo escrito. No nos basemos, sólo, en las Leyes Ópticas, ya que estas pertenecen al terreno de la intuición, llegando así a errores que, no la luz, si no el ser humano comete. Tengamos presente que el análisis conduce a la comprensión de cualquier fenómeno de la Naturaleza. Y en su defecto, unas buenas gafas de sol, con su graduación pertinente, por supuesto.

24/8/10

Conectada a ti

Mira que lo impido. Lucho contra ello cada noche cuando cierro la pantalla. Sin embargo, cuando me estiro en la cama descubro un trozo más de ti, en mí. Y evoco, evoco el deseo que me has creado con cada una de tus palabras. Intento dormir y no puedo y acabo llenándome de nuevos propósitos para evitar caer mañana. Me gustaría huir de ti, pero desde el primer momento até mi torzal a tu dulzura y sin quererlo, estés donde estés, te siento. Pido fuerzas para poder esperar, sin desespero, a que seas tú quien siga, como hizo Ariadna en su momento, ese hilo que aguanto y ni durmiendo suelto.

23/8/10

No soy yo

No soy yo, me han sustituido. He despertado feliz. Lo he notado enseguida y de un salto me he plantado ante el espejo a comprobar si era yo. He reconocido mi imagen, sí. He palpado mi cara, mi pecho, pero no soy yo, ya os digo que me han sustituido. Esta noche, mientras dormía, seguro que ha sido ahí. He tenido un sueño tranquilo. Es que no puede ser en otro momento, lo pienso y no ha habido otra oportunidad, me hubiera dado cuenta. Me acosté tarde y era yo, eso lo recuerdo y nada más abrir los ojos, antes incluso de ponerme las gafas, ya me sentía feliz. Lo curioso es que en todo lo demás me percibo igual, nada ha cambiado. ¡Qué extraña sensación de ligereza! Ya está, decidido: Me ducho, me visto y salgo a la calle. No pierdo ni un minuto más buscándote en los pliegues de mi vida.

19/8/10

Ella

Llevamos cuatro años de novias (odio esa palabra pero me evita dar explicaciones) y no os voy a mentir, ha habido de todo. Nos queremos, aunque suene cursi. Bueno, yo creo que ella me quiere más a mí. Es cáncer, ya sabéis: se entrega. Se le escapa la pasión por todas partes y yo, ¿qué os voy a decir?, sigo siendo el mismo ser asocial de siempre, cosa que le encanta remarcar en nuestras cenas con amigos. Muchas veces pienso que estoy con ella porque si me voy se moriría de dolor. Otras, en cambio, pienso que no encontraré nada mejor en la vida (a la edad que tengo ya me toca ser práctica). Ella es autosuficiente en todo, no me necesita para nada. Es de nacionalidad cubana aunque ha realizado todos sus estudios, aquí, en San Francisco. No había acabado la carrera y ya se la disputaba más de una empresa. La paradoja consiste en que yo no he tenido que luchar por ella. Es ingeniera y trabaja en una multinacional. Vivimos en un barrio residencial, de esos que tienen su jardín en la parte delantera de la casa y que a penas circulan coches por la calle. El lugar en donde ella quería vivir. Cualquier cosa que se estropee la sabe arreglar. No permite que me encargue de nada; Cocina, estupendamente, limpia la casa y hasta se ocupa de que tenga mi ropa a punto cada día. Ha montado una pequeña red con unos ordenadores que ella misma ha fabricado. Todo el mundo se queja de la conexión de internet. La nuestra, nunca falla. Ha puesto una antena en el tejado. Me explicó para qué, pero si soy sincera, ni la escuché. Con cualquier material fabrica lo que necesita. Lampista, electricista, informática, albañila, carpintera y pareja, seis en una. Tengo un chollo. Ella no es de las que mira el deporte por la tele, no, ella lo practica y a cual mejor. La verdad es que nuestros hobbies coinciden, cosa que me es muy cómoda y hace que me sienta unida a ella (claro que perder ya no tiene importancia, ni llegar dos horas más tarde a la meta, tampoco).

Lo que serían las vacaciones de Semana Santa, se fue a ver a su madre. Yo aproveché para viajar. Volví un día antes que ella y cuando llegó me encontró leyendo en el sofá del comedor. Dejó su mochila apoyada en la puerta. Se acercó y me quitó el libro de las manos, me recostó sobre los cojines y se puso encima de mí. Su beso fue frágil, como si controlara toda su pasión. Pero en cuanto la atraje hacia mí y comprobó que mi deseo coincidía con el suyo, se dejó ir (siempre nos pasaba lo mismo cuando hacía días que no nos veíamos). Hicimos el amor con tranquilidad, tomándonos nuestro tiempo. Debo reconocer que es cuando más la disfruto, cuando nos reencontramos. Al finalizar, se quedó con medio cuerpo sobre el mío, descansando, con esa paz que sólo se alcanza cuando se llega a la saciedad. De repente, se levantó de un salto, como si recordara algo. Se fue hacia su mochila y de una cremallera lateral sacó un bote de pastillas de color naranja y me lo tendió. Acostumbrada como estaba a sus giros temáticos, me dispuse a leer la etiqueta, pero ella me indicó con un gesto de cabeza que lo abriera. Dentro, encontré un anillo de oro blanco con un brillante. Era el de pedida de su madre. Me explicó que habían entrado a robar y se llevaron las joyas y este, por estar en otro cajón, se había salvado. Me estaba pidiendo que me casara con ella. Esas son sus formas.

Le contesté que sí, pero en mi fuero interno estaba llena de dudas. ¿Realmente la quería? Yo a la larga tenía pensado volver a España ya que el tipo de vida americana no me acababa de gustar. No creía que ella me dejara ir. Por otro lado, lo que más me preocupaba era si debía ligarme a alguien que no me despertaba ninguna pasión. Mis otras experiencias, pasionales todas, habían acabado en fracaso. Ahora sé que es porque ya empezaron fracasando. Esa perspectiva la da la edad y es que ya tengo una en que debiera dejarme de tonterías. Ella era lo mejor que tenía y no me apetecía nada empezar a buscar de nuevo. Sabría vivir sin pasión, estos últimos años lo hebía hecho. Lo que me sabía mal era verla intentando complacerme en todo y consumida en deseo. Estaba muy enamorada de mí y a pesar del tiempo que llevabamos juntas no había disminuido en nada, sino todo lo contrario, la intensidad de su sentimiento.

Se fue directamente al ordenador, mientras que yo, con el anillo en una mano y el bote vacío de pastillas en la otra, me perdía en pensamientos. Estuvo un buen rato buscando por Internet hasta que encontró la página que le pareció más adecuada para adquirir nuestros anillos. Nunca se ha fiado de los centros comerciales. Ella compra siempre a través de la red. Envió un e-mail solicitándolos. Al poco tiempo, llegaron por correo unas plantillas rectangulares de plástico con aros de diferente diámetro, marcados cada uno con un numerito. Estuvimos en el sofá mirando cual correspondía a nuestro dedo. Podías separar el aro porque estaba troquelado y cada una nos pusimos la imitación de anillo en el correspondiente dedo. Fue entonces cuando nos miramos. No apartó sus ojos de los míos durante un buen rato, hasta que dulcemente me cogió la mano y con un cuidado más propio del dolor que del cariño, sacó el anillo de mi dedo y después se sacó el suyo. Se levantó y, sin decir nada, se fue a la cocina.

A veces cuando paso por el pasillo me fijo en que ahí quedaron los dos anillos, olvidados en una bandeja. No hemos vuelto a hablar del tema. Creo que, aquel día en que me miró a los ojos, se encontró cara a cara con mi alma. Nunca me ha dicho nada, pero cada noche la veo guardar, abnegada, su pasión y no puedo dejar de pensar que nos hemos vuelto como esas dos alianzas, de plástico.

18/8/10

One more day

Mi día funciona bien, tengo ganas de vivirlo y cuando despierto ya no es en ella en lo primero que pienso. Transcurre tranquilo el desayuno con mi mente ocupada en organizar mi tiempo. Mientras preparo la ropa pienso con quien comeré. En la ducha, es dónde se desmonta mi mentira; usando el champú que tu dejaste me duele cada gota de agua sobre la piel y lloro, sin lágrimas pues ya no quedan. Me seco con la toalla compadeciéndome, todo con movimientos lentos, a la velocidad de un profundo dolor. Parece que la energía se he ido por el desagüe con el agua. Miro mis ojos en el espejo y cuando me encuentro con mi alma aparece la rabia que la impotencia crea y lanzo la toalla, una vez más. Corro desnuda a abrir las ventanas de par en par. Aire, necesito aire, porque por mucho que ventile, mi casa huele a soledad.

17/8/10

Fragilidad

¿Qué designios del destino han hecho que tu fragilidad fuera a caer en mis manos? Terrible responsabilidad he contraído al haber aceptado tanta dulzura y cariño. Yo, que soy adusta en modos y formas y que apenas controlo las palabras que digo, al besarte aquel día, me convertí en excelsa cuidadora de tu alma cristalina, título que me fue otorgado por un antiguo conjuro de tus heridas.

Llegaste a mí con la mirada ensangrentada y rebosante de heladas lágrimas, tapabas tu frío con una gruesa capa de desconfianza, y temblando, te sentaste a mi lado. Sin querer, al acercarte el cenicero, toqué tu mano y como magia que despertó tu desesperación, pude sentir todo aquel frío y te besé queriendo reconfortarte. Te besé tímidamente intentando pasarte parte de mi calor. Fue un beso seco que quiso absorber algunos trocitos del dolor que escondías. Te dejaste besar con tranquilidad y al rato, de forma enérgica y decidida, te separaste bruscamente de mí y te cubriste el rostro con tu capa de desesperación, mientras que me yo desplegaba la mía, fina, llena de impotencia.

Intenté seguir conversando aún viendo que no me prestabas atención, te vi perdida en tu interior. Al final, después de mucho monólogo improvisado, callé dispuesta a cambiar la estrategia social y fue en ese silencio cuando noté que tu mano se posaba sobre la mía y me enseñaba el estrecho sendero que conducía hacia tu corazón.

Aquí estoy, caminando por angostos desfiladeros y salvando peñas que se precipitan a mi paso, hablándote sobre arenas movedizas que van engullendo mis esperanzas, mientras te vas rompiendo poco a poco en cada una de mis equivocaciones y errores, obligándome a retroceder y recoger los vítreos pedazos en que te erosiona el dolor.

Y yo me siento culpable porque aun no he aprendido a andar de puntillas sobre tu vida, con las manos en los bolsillos, sin tocar nada, con la sonrisa y la paciencia como cola de impacto para ayudar a reconstruir a la persona que un día fuiste. Pero debo admitir y confesar que soy una manazas que nunca ha sabido manipular las cosas frágiles.

15/8/10

Naturaleza infiel

Sigo diciendo que últimamente tengo suerte con los libros que leo. Esta ha sido una novela rápida de lectura, no por ello, vacía de pensamiento. Más que hacerme crecer con lo que ella cuenta, que también, me ha hecho pensar en todo ese barullo de teoría narrativa que poco a poco se va sedimentando en mi interior. Su novela, narrada en primera persona, es fresca y amena. Explica los hechos de tal manera que da la impresión de estar ahí viviéndolos en persona. Me ha encantado que parte de ella pase en Zaragoza, ciudad de la que guardo muy buenos recuerdos.

12/8/10

Amándote

La noche empieza a sonar y sus estrellas marcan el norte magnético del deseo. Tu cuerpo y el mío empiezan a temblar por el goce que acuna nuestros besos. ¡Qué fácil es amar lo tierno!

Tus largos dedos buscan, encontrar en mí tu propio eco. Teclas sonoras acompasan la nana de nuestro encuentro.

Y mañana por la mañana , fresca la noche en el recuerdo, bajo estás cómplices sábanas dormirán enlazados nuestros cuerpos.

6/8/10

Ahora, siempre serás dos

Llevas tejiendo tu vida y ahora tienes un retoño que seguirá los pasos que has ido dejando en la tierra, con ese chal de amor con el que cubres a quien te conoce. Se ha llenado de ti la sensación de estar de pronto completa. Esta noche, las estrellas eran la prueba de que irradias esa serena felicidad que sólo las madres pueden poseer, fruto de la ilusión, el cansancio y la sangre de tu sangre.

Sigues hilvanando notas a tu canción. Tu voz se alza en el corazón de una nueva persona, una pequeña con la que tienes la esperanza de hacer más de un dueto. Porque, ¿para qué se tienen hijos? Si no para enseñarles la canción que cantamos.

5/8/10

¿Quién debe narrar?

¡Y parecía fácil! Tienes una historia y en la cabeza y la cuentas por escrito. ¿Dónde radica la dificultad? En ninguna parte. Sí, sí. En ninguna parte. Con esos pensamientos me lancé al hermoso mundo de la novela pensando que tendría bastante con un par o tres de meses para poderla concluir. ¡Animalica! Desde fuera no se ve el enorme precipicio que es la elección del narrador. Parecía cosa fácil, pero no es así. En la elección del narrador y el punto de vista radica casi la mayor parte del éxito de que lo contado, funcione. Y heme aquí, como quien hace una quiniela, intentando hacer las combinaciones posibles para saber qué narrador es el que hará que mi historia prospere lo mejor posible. Y mientras pienso y pienso y corrijo y corrijo, me va pasando el tiempo.

Entiendo que el asunto narrador sea importante y en mi fuero interno sabía de antemano que sería con este tema con el que tendría el verdadero problema. Recuerdo hace mucho tiempo, cuando tuve la oportunidad de poder oír unas clases de novela, un profesor estaba hablando de la elección del narrador y yo desde fuera del aula escuchaba muy atenta. Entendí a la perfección los diferentes tipos de narradores y sus utilidades, pero me quedé con la duda, que aún hoy conservo, de cómo saber qué narrador es el apropiado para explicar la historia.

Me he remitido a mi blog buscando qué narrador he utilizado en los diferentes textos que tengo y no puedo llegar a ninguna conclusión. Bueno, sí, a una conclusión sí que he llegado: el asunto narrador no lo debo tener nada claro porque me es imposible entender qué narrador necesito para mi novela.

Hoy si todo va bien me devuelven el ordenador arreglado y por fin, podré perderme entre mi teclado (añoro su tacto), en mi despacho, totalmente concentrada en lo que quiero hacer, cómoda y acompañada por mis musas.

A ver si para mañana ya tengo solucionado el problema del narrador.

3/8/10

Los hilos del corazón

Quien no tenga un remiendo en el corazón que tire la primera piedra. Porque la vida, queriendo o sin querer, es susceptible de lacerarnos. Sin ser ella la culpable ya que somos nos los que vamos con el corazón a modo de tarjeta de visita. Y luego nos quejamos de que nos lo devuelven sucio, pateado, golpeado, rasgado, ajado e, incluso, roto. Pero qué más da, si el sufrimiento nos hace sentir vivos. Qué bien nos sentimos narrando las desgracias una y otra vez, aquí, allá, recreándolas más y más a medida que las contamos, para que la costumbre no nos aplaque el dolor. Y que rabia reconocer que es cierto lo que digo. Que buscamos la infelicidad para sentirnos vivos pues la felicidad conlleva estabilidad, monotonía y así, en la tranquilidad, no sabemos vivir. Qué sentimiento tan deseado y la par, tan rechazado cuando se llega a adquirir. ¡Es efímera la felicidad!, nos pretendemos convencer. Efímero es el tiempo que nos apetece sentirla.

Yo venía aquí a recomendar este libro, pero cómo esta vez no tengo más que decir que SUBLIME he querido enrollarme un poco con uno de los pensamientos que me ha provocado su lectura.

Por favor, no dejéis de leerlo y ya me diréis.