17/10/22

Necesidad de escribir y no tener nada que decir, he aquí la cuestión

Leí no sé dónde, una frase que decía (siempre estoy a punto de utilizar el verbo rezar en vez de decir, pero no lo hago): “el libro que debe escribirse es el que grita más fuerte en la mente del escritor”. Callo para ver qué oigo: silencio. Conclusión directa: no debo escribir ningún libro.

¿Qué voy a contar? ¿Mis experiencias con la tristeza y la pérdida? ¿Mi adolescencia arruinada con miedos que nunca tuvieron nombre? ¿O esa masa de recuerdos y sentimientos que tengo por desenredar y que no le interesará a nadie?

Creo que prefiero el consuelo que proporciona la lectura al sufrimiento que conlleva escribir. Al fin y al cabo, aportamos todo lo que somos cuando leemos. Nuestra visión subjetiva hace que nuestra lectura vaya a favor de nosotros mismos. No por otro motivo, existe ese atávico rincón en nuestro ser.

Nunca he tenido una frase inicial insistente que fuera puerta de un futuro escrito. Pero mucho mejor así, porque tener una historia y no escribirla, duele. Las historias son infecciones que la única manera que existe de erradicarlas es plasmándolas por escrito. Si no lo haces, se te comen por dentro, te consumen lentamente la luz y puedes llegar a convertirte en un ser tan insustancial como el humo.

16/10/22

El universo está a mi favor

Me está siendo difícil empezar a escribir hoy. No hago más que empezar la primera frase y borrarla antes de llegar a acabarla. Llevo ya más de cinco intentos.

Pienso.

No encuentro las palabras exactas para explicar lo que siento porque, cuando lo leo, está escrito más exaltado de lo que debiera. Esto que la lengua tiene la propiedad de ser precisa y a mí me gustaría un poco de asepsia en este texto.

Hace ya casi diez años si no los hace ya—, que tras una ruptura amorosa vinieron los colaterales: pérdida de amistades conjuntas y propias.

Fue lógico que las perdiera por todas partes, ya que mi comportamiento y no es justificación no fue correcto. Se juntó una inmadurez con el condicionamiento, en el que me encontré sometida, de la persona que era mi nuevo amor.

Ese nuevo amor, no era más que un disfraz de lo que ya se veía y yo no quería veruna relación tóxica.

Mi comportamiento cambió y se resintió todo mi alrededor.

Hasta aquí los antecedentes de esta historia.

Cuando logré romper la relación con ese “mi nuevo amor”, me quedé muy destrozada. Tanto por lo que había estado viviendo, como por la propia ruptura. Tras un tiempo de poca energía y pocas ganas de hacer, me propuse hablar con todas esas amistades que había perdido, explicar mi comportamiento y dejar que fueran ellas las que decidieran si reanudaban la relación conmigo o no.

Me pasé muchísimas noches pensando en este tema. Teatralicé en mi mente las conversaciones que debía llevar a cabo con cada una de ellas. Hice trabajo de humildad diciéndome que aceptaría cualquier decisión que tomaran (que continuaran con la amistad o no, que me perdonaran, que quisieran empezar de cero). Y un día, de sopetón, me lancé.

Fue una etapa dura, agotadora, porque tenía que tragarme esa sensación de vergüenza que tenía al tener que admitir mi mala conducta, mi equivocación y aceptar el fracaso de esa relación de amor que había antepuesto en mi vida a todo. Pero, poco a poco, con esfuerzo y demostrando que yo era la misma de siempre y que solo me había equivocado en las elecciones durante una época de mi vida, he ido recuperando a casi todo el mundo.

El universo está a mi favor.

Hubo una chica, que estaba tan cercana a mi otra ex, a la que no hice nada para recuperar; pensé que no querría saber nada de mí y nunca lo intenté. Es alguien que, de alguna manera, compartía intereses cercanos a los míos y las veces que nos vimos, era divertida y alegre, y me hacía reír, cosa que valoro mucho en las personas.

Pues ayer, se alinearon los astros o lo que fuera y por una serie de circunstancias quedamos. Primero de todo, me hizo una ilusión tremenda que quisiera quedar. Segundo, pude explicar mi comportamiento, que no justificarlo, porque yo no tuve un arma apuntándome para actuar como lo hice. Me entendió.

Una vez en casa, estuve pensando en cómo nuestros pensamientos nos llegan a complicar la vida. Toda esa serie de trabas que nos ponemos a nosotros mismos impiden que problemas, que no son problemas, se alarguen en el tiempo. O quizá, estos pensamientos sean equivocados y precisamente lo que fue es que ocurrió en el tiempo apropiado y dadas las condiciones adecuadas, como indica la ciencia.

15/10/22

Cosas de la psicóloga

Me pregunta si soy una persona que ayudo a los demás.

Piénsalo esta semana y ya me dices la que viene.

Opina que debiera dedicar más tiempo a mi misma que a mi entorno. Que siempre estoy ayudando a tal persona, o a tal otra o estoy preocupada por los problemas de alguien y soy yo la que se para a pensar, buscando soluciones para poder aportarlas en abanico a la persona en cuestión, sin valorar si se lo merecen o no. Vamos, en definitiva, que de alguna manera se aprovechan de mí, piensan.

Me siento en mi sofá y pienso.

Realmente es cierto que me paso el día ayudando a los demás, siempre que puedo; que me gusta que confíen en mí y que me cuenten sus inquietudes (problemas, angustias y desesperos). Ellos saben que les voy a dedicar un tiempo y que a la que encuentre alguna salida, me comunicaré con ellos y expondré mi visión.

Pero también es cierto que no me abandono ni priorizo a los demás por encima de mí. No soy ninguna abnegada, ni ninguna santa que dedica su vida a los demás. Es más, esto, en otra época, no hubiera podido hacerlo. Era yo la que estaba perdida en mí misma; había dejado de ser yo y me había convertido en un ser insustancial, dolido y quejumbroso, que pocas ganas tenía de recomponerse de sus cenizas, bien, por falta aliento, bien, por no querer hacer el esfuerzo. Entonces sí, que, encerrada en mí misma, no existía nadie más.

Me levanto a prepararme un té. He encontrado uno me que encanta que se llama Kukicha y está hecho de ramitas y tallos de té. Mientras lo voy preparando y el hervidor empieza a hacer ruido, sigo pensando.

Decido que voy a buscar por internet a ver qué encuentro sobre el tema. Pienso que la psicóloga no me conoce demasiado y piensa que ese es el camino que debe seguir. A mí, el tema, con lo inquieta que soy, me ha abierto un mundo. Investigar y conocer son los aspectos de la vida que más me gustan. Y sí, cada vez más vivo aislada en mi vida contemplativa, analizadora y llena de hobbies que necesitan de mi soledad y de mi tiempo.  Me paso un buen rato picoteando de una página a otra; justo hasta que empiezo a no tener aportaciones nuevas sobre el tema.

De nuevo en la consulta de la psicóloga.

—¿Has hecho tu trabajo? ¿Has reflexionado?, ¿qué me dices? me ametralla.

Que siempre ayudo a otra gente, si se lo merecen o no, eso viene después. No todos se merecen el esfuerzo, supongo, pero el esfuerzo siempre merece la pena.

¡!

¿A que me quedó bien? Pues es una frase de Frieda Belinfante, si no sabéis quién es, dedicad unos minutos a Wikipedia. Yo tampoco la conocía.

14/10/22

Días extraños que me gustaría extrañar

Por muy feliz que se sea y sin problemas, hay un día, que sin saber por qué nos despertamos y ya sentimos una sensación rara. Hoy ha sido uno de ellos.

Me he levantado aminorada en todos mis ámbitos, tanto es así, que no me reconozco. ¿Dónde estoy? ¿Por qué me he esfumado? ¿Dónde ha ido a parar ese sosiego místico que comporta la felicidad? Sé que soy yo la que pienso, pero ha aparecido en mi interior otra voluntad que no controlo.  ¿Dos voluntades? ¿Una sola voz? ¿En qué laberinto mental me he metido ahora?

Lo que tengo claro es que la otra voluntad ha venido a restregarme en mi miseria. Me echa en cara haberme largado teniendo conversaciones pendientes con ella. “Es muy cómodo dedicarte a crear un huerto donde labrar tu fe”, me dice mi voz en boca de mi otra voluntad, “largándote y dejando a mí recoger tus pedazos. Lo tuyo es de una cobardía moral…”.

Siempre supe que las huidas no son buenas y menos cuando se huye de una misma. Va a hacer falta cierto entendimiento para acabar con este desdoble. Se van a tener que enfrentar con su propia dialéctica, en una lucha discursiva que puede convertirse en una diatriba. Una batalla contra lo inmediato hasta las últimas consecuencias.

Me fascina. Me fascino. A ver si conseguimos esa verdad superior y me vuelvo bajo el velo de la costumbre. 

Ser feliz es la mayor de las mentiras.

13/10/22

La vida…

No voy a negarlo, la vida me ha vuelto hirsuta y porfiada, pero no por ello quiero borrar mi pasado. ¡Qué va! Huelga decir que estoy orgullosa de cómo soy.

¿Que la vida hace mella?, pues, sí, es algo que debería admitir todo el mundo, y si es admitido y aceptado, deja de ser un problema. Recuérdese la famosa frase: “yo soy rebelde porque el mundo —entiéndase vida— me ha hecho así”. ¿Qué mejor frase para procurar autoconsuelo?

Entonces, esto tiene peculiar relevancia, ya que si nos vamos a las premisas lógicas de la filosofía concluimos:

1.- Todos humanos somos vida.

2.- La vida nos hace como somos.

3.- A todos los humanos la vida nos hace como somos.

No os mortifiquéis buscando la lógica a mis tres premisas, esta se escapa por todos sus poros.  Pero lo que sí que puedo decir, por experiencia propia, es que la vida se dirige al centro de nuestra esencia sin pasar por la palabra ni por la reflexión.

No voy a negarlo, no, la vida me ha hecho hirsuta y porfiada.

12/10/22

No me salen las cuentas, pero a ellos sí

Bueeeeno. Ya he acabado el tratamiento y me ha quedado una pastilla de antibiótico, porque me recetaron 5 y cada caja contiene tres (operad vosotros) y quince sobres de mucolítico, porque me recetaron tres al día durante cinco días (venga, que también es fácil la operación) y la caja consta de 30 unidades.

Y digo yo: ¿por qué no nos venden la medicación que necesitamos en cada momento? Si me pautan una toma al día durante cinco días, que me vendan cinco pastillas…

Además, ya no solo los huevos tienen problemas con su docena, que luego llegas a la nevera y hay 10 huecos para ponerlos. ¿Y qué haces con los dos huevos que te quedan? Si eres listo, ya los comprarás rotos y así los tiras sin tener remordimientos. Ahora, los medicamentos se han unido a ellos; la mayoría contiene 28 unidades en su caja. Claro, como seguimos guiándonos por la luna, con respecto a la medicación vivimos en el mes lunar.

¡Cuánto material desperdiciado! Supongo que tiene que ver con el lucro de las farmacéuticas, porque, no me lo explico. Eso sí, a nosotros venga a decirnos todo lo que debemos hacer para salvar la Tierra y reciclar, que parece ser que ahora no saben qué donde meter tanto orgánico, y patatim y patatam; y que no se nos ocurra utilizar bolsas de plástico, eso sí, las ponen a la venta, que desde que salió esta ley, te cobran también las de papel (y de eso no habla nadie). Eso sí, se sigue utilizando el plástico en los embalajes. Yo, que reciclo, es la bolsa que más rápido lleno, sobre todo el día que hago la compra.

Ya veo, hoy me he levantado quejica. Tengo días así, por si aún no os habíais dado cuenta. Pero es que no puedo con las cosas ilógicas.

Creo que fue Mariano José de Larra, escritor de la Generación del 98 quién dijo: "La mitad de las personas no leen porque las otras no escriben y estas no escriben porque aquellas no leen" y la casa sin barrer.

11/10/22

Mil proyectos y un cansancio

Mi mente, que ebulle constante, no para de cocer proyectos. Ni que decir tiene, que no tengo vida para poderlos realizar todos. Pero ella sigue, sigue creándolos hasta el punto que no me permite tener tranquilidad. Tanto es así, que Doña Libretas que soy yo, está pensando en empezar una de nueva para apuntar esos proyectos que me aparecen de repente y se instalan, si no les hago caso, en seguida en el olvido.

Tengo bastantes de iniciados y no concluidos. Estoy cansada. Trabajar todo el día con tanta intensidad, ahora, a mi edad, me agota y cuando llego del trabajo, por la tarde, después de haberlo dado todo, solo me apetece sofá y peli. Pero mi mente no se adapta al cansancio ya que este es solo físico, por lo cual, no va con ella; y sigue creando y creando y teniendo ideas, que a mí me parecen geniales y que, al no realizarlas, me provocan inquietud.

Y pasa un día y otro y así hasta pasar años y las ideas se acumulan y llegan hasta doler. ¿Dónde está aquella energía que desbordaba por mis poros? ¿Dónde están las ganas de ponerme a ello?

Por ahora tengo un blog que despertar, un Instagram de viñetas que no olvidar y dos libros que promocionar, además de tres libros por acabar y “una imagen al día” por no abandonar. También están mis lecturas, mis juegos, mis puzles mecánicos, mi teatro y mis amigos… y lo único que hago al volver a casa es dejarme engullir por el sofá. ¿Alguna vez volveré a ser la misma de antes?


10/10/22

Retos

Esto de los retos cada día está más en boga. Tanto es así que a mí también me apetece hacerlo. No tanto para colgarlo en las redes y que todo el mundo vea que lo estoy cumpliendo, sino para mí misma. Lo que ocurre es que si son retos que se deben mantener en el tiempo me da una pereza completa empezarlos. Creo que a mí me van ahora los retos que duran segundos, pim pam y reto cumplido. Así que a otra cosa mariposa.

Pero, porque siempre hay un pero, hay un reto que lo encuentro genial y que desde que me lo dijeron me ha atrapado el cerebro y no me deja pensar en otra cosa. Es el reto de “365 días”, creo que se llama así, o al menos a mí me lo presentaron así. Se trata de tirar o deshacerte cada día de una cosa de casa. Si se cumple, en un año te habrías deshecho de 365 cosas que realmente no querías ya para nada.

Hace tiempo que pienso que debo deshacerme de un montón de cosas que ya no me son necesarias. Que, claro, en un momento incluso llegaron a ser imprescindibles, pero que ahora no las uso para nada y están, eso sí, guardadas en su lugar.

Incluso un día, se me ocurrió pensar fue después de la muerte de mi madre, que sería sensacional tener el piso casi vacío antes de morir, para evitar problemas al que tuviera que desmontarlo. Estaría bien, ¿no? Es muy doloroso desmontar el piso de una persona querida. Más que nada porque ese piso es como las capas geológicas de una vida. Duele.

Así que he decidido intentar el reto. También, como soy persona de libreta, he decidido hacer una lista con lo que tiro cada día. He decidido empezar hoy, y, además, he decidido adaptarme el reto y convertirlo en “tirar al menos una cosa como mínimo”.

¿Podré conseguirlo?

9/10/22

Médicos y otros bichos

Me quedé afónica; bueno, en realidad, disfónica, que siempre empleamos el término mal; la partícula “a” delante de “fónica” quiere decir “sin voz” y yo no me quedé sin voz, la tenía totalmente afectada y casi no se me oía, porque tenía las cuerdas vocales inflamadas, pero no me quedé sin ella.

Fui al médico. Un médico que no conocía porque resulta que llevo una buena temporada que van desapareciendo mis médicos de “siempre” (véase el término siempre como: a partir de 10 años), o por jubilación, o por defunción o por “ya no trabaja con nosotros”. Después de esperar hora y media: me dieron la hora de la cita mal, llegó tarde, visitó a cinco pacientes antes… Pues eso, después de esperar tanto, entro en la consulta, le intento explicar lo que me pasaba y me dice:

¡Tose!

¡Cof-cof-cof! hago yo.

Bien, tienes una infección bacteriana; tómate este antibiótico y este mucolítico, cinco días.

Y me acompañó a la puerta de la consulta y adiós muy buenas.

No tardó ni un minuto en diagnosticarme. Me quedé tan flipada que no le hice ninguna pregunta. No había estado en la consulta ni cinco minutos. Al salir, el siguiente paciente, supongo, exclamó: “¡qué rápido! Le hubiera contestado, “ni que lo digas” (que es una forma popular de decir: “ni que decir tiene”), eso sí, le hubiera contestado si no hubiera estado disfónica.

Caminé hasta casa como si estuviera hipnotizada y antes de llegar fui a la farmacia a comprar lo que me había recetado. Una vez en el piso, nos sentamos en el piso, mis bacterias y yo. Necesitaba un tiempo, y supongo que ellas también, para digerir que me había diagnosticado por el ruido de mi tos.

A pesar de las medicaciones, mis baterías se lo están pasando chupi conmigo: tres días después, me encuentro mucho peor que cuando fui al médico, supongo que es el proceso. Recuerdo que siempre se ha dicho: tres días de subida y tres de bajada. Hoy estoy en el cuarto. 

Solo me queda tener fe y seguir hidratándome.

13/9/22

Series

He visto una serie que me ha apasionado: Bright Minds, creo que es el título con el que lo conocemos aquí. Es francesa y allí se llama Astrid et Rafaëlle.

Fui a parar a ella por casualidad hará unos meses. Sólo había dos temporadas. Son temporadas cortas, de ocho o nueve capítulos (incluso de siete, si me pongo puntillosa). Ahora ya hay tres.

Uno de los personajes principales es autista y Sara Mortensen le da vida de una manera tan espectacular que me tiene anonadada con su trabajo. La miro casi microscópicamente para no perder detalle de su actuación, de su mirada perdida, de su movimiento de ojos, de sus interjecciones y su levantar de cejas, de su juego de dedos cuando piensa o busca, de su forma súper meticulosa de vestir, de su caminar viciado, de cómo va aprendiendo a fuerza de intentar entender a los demás, de sus lágrimas y de los momentos en que los estímulos la desbordan.

Cuando una serie me gusta por algo, la vuelvo a ver un par de veces más. Tengo ganas de seguir descubriendo los pequeños detalles de este personaje que tanto me ha conmovido.

Por otro lado y por pura coincidencia, he ido a caer en otra serie, Woo Jong Woo, abogada extraordinaria. Una serie coreana en la que la protagonista es una joven abogada también autista (ahora el concepto autismo se ha dejado de usar y es mucho más correcto TEA, trastorno del espectro autista). Este es un personaje muy diferente al de Astrid, pero que también aporta todo un matiz de comportamientos TEA. Llega a ser tan entrañable y cariñoso que no puedes menos que enamorarte de él. Le da vida la actriz Park Eun-bin.

Así, que he disfrutado un montón del trabajo de estas dos gran actrices que no conocía para nada. A veces es genial ir a caer en el visionado de series que nadie te ha recomendado y qué no sabes muy bien por qué has acabado viendo.

Después de finalizar con estas dos, como es normal desde que visionamos tantas series, me siento huérfana de ellas. Me toca volver a buscar y dejarme caer en alguna de las miles que hay; ¡a ver si tengo tanta suerte!

12/9/22

Ser

A veces me pregunto si estoy aportando todo lo que soy a la vida. Hace tiempo pensé que el sentido de esta era devolverle lo que es uno. Vivir para ser y luego darlo.

Esa pregunta inicial fue tan insistente, que me senté un día cerca del mar a analizarla. El mar es el lugar al que acudo cuando mi corazón se destempla; la cadencia de sus olas, junto con el arrullo, me calienta de nuevo el alma.

Pensé que la vida no podía ser sólo en una dirección; me explico: no podía estar tomando yo todo de ella sin dar nada a cambio. Y mirando a ese horizonte donde habitan las perspectivas, vi claro que el sentido de la vida era ser para devolver lo que eras.

Ahora vivo con la inquietud de ir pagando mi deuda. La vida no me lo pide. Pero sin un sentido, no puedo vivir.

9/9/22

De sorpresa

Esta noche he parido. Me fui a dormir con un ligero dolor en el estómago y esta mañana me he despertado con una enorme masa de recuerdos y sentimientos entre las piernas. He tenido que cortar el cordón umbilical que la unía a mí y cerciorarme de que respiraba. Le he dado una palmadita en lo que me ha parecido una nalga, como tantas veces he visto hacer en las películas para provocarle el llanto. Ha sido un enorme alarido, de esos que enorgullecen a la madre pensando en la potencia pulmonar de su neonato.

Sin cubrirla con ninguna prenda, la he cogido con cuidado para llevarla a la pila del lavabo. Debía limpiarla. Los hijos siempre que nacen salen sucios y pringosos. La mía estaba llena de tristezas y pérdidas, pero el agua tibia ha podido con ellas y ensoñecida he mirado fijamente cómo desaparecía esos restos de placenta por el desagüe.

Y ahora a amamantarla y criarla, para que crezca sana y fuerte y yo no me sienta tan sola cuando me empiece a fallar la memoria.

8/9/22

Malas relaciones

No recuerdo de donde saqué esta frase, pero me impactó lo suficiente para apuntarla en mi libreta. Una libreta que he tenido olvidada hasta hace unos días en que volvió a aparecer. La llegué a olvidar tanto que también me olvidé de su existencia. Ya podría pasarme con algunas vivencias de mi vida. Pues a lo que iba, que no quiero irme por los cerros de Úbeda (creo que es la primera vez que escribo esta expresión). La frase en cuestión es:

“Vivir sabiendo, es vivir el doble y yo nunca fui tan fuere para cargar con tanta vida.”

He leído unos posts que hablaban de una relación tóxica, de maltrato, aunque hubiera un límite y no se cruzara. Una relación que ya no era por lo grave del maltrato si no por lo seguido de este. Y esto me ha hecho pensar en “mi historia”; en esa relación tan dolorosa que me ha hecho cambiar tanto la percepción del amor.

Durante esa época yo viví sabiendo. ¡Vamos, sí sabía! Entendía y justificaba todo porque me creía tan fuerte como para poder con ello. Me creía capaz de modular y cambiar a la otra persona. Porque, ilusa de mí, creía que el amor que nos profesábamos (o ¿debiera decir “procesábamos?) era más fuerte que todos los conflictos, discusiones, percepciones, obligaciones, gritos, silencios de días, rabias y portazos, que vivió nuestra relación.

Y sí, en realidad no era fuerte para cargar con tanta “vida”, porque por aquel entonces, esta era mi vida. Y fui empequeñeciendo, abandonando todo aquello que me gustaba, separándome de mis amistades, justificando cada una de mis acciones, de mis pasos, de mis pensamientos… y aguantando, sobre todo aguantando. Siempre esperando que el milagro se realizase: que fuera capaz de ver la verdad que había en mí y no esa que se imaginaba.

Recuerdo acostarme hundida y vencida ante tanta distorsión de los hechos. Recuerdo llegar a casa con miedo por no saber por donde me llegaría la bofetada verbal. Recuerdo no saber dar un paso sin sentir que estaba caminando sobre arenas movedizas.

Ahora, curada, pero llena de cicatrices, vuelvo a reconocerme y a hacer todo aquello que me gusta, sin tener que rendir cuentas a nadie, abrazada a mi libertad de cambiar de opinión, de cambiar de idea, de “hablar palante y hablar patrás” (como dice una buena amiga mía). Y sobre todo, ahora, soy capaz de hablar de ello, de escribir sobre ello y de entender, que tras la lucha y la derrota, la reconstrucción fortalece.

Una frase de mi estimada “Flor de Nit”: “Per construir cal destruir”.

Fue una máxima que me decía en los momentos de sentirme en el agujero más profundo de la Tierra. Suerte que todo se erosiona, incluso el dolor.

7/9/22

Energía

Tengo sueño. Ayer me dormí en el tren de vuelta a casa. Me dormí dignamente, sin roncar ni babear, sin perder la postura de viaje ni ladear la cabeza encima del pasajero de mi lado; solo cerré los ojos e inmediatamente desaparecí de este mundo para pasar al de Sandman. Esta mañana, hacía apenas un par de horas que me había levantado y no paraba de bostezar. Cosa que he seguido haciendo durante todo el día y, a la que disminuía mi actividad, se me empezaban a cerrar los ojillos.

Antes esto no me pasaba. Ya podía haber dormido poco o empalmado que estaba bien despierta y con una energía inagotable. Si dormía un par de horas era como si hubiera dormido un par de días.

Ahora no recupero como antes. Necesito mucho más rato de descanso para volver a tener fuerzas y sobre todo ganas. Me da un poco de miedo porque, cuando fallan las ganas, falla la vida.

Voy a ser más justa. Si analizo bien, ganas tengo, fallan las fuerzas. Me da rabia porque sigo teniendo un montón de proyectos que quiero realizar y mi mente y mi cuerpo solo piden sofá y, cómo soy benévola, se lo concedo al instante.

Y así pasan los días, y yo… desesperando…

Vivo aminorada, ya no soy la de antes. En mi huerto, se ha marchitado la fe que tenía de recuperar ritmo y fuerzas. Aunque, a veces, veo un pequeño brote que me remite ipso facto al entusiasmo. Quiero levantarme de este jergón de apatía en el que me he instalado. Tengo un miedo atroz a que se convierta en el velo de la costumbre. No voy a caer en la aceptación incondicional de la pérdida de impulso, nervio, ímpetu y poderío, que tanto me han definido en la vida.

 

6/9/22

Por si sirviera de alegato

¿No os pasa que cuando hay un montón de gente sois incapaces de fijar la vista y ver? En estas ocasiones, miro sin ver, y no puedo luchar contra ello. Cuando la información de mi alrededor es abigarrada, soy incapaz de fijarme en nada. Es como si se saturara mi ojo y fuera incapaz de ir discriminando las informaciones.

Una vez, estaba actuando en un cruce de dos calles peatonales. Habían instalado una tarima de metro y pico de alta y estábamos bailando una pieza de jazz a claqué. Participábamos en las fiestas del barrio con nuestro grupo amateur, felices por tener la oportunidad de aporrear con las claquetas las tablas de madera de aquella vieja tarima del Ayuntamiento y poder disfrutar de un público familiar y amable.

Nerviosa como estaba, estuve dudando si informar a mis amigos de esa pequeña actuación, por si querían venir. No era la primera vez que actuaba en público, pero siempre me pongo nerviosa y cada vez que piso el escenario, con público, tengo una tremenda lucha con mi miedo escénico. Al final, les informé del evento (como si fuera Google calendario).

Llegó el momento en que debíamos tomar posesión del escenario. Estábamos rodeados de un denso público. Desde mi puesto, mientras repetía de memoria esos taps, steps y pullbacks que había pertrechado la semana anterior, miraba insistentemente hacia todas partes tratando de ver dónde estaban situados mis amigos. No conseguí dar con ellos, cosa que indicaba que no habían venido.

Una vez acabado el espectáculo apareció ese sosiego místico que señala que ya no tenía clavados sobre mí los ojos del público. Recogí mis zapatos y mi ropa de baile y me dirigí a cenar a casa de mis amigos.

Cuando llegué, me los encontré sumamente enfadados porque no los había saludado y eso que los había estado mirando. Su hijo se había frustrado mucho porque me había estado llamando y no le había hecho ni caso. Me quedé anonadada con lo que me estaban diciendo. Intenté explicarles que cuando hay tanto tumulto, soy incapaz de ver a nadie, pero no me entendieron. Se ve que a ellos no les pasa esto.

5/9/22

Tiempo y dolor

Escribir apacigua el alma de cualquier vagabundo de las palabras, es un secreto a voces.

Yo dejé de hacerlo cuando el sentido desapareció. No me encontraba con fuerzas de enfrentarme a la página en blanco; se vive el dolor en la penumbra y el brillo de esa página, que ciega la poca luz que contienen las entrañas; no era lo mejor en ese momento.

Luego el tiempo lo hace todo. Se instala el duelo en las yemas de los dedos y es imposible teclear en el ordenador. Lo que antes era júbilo, ahora es dolor y esas palabras calladas en tantos años de silencio, litifican y emparedan el lugar que debiera ocupar el corazón, ahora, en los pies.

Y el tiempo pasa y el dolor, no. Nos ponemos a hacer inventario de lo que nunca escribimos ni escribiremos; ordenamos nuestras cicatrices desparramadas en el suelo, numeramos los suspiros expirados al viento; baldeamos las esperanzas, para que luzcan de nuevo.

Y el tiempo pasa y el dolor, no. Y lo querría sucinto, porque las lágrimas que no detienen la vida, me paralizan a mí y nimban mi mente de un halo de oquedad; ¿cómo, entonces, poder escribir?