31/10/19

Te veo


Te veo, aunque no quiera mostrar que te miro. Te siento y desacompasada me tambaleo por los eternos pasillos de la añoranza. Quiero reconfortarme y no puedo, síndrome del miembro fantasma.

Me admiro de dominar las leyes estáticas que de reojo acompañan tu caminar. Estoy a tu lado sin estarlo y se cierra tu costado alejando mi disculpa. Que no fue culpa si no delito, alejarte en mis tropiezos, cuando la inercia tendía a caer en tus brazos de pleno.

Entre la multitud, apresurada, te alejas y te voy perdiendo. Cómo siento este invierno lejos de tu cálida morada.

Cayóseme el velo de la ilusión y dejó de ser altruista la suerte, consciente de que no estás, el dolor vuelve y arremete.

Nota: Este texto lo escribí en otro momento de mi vida.

30/10/19

Mar de amor y de dudas


Qué difícil dormir cuando las emociones son tantas. No entiendo cómo ha podido pasar. Me había hecho a la idea de morir con soledad y parece que mi suerte ha cambiado.

¿Será verdad que no me había llegado el momento del amor? Mi último amor me pareció el definitivo, estaba absolutamente enamorada de ella. Pero ella misma me enseñó que se puede pasar página y por fin, he hecho yo también lo he hecho. Así que ese antiguo amor, ha desaparecido o lo he deglutido, a fuerza de entender que todo pasa y todo queda.

En esta incipiente relación, me encuentro excesivamente contenida (mucho daño me hizo la anterior), pero veo, con una claridad insospechada que voy por buen camino. Mi satisfacción desborda los límites de mi piel.

Siento, no obstante, que el amor que empiezo a sentir lo entrego con menos merecimiento que el anterior. Esto me hace tener un punto negro en mi interior, como si la desconfianza buscara un lugar apropiado para asentarse. No me gustaría, no, porque ello querría decir que no tengo mi último desamor superado. Aunque después de que los síntomas de la ruptura se fueran atenuando, llegó un día en el que sentí que habían desaparecido por completo.

Corro con premura a sacudir la cabeza y después todo el cuerpo para que desaparezcan las cenizas del pasado. Quiero empezar limpia esta anhelada relación. Y como si fuera Afrodita, quiero gritar: “DUDAS FUERA”, ¡ay!, no, que eran las tetas… (pues, también) ADELANTE.

29/10/19

Ha ocurrido


Pensé que me pasaría el resto de mi vida dedicada a cuidar de mi muerte, que casi es lo mismo que quedarse para vestir santos, pero, no va a ser así.
Vuelvo a sentir ratoncillos en mi estómago, como aquella vez que me enamoré profundamente de la que creía la mujer de mi vida. Pero este fin de semana, tal como estaba pronosticado por la física cuántica, me he enamorado locamente de nuevo. No ha sido un flechazo, ha sido lo que debía ser.

Todo ha ocurrió en un andén de tren, con un gran retraso de este. La gente, enfadada por el mal servicio y la mala información, empezó a hablar entre ella. La chica que tenía a mi lado se dirigió a mí.  Era una chica preciosa, con una mirada azul, transparente, que me atravesaba y me acariciaba el interior. Me preguntaba por el retraso.

Di la sensación de ser un poco lenta, pero es que mi atención estaba en las sensaciones que me creaba y en ver esa luz sensacional que despedía ella.
Estuvimos hablando un montón de tiempo, sentí que me enamoraba por segundos y me dio la impresión que a ella le pasaba lo mismo. Era de aquellas personas que cuando hablaba te iba tocando el brazo. Me sentía tan bien que empezó a preocuparme perderla cuando concluyera nuestra charla.

El tren vino y tuve la suerte de sentarnos juntas. Hablamos de un montón de cosas y al final, llegando a nuestro destino, mientras estaba reuniendo fuerzas para pedirle su teléfono (estaba muerta de vergüenza), con la naturalidad más grande que pueda existir, me pidió el mío y me hizo una perdida.

Ayer por la tarde, un día después de conocernos, me llamó para quedar a tomar algo.

La veré esta tarde. Vuelvo a sentir ratoncillos en mi estómago. Ya os contaré.

28/10/19

Qué mal se vive esperando


Vivo sin vivir en mí. Sigo esperando que ocurra un milagro. Por una vez que deje mi pensamiento científico y me pase al mundo de la esperanza y la magia, tampoco puede pasar nada, ¿no?

No tengo muchas ganas de escribir porque estoy inquieta y a la espera, cosa que me produce cierto estado de ansiedad. ¿Qué hacéis en estos casos? Parece que el tiempo no pase, que mi vida se haya detenido. He dejado de disfrutar cosas que me gustan porque solo tengo en mente que ocurra ya ese milagro.

Mejor dejo de escribir por hoy, que no avanzo en el texto.

27/10/19

Cuando menos te lo esperas

Me ha pasado una cosa que nunca creí me pasara. Ahora tengo que esperar.

26/10/19

Etiquetando


Cuando era pequeña pensaba que era la oveja negra de mi familia. Nunca congeniaba con su sintaxis familiar. Luego descubrí que la familia se aguanta y los amigos se eligen, por eso, mi sintaxis se hallaba en mi grupo. Pero eso fue solo en el momento de la adolescencia.

Las obsesiones parece que se van, pero siempre acaban regresando, es por eso que ahora pienso que soy la oveja negra de mi trabajo. Y este pensamiento ha emergido de no se sabe dónde con una gran fuerza. No es que haya habido conflictos que preludiaran mi situación en el rebaño. Pero a veces carezco de la inteligencia precisa y en este caso se precisaba inteligencia emocional que dieran cuerpo y garantía a mi situación social.

Dicho esto, no me toca otra que abogar por mi pulcritud sintáctica y, con premura, pasar con gran envergadura (y no me da la gana de romper la rima) de todos y cada uno de mis compañeros laborales.

¡Viva el negrismo ovejero!, he dicho.

25/10/19

Sujetadores o algo


Cuando mi sujetador no quiere abrocharse y no hay manera de vencerlo ni de convencerlo. Acabo rendida y con los bíceps absolutamente cansados por el esfuerzo. Y es que hay mañanas que se pone en plan terco (ríanse ustedes de las mulas) y no hay manera.

A veces me he descubierto dando vueltas como los perros cuando persiguen su propio rabo; o lo que es peor, levantando una de las piernas como si así adquiriese más precisión con los anclajes. Y para colmo, no uno, sino dos anclajes, que cuando logras poner uno y te dedicas de lleno al otro, el primero se libera a la más mínima provocándote un sentimiento de profunda derrota.

Todo esto, recién salida de la ducha y con prisa para coger el tren. Suelo acabar sudada como si de una clase de zumba se hubiera tratado y con la absoluta necesidad de volverme a duchar, pero, ¿quién es la guapa que se quita el sujetador? Así que, a aguantarse.

24/10/19

Esa maldita chaqueta


Que amo incluso antes de amarte a ti, porque te representa y me hace sentir que todo sigue bien. Cuando la veo, me calmo. Es como mi hogar, un lugar donde apoyar mi cabeza y sentirme segura, donde sentir el aroma de nuestro amor, tu olor.

Esa chaqueta, que observaba desde mi ventana sin que tú me vieras. Que me hacía desearte más cada día, incluso ahora también; porque la veo a lo lejos y fluye por mí un inmenso amor incontrolable, que ahogo en un llanto silencioso para que nadie se dé cuenta.

Esa maldita chaqueta que no me deja olvidarte, que me impide avanzar, que necesito ver constantemente, porque es lo más cerca que puedo estar de ti. Esa maldita chaqueta que, en el fondo, no es otra cosa que tú.

23/10/19

Colores


Las vidas tienen colores y el color que más abunda es el gris. No hay más que ver a las personas yendo de un lugar a otro por la calle. Con aire serio y taciturno, cayendo sobre ellas una lluvia mansa provocada por una nube propia, con sensación que no les concierne la tormenta que les acompaña. Caracterizadas siempre por un falso y frágil sosiego, con esa calma, tan quebradiza que nadie se atreve a invadir.

Quizá solo necesiten en su vida un factor estimulante que no les haga esperar, imposible de tomarla por ellas mismas, una decisión ajena a su voluntad.

Me da mucha rabia descubrir que a veces visto mi vida de gris. No quiero. Ni tan solo para ir por la calle, aunque sea el color con el que te ensucies menos.

22/10/19

Flashback


Me he preparado un zumo de mandarina. Me gusta mucho más que el de naranja que me apasiona. Aprovecho que es la época y me hago todos los zumos que puedo. Desde hace unos años consumo frutas y verduras en la época en la que se solían cultivar antes. Los productos de temporada son mucho más sabrosos. Además, me acostumbré a consumir productos de cercanía, a ir a tiendas de barrio y a mantener conversaciones con los tenderos y las tenderas; he decidido que no me gusta la impersonalidad, que quiero volver a lo de antes.
A lo que iba: Si es fin de semana, el zumo me lo hago para desayunar, junto con unas tostadas y un buen jamón, y si es entre semana, me lo hago por la tarde, a la vuelta del trabajo, como hoy. Es absolutamente reconstituyente y me sabe a gloria.

Llevaba exprimidas varias mitades de mandarina, que previamente había cortado en la tabla de madera, cuando he tirado la mitad que tenía en la mano en la basura. Me ha venido un flash, tal y como pasa en las películas. Primero me he quedado quieta mirando ese color naranja que se iba acumulando en la basura y mi mente, mis sensaciones y mi cuerpo se han trasladado al pasado. He visto la misma basura, con ese naranja lleno de motas negras. Una imagen que he visto muchísimas veces a lo largo de mi vida. Era la imagen de las cascaras de naranja junto con el marro del café a la hora de desayunar en casa, en casa de mis padres. En seguida la añoranza y la tristeza se han instalado en mi interior. La sensación ha sido tan vívida que la sigo teniendo dentro de mí recordándome a cada instante que me falta algo.

21/10/19

Ascensiones


He tenido que ir al despacho de un abogado para arreglar unos papeles de familia. Está situado en uno de los edificios más altos de mi ciudad, en el piso diecisiete. No me gustan los edificios que tienen más de cinco pisos, siempre me recuerdan al “Coloso en llamas”. Y no solo eso: ya de normal, no me gustan los ascensores, por lo que, descartado subir diecisiete pisos andando, no me ha quedado otra que coger el ascensor.

En la planta baja, hemos entrado una mujer y yo; ella ha pulsado el botón con el número quince y yo el mío. El ascensor se ha parado en el piso uno, donde ha entrado una mujer que también iba al piso quince.

Como era de esperar, porque a mí siempre me pasan estas cosas, el ascensor se ha parado entro dos pisos. Como no reanudaba su marcha por mucho que apretáramos diversos botones, hemos hecho uso del interfono que comunica directamente con la empresa de ascensores. Nos han dicho que enviaban a un técnico.

Y allí, apoyadas cada una en una de las paredes del ascensor, tres mujeres sin gran cosa que decirse. Yo permanecía en silencio mientras mis dos compañeras hablaban. Ambas trabajaban en el mismo edificio y se conocían de vista. Me han obviado en su conversación, cosa que ha permitido que pudiera observar la situación y disfrutar con mis pensamientos.

Me ha llamado la atención la tensión aromática que se ha creado al chocar el olor de sendas colonias, muy diferentes una de otra. Ellas sonreían al hablarse, pero los aromas, ocupando el resto del ascensor luchaban entre sí para ir ganándose espacio uno a otro. Iba ganando el olor del perfume de la mujer que había subido en el primer piso y creo que la otra mujer se dio cuenta de ello porque pude percibir una pequeña fluctuación emocional en ella, haciéndole disminuir su sonrisa fática.

No se sabe por qué el ascensor empezó a moverse. Ya funcionaba y alguien debía haberlo llamado. Sin lugar a dudas el aroma de la mujer que había subido en la primera planta había ganado el combate. Cada una de nosotras apretamos de nuevo los botones del ascensor y cuando me bajé en la planta de mi abogado, inspiré con profundidad para liberar del embotamiento olfativo a mi pituitaria. Otro motivo más por el que no me gustan los ascensores.

20/10/19

Un poco más de cuántica


La terapeuta quiere saber cómo voy con el tema de la superación de la ruptura. Le hablo y quiere que le hable más. Es la primera vez que me pregunta directamente por mi pareja. Siempre ha dicho que para hacer terapia no necesita saber nada de ella. Que trabajaremos sobre mí. Y eso es lo que llevamos haciendo estos últimos meses. Hasta hoy que ha mostrado un extraño interés sobre el tema.

Le he contado que a veces tengo la sensación que me estoy engañando porque me siento bien, vivo feliz, hago un montón de cosas y casi no pienso en ella. Y de repente, las dos últimas semanas no me la saco de la cabeza. Deseo saber de ella, cómo le va la vida, si me añora tanto como yo, si las cosas que hace le llenan poco y siempre va acompañada de un vacío.

Mi terapeuta me pregunta si eso me produce malestar o angustia. Le contesto que no, que pienso en mi ex sin dolor alguno, que no siento nada. Ella me dice que es imposible y me empieza a concatenar unas conclusiones que se saca de la manga pero dan absolutamente en el clavo y acabo dándole la razón. Sí que siento, dice ella, “rabia”.

Sí, no me queda otra que admitir que tengo rabia, pero hacia un hecho en concreto. Al pensar en ella, tengo una parte del cerebro ocupada sintiendo su ausencia, su silencio, nuestro amor y desamor y eso me hace estar rabiosa; porque haga lo que haga, no estoy al cien por cien conmigo misma. Y para hacérselo entender le hice la analogía de que era parecido a tener el síndrome del miembro fantasma. Ella me comprendió enseguida y me dijo:

Lo mismo vuestro amor no es de esta dimensión y tienes que aprender a aceptarlo y aprender a vivir con ello. Para poder encontrar otro amor, aquí, ahora y en esta dimensión.

Volviendo a casa, mientras conducía pensaba:

Bastante tengo con regir mi vida amorosa en una dimensión para que ahora tenga que ocuparme de una segunda. Miedo me da esta vida cuántica a la que me están empujando.

19/10/19

Si nos cruzamos

Cada vez que te veo construyo un nuevo algoritmo que se adecue a la situación. Eres una amenaza inconcreta para mi alma que se halla en encarnizada lucha por olvidarse de ti. Intento mostrar naturalidad (nada más lejos de mí) para que parezca que todo está superado, que ya no siento nada. Y sé que cuando nos cruzamos especulando sobre la otra, ironizamos con el corazón para que no despierte el dolor aletargado por el tiempo. No podemos ni mirarnos a los ojos por una extraña vergüenza incursa. Cohibida dejo que te alejes y ni me atrevo a mirarte mientras te vas. Y entonces, solo tengo ganas de llegar a casa para dejarme llorar.

18/10/19

Cosas que pueden pasar a cualquiera


Mientras me he duchado he tenido una ensoñación: no era mi cuerpo el que enjabonaba, sino el tuyo. Sentía como te ibas excitando a medida que pasaba la esponja por mi espalda, mis axilas y mis pechos. ¿O debiera decir tu espalda, tus axilas y tus pechos? Perpleja por no sentir mi cuerpo y sentir el tuyo, he cerrado el agua y he salido de la ducha abrigándome con la toalla, ¿o abrigándote? Me he sentado en el taburete y he estado por un momento analizando todas las partes de mi cuerpo, que era el tuyo. Tres respiraciones para intentar neutralizar el estado de ansiedad en el que empezaba a encontrarme. ¿O eras tú la que sentía ansiosa? Tenía que hacer algo, no podía seguir así. Supongo que tú tampoco. Debía sacar a relucir esas cualidades prácticas de las que siempre me he sentido orgullosa. A ver dónde hallaba ese principio disolutivo que necesitábamos, porque lo que tenía claro es que no iba a estar el resto de mi vida yuxtapuesta a ti.

Pensando un poco, he caído en la cuenta que sentía tu cuerpo, pero el mío no. ¿Dónde había ido a parar mi consciencia corporal? Resultaba de una dureza incomprensible ser incorpórea y sentirte a ti, que no soy yo. Al final, al borde de un ataque de pánico, me he vestido rápidamente, o lo has hecho tú y me he dirigido a visitar a mi terapeuta, que, viendo mi cara de espanto y ansiedad, me ha recibido inmediatamente. Qué curioso ha sido estar hablando allí conmigo.

17/10/19

Ideas de bombero


Carla vivía al día. No planificaba nada. No programaba nada. Decía que le apetecía encontrarse la vida frente a frente, sin prever ni pensar en nada que le hiciera hervir el pensamiento. Y por mucho que me sorprendiera, era muy feliz así.

Hoy, he querido imitarla y me he levantado esta mañana en un impremeditado día, esperando que la vida se me pusiera delante, también a mí. Me he sentado en la cama, con los pies descalzos encima de las zapatillas, en actitud expectante, esperando una señal de la vida para empezar a hacer. Nada por aquí, nada por allá. Al final, cuando el aburrimiento ha empezado a hacer uso de sus propiedades anestésicas, me he levantado y me he ido a desayunar. Seguro que con una tostada en mano sentiría la voz de la vida indicando qué debía hacer. Como me hallaba algo nerviosa porque seguía absolutamente expectante sin ninguna respuesta he deambulado por toda la casa mientras disfrutaba y consumía, mordisco a mordisco, mi tostada con aceite y sal. Tan pendiente estaba de escuchar lo que me tenía que decir la vida, que no me he dado cuenta de que he ido llenando de migas todo el suelo. En fin, no me quedaba otro remedio que coger la escoba y barrer. Con una extraña paz de espíritu absolutamente desconocida por mí, he barrido con la consciencia puesta en el cepillo de la escoba. Empezaba a sentir una fluctuación emocional que estaba conduciéndome hacia un estado de ánimo sombrío. ¡Qué mal educada la vida! No me estaba ayudando en nada. Cambio de idea: he pensado que era mejor ducharme e irme a trabajar. A ver qué excusa me invento para justificar mi retraso.

16/10/19

Que nadie duerma


Autor: Juan José Millás

Decididamente, Juan José Millás me encanta como escritor.

Hace unos años, bastantes ya, me hablaron de él como relatista y me leyeron un par de relatos que me encantaron, pero nunca llegué a comprarme ningún libro suyo. Tiempo después, me decidí a comprar uno de sus libros de relatos, de cuyo nombre no consigo acordarme y lo devoré con ilusión y ganas, disfrutando sobre todo de sus palabras, de la construcción de sus frases, de la elección del vocabulario, de sus profundidades y de sus ironías. Y eso fue todo.
Un día, no hace mucho, me dio por buscar novelas suyas por Amazón y me lancé a comprar unas cuantas. Hacía poco que lo había visto por televisión, en una entrevista entretenidísima promocionando su último libro.

Así que hoy me he acabado esta novela, esta sorprendente novela cuyo final no llegas a esperarte en ningún momento de la trama.

Tiene oficio, diría un amigo que escribe desde que tengo recuerdo. Y estoy de acuerdo con él. Me encanta como el autor recupera datos de páginas anteriores y los hilvana tejiendo una trama que de lineal solo tiene la apariencia. Un libro curioso cuyo tono empiezo a reconocer como suyo.

Leedlo, ya me diréis. Por cierto, casi no he sentido empatía por la protagonista. Curioso que me haya gustado.

15/10/19

Debajo de mis alfombras


Hoy, que estoy de morriña, me ha paseado por mis otros blogs y he recordado los momentos geniales que pasé conectada a internet. Porque internet vino a mi vida, en un momento en el que tenía un hueco para él. Chats, foros, blogs, irqs, messangers y skipes, subieron como la espuma y llenaron de energía, quedadas, y amistades mi hasta entonces tranquila vida.

Me encanta mi blog de puertas. Un blog compuesto por un montón de fotos de puertas que la gente me iba enviando al correo. Me encantaba llegar a casa, entonces los móviles no tenían internet, y encontrar mi mail lleno de misivas llenas de fotos de puertas. Y un día, lo dejé colgado. No sé muy bien por qué fue, el caso es que creo que mi blog de escritura, como si fuera una enredadera, se fue comiendo el tiempo que dedicaba al otro.

Y aquí lo tengo, al ladito de este sin prestarle nada de atención. Hasta hace un instante, que me he perdido por él añorando tiempos que con el tiempo nos parecen mejores que el presente; este presente que, dentro de unos años, cuando ya sea pasado, nos parecerá mejor que el futuro desde donde lo estemos viendo. Porque nosotras, las personas, somos así, cualquier otro tiempo que no sea el que estemos pisando es mejor.

En ningún momento pretendía hacer un monográfico de tiempos mejores. Lo que ocurre es que al levantar las alfombras bajo las que se esconden mis recuerdos, sale de todo, incontroladamente, y aunque no quiero que sirva de excusa, valga solo como explicación, o algo.

14/10/19

Busco a la mujer de mi vida


Busco a la mujer de mi vida. Una vez pensé que la había encontrado y fui muy feliz por ello, pero el tiempo me demostró que no lo era. ¿Por qué le echo la culpa al tiempo? Ella me demostró que no lo era. Vaya si lo demostró, con creces. Lo llegó a demostrar tanto que yo perdí mi norte, si alguna vez lo tuve y entramos en una vorágine de echarnos todas las culpas la una a la otra. Acumulamos tanto rencor que éramos incapaces de olvidarnos de todo lo que habíamos hecho que no gustaba a la otra. En fin, castigos psicológicos, silencios eternos, irnos a la cama sin hablarnos y enfadadas, un montón de orgullos heridos y rabietas de impotencia.

Y todo era bien fácil de solucionar; solo necesitábamos saber qué nos pasaba. La teoría del triángulo cambiante: perpetradora, víctima, salvadora. Pero el conocimiento llegó cuando el amor ya estuvo todo roto, imposible recomponerlo. Como un jarrón roto y pegado tozo a trozo con pegamento; pero que ya no luce, y que ya nunca podrá ser aquel jarrón que fue.

Por esto ahora busco a la mujer de mi vida. Una mujer cuántica. La busco mirando al mar con el sol a mis espaldas. Recitando como un mantra esa idea que tengo de ella. Siento ya que la amo tanto. No nos hemos encontrado, eso lo dejo en manos de la física cuántica. Yo sigo construyéndola cada noche con mi voz.

13/10/19

No hay escritura sin intranquilidad


Acabo de darme cuenta que tengo el teclado del ordenador portátil un poco sucio. No entiendo muy bien por qué ya que nunca como mientras estoy escribiendo, lo hago con las manos limpias y le bajo la pantalla siempre que acabo para que no se llene de polvo. Me inquieta el misterio. Es de color blanco por lo que se ve perfectamente la suciedad.

Me perturba el hecho y me condiciona la escritura. Soy una persona muy limpia y este descubrimiento me ha abrumado. No en sí porque este sucio el teclado, que a fuerza de paciencia se puede limpiar, sino porque no sé qué puedo hacer para evitarlo, pues no he sido consciente de qué ha pasado para mancharlo de tal manera.

Si analizo algo mejor, veo que tiene polvo y unas manchitas redondas y pequeñas como si hubiera caído algún tipo de líquido. Supongo que la propia grasa de los dedos debe servir como atrapapolvo y de ahí las manchitas.

No he podido remediarlo, he dejado mi silla y me he ido al lavabo a buscar dos bastoncitos para los oídos. Los he pasado interteclas y han salido sucios de polvo, aunque he conseguido bien poca cosa ya que continúan estando las manchitas redondas. Conclusión: voy a tener que ponerle un limpia algo. Aunque el pensar que pueda mojar el mecanismo del teclado y dejar de funcionar me causa pavor. No estoy yo por los menesteres, ni económicos ni temporales para adquirir un nuevo portátil si deterioro este.

En fin, lo mejor para mi salud mental es que procrastine la limpieza y me dedique a otra cosa. ¿Escribir?, escribe, ¿no?

12/10/19

El azar


No hay cosa que me turbe más que encomendar mi vida al azar. Llega a tanto el control que tengo sobre mí, que cuando descontrolo no me encuentro, un espacio abismal me separa de mí misma y sucumbo en mis propios reversos.

Supongo que prefiero potenciar lo que soy que lo que no tengo. Un verdadero trasiego, a veces, cuando el azar juega en mi contra.

Pocas veces el azar me favorece; se regocija en las asimetrías de mi deseo, percibe esa pequeña fluctuación emocional que sufro ante el descontrol y domina los efluvios que emanan de mi temperamento. No soporto que se me adelante, que me sorprenda y que con risa sardónica me muestre lo inacabada que soy.

11/10/19

A veces compro cada cosa…


Me he comprado un libro que se llama Álgebra moderna, de la editorial Vergara. Es un libro pequeñito, que apenas pesa nada, de tapa dura y título en el lomo con letras doradas. No es que imite a los antiguos, no, es que data de 1957. Miedo me da que la modernidad del álgebra ya esté demodé; aunque dicen que siempre vuelven las cosas.

Estoy deseando leérmelo y disfrutar con él. Creo que es el libro de edición más antigua que tengo en mi casa. Por un momento me he planteado empezar una colección de libros científicos de la primera mitad del siglo XX. Suerte que solo he sido abducida por un emotivo romanticismo durante unos segundos, porque ¿para qué quiero yo una colección de libros científicos de la primera mitad del siglo XX?

Seguro que solo voy a tener este. Disfrutaré su unicidad en mi biblioteca mientras me acuerde de él, que, a buen seguro, como todo en esta vida, a fuerza de verlo llegaré a obviarlo.
Por cierto, ya os diré si ha sido interesante su lectura o no. Recomendarlo esta vez, creo que no lo voy a hacer.

10/10/19

Me sigo sorprendiendo de mí


Me he comprado dos libros; uno de álgebra y otro de aritmética. Llevan incluidos, teorías, demostraciones y corolarios. El de aritmética contiene una serie de ejercicios en los que te piden que demuestres algunas igualdades o desigualdades. El caso es que desde que me los compré, me ha dado por volver a escribir y casi no les estoy dedicando nada de tiempo. Para ser sincera, nada de tiempo. Y los tengo aquí, encima de la mesa del comedor. Cada vez que paso, los cojo y los hojeo y los acaricio y los huelo. Después, los vuelvo a dejar con mucho cuidado encima de la mesa y enciendo el portátil y me pongo a escribir.

Desde hace unos días, he instalado una sucursal de mi despacho en la mesa del comedor. Tan en serio lo he hecho que ha plantificado una lámpara de escritorio y hago atravesar un alargo por el suelo hasta el enchufe de mi habitación. Siempre he sido una persona correcta en la utilización de los lugares y los objetos. Parece ser que me he cansado. Me apetece la luz exterior, y esa entra a chorros en el comedor de mi casa. Así, que aquí estoy.

Nunca antes había hecho nada parecido. Claro que tampoco me había comprado unos libros de álgebra y aritmética para acariciarlos. ¿Esto empieza a tener que ver con la inmadurez del córtex frontal?

9/10/19

Entre telas


Sucumbo en la repetición del gesto; mi mirada pasea vacía de pensamiento. Un cansancio, que en su tiempo fue anodino, brilla gozoso y opulento.

Y en el medio del alma, tu cristal, que se clava y se ensaña sin mediar palabra. Amor lo llamamos en un tiempo, cuando nos besábamos hasta el alba.

Devorada entre papeles, con la vida deslucida, reviviendo en la memoria tu tan añorada sonrisa.

Y aunque la luz se deshile, tras tu marcha repentina, amor, dolor y muerte alumbraran, por siempre, mi pétrea vida.

8/10/19

Noches de serenatas e insomnio


¡Vamos! ¡Increíble! Después de levantarme un día de madrugada y encender la luz de la cocina y descubrir a dos cucarachas, una macho (alargada y plana) y otra hembra (más pequeña y semiesférica), cargada de huevos, seguro, paseándose por mi mármol en busca de cualquier rincón húmedo y oscuro para fabricar su nido, ahora me toca esto.

Ayer noche me hallaba en el más profundo de los sueños cuando de repente de despertó algo. Al principio, no fui consciente de ello, seguía adormecida y algo molesta por caer así, de golpe, de brazos de Morpheo. Pero poco a poco, lo oí; ¿qué era ese ruido?, ¿una lavadora a las cuatro y cinco de la mañana? Cómo chirriaba, el trasto ese. Así, que me levanté y me dirigí a la galería interior, la que da al patinejo y a medida que me fui acercando lo entendí en seguida. No era una lavadora; era una chicharra. ¿Cómo había ido a parar una chicharra a un patio de luces? En menos que canta un gallo varios vecinos, despertados por el ric-rac chicharril se dieron cita en sus respectivas galerías hablando a voz de grito de un piso a otro. Se acercaban las cuatro y veinte de la madrugada. Yo no podía dar crédito, ante tal surrealismo. Me mantuve callada la hora y media que estuvimos allá, amenizados, en todo momento, por el acompasado rasgar de las patas del “puto bicho” como ya lo había apodado alguien. Al cabo de nada me retiré porque estaba que me caía de sueño. Cerré todas las ventanas y puertas de todas las habitaciones que daban a ese patinejo y a pesar que desde la habitación también se podía oír, en la lejanía, su canto, me quedé dormida de nuevo.

Al despertar, a las nueve y algo, ya no cantaba. Supongo que llevan a rajatabla su reloj biológico. Pero esta tarde en cuanto ha empezado a anochecer de nuevo y con más intensidad (se ve que a principio de la noche como no está cansado tiene más ímpetu) ha empezado de nuevo su espectáculo. Me he desesperado un poco. Tanto, que he cogido el ordenador y me he puesto a escribir este post. Pero lo que más me ha desvelado es que he buscado en el Google del móvil: ¿cuánto viven los grillos? Y me ha contestado impasible como siempre: “En la naturaleza los grillos pueden vivir entre 3 y 12 meses”.  Tengo los pelos como escarpias al ver lo que me espera. No somos nadie.

7/10/19

Papel versus digital


Desde que salió el libro digital, me he negado a tener uno. ¿Cómo, yo, absolutamente enamorada del libro en papel, de su olor, de su peso, de su sonido al pasar las páginas, de su tacto y sus caricias, voy a ponerle unos cuernos semejantes? Vamos, no se me ha pasado por la cabeza ni por asomo.
¿Cómo voy a pasar por el comedor, el recibidor, mi despacho y no ver esas hermosas estanterías de madera de cerezo repletas de libros leídos, cada uno, durante todos los momentos de mi vida? ¿Cómo voy a dejar de pararme y releer por millonésima vez títulos de mi pasado que me rememoran lugares, olores, situaciones y sensaciones?

Todo esto es imposible que te lo pueda ofrecer un libro digital. ¡Vamos, que no!
Pero (siempre hay un pero) no puedo negar que me despierta interés. Ya no a nivel económico, que es elemental (siempre digo que no tengo hijos, pero tengo muchos libros y además no los becan), si no a nivel de ocupar menos sitio y poderlo llevar a todas partes (hay libros muy gordos, otros que pesan mucho, que según donde vayas, piensas, “no lo cargo, si me tengo que esperar ya miro Facebook o Instagram”.

Desde hace unos días pienso en el tema. Por siguen ganando los libros en papel pero, ¿quién sabe? A veces me desconozco. Os mantendré informadas.

6/10/19

Domingo


Hacía tiempo que no podía estar conmigo misma. Llena de obligaciones y no tan obligaciones, sin parar por casa y viviendo un poco la vida de los demás. Tenía ganas de quedarme, de estar tranquila con mis escritos, mis dibujos, mis lecturas, mis películas o series y, sobre todo, quedarme en mi casa ordenada y limpia, haciendo los quehaceres semanales y disfrutando de ella, que a veces solo paro por ella para dormir y ducharme.

Hay temporadas en las que apetece no estar ni un segundo en casa y otras, en las que necesitas sofá y algo de aburrimiento. En mi caso, esto segundo no ocurre, porque siempre se me ocurre hacer alguna cosa. Eso sí, procrastinar, procrastino, porque acostumbro a hallar algo que me apetece hacer más que aquellas obligaciones adquiridas que no sé por qué me tuve que comprometer a ellas.

Además, con este día nublado y triste (que, por cierto, a mí me encanta), que amenaza con tormentas y lluvias y que ya te incita a la reclusión, ¿quién es la valiente que sale a ver mundo? Yo no, por supuesto.

Así que de nuevo me he planteado intentar levantar el blog. Cosa que, como podéis deducir, no consigo. Mi escritura personal, ya la hago en mis diarios y en mis libretas. Con el blog, quiero ser leída. Me he planteado que esta falta de lectoras pueda ser porque no interesa demasiado lo que escribo, pero por otro lado, las pocas que tengo y amigos con los que lo he comentado piensan que es interesante y que además está bien escrito. Esto me hace recordar, al principio, cuando empecé a mostrar por las redes textos escritos por mí, lo insegura que estaba porque no tenía claro que escribiera medianamente bien y que lo que escribiera interesara. Ahora, después de tantos años, tengo claro que mi comunicación escrita es bastante decente y que de vez en cuando escribo alguna cosa con chispa y gracia.

Esta temática de la escritura, no es la primera vez que la toco. Es un tema bastante recurrente en mí. Hablé con varios escritores y todos se plantean su propia escritura. Me dijeron que va implícito con escribir. Así que, a pesar de poder resultar pesada, aquí lo dejo plasmado. Al fin y al cabo, son los pensamientos que tengo hoy por la cabeza.