Hoy, que estoy de morriña, me ha
paseado por mis otros blogs y he recordado los momentos geniales que pasé
conectada a internet. Porque internet vino a mi vida, en un momento en el que
tenía un hueco para él. Chats, foros, blogs, irqs, messangers y skipes,
subieron como la espuma y llenaron de energía, quedadas, y amistades mi hasta
entonces tranquila vida.
Me encanta mi blog de puertas. Un
blog compuesto por un montón de fotos de puertas que la gente me iba enviando
al correo. Me encantaba llegar a casa, entonces los móviles no tenían internet,
y encontrar mi mail lleno de misivas llenas de fotos de puertas. Y un día, lo
dejé colgado. No sé muy bien por qué fue, el caso es que creo que mi blog de
escritura, como si fuera una enredadera, se fue comiendo el tiempo que dedicaba
al otro.
Y aquí lo tengo, al ladito de este
sin prestarle nada de atención. Hasta hace un instante, que me he perdido por
él añorando tiempos que con el tiempo nos parecen mejores que el presente; este
presente que, dentro de unos años, cuando ya sea pasado, nos parecerá mejor que
el futuro desde donde lo estemos viendo. Porque nosotras, las personas, somos
así, cualquier otro tiempo que no sea el que estemos pisando es mejor.
En ningún momento pretendía hacer
un monográfico de tiempos mejores. Lo que ocurre es que al levantar las
alfombras bajo las que se esconden mis recuerdos, sale de todo,
incontroladamente, y aunque no quiero que sirva de excusa, valga solo como
explicación, o algo.
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