16/10/17

Del llorar y otros demonios

De nuevo recurriendo a las palabras. Siempre regreso a ti, aun sin tener consciencia de que te he dejado. ¿Por qué no escribes?, me preguntan una y otra vez. ¿Y tu blog?, me insisten, a pesar de que la mayoría ni lo lee. Pero las personas que me rodean y me conocen saben que sólo las palabras son las que me mantienen viva.

Morí. Morí con cada una de sus cuatro letras. Morí al romper nuestro amor y en silencio casar mi corazón al tuyo. Morí al intentar vivir sin ti. Morí. Morí. Y sigo muerta.

Respirar tu vacío me duele, pero la hago religiosamente, cada noche, al acostarme, emulando el castigo impuesto a Sísifo por los dioses. Y así me duermo, contando las arrugas de mis sábanas bajo este corazón de amor asmático que me ahoga el pensamiento. Y me despierto, y vuelvo a tu vacío y rodeo con mis lágrimas tu lado de la cama, que de tan frío me quema y hiere mi piel bañada en soledad de caricias. Y me duermo entre recuerdos de lo que un día fue vida. Y despierto porque ya entre mis sueños no te encuentro.

Y así pasan mis días, bajo una muerte estrellada, que de día parece viva y de noche es la ausencia del alba.

21/8/17

¡Lo que me faltaba!

Mi cuerpo me pide a gritos que me vaya a buscar la libertad, que no se halla ni en papeles ni en pergaminos, ni en silencios, ni oscuridades.

No sé por qué me quedé con este cuerpo, había bastantes para escoger. Pero supongo que funciona como la tienda de varitas mágicas de Ollivander, en el callejón Diagon: son ellas las que te elijen a ti. Así que sin duda fue mi cuerpo el que me eligió. Un cuerpo lleno de carreteras, caminos vecinales, de pasos a nivel y desniveles por el que me pierdo continuamente y del que no existe mapa.

A veces me obliga a circunvalar la vida para evitar que aglomeración de palpitaciones en la yugular; otras me conduce directamente al centro del cerebro, al epicentro neurálgico de la amígdala y el límbico y me invita a tomar una copa en algún bar recóndito de mi masa gris.

Me deja dormir en el pecho y le gusta que invite a gente para ello, sobre todo a la hora de la siesta, cuando la tarde se dispone a desperezarse. Si estoy sola, me despierta con escalofríos rabiosos para que emprenda de nuevo mi camino.

Mi cuerpo me pide a gritos que vaya a buscar la libertad. Me da miedo; ¿no querrá cambiar de inquilino?

17/8/17

Se buscan manos

Expertas. Capaces de acariciar el corazón y el alma. Alentadoras. Dispuestas a aplaudir. Dispuestas a ayudar. Extensibles. Cálidas y comprensivas. Palmea o chasquea los dedos. Respondo a todos los movimientos. 

15/8/17

Asertividad

No sé si es una palabra bonita, rima con felicidad y suena cercana a actividad. Nunca la había oído hasta hace unos años por lo que no sé si era desconocida para mí o se inventó en ese momento, el momento en que apareció el concepto. El concepto es genial. El diccionario define que es una persona que expresa su opinión firme, pero los mil cursos, cursillos, libros y librillos van un poco más allá: es el que como respuesta ante un conflicto expresa como se siente y su opinión sin atacar a nadie.

La respuesta nuestra ante un conflicto puede ser pasiva, agresiva o asertiva. Pasiva cuando nos “dejamos pisar”, agresiva “cuando atacamos al contrario”, asertiva “cuando respetamos al contrario y nos comunicamos sin atacar ni herir pero diciendo como nos sentimos”.

Me maravilla cómo ha evolucionado el tema de las emociones y los conflictos. ¿Cómo sobrevivieron nuestros padres sin saber que existía la asertividad? ¿Sin que se les pusiera nombre a cada una de las emociones? ¿Sin que supieran que estaban sintiendo?

Claro que si me miro yo misma, así estoy, con esta inteligencia emocional “del revés”, que es más negligencia emocional que otra cosa. Lo mío y lo de muchas personas. Nuestra generación posee un alto índice de analfabetismo emocional, pero ahí estamos, cayendo y levantando, y curando las rascadas de las rodillas que hincamos cada vez que suplicamos salir de soledades, rupturas, incertezas y destinos desviados de nuestras ilusiones.

Ahora es el momento de ser asertivo con una misma, tomar las riendas y espolear nuestro caballo para que inicie su cabalgada por el camino del sosiego y la felicidad. (¡Ja!He tenido un ataque de metáforas).

14/8/17

Con Fe Si On

Mi espíritu fluctúa en el halo del recuerdo y se mece a trompicones con tus desencuentros. Por eso agarro con fuerza lo que me queda del cuerpo, te llevaste, salud, juventud, sonrisa y beso; y a pesar de jirones, lágrimas y acerbos, siempre valió la pena correr por ti ese riesgo.

10/8/17

Mis primeros ligoteos

Y voy un día y ni corta ni perezosa me instalo un app de estas “para conocer gente”, que no ligar; que si tomamos un café, no pasa nada y si te he visto no me acuerdo o me acuerdo pero prefiero no haberte visto.

Y después de aprender cómo funciona, porque intuitiva, seguro que es intuitiva, pero funciona comoelculo y nada de lo que pretendes hacer te sale, llega el momento de mirar las fotos y calcular de qué barrio puede ser la persona con el kilometraje que pone.

Es momento ya de decidir a quién vas a abrir privado y lo más difícil, decidir qué vas a decir. Las primeras impresiones son importantes. Nadie pone su nombre verdadero, todos son nicks y quién pone su foto es estilo: “foto de medio ojo, labio y trozo nasal con cuatro pelillos mientras toca una maceta de una supuesta terraza” o “foto con gafas sombrero y pasamontañas detrás de un biombo enseñando un pie o pezuña estilo cabritilla, si lleva chanclas”. También hay el estilo: “foto de una de mis sombras un día soleado poniendo una postura imposible de imitar”.

Y con temblor en las manos abro mi primer privado:

–¡Hola! ¿Qué tal tu día?

Espero con impaciencia la contestación. Como tarda, decido hacer fuego a discreción en más de un privado:

–¡Hola! ¿Trabajas o estás de vacaciones?

–Es chula la foto que has puesto.

–¡Hola! ¡Qué día más feo que ha hecho hoy!

Abro privado un perfil con una foto que en primer plano salen unas florecillas y en el fondo  se ven a dos personas:

–¿Quién eres, la de la playa o la de encima de la montaña?

Y espero. Y espero. Y espero.

Nunca obtuve respuesta.

Ese primer día fue duro… era invisible.

Después de comentarlo con los amigos y muchas discusiones tipo,“tienes que poner una foto de esta guisa, siéntate delante de estas plantas, pon la manos así, mira para allá, el pelo, póntelo bien, sonríe, no tanto, abre los ojos, gira la cabeza, vertical puente, ahora, ahora…. ¡Quieta!”, la noche siguiente me empezaron a abrir privados.

–ola porque estas aki?

–hola como te gustan?

–milf?

Y ya apunto de borrar mi perfil y seguidamente la dichosa app y ponerme de nuevo el solitario Candy Crush me abre un privado una chica y empezamos a hablar.

No busca sexo, sólo conocer gente. Y empezamos a hablar, y a hablar. Ya de madrugada le digo de vernos, total, llevamos horas escribiendo frasecillas y esperando a que el programa no se cuelgue que pienso que podemos quedar para desayunar.Le digo que la paso a buscar por donde diga en moto y nos vamos a buscar un sitio para desayunar. Me dice que me espera en una parada de Pedralbes,  la zona alta de Barcelona.

Cojo la moto, dos cascos y me lanzo hacia donde hemos quedado. Allí me encuentro con una mujer que me parece mayor de lo que me había dicho, pero como soy tan mala con las edades, pienso que soy yo la que está errada. Nos vamos a buscar un bar y desayunamos. Seguimos hablando, pero la conversación no fluye como yo esperaba. Suerte que a veces el masticar el croissant y el beber el café con leche llenan los espacios. Después de desayunar, subimos de nuevo en la moto y  la acerco para su casa, de nuevo a Pedralbes. Me hace acompañarla dos esquinas más allá de donde la he recogido. Sorprendida le comento que cómo se fía tanto de mí para acercarme a su casa. Y ella me dice que no es su casa, que es donde tiene aparcado el coche. Que ella vive por el Besos, pero que se viene aquí porque siempre es un “puntazo que las tías se piensen que es de la jetset”.

Le digo buenas noches, conduzco hasta casa, me meto en la cama, no sin antes borrar todo rastro de mi incursión appera e intento dormir mientras que mi fuero interno me va gritando: “¡te metes en cada embolao!”

8/8/17

Viento, necesito viento.

Espero con impaciencia la llegada de ese viento que sople con fuerza y barra tu recuerdo. Dolorida y frágil quiero vocear tu nombre a la niebla a ver si despierto una tormenta. Pero esa niebla sorda que me la tiene jurada, infranqueable, hará que inque mis rodillas y me obligará a levantar mis súplicas por encima de las copas de los árboles. Árboles guardianes que han enmarañado sus ramas hasta enhebrarse y tejer un bosque. Cautiva en él, no tengo horizonte, ni espera. Pierdo la esperanza. Te encargaste de apaciguar lo externo. Necesito viento.

7/8/17

Museo de la Ciencia

El otro día fui al Museo de la Ciencia (Cosmo Caixa), un museo que me apasiona y voy poquito, sobre todo ahora que mi vida ha cambiado tanto. Como siempre, la visita estuvo genial. No hice ninguna de las actividades porque llegué bastante tarde, hacia el mediodía y estaban ya empezadas o empezaban bastante tarde, así que me dediqué a ver con tranquilidad la exposición permanente y a ver lo que hacía la gente. En su mayoría, se dedican a tocar todo y a hacer el experimento pero son pocos los que leen las reseñas de este. Yo pude, con toda la tranquilidad, dedicarme a pensar en cada uno de los experimentos y a recordar lo que había estudiado de ellos. Me emociona hacerlo, soy de las personas que recuerda muy bien en qué curso estudié cada cosa. Cuando nos juntamos la cena de exalumnas (colegio femenino de señoritas) alucinan con la memoria que tengo.

Esta vez en el museo, había una exposición sobre el cerebro humano, Talking Brains. Muy interesante. Siempre me ha gustado mucho todo el tema cerebral. De bien joven estuve haciendo caligrafía con la izquierda para desarrollar el otro hemisferio, al menos eso creía yo. Más tarde me compré un libro que te enseñaba a dibujar con el lado derecho del cerebro. Luego, me compré otro libro que hablaba de las zonas cerebrales y qué parte se encargaba de qué. Y ahora, gracias a los avances en neurociencia me entero incluso de cómo aprende el cerebro, de qué son las neuronas espejo y de cómo funciona. Es apasionante.

La neurociencia ha avanzado tanto debido a que la tecnología lo ha hecho. Cosa que ha permitido poder estudiar el cerebro humano en vida. Ha avanzado tanto que ha sido capaz de decirle a la pedagogía todo aquello que estaba haciendo mal y cómo mejorar la enseñanza. Tanto es así, que el término enseñanza pasa a segundo plano cobrando importancia el de aprendizaje. El maestro también pasa a segundo plano, ahora es un mero acompañante del aprendizaje de sus alumnos con la responsabilidad de crear un entorno estimulante y lleno de retos a conseguir.

Todo esto lo estoy explicando a groso modo, sin ser una experta en ello. Supongo que a quién le interese ya buscará la forma de profundizar en el tema. Empezando por ir al Cosmo Caixa, exposición del cerebro, que de verdad, vale mucho la pena.

Me quedé sin entrar en el Planetarium, cosa que me apasiona porque normalmente tienen unos buenos documentales de los que siempre aprendo muchas cosas que desconocía. La visita cundió muchísimo, además de disfrutar de un buen aire acondicionado que me hizo olvidar el calor que está haciendo estos días.

Por cierto, hay un ave rosa en el bosque inundado que no sé cómo se llama. Tiene las patas largas es rosa y el pico es plano. Estaba arriba de un árbol. No encontré la referencia. Si alguien sabe cómo se llama, haga el favor.

6/8/17

Y como cada noche

Y como cada noche, llegan mis fantasmas y me pregunto por qué te quiero y me escondo en mi pijama, pañuelo de tantas lágrimas que empalman alba con alba.

Y como cada noche, tatúo tu  contorno en mi pupila y en las olas de tus labios abandono el ojo a la deriva buscando consuelo y calma.

Y como cada noche, bebo a sorbos la palidez de tu ausencia, y borracha de ti intento dibujar mentiras que me aten a tu presencia.

Y como cada noche, me vuelvo a enamorar de esas pequeñas cosas, que escondidas en ti, nadie verá jamás, y que ni tan solo tú vas a poder encontrar.

5/8/17

La impronta

Lejos me quedan los tiempos en los que rompíamos las noches con gestos y miradas relenteciendo su tiempo pero acelerando su marcha. Ebrias nuestras almohadas acogerán al alba que silenciosa se irá deslizando entre nuestros dedos, tras nuestras almas. Desaparecieron esos juegos tiernos que, caprichosas, jugaron nuestras hadas, mi sabor a menta y el néctar que tú siempre destilabas; y feroces, recorríamos el sendero que nuestros cuerpos marcaban, al ritmo que nos permitía la anchura de tu cama.

Lejos quedan esos tiempos en que metáfora era callada por caricias y suspiros, silencios y miradas.

4/8/17

Sentido común

Ayer estuve viendo un vídeo de Ken Robinson en el que, en un momento dado, habló de la “tiranía del sentido común”. En un principio, pensé que era un buen juego de palabras, pero a medida que fue pasando el tiempo, la expresión continuaba paseándose por mi mente y empezó a crearme un poco de desasosiego.

¿Cuántas cosas he dejado de hacer por sentido común? Esta pregunta empezó a punzarme insistentemente para que me parara a pensar en ella. ¿Cuántas cosas he dejado de hacer por sentido común? En la vida laboral, bastantes. Aunque después de pensarlo un poco creo que ha sido para bien (continuo teniendo el empleo). ¿En la vida personal? Muchas más; cosa que me hace poseedora de un mar de dudas, ¿qué hubiera pasado si no lo hubiera hecho?

Soy persona de impulsos frenados y acallados sencillamente porque el sentido común dice que no debe hacerse. Pero, ¿qué hubiera pasado si a aquella chica de la que estuve tan colgada le hubiera dicho lo que sentía?

La veía en el bar donde yo acostumbraba a desayunar. Por la mañana, temprano, antes de ir a trabajar, me sentaba en la barra tomando un café con leche y un croissant. Ella entró un día y se sentó en la barra a mi lado. No me miró, pero a mí me llegó su aroma a recién duchada, su olor a colonia y su fragancia de frescura. Le sirvieron un café y rechazó el azucarillo. Me encantó la cadencia con la que cogió la taza y se bebió el café. Sacó de su monedero un euro y 20, lo dejó en la barra y se fue.

A partir de allí se repitió cada día esta misma escena. No tardé en darme cuenta de cuánto me gustaba su olor, sus manos, su pelo, el aire con el que se tomaba el café. Cada vez iba antes al bar para poder montar el escenario, necesitaba que el taburete de mi lado estuviera vacío para cuando llegaba ella. Y ella siempre llegaba puntual, pedía un café, se lo tomaba y dejaba el importe sobre la barra, mientras yo aceleraba mi respiración para impregnar bien mis pulmones con su aroma. Así, poco a poco me fui colgando de ella.

Cada mañana me levantaba dispuesta a hablarle, me imaginaba diciéndole directamente lo que sentía y que ella, me confesaba que también estaba enamorada de mí. En mi mente repetía esta escena una y otra vez, cuidando los detalles, para que pudiera ser más realista. Lentamente, para no perder las sensaciones que yo misma me creaba.

Un día, incluso, cuando ya se hubo ido, me atreví a coger su taza de café i sentir que ella la había tocado. La incluí en todas mis fantasías: íbamos a comprar juntas, a la playa, se venía conmigo al cine. Estaba enamorada perdidamente.

Una mañana me levanté decidida hablarle, tenía la imperiosa necesidad de decirle lo que sentía por ella. Dejé colgado de una percha al sentido común y me lancé a la calle enarbolando un grito de guerra: “de perdidos al río”. La esperé con impaciencia sentada en la barra del bar. No quería pensar demasiado en lo que iba a hacer, pensaba que tal como saliera sería más natural. Llegó a su hora, se sentó, se tomó su café, dejó el dinero y se fue, mientras que yo luchaba con mi omnipotente sentido común para que me dejara hablarle.

De esto han pasado años. Dejé de ir a desayunar a este bar porque ella un día no volvió más y a mí me dolía no poder respirarla. El tiempo, lentamente hace su trabajo y ahora, ya no me duele pensar en ella. No me acuerdo diariamente, pero, no voy a mentir, la tengo bastante presente.

¿Qué hubiera pasado si le hubiera hablado? Levanto la cabeza del teclado y veo a mi sentido común tumbado a la bartola feliz de haber hecho un buen trabajo. Sonrío, él es así, lo conozco bien, comparto el piso con él.

2/8/17

Los 100

Un día aconsejé Los 100, una serie de ciencia ficción, a una amiga. Hacía más de un mes que había visto tres temporadas y me había apasionado. Soy bastante amante de la ciencia ficción y este tipo de películas me suele gustar.
Ayer, nos volvimos a ver después de un tiempo y me dijo que no había podido aguantar ni dos capítulos, que la encontraba de adolescentes y que se aburría. Cosa muy respetable.

Pero desde entonces llevo dándole vueltas a por qué me gustaba tanto esta serie a mi. ¿Seré una inmadura amante de las series “teenage”, como la catalogó ella misma? No sé.

Si analizo: me apasiona la acción, me gusta que sean ellas las que manden, me gusta el tema, me gusta el misterio y sobre todo me encanta ver la evolución de los personajes, que no son siempre buenos o siempre malos, que tienen que decidir su comportamiento según cada momento. Y creo que esto es lo que más me atrae de esta serie: la maldad y la bondad y los condicionamientos para ser buenos o malos. Me hace pensar en mis propios comportamientos y esto me hace crecer y conocerme mejor. Las rabias, las frustraciones, el dolor, la tristeza, todas esas emociones que llevamos siempre tan mal y que en momentos de verdadera supervivencia suelen desaparecer. La poca educación emocional que tenemos, el descontrol de nuestros sentimientos, los bloqueos. Por todos estos temas se ha paseado mi mente con el asunto Los 100.

Estuve el otro día trasteando por internet y llegué a un vídeo que explicaba cómo empezar a meditar para que el cerebro se desacelere, se calme. Me interesó el tema, cosa que antes nunca me había interesado. ¿En qué he cambiado para que también hayan cambiado mis gustos?
Dicen los psicólogos que apenas pasamos tiempo con nosotros mismos. Pues ahora tengo todo el tiempo del mundo para estar conmigo y escritos como este son el resultado de ello. Está bien poder plasmar en letras lo que piensas, es una manera de tomar distancia y conocerse mejor.

1/8/17

Desnuda

Estoy hoy, desnuda, escuchando en silencio el paso del tiempo. Se llevó la tramontana la ilusión de imaginar. El vino se agrió en la copa de tanto esperar aliento mientras el espejo de la habitación se niega, una y otra vez, a no volver a reflejar tu cuerpo.

Estoy hoy, desnuda, bajo el frío techo de una casa que ya no es hogar porque no la habitas dentro. Se llevó la tramontana la ilusión de imaginar, por eso sin ti no hay cuento.

12/5/17

Conversaciones (I)

Nunca pensamos cuando de niños vivíamos ajenos a las realidades, que nuestras vidas tomaran el rumbo que han tomado. Pero nos obligaron a crecer y a cambiar nuestro tiempo por responsabilidades. Y ese tiempo que hemos ido pagando es cobrado con talones de vida.

Tres años hace desde mi última separación y estoy aquí, sin levantar corazón (la cabeza nunca la llegué a bajar). Creí que esta mujer sería la última de mi vida; “para siempre”, pensé el día que se vino a vivir conmigo y pensé “para siempre” también el día de mi ruptura. Porque, aunque te cueste creerlo, fui yo que decidí no seguir más con la relación, tan enamorada como estaba. Como estoy. Y es tanta la aceptación de su ausencia y el dolor que siento por esta ruptura, que he decidido retomar nuestras antiguas conversaciones para ver si saneo todos esos rincones repletos de amor añicos. Conversaciones como las de antes, hace casi 20 años, que con solo iniciar el tema y mirarnos a los ojos ya sabíamos lo que pensábamos y cómo nos sentíamos.

No puedo olvidar y ahora, que me van reapareciendo los recuerdos, mucho menos, momentos sensacionales a tu lado. El conocernos desde siempre y crecer juntos nos unió como hermanos. No nos separábamos ni un momento. Veo como si la tuviera delante ahora mismo esa foto que nos tomó mi padre, tú debías tener unos siete años y yo tres y algo. Era verano, por cómo íbamos vestidos. Está tomada delante de la casita de abajo, con aquellos enormes cipreses que había a nuestras espaldas. Los dos sonreímos, felices, con esa felicidad propia de quien vive el momento porque ni se imagina que exista algo más allá que el ahora. Me viene a la mente cuando la gente nos decía, en el inicio de mi adolescencia, que nos acabaríamos casando. ¡JA! ¡Una sarta de adivinos sin bola! Eso es lo que eran. Porque fíjate, y ahora es el momento de la confesión, por aquel entonces, en el que me creía absolutamente enamorada de ti, no había descubierto aun que me gustaban las mujeres. Nunca llegué a decírtelo, ya que aquel martes de nuestra última conversación hacía poco que lo acababa de descubrir y aun lo tenía por aceptar. Y estuve luchando con mis entretelas para ser capaz de decírtelo: “me he enamorado de una mujer”. Pero pensé: “si no es en esta conversación, será en la siguiente”.

No me diste ninguna oportunidad más. Esa fue nuestra última conversación. Y por ello estoy rabiosa contigo. Y por ello, tantos años de silencio. De no querer pensar en ti. De no querer ni odiarte: la mejor venganza, la indiferencia. Pero al morir mamá, se ha abierto una caja de Pandora que no sabía que poseía, llena de rabias, dolores, soledades, remordimientos; y entre todo ello has aparecido tú despertando al titán del recuerdo.

Sigo rabiosa contigo, más que antes, más que nunca. Y estoy dispuesta a llorar lo que no lloré en su momento, a maldecir, lo que no maldije y a gritar tu nombre de nuevo a los cuatro vientos. Y sigo con la determinación de no perdonarte, no en la vida, si no en la eternidad que es más larga.

27/2/17

Felicidad

Hoy me he levantado extrañamente feliz. No tengo motivo, ni expectativas de que ocurra nada estupendo, pero la mente es así, y cuando le da la gana gira su rumbo hacia un nuevo estado sin previo aviso. Y aquí estoy, con la incongruencia de una estúpida sonrisa y encontrando todo primorosamente maravilloso.

Tal es mi felicidad que esta mañana, en el dentista, mientras esperaba mi turno, picoteaba un diario. He leído en la parte de cultura que un tal Olivier Bourdeaut, de unos 36 años, había sido un fracasado toda su vida, en los estudios, en el trabajo, en el amor. Y que hasta que no había publicado su primera y única novela, no había tenido éxito. ¿Qué he hecho? Salir del dentista e ir a comprármela. La tengo aquí al ladito. Con ganas de leerla, pero me siento exultantemente feliz para hacerlo. Así que la reservo para la noche.
Hace un mes, intentando salir del agujero donde siento que estoy, me compré una pulsera. En aquel momento, me gustó. Pero con el paso del los días le he ido cogiendo cariño y me ha llegado a apasionar. Pero tiene un pequeño problema: cada vez que señalo con el brazo, o doy gas con la moto o sacudo un poco la mano, salta por los aires y se estampa contra lo que encuentra en su camino. La pulsera es como un brazalete abierto por un lado, de plata, y en la parte contraria un resorte con muelle permite  ponértelo en la muñeca. Este muelle está demasiado flojo y por eso, al menor movimiento se abre y permite la salida de la muñeca. Hoy, como soy feliz, he decidido ir a la tienda a que me dieran una solución: cambiármelo por otro, o devolverme el dinero. Al final, como a todos los del modelo igual les pasaba lo mismo, por 10 euros más me he comprado otra pulsera que me encanta mucho más. Iba por la calle como si me hubiera comprado una moto nueva, un perro, un viaje a Australia.
Como seguía con la felicidad, me he dado un homenaje y he comido en un japonés. Cogía los palillos como si de un director de orquesta se tratase. Feliz bañaba los sushi en su correspondiente soja y me deleitaba con ellos masticándolos poco a poco. La gente me miraba. Al menos esa era mi impresión; sé que me miraban porque se me veía muy feliz.

Ahora, se acerca la noche, y la felicidad sigue, pero mi mente, ingeniosa, ya me está creando la duda de que mañana vuelva a ser un día como hoy. Se ríe de mí y me dice: “Dintel, que la felicidad es efímera, y tú hace más de doce horas que la tienes”. Y con esa sonrisa estúpida que me confiere dicha felicidad, no me ha quedado otra que darle la razón.

20/2/17

Reclamo

PASADO EL MEDIO SIGLO, NO HAY SIGILO-
-NI MEDIO- NI TAN SÓLO MIEDO: CALMA.
SI ALGUIEN, HASTA ESTE PUNTO, SIGUE EL HILO…
SERÁ QUE, DE MOMENTO, ENTIENDE EL ALMA

DES DE LA QUE ME LANZO, LANZA EN MANO,
BUSCANDO EN ESTA SELVA DE URBANITAS
ALGUIEN QUE EN MI BLOG ENTRE EN “MODO SANO”
…Y QUE QUIZÁS ENTIENDA “HACER MANITAS”

BAJO UNA MESA, COMO LA MANERA
DE SER TÚ MISMA, DE INICIAR UN JUEGO
QUE PERMITA ROMPER CUALQUIER FRONTERA
PASANDO DE MECANO, ME REFIERO.

TOTAL, QUERIDAS: SOY CINCUENTAÑERA,
Y NO ME CALLO NADA, Y ESO BUSCO:
OTRA MUJER SOLTERA, QUE SE QUIERA,
Y A MÍ TAMBIÉN… ¡QUE NO SERÍA JUSTO!

YO SOY INDEPENDIENTE, Y ESTOY SANA.
TRABAJO Y TENGO HOBBIES, ILUSIONES,
LE BUSCO ALGÚN SENTIDO A MI MAÑANA…
¡PERO SIN QUE ME TOQUEN LOS COJONES!

Y SÉ QUE ALGUNA HABRÁ, POR AHÍ SUELTA,
QUE SIENTA HOY SUS GANAS DE AVENTURA:
ES FÁCIL CONTACTAR, SI ERES RESUELTA,
¿HACEMOS UNA COPA, O UN TEMPURA?

PASADO EL MEDIO SIGLO, NO HAY SIGILO
NI CUERPO QUE LO ACEPTE NI LO AGUANTE.
A TI, QUIEN SEAS, ¿ME TENDRÀS EN VILO,
O TE DECIDIRÀS A ECHARME EL GUANTE?


19/2/17

Apptivismo

A veces debo pararme en la vida para darle gracias por poner en mi camino a Únicalectora, una mujer con ideas donde las haya, preocupada por solventar mi problema ofreciéndome un abanico de soluciones para que escoja.

–Mira, Dintel –me dice el otro día– he pensado que podrías fabricarte un App para conocer mujeres.

Debo decir que ella está más preocupada que yo sobre el asunto de que vaya a entrar en el club de las que visten santos.

-Así que haces un llamamiento en tu blog, les das tu correo para que se registren y les dices que ya las registrarás tú.

E ilumina su cara con una amplia sonrisa de niña pizpireta a la par que alcahueta.

–La puedes titular MeetDintel o Edintel o TinDintel –añade seria pero contenta de su gran idea.

Y aquí estoy, siguiendo su consejo y abriendo “Apptivismo”, la App que me permitirá conocer a mi futura.

Así que ya sabéis donde está mi correo, coged número y haced cola, os iré atendiendo por orden de llegada. Si la espera se demora más de una hora, se os servirá café con pastas.

13/2/17

Palabras

Te regalé mis palabras, presa de amor infinito, cargadas de tinta y sentido para evitar que el viento las volara. Palabras medianas, pensadas y amadas, detenidas en tu cuerpo, noche tras noche, hasta el alba.

Un día, bien enojada, traicionaste mis palabras, convirtiéndolas en piedras y en afiladas dagas. De pícaras y dulces, las volviste maliciosas y amargas. Las quise recuperar, pero las palabras que se dan no se quitan.

Ahora, palabras de despedida, vacías o descarnadas, palabras que con tu nombre, ya no quieren decir nada. Y polvorienta, batida en retirada, duerme en mi boca, una única y pendiente palabra.

8/2/17

Receso

Por exigencias de guion sanitario, he pasado unos días enclaustrada en casa y con pocas ganas de desarrollar tareas de alto nivel energético (véase más allá de calentar algo en el microondas). ¡Y mira tú por dónde, que me he inyectado en vena la serie de Darwron Abbey!

Trata de la vida de una familia aristocrática y sus sirvientes (desde el mayordomo pasando por los lacayos y las doncellas hasta la moza de cocina) a finales de la época eduardiana.  

He disfrutado lo indecible, con los personajes, los diálogos, los muebles (he visto una sillas que tenían mis padres), los coches, las referencias históricas y cómo están engarzadas en la narración, los avances médicos. Una de las partes que más me ha interesado es la evolución de la mujer. Desde las primeras manifestaciones para pedir el voto hasta la mujer que dirige empresas y la que posee un cargo público. La historia de la familia, en sí, me ha parecido una excusa para sumergirnos en el mundo de aquellos tiempos.

Mi personaje favorito ha sido el de la Condesa Viuda, interpretado por mi estimada Maggie Smith. Los diálogos que tiene este personaje son mis favoritos.

Bueno, ¿alguien de por aquí la ha visto? Únicalectora, si no lo has hecho aún, hazlo, siempre lo puedes compaginar con el techo.

30/1/17

Saliendo de casa, que no del armario

Estaba convencida que no volvería a tener ningún tipo de relación amorosa más. No porque pensara que la vida no me la iba a proporcionar, que creo que lo pienso un poco, si no porque era yo la que escarmentada, no quería volver a encontrarme en esa situación. Pero por mucho que luches contra algo, si lo llevas genéticamente grabado, acaba ganando sin esfuerzo.

Intentaba convencerme de lo feliz que soy, viviendo en la soledad de mi casa, haciendo mis estudios solitarios, mis paseos solitarios, mis visitas a museos solitarios y mis escapadas a un japo, u otro restaurante, los domingos al mediodía, en solitario, cual señora mayor que vive sola; solo me faltaba ir a una “rosticería” a comprarme comida hecha (a un pelo he estado de ello).

Pero, desde hace unos días, me he dado cuenta de que por mucho que quiera convertirme en un ser asocial, no lo soy, y que necesito compartir mi vida con alguien. Y, estúpidamente, desde que he tomado conciencia de ello me siento feliz. Me tengo que ir diciendo: “para el carro, que una cosa es lo que tú quieras y la otra es lo que puedas lograr”.

¡Qué pereza empezar de nuevo con alguien!, dicen mis células cada vez que las intento convencer de lo contrario. ¡Qué pereza aprenderte los gusto de otra!, dice mi sexo cuando intento animarlo para que despierte. Así que lucho contra mi ser, literalmente: quiero una hermosa y tranquila vida en pareja.

Únicalectora me anima todo lo que puede para ello. Vamos, piensa que debo salir de mi planeta burbuja y volver al mundo real. Y claro, ya se sabe lo tenaz que puede ser. Y si no lo sabéis, ya lo sabréis. ¿No conocéis la famosa frase de Arquímedes?: dadme una Únicalectora y moveré el mundo.

26/1/17

Y encima tengo que buscarle un título

Me he pasado la noche entera dormitando porque unos vecinos porque unos vecinos se han pasado la suya poniendo música y haciendo gala de sus hercios. Son los mismos que el domingo celebraron una y otra vez un cumpleañosfeliz y cantaron la cancioncilla al unísono, seis veces en tres horas. Deduje que era el cumpleaños de un niño pequeño porque le debieron regalar una moto o bicicleta sin pedales y el resto del día se lo pasó rodando por todo el pasillo hasta chocar con la pared, claro símbolo de que debía cambiar de dirección; pasillo, arriba, pared, abajo. Quedó claro que la gente se olvida de que no vive en medio de una montaña o en un desierto.

Ahora, seis treinta y cuatro de la mañana, en un tren camino del trabajo, me encuentro que en el asiento de delante del asiento de mi lado, viaja una chica con un manojo de apuntes. Los va subrayando. Una de sus rodillas le hace de pupitre y para conseguir la inclinación adecuada apoya la bamba en el asiento de delante. Por la forma del texto, apretado y con letra pequeña, y un título que empieza como algo así como “Drogas de ocio…”, puedo deducir que sus estudios son universitarios. ¿Entrada ya en estudios superiores, no ha descubierto que no se pone el pie encima de los asientos?

Me estoy mordiendo la lengua para no decirle algo. Y en estas me hallo cuando hago un alejamiento de mí y me veo que estoy viviendo la escena cual abuela que le molesta todo y se queja de más. ¿Estoy envejeciendo y me he vuelto quisquillosa? Pero… ¡por favor! Si siempre me han molestado todas estas cosas. ¡Huy, preveo un día muy largo, dormitando despierta la susceptibilidad!

24/1/17

Haciendo de mamá

El otro día me llamó la madre de la Niñadelscollons porque le había surgido una reunión y me pedía el favor de ir a buscar a su hija, llevarla al parque de cerca del colegio y esperarla allá. ¡Cómo me iba a negar! Una escoge a sus amigas antes de que tengan descendencia. No llegues tarde, me dijo, que se pone tensa porque tiene miedo a que me olvide de ella.

Miré el reloj y quedaban tres cuartos de hora antes de que saliera del cole. Debo confesar, que me dediqué a hacer por casa todo aquello que nunca me apetece a hacer con la idea de llegar tarde a buscarla. Pero una fue educada en la puntualidad, y cuando quedaban diez minutos, corrí como una descosida  por la calle para que no tuviera que esperarse.

Salió con una sonrisa en los labios, buscando a su adorada mamá (ambas la adoramos, no es ningún secreto) y al no verla, he ahí mi sorpresa, se me lanzó a los brazos sin perder la sonrisa.

–Hola, Dintel.

–Hola, Niñade… Hola. Tu madre me ha llamado que se retrasa y me ha dicho que vayamos a esperarla al parque.

Se me ha cogido de la mano y me ha conducido fuera del colegio dirección al parque. Después de unos minutos en silencio, nunca sé qué decirle, me he acordado que mi madre siempre me preguntaba cuando salía del cole, qué había comido.

–¿Qué has comido hoy?

–Hoy hemos comido brócoli con patatas –me ha contado totalmente emocionada, con un tono de relamerse con el recuerdo.

A mí, que el brócoli, ni fu ni fa, he querido ser buena y educativa con la adorablehijilla de mi amiga y le he dicho:

–¡Mmm, brócoli, qué bueno!, ¿te gusta?

–Síiiii, lo he cortado pequeñito para que no se viera.

Y con “ajá” he concluido toda conversación. Nunca voy a entender a los niños.

23/1/17

Hablar

Hablar largo y tendido, del pasado, sin tapujos ni miedos. Dejando que la emoción y el dolor afloren, porque aún queda dolor. Un dolor que se pretende curar a fuerza de palabras, de silencios, de recuerdos enfrentados buscando el entendimiento. Hablar largo y tendido hace el camino menos incierto. Te da la cadencia del paso, la digestión de aquel llanto. Hablarnos mirándonos a los ojos, tú negando, yo afirmando, tú sabiendo, yo dudando. Sentimientos que se acercan, que se alejan por contrarios. Pero hoy mi alma sonríe, porque al fin y al cabo, hablamos.

21/1/17

Vengo de ver Carol

La había visto cuando la estrenaron y no la disfruté tanto como lo he hecho hoy. Creo que ha sido porque para ver esta película se necesita un estado melancólico como el que me acompaña actualmente. La primera vez que la vi estaba exaltada (en demasía, me atrevo a decir) y pasé por alto un montón de datos que amplían la profundidad de las protagonistas. Pero no quiero hablar de la película, a pesar de que me ha surgido una necesidad de un amor así, un amor con ese ritmo y esa fotografía.

Quiero hablar del hecho de repetir patrones y de querer cambiar y no conseguirlo nunca. Después de cada relación fallida, nos planteamos cambiar, que no vuelva a pasar lo mismo. Encontrar otra tipología de compañera que se acerque más a lo que queremos. Rosa Montero, el otro día en una entrevista por radio, decía que nos conformamos enseguida, que lo que nos gusta es el subidón del enamoramiento y que cuando esto desaparece, que sería cuando de verdad aparecería el amor, no lo sabemos llevar y buscamos un nuevo subidón. Yo ya no busco ningún subidón, para nada, me da una pereza absoluta volver a pasar por los primeros años de una relación. Lo que necesito ya es un amor maduro, relajado, que me aporte la tranquilidad que busco; que sea ya “hasta que la muerte nos separe”. Necesito vivir este otro tipo de amor, sin exaltaciones ni montañas rusas, solo el día a día, solo sonrisa a sonrisa.
Sé, por otro lado, que no lo voy a conseguir, pues para ello debieran producirse cambios y solo existen los cambios si se hacen las cosas diferentes. Si actúo como tengo costumbre, como siempre, todo seguirá igual. Y ahora viene lo divertido: no sé qué se debe hacer para hacer las cosas diferentes de cómo las hago (hoy el verbo hacer estaba de rebajas). Me he hecho un pequeño plan de ataque:

1. Ir con la sonrisa puesta (hace ya días que lo practico). Resultado, no tengo ni idea.

2. Trabajarme la simpatía. No es que no sea simpática, vamos, creo yo, lo que ocurre es que mi forma de acercarme a la gente suele ser seria y callada (por esos restos de timidez que ensucian mis relaciones).

3. Voy a intentar cambiar mi forma de vestir (ja, no sé por dónde empezar, no me veo bien con nada y prima la comodidad).

4. Hacer cosas nuevas, que no he hecho nunca.

5. Olvidarme un poco de lo cabal y dejarme llevar por lo instintivo y los impulsos (¡tiritas, plis!)

Y eso de que se nos pasa el arroz, ¡ja!, se nos pasa la edad, pero con una rapidez inusitada. Ya no me veo en la barra de ningún bar de ambiente hablando con unas o con otras. Todo esto ya no me apetece nada. Entonces, me pongo introspectiva y me pregunto: ¿qué es lo que quiero exactamente? Alguien a mi lado a quien amar y que me ame, que comparta conmigo la vida, que sigamos creciendo juntas, y lo más importante, que ya llevemos tres años como mínimo de relación. ¡Patapam! La última condición impide que sea posible. Mejor me retiro a mis aposentos que me estoy poniendo de malhumor.

20/1/17

Era de noche y sin embargo llovía

Llueve. Y la lluvia te trae conmigo. Sin quererlo. Sin quererte. Apareces en mi mente y me abrazas el pasado. Llueve. Se oye el repicar de las gotas en la terraza, en la cortina del tendedero, en la calle. Se oye, también, los coches como surcan la pátina de agua que cubre el asfalto. Huelo. Huelo a lluvia, a calle mojada, a chorretones de polución pintados sobre las paredes de los edificios. Y tú, que ya nunca estarás entre mis brazos, has vuelto. Te siento bajo el edredón, silente y ausente, noabrazada a mí, apretujada en mi mente, temiendo y temblando el amorío que surge entre trueno y rayo. Llueve.

17/1/17

Diario de una ruptura

Cuando el amor continúa en silencio

Desde el momento que pusiste las llaves de casa en mi mano, supe que la cosa iba en serio. Era yo quien quería dejarlo y al sentir el metal del llavero en la palma de mi mano me asaltaron todas las dudas y me embargó la tristeza anudando mis cuerda vocales en un llanto contenido. Sabía que desde el mismo momento en me tendiste el brazo para devolverme esas llaves en forma de libertad, todo lo que ocurriera desde ese mismo momento sería irreversible. Sé que no podíamos seguir así, pero sabemos que tampoco podemos seguir de otra manera.

La casa está llena de huecos por tu ausencia y mi corazón también. La tranquilidad que sentía se ha convertido en nerviosismo y este en insomnio. La cama vacía, fría y callada no sabe lo que ha pasado, pero me echa la culpa. Yo no me culpo, te culpo a ti. Mi vida rota, sin rumbo y enamorada para siempre de alguien que no existe, que nunca ha existido.

16/1/17

Del amor y otros momonios

Te diría muchas cosas, con una cerveza en la mano, sentadas en una mesa, frente a frente. 

Te diría que el amor no existe, que no es más que la sensación vertiginosa de sentirnos adoradas lo que buscamos. El enamoramiento es lo que queremos y cuando se pasa, cuando desaparece, aquella persona ya no nos sirve, porque queremos seguir viviendo esos días de loca pasión que nos hacen sentir vivas. La monotonía y la costumbre es lo que nos conduce a tantas rupturas. Queremos los primeros momentos de la relación, esos en los que la otra persona nos hace sentir una diosa. Esos en los que no nos conocemos y nos descubrimos, nos sorprendemos y nos anhelamos. Esos momentos en los que nos reinventamos y no pensamos ni en el pasado ni en el futuro, ni tampoco en el presente, pues este lo vivimos desde la exaltación de un amor inventado cuando no, reinventado.

Te diría muchas cosas, con una cerveza en la mano, sentadas en una mesa, frente a frente.

12/1/17

Nada de ti en mi vida

Había decidido, tras la ruptura, deshacerse de cualquier objeto que tuviera que ver con ella. No por rabia, por enfado u odio. No. Sino para dejar de sentir esa tristeza punzante en su interior. Así que un sábado, cuando el alba se desperezaba y se desprendía de su rocío, rompió en mil pedacitos los poemas de amor, cuyos versos convertidos en jirones fueron incapaces de impedir la volatilización de tan profundos sentimientos. Más tarde, cuando el sol tomaba oficialmente el cielo, tras recorrer una habitación detrás de otra, se había desprendido de papeles, regalitos, recuerdos de días perfectos donde el amor vestía las palabras, planos de viajes llenos de pasión, el muérdago de la Navidad pasada, una botella vacía de su colonia que servía como inhalador de la evocación y un sinfín de cosas más. Todo metido en una mochila deteriorada por el uso que una vez le regaló y había dejado olvidada al irse. Cuando, tras repasar, estuvo segura de que no quedaba nada en casa que tuviera que ver con ella, bajó al contenedor y no sin dolor, me deshizo de todo.

De nuevo en casa, se dio cuenta horrorizada de que aún quedaba una cosa que le pertenecía a ella. Se dirigió al lavabo y delante del espejo, se arrancó el corazón.

8/1/17

Leer de nuevo blogs

He empezado a leer de nuevo blogs. Al principio no lo hacía, me daba una pereza tremenda. Pero ayer, le dediqué un rato y me lo pasé la mar de bien. Me gusta leer y me gusta leer los post de la gente.

Volví a entrar en un montón de blogs que tenía olvidados. Muchos de ellos se hallan ya abandonados a la deriva de este inmenso océano que es internet. Otros, me sorprendió verlos que seguían activos sin tener ningún tipo de parón en toda su historia. Debo reconocer que me interesa la vida de los demás. Me gusta como la explican y verme reflejada en algunos aspectos. Creo que no somos tan diferentes unos de otros. Quien más y quien menos tiene sus propias crisis, sus fobias y sus inseguridades. Me sabe mal descubrir momentos bajos en algunas de las personas que siempre había admirado, pero esto me las hace mucho más cercanas.

Todo se la debo a Únicalectora, que anda preocupada por lanzarme de nuevo al mundo. No para de sugerirme ciento un activismos y el último que me sugirió fue leer blogs y comentar mi opinión. Creo que le debo también haber iniciado de nuevo mi escritura. Sé que a pesar de todo lo que me ha pasado nunca he querido abandonarla y he ido haciendo amagos de reiniciarla. Pero ahora la decisión es decisiva (redundo porque quiero).

Únicalectora, gracias. Sin ti, mi inicio activista sería nulo. Gracias por no desfallecer y seguir animándome.

6/1/17

Escape Room

Cuando oí hablar de ello supe en seguida que me apasionaría y así ha sido. El Escape Room, es un juego de acertijos, misterios y enigmas en vivo. Y con “en vivo” me refiero a que lo vives in situ. Es como una aventura gráfica de ordenador (con las adaptaciones pertinentes), llevada a la realidad. Te encierran en una habitación decorada con los elementos de la temática elegida (huy un sinfín de temáticas) y tienes sesenta minutos para resolver el enigma u objetivo que te dicen al entrar y conseguir salir de la habitación. Normalmente, sueles pasar de una habitación a otra, a veces por un armario, otras, se abre una puerta o compuerta y alguna vez “subiendo” por la chimenea. Se suele jugar en grupos de cuatro personas, pero hay para más.

Esas horas (ya he hecho más de uno) que me paso jugando, son las mejores de mi actual vida. El cerebro se pone a cien, se activan todas las estrategias que conoces, toda la red neuronal vibra esperando actuar. Siento una ducha de adrenalina que me acelera  como si fuera una cría pequeña la víspera de Reyes. Y a todos los del grupo nos pasa lo mismo. Es tanto el mono que crea que a veces, saliendo de un Escape nos metemos en otro. Hay de mayor y menor dificultad. Incluso hay alguno (sobre todo los de miedo) en los que hay actores dentro del juego.

Recuerdo haber sentido cosas parecidas aunque en menor grado leyendo Los Cinco o Los Tres Investigadores.

Recomiendo encarecidamente probarlo y luego decidir si gusta o no gusta. En él se ponen en juego las capacidades de cada persona del grupo. Pero, atención, también el carácter influye. Es muy divertido ver cómo se van posicionando los roles. Probadlo, y ya me diréis.

5/1/17

Comida de viejas blogueras

Hay ha sido un día sensacional. Nos hemos encontrado después de mucho tiempo y parecía que no había pasado ni un segundo desde la última vez que nos vimos. Hemos hablado de lo divino y de lo humano, pero pasando por encima, porque esta vez, lo que más nos interesaba era hablar de nosotras mismas. Nuestras vidas, han cambiado muchísimo desde que nos conocimos. En seguida en la mesa se ha creado como dos bandos. En el que estaba yo, era el bando “escorpión modo lagartija gris”. El bando contrario era todo dicharachería y felicidad. Pero todo ha sido motivo para reírnos y darnos cuenta de que debemos reunirnos con más asiduidad.

Juntas hemos pasado momentos inolvidables y quiero que sigamos pasándolos y que a pesar de que en nuestro fuero interno pensemos que cualquier tiempo pasado fue mejor (bando lagartija) aprendamos a dejarnos imbuir por el espíritu del bando contrario.

Propósito del año: no dejar pasar un mes sin concertar nueva quedada.

3/1/17

El arbolito

Cuando pienso en mi comunidad de vecinos, la Rue 13 del Percebe se queda en algo meramente anecdótico.

Un día, antes de estas fiestas, bajé a comprar y me encontré al conserje de la finca ubicando el árbol de Navidad de estas fiestas en el rincón pertinente de la portería.

–Es más pequeño que el de año pasado, que era demasiado grande. Este queda más bonito porque resulta más armonioso con el lugar.

Está puesto en un lugar estratégico, porque delante de él hay un espejo que multiplica el árbol por dos y por ende se ve todo mucho más decorado y luminoso y a mitad de precio.

–Pero sólo tengo que decorar uno –es la broma que cada año hace el conserje.

Sonreí intentando disimular que el tema arbolito me era absolutamente indiferente.

Al volver de la compra, ya había forrado el tiesto con un brillante papel de color rojo por fuera y plateado por dentro, con una lazada dorada más grande de lo que debiera que ponía en duda la “armonía” del conjunto. El conserje, escoba en mano y recogedor en la otra, estaba barriendo las hojas en forma de aguja que el abeto, en su defensa, había dejado caer al suelo.

–Esta tarde lo decoraré; ahora dejo que se asiente y se acostumbre al lugar.

–Ajá –contesté ante mi desconocimiento sobre el quehacer arbóreo.

Por la tarde, al salir de nuevo de casa, utilicé el ascensor para bajar. Cuando la puerta se abrió en la planta cero, como si estuviera esperándome, el conserje se hallaba plantado delante con una caja de cartón, en la que sobresalían bolas y espumillones, sin orden alguno, como matorrales en selva virgen.

–Ahora voy a decorar el árbol –me informó con una alegre voz–. Este año, como es un poco más pequeño quedará mucho mejor.

–Seguro –afirmé. No estaba yo para entablar demasiadas conversaciones sobre árboles y guirnaldas.

Cuando volví por la noche,  me encontré la obra de arte recibiéndome majestuosa, silenciosa e iluminada, y absolutamente sobrecargada de bolas. Parecía que el conserje no había tenido en cuenta que este año el árbol era de menor tamaño por lo que no necesitaba tantas bolas, ni espumillones, ni luces. El arbolito, cual adefesio, allí plantado parecía que me observaba la perplejidad con que lo observaba yo. Todo esto ocurría el día 22 de diciembre.

Llegaron las fiestas y me olvidé del tema del árbol y su abigarrada decoración. Estuve entrando y saliendo sin prestarle demasiada atención. El primer día laborable, cuando volví para comer a casa, me encontré al conserje delante del arbolito, decepcionado.

–Está todo mustio, y esto que he venido durante las fiestas a regarlo.

–Puede que te lo hayan dado sin raíz –dije en un alarde de sabiduría.

–No sé, pero voy a ir a quejarme –zanjó la conversación.

Y por la tarde, me lo encuentro con un spray verde en la mano pintando todas las ramas y hojas amarillentas.

–¿No has ido a quejarte?

–Sí, y me han dado este spray y me han dicho: ”píntalo, así te aguantará hasta Reyes”.

Y durante todos estos días, el conserje, spray en mano grafitea cada mañana el trozo de árbol que se ha mustiado durante la noche. 

Me niego a buscarle a esto ningún significado que me condicione el 2017.

2/1/17

Mi deseo para este año

Pues sí, quiero vivir una experiencia de película. Estoy harta de que mi vida sea corriente, monótona y previsible. Quiero vivir una historia como la de “Pretty Woman”. Quiero enamorarme locamente de una mujer imponente y que esta, a su vez, se enamore perdidamente de mí. Y que esto suceda poco a poco, con consciencia de que está sucediendo. Porque cuando vivimos inmersos dentro de una historia, no somos conscientes de lo que nos está pasando. Y yo quiero algo para recordar. Quiero que pasen los años y tener una bonita historia que recordar. La historia de un gran amor. Porque cuando yo era pequeña también tenía un sueño. Y ahora, solo tengo sueño.

¿A cuánto van las historias de amor?