Lejos me quedan los tiempos en los que rompíamos las noches
con gestos y miradas relenteciendo su tiempo pero acelerando su marcha. Ebrias nuestras
almohadas acogerán al alba que silenciosa se irá deslizando entre nuestros
dedos, tras nuestras almas. Desaparecieron esos juegos tiernos que,
caprichosas, jugaron nuestras hadas, mi sabor a menta y el néctar que tú
siempre destilabas; y feroces, recorríamos el sendero que nuestros cuerpos marcaban,
al ritmo que nos permitía la anchura de tu cama.
Lejos quedan esos tiempos en que metáfora era callada por
caricias y suspiros, silencios y miradas.
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