31/12/16

Trabajo por hacer

Qué muerta está la vida de los blogs. Es cierto que nada es para siempre, que todo tiene su tiempo y su espacio. Pero las personas románticas como yo nos empeñamos en que no mueran las cosas. Me he estado paseando por cantidad de blogs que leía antes y hoy están a la deriva. La fuerza de las redes sociales los hicieron zozobrar y hoy va a la deriva por el hiperespacio en silencio, resignados a que nunca más se les preste atención.

Hace unos años, tal día como hoy bullían las palabras deseándonos de un blog a otro Feliz Año Nuevo. Hoy, todo es calma y quietud. Se puede ver, algún tímido post de fin de año; una especie en extinción sin lugar a dudas.

Y aquí me hallo yo, (y por supuesto Únicalectora) intentando que esto no muera, que vuelva a ser un poco lo de antes. Luchando para que la realidad de la desidia bloguera no haga mella en mi tesón. Quiero recuperar el esplendor de mi blog. Qué vuelva a ser un lugar bullicioso, de encuentros y de desencuentros (debe haber de todo), pero sobre todo quiero que sea un lugar de vida. No todo está en mis manos, necesito vuestra ayuda. Escribir en un blog implica ser leído y el que lee forma opinión. Compartamos opiniones, ideas, sensaciones y sentimientos y vivamos una vida de palabras escritas, que según dicen, a estas no se las lleva el viento.

No voy a desearos Feliz Año Nuevo, porque de la felicidad ya se encarga uno mismo. Eso sí, como buena yeday que soy, solo os puedo decir una cosa: que la Fuerza os acompañe.

30/12/16

Día de los Santos Inocentes

¡Ay, esta vida guasona que prefiere guiñarme el ojo antes que sonreírme! Me ha gastado una jocosa inocentada sin darme cuenta, directa a la yugular de mi alma inerte. Era ya tarde, de noche, casi medianoche, cuando me di cuenta. Llevaba todo el día arrastrándome por casa de una habitación a otra, sin haberme sacado el pijama de tristeza con el que amanezco cada mañana en la soledad de la cama. De la habitación, al lavabo. Del lavabo, a la cocina. De la cocina al salón. Del salón, al despacho. Y del despacho, vuelta a empezar.

En cada espacio intentaba concentrarme en algo para poder dejar de sentir. Al principio no lo he conseguido; de una habitación iba a otra, parecía un electrón siguiendo su órbita. De pronto, por capricho del subconsciente, se me ha cruzado un pensamiento: “vive”. Como si más que un pensamiento fuera una orden, ha empezado a cambiar el color de todo, que iba adquiriendo un tono mucho más brillante. Mi mirada iba percibiendo los objetos que antes pasaba por alto por la forzada introspección de la tristeza. En la habitación he visto las zapatillas Garzón que me regaló mi hermano y he sonreído. En el lavabo, el jabón de leche de burra que compré con unas amigas en una excursión y he notado que me sentía bien. En la cocina, he comido algunas almendras tostadas que una compañera de trabajo me regaló y he revivido el recuerdo de anécdotas laborales que te hacen más llevadero el día. En el salón he observado esa hermosa planta “mariposa” que, por sorpresa, me regaló un día la dueña de un bar porque me gustaba mucho y me he dejado imbuir por la tranquilidad que emanan sus pétalos. En el despacho he visto unas libretas que una antigua ex me regaló, y de alguna manera me he sentido querida. Y por fin, llena de recuerdos me he estirado en el sofá dejando que me poseyeran y me transportaran a emociones ya vividas. Así he pasado el día.

Era ya tarde, por la noche, casi medianoche que me he ido a dormir. Al cerrar los la luz y los ojos para incitar al sueño he sentido una inmensa inquietud, estaba viendo mi realidad. Mi vida estaba llena de objetos de  personas queridas pero llena de soledad. He aquí la jugarreta de la vida: había pasado el día entero, feliz,  acompañada de recuerdos, pero tan sola como siempre.

He aprendido: 
a) No solo de recuerdos vive el hombre. 
b) Que la luz de los recuerdos no deslumbre tu soledad.

29/12/16

¡Cómo soy!

No me gusta que me adelanten cuando voy andando por la calle. Yo ya llevo un buen paso a la velocidad de la luz urbana como para aceptar que haya alguien que corra más que yo. Hoy, un chico me ha adelantado, así que he puesto el turbo y en breve le he aventajado. Supongo que es de las personas a las que no les gusta nada que las adelanten, porque ha cogido una marcha maratoniana, moviendo la cadera de un lado a otro y me ha rebasado, no sin esfuerzo. He sentido una punzada en el pundonor y he aprovechado que un transeúnte se ha cruzado a su paso y que ha tenido que frenar en seco, para superarle de nuevo a la par que le he hecho el símbolo de la victoria. Ha sido tal mi sensación de triunfo que me he girado para sonreírle victoriosamente. He visto como el transeúnte estaba tirado en el suelo y el chico volvía a pisarme los talones. Me he girado con la rapidez suficiente para ver como se me anticipaba de nuevo y se daba a la fuga marcando cada vez más distancia. Debo reconocer que en este momento he perdido los papeles y he corrido detrás de él hasta que lo he vuelto a superar. Con dignidad he hecho como si no me hubiera costado esfuerzo avanzarlo. El chico, con tres zancadas, me ha dado alcance y me ha pasado de nuevo. He parado y he respirado, más rabiosa que profundamente. Me he dispuesto a admitir mi derrota. ¿Qué más daba? Al fin y al cabo nadie tenía por qué enterarse y, total, al chico este no lo volvería a ver en mi vida. Estaba con estos pensamientos cuando me he dado cuenta que el semáforo se había puesto rojo y el chico se había parado. Los coches empezaban a pasar. He tirado mi bufanda en una papelera y me he lanzado a cruzar la calle a máxima velocidad. No me iba a dejar ganar. Han frenado los coches, otros me han rozado y todos han tocado el claxon, pero he llegado al otro lado. Tenía los ojos encendidos y he saltado gritando, “¡ja!”. Lo había derrotado. Me he ido contenta para casa.

Ahora estoy agotada. Tengo dolor de cabeza y un pinchazo en la cadera. Me duelen las rodillas y siento una especie de taquicardia. Y se me ha desatado por el esfuerzo una estúpida tos de garganta que me está poniendo muy nerviosa. ¡Cómo soy!

¡Huy!, el vecino está tosiendo. Yo puedo toser muchas más veces por minuto que él…

27/12/16

Estimada Únicalectora,

me dirijo a ti para comunicarte que me he intentado poner las pilas y estoy escribiendo (te) un texto como el que me pediste. No sé si la Mosca Estremecida va a permitirme seguir narrando sus aventuras, porque dice que ya tiene una edad, y que prefiere vivir retirada y no tener que ir firmando autógrafos allá donde vaya. Estoy intentando convencerla. Por otro lado, me vuelvo a dedicar a robar anécdotas a la gente. Cosa en la que, después de tanto tiempo, he perdido mucha agilidad y me tengo que oír “¿tú qué miras?” o “¿puedes sacar tu oreja de en medio de la mesa, por favor?”, alzándome el rubor en más de una ocasión. 

Pero ya se sabe: como eres Únicalectora, tus deseos son órdenes. Así que, esperando satisfacer tu lectura en lo más breve posible se despide de ti,

tuya siempre,

Dintel

26/12/16

El anillo

Soy incapaz de recordar el título de la película que he visto esta tarde. La tenía grabada desde hacía tiempo. Era de esas infumables que emiten en televisión los sábados y domingos por la tarde. Me las voy grabando y luego cuando necesito resetear el cerebro me pongo dos o tres seguidas en vena. Así voy dormitando y dejo de pensar en pensamientos de callejón sin salida.

Pues en la película de esta tarde, de cuyo nombre no logro acordarme, había una escena en la que ella le devuelve el anillo a su amigo y luego le preguntan por qué se toca el dedo. Y es por la añoranza de dicho anillo, el dedo se siente extraño sin él.

A lo que iba, todo este rollo solo para comentar que después de tanto tiempo, sigo echando en falta mi anillo y mi pulgar se pasea por el dedo buscando jugar con él, como antes hacía. Es un pequeño gesto que nadie apercibe a pesar de que por lo seguido podría convertirse en un tic.

Y es que la falta de anillo no es más que una realidad de tu falta. Descubrir que no lo tengo me hiere tanto como el día que dejé de llevarlo. No tenerlo es saber que las noches serán silenciosas y solitarias, en una fría cama cubierta con una sábana que añora tiempos mejores. Es vagar por la casa, más grande desde tu ausencia. Es no tener ningún objetivo para levantarse por la mañana ni para acostarse por la noche. Es tener que mentir cada día con una sonrisa que oculte tu llanto.

Ese anillo fue un yo que ahora no encuentro.

23/12/16

La maldición de tu amor

Profané la tumba de tu corazón y entré en la antesala de tu alma. Buscaba a la mujer a quien amaba. Me topé con un laberinto de emociones, con un sinfín de sensaciones y con unos ojos azules que me cautivaron. Bajo la hipnosis de tu deslumbrante baile, no vi la realidad sibilina. Me encandilaron tus dulzuras, tus caricias y el deseo de besar tu piel. Me perdí en tus abrazos y bebí de tu amargo néctar. Y ahora, vago por mi vacua vida añorando lo que creí que era y no fue: la mujer que yo amor no existe, no eres tú. Vivo, viviré y moriré sola porque estoy bajo la maldición de tu amor.

22/12/16

Me duele tanto verte así

Me duele verte así, amor, triste y exacerbada, porque tu corazón no es capaz de filtrar tanta amargura. Cada día que pasa, los recuerdos se te acumulan en la garganta y se vuelven grises y de sabor acre. No te quedan lágrimas, porque esa rabia que te nace tan profundo, en las entrañas las ha litificado antes de que pudieran derramarse. Así no puedes vivir, amor. Te veo perder los estribos sin motivo aparente. Gritar por cualquier cosa, con la injusticia que proporciona no sentirse bien. Amor, la vida es mucho más fácil. Debes aprender a perder. A todos nos pasa. Cambia tu objetivo y empieza de nuevo. Y sonríe, sonríe porque sin tu sonrisa nada tiene luz.

21/12/16

Todo envejece

Se me han envejecido las emociones. Tienen alguna que otra cana y la tranquilidad de estar de vuelta de todo. Reencontrarme con ellas ha supuesto una sorpresa y una alegría. Pensé que estaban muertas. Tanto tiempo escondiéndolas tras cada una de mis entrañas, para que no asomaran y fueran sorprendidas y regañadas. Las acallé aquella tarde que nuestro amor se volvió gris, cuando fui a besarte y encontré frialdad. Algo debí hacer mal, no recuerdo, para recibir tu hielo. A partir de allí, mi vida se convirtió en una continua justificación, de lo que hacía y no hacía, de lo que pensaba y no pensaba, de lo que hablaba y no hablaba, defendiendo cada una de mis decisiones, puestas en tela de juicio por ti. Me hundí. Desde entonces he estado ahogando cada uno de mis sentimientos, de mis emociones, cada jirón de amor por ti que no machacaste con silencios, reproches y reprimendas.

Ahora, cuando el dolor de tan insoportable que es deja de doler, reencuentro en el corazón, flotando en un charco de sangre e ilusiones abatidas, todas esas emociones que sentí una vez. Y, a pesar, de haberlas tendido al sol, para que se sequen y cojan el apresto de antes, se siguen notado ajadas y cansadas. Sé que dentro de poco me pedirán que las deje de nuevo donde estaban, tranquilas, flotando en el cálido caldo de lo que un día fue un corazón enamorado.

20/12/16

Cuando te vayas a dormir

Amor, hoy cuando te vayas a dormir, encontrarás sobre tu almohada uno de los besos que te di y no quisiste porque estabas enojada. Lo  he dejado para ti, que te acompañe en la noche, se pegue junto a tu mejilla y que acalle tu reproche.

19/12/16

Domingo

Hoy, es de aquellos días buenos que añoro cada día malo que tengo. Sin motivo alguno me he levantado feliz. ¿Será que empiezo a aparecer de nuevo? No sé. Había programado irme fuera a ver una feria de gallos que hay en un pueblo de por ahí, pero el tiempo no acompaña y me he quedado en casa. He encendido, yo que no soy de encender, todas las velas que he podido; al menos que me acompañe el fuego. Me he puesto la radio. Me gusta. Me recuerda a mi madre. Ella siempre la escuchaba. También me recuerda cuando iba de excursión, tranquila, feliz, en el coche, escuchándola interesada porque trata muchos temas que desconozco y me interesan.

He puesto las añoranzas en la lavadora. He utilizado jabón líquido y mucho suavizante, para que, una vez secas, sea más fácil vestirlas. Un programa largo a alta temperatura, que se suelten todas las distorsiones que el tiempo va adosando.

Y ahora me siento a escribir. Y por la radio dicen que hace 75 años que se inventó el bolígrafo. Y han explicado la historia. Se ve que su inventor se inspiró en unos niños que jugaban con unas canicas y cuando salían de un charco dejaban un pequeño reguerito. De ahí la bolita de la punta del bolígrafo.  Yo soy una sibarita de los bolígrafos. Según en qué momentos me apetece escribir con unos o con otros. Realmente mis preferidos son los Bic. Pero hubo una época que utilizaba los Corbina. Cuando era joven, en primero de E.G.B. (yo fui a E.G.B.) mi madre me compró por primera vez un boli para el cole. Bueno, cuatro: verde, azul, negro y rojo. No sé cómo describirlos. No eran tubulares, eran prismáticos y más estrechos en la punta, de color amarillo tirando a ambar. No tenían “capuchón”, si no que se tenía que clicar un botón arriba de todo para que saliera la punta. Llevaban la pestañita metálica para poderlos llevar fijados en un bolsillo o en cualquier solapa. Los colores se diferenciaban porque arriba tenían una franja del color con el que escribían. No sé si quién lea esto se podría hacer una idea de cómo eran. Por si acaso:



Ayer me regalaron unas fotos mías de hace tiempo. Sola en casa, abrí el sobre y me las miré. Serán de hace cinco o seis años. Se me encogió el corazón. Supongo que tomar consciencia del paso del tiempo afecta. En todas estoy sonriendo. ¿Sonreía siempre? No sé. Lo único que sé es que ahora no lo acostumbro a hacer. El otro día me dijeron que yo era una persona seria. ¿Yo? ¿En qué me estoy convirtiendo? Sí, me reafirmaron, siempre se te ve pasar con esa seriedad.

Por la noche, antes de dormir, pensaba en esto. No quiero ser seria. Nunca lo he sido. Si precisamente a todo le saco puntilla y cualquier cosa negativa que me ocurre, siempre acabo convirtiéndola en un chiste. No quiero ser taciturna. No. No. Y no.

Huy, sale el sol. Me voy a dar una vuelta. Debo velar por mi vitamina D.

18/12/16

Se podría aducir

Me despierto una mañana, sin saber por qué, empecinada en cambiar este estilo delicuescente de vida al que me he ido abocando inconscientemente poco a poco. Siempre he creído que el tiempo actuaba como un fijador, pero he descubierto que es más un disolvente y recuerdos que antes poseía los ha ido diluyendo.

Cuando era feliz llevaba las riendas de mi vida. Sonreía y compartía esa felicidad con todas las personas que me rodeaban. Hacía cosas, mil cosas y aun me sobraba el tiempo. Pero todo falló, me sentí engañada y maltratada y me dejé llevar. Fue la vida, entonces, quien tomó las riendas y el tiempo se aceleró. Me volví temerosa de la gente. Desconfiada. Sin ganas de luchar.
Pero esta mañana, me he despertado diferente y al mirarme al espejo no he visto lo que ha desaparecido de mí, si no lo que permanece. He rebuscado entre mis cenizas y he hallado un poder residual; he aquí mi trampolín de nuevo a la vida.

Ahora vivo ese infierno como un paréntesis enervante. Ya ha pasado el momento de cautelas. Y aunque esta etapa aciaga, de la que me es imposible eximir, sea insoslayable, podré seguir adelante. Debeseme permitir cierto escepticismo como elemento purificador pues debo ir desarmando ese arsenal de rabia existencial al que he sido sometida.

Me sorprenden las oportunidades amablemente irónicas que nos brinda la vida una y otra vez.

17/12/16

Estimadas tres lectoras,

qué ilusión saber que a mis palabras no se las lleva el viento, (o que no se mandan a tomar viento). Claro que ser leída por Únicalectora junto con dos persona más me obliga a tener que esforzarme el triple en esta ardua tarea que es la escritura.

Pero os puedo asegurar que yo, persona comprometida dónde las haya, voy a esforzarme todo lo que pueda para conseguir levantar con mis palabras (si es que algo hubiera que levantarse) el ánimo lingüístico (con el permiso de Chomsky). Y mañana mismo, me calzaré con ganas y saldré al mundo a robar historias y conocer personajes.

Sobre mí, poco queda que contar. Me apeé de mi vida hace unos años para sentarme a ver cómo pasaba la vida de los demás. A veces, se nos atragantan las cosas y cuestan mucho de digerir y creo que este ha sido mi caso. Debo reconocer y agradecer a Únicalectora que me impulsara a hacer como los gatos: vomitar toda esa bola de pelo que lleva tanto tiempo obturando el esófago de mis ilusiones.

Por lo que, si alguien tuviera o tuviese ganas de contarme su vida para poderla plasmar en mis escritos, bienvenida sea. Me falta material sobre el que escribir. Y aunque me encantaría escribir Harry Potter o la Guerra de las Galaxias, da la puñetera casualidad de que alguien se me ha adelantado y creo que tendría problemas con la autoría. Así que busco desesperadamente temática de escritura porque tengo el pozo seco (menopausia lingüística).

Estimadas lectoras espero vuestros mails para poder seguir escribiendo y complaceros con la lectura. Es un placer saber de vuestra existencia y una gran motivación. Me despido ansiosa y a la espera,

Dintel

P.S.: Únicalectora no te me pongas celosa al saber que hay dos lectoras más paseándose por mi blog.

16/12/16

A quién madruga más vale tarde que mal acompañado.

Todas las cosas tienen su tiempo,  y parece que esto de los blogs ha pasado a mejor vida. Pero esa  parte decadente de mi espíritu se niega a aceptarlo y aquí continuo, al pie del cañón unos días y otros, con un pie en el desfiladero.
Sigo intentando atrapar la primera luz del alba con mis palabras para que se me derrame por dentro y despierte formas nuevas. Pero todo queda en vacuos intentos.

¿No escribirás para que te lean?, más o menos me preguntó el otro día Únicalectora. Mi respuesta inmediata fue decir que no. Pero acto seguido saltó el resorte de sinceridad: pues, claro que sí. Todo el mundo que escribe quiere ser leído. Únicalectora al final estuvo de acuerdo conmigo.

─Pero todo lo que escribes es muy triste ─continuó─. Debiera sacar a la Mosca y volver a escribir cosas de ese estilo. Basta ya de arrastrarte entre tanta soledad.
Pensé que debía complacerla, más que nada, para no perder la única persona que me lee.

Y aquí estoy. Intentando escribir después de tanto tiempo de no hacerlo. Sin encontrar un tema qué desarrollar, un sentimiento, lejos de la soledad, que me permita ser poema. Ni siquiera una estúpida anécdota de esas que te pasan durante el día y que a través de la escritura puedes exagerar para despertar la hilaridad.

Únicalectora, te voy a tener que pedir un poco de paciencia. A penas he encendido los motores y me faltan bastantes horas de vuelo. Porque escribir, no es como ir en bicicleta. Escribir se olvida, se pierde entreno. La mente se vuelve vaga y no encuentra juego en las palabras. De la falta de temática, casi sería mejor no hablar, de tanto tiempo compadeciéndome he perdido la capacidad de observación. Rabindranath diría algo así: “Si lloras porque te das pena, las lágrimas no te dejaran ver la luz de la alegría”. Y tiene toda la razón. Pero no me vas a negar, Únicalectora, que no se está bien tirada en el sofá o en la cama moqueando entre sollozos y repitiendo el mantra: “porquéamí?porquéamí?Quépenitamedoy”.

Únicalectora, después de leerme, no arrugues el morro ni arquees la ceja, dame tiempo para encontrarme, que llevo una eternidad perdida de mi misma. Así que deja que entreteja el polvo cósmico de lo que fui con el que seré mañana y que haga un buen caldo de cultivo con ello para empezar de nuevo a escribir.

Paciencia.

15/12/16

Sonreír

Sonreír activa las neuronas espejo de los demás y estos sonríen al cruzarse contigo. Estoy convencida que unos segundos después siguen pensando en mi sonrisa y el porqué de ella. Hoy, poca gente sonríe por el mundo.

El día que salí del infierno, después de tanta amargura e inseguridad, al dar el primer paso y notar suelo firme me atreví a dar el segundo. Permanecí expectante. No pasó nada y entonces sonreí. De esto hace más de un mes; sigo sonriendo. Incluso en casa, bajo ese nuevo manto de soledad, sonrío.
No fuerzo la sonrisa. Sonrío porque es lo que me sale. La alegría y la paz que siento han convertido mi acostumbrado y arisco mohín de vida en una apacible paz interior que se asoma en forma de sonrisa.

A esta sonrisa la acompaña una despreocupación que me confiere una sensación de libertad absoluta. Tanto tiempo temiendo las consecuencias de mis palabras, de mis actos. Tanto tiempo justificando perogrulladas de mi vida, ¿cómo no voy a sonreír? Decidme, ¿cómo no voy a sonreír?

14/12/16

Te voy a olvidar

Te voy a olvidar, aunque sea lo último que haga, aunque muera en el intento. Aprenderé a vivir sin ti. Puede que no recupere la ilusión ni el deseo, que mi vida se vuelva vacía, llena de silencio, pero, como dice Malú: “te voy a olvidar.” Aunque tenga que vender mi alma, pasear entre las sombras, cuartear mis entrañas, como dice Malú: “te voy a olvidar.” Esta vez sin cálculos ni reglas, solo con tesón y propuesta. Con el vacío creciendo como espuma. Con inteligencia: Donde no voy a ganar, mejor no pierda.

“Te voy a olvidar”, como dice Malú. Desdibujaré los recuerdos y salpicaré con lejía sus colores. Aniquilaré conversaciones que resuenan en mi ser. Me encerraré en un profundo sueño donde se olvida que lo vivo está viviendo.

Te voy a olvidar. Trenzaré antiguas promesas. Difuminaré el recuerdo de tus besos. Extinguiré el fuego que dejaste en mi piel.

Te voy a olvidar y como Ave Fénix quizá, así y solo así, consiga de nuevo volar.

13/12/16

Cuando el amor se no se va.

Dejarlo cuando el amor ya no está tiene su lógica, porque ¿para qué seguir por un camino de espinas que no conduce hacia ningún deseo? Pero dejarlo en pleno enamoramiento porque es inviable esa relación conduce a un camino de vacío, de añoranza y de dolor.

Busco la soledad para poderte evocar con tranquilidad. Cierro los ojos y busco tu boca buscando el divino néctar de tu ser, pero me pierdo entre sabores cada vez  más diluidos. No quiero que pase el tiempo porque pierdo tus sensaciones. Lloro al llegar el alba, pues cada día que pasa son mil quilómetros más que nos separan. Me sobra la gente, pretende que ande con los pies sobre el suelo, que me olvide de ti, “es lo mejor” ¿Qué saben lo que es mejor para mí? ¿Acaso estuvieron entre las chispas de nuestras caricias, o saborearon esos besos que ocultamos al mundo? ¿Acaso han dormido con el calor de tu alma, y el silencioso aliento a tranquilidad que exhalas?

Estoy muerta en vida; circulo rascando el corazón en los muros de los callejones donde acostumbro a perderme para agonizar tu ausencia, si he de sentir este dolor de por vida que al menos sea yo quien me lo cree.

Sabía que no sería fácil vivir sin ti,  pero no sabía que era imposible.

12/12/16

Mejor no pensar

Hoy tengo un día reflexivo. He vuelto de nuevo al trabajo, a los horarios, a las obligaciones, a llegar a casa cansada sin ganas de hacer nada y a buscar el silencio por los rincones porque me paso los días con la falta de él.

Ahora, derrengada en un asiento de tren, pienso en mi vida, convertida en una rutina: levantarme a las seis, salir a trabajar y volver a casa doce horas más tarde. Arrastrarme por el sofá; cenar con dos mordiscos y a las diez y media, en la cama, intentando dormir. Así un día, y otro y otro. Siento que el tiempo se me escapa entre los dedos.

Antes no era así, ni mucho menos. Mi vida era alegre, llena de gente y actividades. Podía ver la luz del sol y sentirla. Largo suspiro, me compadezco de mí. Hay días en que ni miro a través de las ventanas y al salir del trabajo descubro el sol, el calor, la suave brisa, los árboles. Y añoro. Añoro el tiempo pasado, que para mí sí que fue mejor.

Veo personas que salen a pasear, que se paran a tomar algo, a hablar unas con otras… yo no; vida rutinaria que me estrangula y me aprieta cada día un poco más.

11/12/16

Duerme, mi amor

Anda duérmete, deja ya de sufrir por lo que pudo ser y no ha sido. No te preocupes y duérmete, seguro que el mismo amor podrás vivir en sueños. ¿Para qué estar despierta? Nada nos ofrece esta vida que nos ha privado de amarnos. Quizá entre sueños encuentres lo que has perdido y tu aliento caliente la estancia en la que un día la indolencia de mis labios sellaron tus besos. Atraviesa la periferia de la quietud y mécete en su adorable murmullo. Deja que tu sol interior inunde tu paz y calme tu respiración hasta acallarla. Mientras la luna, precursora de quimeras, te amodorra con su canto. Ya no nos interesa vivir la vida, si no soñarla. Duerme, mi amor imposible, duerme, debes dormirte, porque yo no voy a estar para protegerte de la aurora.

10/12/16

...ni para coger carrerilla

Ve donde quieras y no mires atrás, silba con el viento que aparentemente te hace joven. No mires hacia el pasado, poderosamente oscuro. Regálate un sueño escondido o nunca entregado. Entona la esbeltez de tu propio canto y no escuches a nadie, sigue adelante. Diste un paso, no te detengas. Ahoga tu corazón en copas y en oros, porque de bastos y espadas ya tuviste bastante. Agoniza en soledad, que nadie se dé cuenta del dolor que te acompaña, porque, no lo niegues, ese amor no desenamorado es dolor cuando no puede fluir. Y este es tu equipaje. Muda tus hojas como si fueras un árbol, abraza tu tronco y busca nuevas raíces. Las viejas se corrompieron. Cierra tu boca, ahoga ese te quiero que quema tu garganta. Busca. Busca un nuevo sentido a tu vida, aunque en ello te vaya la misma. 

7/9/16

El tiempo pasa

A veces nos creemos que el tiempo, a pesar de pasar, no nos afecta en absoluto. Seguimos pensando que somos iguales que antes y que hacemos las mismas cosas y de la misma manera. ¡Animalicas!

El tiempo que pasa no nos afecta, no, pero cuando se nos cae algo el suelo está mucho más lejos que antes y tardamos mucho más en recoger lo que se nos ha caído.

O cuando subimos o bajamos escaleras, ese crujido menisquero no es más que una gentileza corporal para que sepamos donde tenemos la rodilla.
Huelga hacer mención de ese agradable y entumecido anquilosamiento con el que te levantas por la mañana digno del mismísimo Robocop, paquenosediga.
O esos saltitos con un pie, que das cada mañana en el baño cuando sales de la ducha para ponerte las braguitas. Cuando ya has logrado pasar una de las piernas e intentas hacer lo mismo con la otra pero no aciertas y lo que consigues es intercalarla entre el dedo gordo y el siguiente. Y como no sabes ni dónde ni cuándo dejaste olvidado tu equilibrio no te queda otra que saltar en esa famosa posición de yoga (pie derecho en suelo dentro de pernera de braga, pie izquierdo con goma de braga enhebrada entre dedos, manos a cada lado de la braga, espalda doblada hacia adelante mientras saltas y subes y bajas la cabeza intentando encontrar el equilibrio con el mentón).

El tiempo pasa, sí, pero a mí no me afecta.

Andaba yo el otro día despierta de cuerpo y dormida de mente, cuando, según costumbre, después de desayunar me duché. ¡Oh, qué maravilla! Lo mejor del mundo: la ducha de la mañana. No entiendo como en el tren, a primera hora de la mañana, me encuentro con tanta gente que no se ha duchado. Yo no podría, para mí, es el mejor café.

Después de las primeras horas de trabajo me senté con mis compañeros a desayunar. Acostumbramos siempre a ir al mismo bar y según vamos acabando, vamos llegando. Ese día, junto a una compañera fuimos las primeras.
Hago un inciso para explicar que tengo el pelo corto, muy suave y brillante. No me pongo nada especial, me lo lavo con el champú de bebés que mi madre usaba conmigo y que he usado toda mi vida. A mis amigos y compañeros les gusta mucho mi pelo y me lo suelen tocar como gesto de cariño o para que preste atención a algo. A otras personas les tocan el brazo, la mano o el hombro; a mí siempre me han tocado el pelo.

Llegó la primera persona y me tocó el pelo para hacerse ver y que le dejara pasar. Retiró con rapidez la mano. Yo estaba bebiendo en ese momento y paré de golpe porque mientras me tocaba oí como un crujido. Presté atención con el vaso inclinado en mis labios pero no oí nada. No le di más importancia.
Al mediodía, al salir del trabajo para ir a comer, dos compañeros se despidieron de mí tocándome el pelo y ambos retiraron, rápidamente la mano. Volví a oír un crujido cada vez. Una vez me hube despedido de ellos, mientras me alejaba, disimuladamente me toqué el pelo. No oí un crujido, sino un crepitar. Tenía todo el pelo acartonado. Atónita seguí caminando hacia el restaurante donde suelo comer. ¿Qué me había pasado en el pelo? Si fuera obra de un pájaro, no sería en todo el pelo y según inspección táctil, el acartonamiento era en la totalidad del cabello.

Cuando llegué al bar, pedí y me fui directamente al lavabo a verme en el espejo. No se veía nada especial; quizá que casi no brillaba. Cogí agua con las manos para pasármela por el pelo y cual no fue mi sorpresa al descubrir que toda una espuma blanca empezaba a cubrirme la cabeza. ¡Había salido de la ducha, por la mañana, sin aclararme el pelo!

El tiempo pasa, sí, pero a mí no me afecta.

De como tardé más de media hora en sacarme la espuma de la cabeza en un lavabo de un bar mientras el camarero iba tocando a la puerta con los nudillos y preguntándome si me encontraba bien, es otra historia.

6/9/16

Reflexión

Hoy tengo un día reflexivo. Sí, no sé por qué pero hay días en los que te limitas a vivirlos y otros en los que, como si tu mente estuviera apartada de tu cuerpo, vives y piensas en lo que vives. Hoy es de estos últimos.

He vuelto de nuevo al trabajo, a los horarios, a las obligaciones, a llegar a casa cansada sin ganas de vivir la tarde (o lo que queda de ella), he vuelto a buscar de nuevo el silencio en los rincones porque me paso los días sin la falta de él. Ahora, derrengada en un asiento de la RENFE , pienso en cómo mi vida se ha vuelto una rutina, casi diaria, año tras año; me levanto a las seis para irme a trabajar y vuelvo a las seis, doce horas más tarde. Me arrastro por el sofá, ceno en dos mordiscos (el cansancio no permite más), a las nueve y media, tumbada en la cama intento dormir. Un día, y otro, y otro. Así van pasando los años y con ellos mi vida.

Envidio (no sé si de forma sana o no, ya lo discutiremos) a todas esas personas para las que cada día es un día diferente. Las que pueden ver la luz del sol y sentirla (hay días en los que ni miro por la ventana y cuando salgo del trabajo, descubro que es de día y hace sol, h a c e   s o l !!!!!).

Pienso en dejar este tipo de vida, en abandonar mi casa, mi trabajo, mis amigos y empezar en otro sitio donde nadie me conozca. Aprender a vivir con menos, lo necesario para subsistir y tener tiempo para vivir, para ver el sol y para charlar con aquel o aquella que se cruce en mi camino y me sonría como respuesta a mi sonrisa. ¡¡¡Dejarlo todo y marchar!!!

Ya he llegado a mi destino. Suerte que tengo pocos días de reflexión como este. Me toca sofá.

5/9/16

Abstracción

Amar es la cosa más abstracta que conozco. Muchos la consideran una ardua tarea, un hito en la vida, lo buscado, lo anhelado. Por amar, eres capaz de destruir las otras parcelas prismáticas de tu personalidad. Y así no se avanzas, involucionas.

Cierto es que enamorarse puede resultar intelectualmente trepidante. Tu cerebro se pone a mil para poder “cortejar” dicho amor. Te sientes luminosa, llena de energía; vuelves a sentir que puedes comerte el mundo (y su montera), que atraviesas el vestíbulo de la trascendencia cursando tu propia maratón existencial. Sentimientos desbordados que van acumulando cieno en tus zapatos. El amor te obliga a seguir su cenefa de tópicos, pues nunca pasión y calma estuvieron unidas. Sientes que has nacido para amar.

Pero mantener el amor es otra cosa. En seguida ves los límites de tu minusvalía emocional. Todo aquel tumulto interior se ha convertido en calma y empiezas a purgar tus silencios. Resignación y conformidad son tus ropajes, debes bregar con los avatares cotidianos. Por mucho que luches contra ello acabas sucumbiendo; ese sentimiento desbordado ha dejado a un vacío opaco.

El tiempo ayuda, siempre se sale airoso del amor. Y de nuevo se te ve pisando la vida con fuerza y la gente piensa que el pasado pasado está. Sólo el que se cruza con tu mirada descubre unos ojos desheredados de amor.

4/9/16

Lo tenía que decir

No voy a andarme con remilgos porque es lo más alejado de mi definición. Ni penséis ni por un momento acribillarme con vuestras lenitivas súplicas. Diré las cosas por su nombre, hiera o no hiera, que para algo las bautizaron así.

Se terció hablar de tu excelsitud, lugar concedido a fuerza de alabarte, cuando la realidad demuestra que eres inimaginablemente minúscula, efímera y volátil. Te turba cualquier suspiro y entonces te vuelves beligerante y obligas al personal a retrotraernos y a convertirnos en evasivas de lo que fuimos; seres vacíos en busca de una ínfima lógica que nos resulte balsámica. Aunque queramos quitar hierro, nuestra alma intelectiva sabe que somos ecos de nuestra propia vida y sabemos que nuestra tarea no acaba cuando morimos, si no cuando somos olvidados por la última persona que nos recuerda. Y a pesar de saber que te marchitas nada más poseerte y muchos preferimos vivir pensando que no existes, Felicidad, seguimos buscándote como objetivo de vida convirtiéndose esta en una vida de fracaso. Pero queremos vivir hasta el último recuerdo, somos así y tú lo sabes.

3/9/16

Volver

Volver, cargada de propósitos y enmiendas. Sin ilusión pero con ganas. Respirando porque es lo que toca. Se debe hacer. No hay más. Dando pequeños pasos, los que te permiten tus zapatos de cemento. Atrás quedaron las grandes zancadas y el hambre de comerte el mundo. Ya no duelen los desgarros del corazón, pero sus suturas pesan, pesan y te obligan a arrastrar el ánimo. Tres o cuatro lágrimas diarias para hidratar la tristeza, diosa de tus entretelas, que ya no ahoga pero aprieta.

Volver, por costumbre y por empuje, levitando por encima de cualquier alma, con la oscuridad que otorga saber que en tu vida hay más ayeres que mañanas. Volver con el corazón manso y las entrañas calladas; con las raíces cortadas. Pero volver; volver, cargada de propósitos y enmiendas.

14/5/16

Mal de escuela

Hace unos días que pienso mucho en el término “zoquete”. Es el tema sobre el que se desarrolla el libro que estoy leyendo ahora: Mal de escuela, de Daniel Pennac. Narrado en primera persona el autor se define como tal; fue un niño al que la escuela le venía grande, no entendía nada de lo que se le explicaba y todo el mundo tenía claro que no podía hacer nada más porque tenía ese límite, ser un zoquete.

Yo no he sido para nada zoquete, más bien al contrario, nunca he tenido problemas para entender los nuevos conceptos, tanto concretos como abstractos. Pero me costó entender que hubiera gente que no entendiera las mates o los análisis sintácticos. Dentro de mi inmadurez me era imposible pensar que no todos tenemos las mismas capacidades.

En aquella época tenía una amiga íntima, de esas de “uña y carne”. Con tanta dependencia una de la otra que al salir del cole y llegar a casa ya nos estábamos llamando por teléfono. Un día, a la hora del patio, me preguntó, “¿me puedes dar clases de matemáticas?” Totalmente sorprendida le respondí con otra pregunta, “¿para qué quieres que te dé clases?”. Su contestación me abrió un mundo: “no todos tenemos la facilidad que tienes tú para aprender las cosas”.

Fue en ese momento, con mis once o doce añitos, cuando descubrí que no todos tenemos la misma “mente”. Poco después descubrí que a pesar de tener una extrema facilidad para adquirir conocimientos era una nulidad en todo lo referente a lo que más tarde llamó Gardner inteligencia interpersonal. Cosa de difícil solución porque nadie te puede ayudar a solucionar si no eres tú misma. Y cosa, también, que me ha creado infinitud de problemas de convivencia a nivel laboral y personal.

Ahora, los años han traído madurez y comprensión en los aspectos emocionales e intelectuales y a pesar de que en mi fuero interno sigo siendo igual, he aprendido a capear esos temporales que yo misma levanto a mi paso.

25/4/16

Soy un ser alfabético

Me niego. Me niego a dejar mi blog a la deriva. Ya sé que llevo muchas intentonas para no hacerlo y siempre acabo abandonándolo durante una buena temporada. Pero es que no quiero olvidarme de él. Me ha acompañado durante muchísimo tiempo y me parece faltarle al respeto dejarlo aparcado en la cuneta de mi pasado. Además, no quiero engañarme: me gusta escribir (y mucho) y la excusa de que no tengo tiempo o he encontrado otros hobbies ya no se sustenta demasiado. A favor de dejar el blog está esta dichosa epicondilitis que me obliga a pausar la escritura con más asiduidad de lo que me gustaría. Pero he puesto hilo a la aguja (¡toma traducción!) y empiezo hoy mismo los ejercicios para acabar con ella.

Así, que sin más preámbulos, inauguro esta nueva temporada bloguera con un nuevo frescor en los dedos y más ganas que nunca de llevar a término todos mis proyectos. Cabe decir que ya no soy la misma Dintel de hace unos años. Que me han pasado un montón de cosas y que sin quererlo hacer he cambiado, tanto el rumbo de mi vida, como de mis interiores.
Quiero añadir, porque en este momento hago limpieza de sentimientos, que he perdido mucha gente estos últimos años y que la soledad se ha anclado en el corazón, pero a pesar de ello sigo adelante, saltando por el pensamiento para no mojarme y virando el alma a cada cambio de viento para evitar zozobrar irremediablemente.

Y un último apunte, que más que una información es una pregunta, ¿qué cosa hay peor en la vida que decepcionarse a uno mismo? ¿Qué veracidad pueden tener mis palabras si me he fallado y me he sido infiel a mí misma? No sé qué rumbo tomará esto; ni siquiera sé si seré capaz de navegar, pero lo único que sé es que soy un ser alfabético y necesito escribir.