5/9/16

Abstracción

Amar es la cosa más abstracta que conozco. Muchos la consideran una ardua tarea, un hito en la vida, lo buscado, lo anhelado. Por amar, eres capaz de destruir las otras parcelas prismáticas de tu personalidad. Y así no se avanzas, involucionas.

Cierto es que enamorarse puede resultar intelectualmente trepidante. Tu cerebro se pone a mil para poder “cortejar” dicho amor. Te sientes luminosa, llena de energía; vuelves a sentir que puedes comerte el mundo (y su montera), que atraviesas el vestíbulo de la trascendencia cursando tu propia maratón existencial. Sentimientos desbordados que van acumulando cieno en tus zapatos. El amor te obliga a seguir su cenefa de tópicos, pues nunca pasión y calma estuvieron unidas. Sientes que has nacido para amar.

Pero mantener el amor es otra cosa. En seguida ves los límites de tu minusvalía emocional. Todo aquel tumulto interior se ha convertido en calma y empiezas a purgar tus silencios. Resignación y conformidad son tus ropajes, debes bregar con los avatares cotidianos. Por mucho que luches contra ello acabas sucumbiendo; ese sentimiento desbordado ha dejado a un vacío opaco.

El tiempo ayuda, siempre se sale airoso del amor. Y de nuevo se te ve pisando la vida con fuerza y la gente piensa que el pasado pasado está. Sólo el que se cruza con tu mirada descubre unos ojos desheredados de amor.

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