28/8/14

Mis temas

Tengo en mi interior temas que me atacan una y otra vez la inquietud. Me parece que si no les dedico tiempo y los extraigo de mí a través de la escritura no me van a dejar tranquila. Supongo que si algún día me hago famosa y alguien se dedica a estudiar mi vida y mi obra, se concluirá aquello de: “sus escritos contienen siempre uno de estos temas (…)” o “el tema A o el tema B le acompañó durante toda su escritura”.
Si analizo poseo ya temas que son mis universales: el amor, la muerte, la soledad, el intelecto, el lenguaje. Son los primeros que vienen ahora a la mente. A medida que vivo debo ir cambiando su perspectiva, me imagino, porque si no es así, qué cansina puedo llegar a ser. No me he parado a hacer ningún estudio científico que me lleve a una buena reflexión. Hablo de memoria.
Tengo un nuevo tema que me interesa: es el de la culpa. Aún no he escrito nada sobre ello, pero me ronda la idea desde hace tiempo. Supongo que voy extrayendo conclusiones de las películas que voy viendo y de las personas que viven a mi lado y de mí misma. 
Ayer estaba viendo “Cadena de favores”. Una película bastante interesante, aunque lenta, sobre la idea de bondad y maldad del ser humano. En un punto, una hija le dice a su madre, después de mucho tiempo de no verse: “te perdono”. Pues esta ha sido la chispa que ha hecho que quiera escribir sobre este tema, un tema que llevo tiempo pensando y reflexionando en silencio, sin comentarlo con nadie. Sin pedir opiniones ni perspectivas. A ver si soy capaz de cazar las palabras precisas para poder plasmarlo. 

27/8/14

El noveno arte

Llevo leyendo un montón de libros sobre cómo realizar un cómic: el proceso, los materiales, el guión, los personajes, el dibujo. Pero todos ellos no son más que secuelas del de Will Eisner. Después de leer El arte secuencial, los demás no me han enseñado gran cosa, incluso toman como ejemplos algunos del libro de Eisner. Conclusión: el libro que se debe leer es ese.
Este me ha servido para afianzar conocimientos que ya tenía. Como un recordatorio. Lo único que he aprendido es la técnica de hacer una línea con tinta china y pincel y que quede recta. Ahora la tengo que practicar.
Cuando leo este tipo de libros, me parece mucho más difícil el arte de hacer cómics. Supongo, que por mucho que me guste, no debe ser lo mío. Tengo miedo a enfrentarme al proceso de creación. Cuando pienso en mis compañeros de clase, en Alex, sobre todo, con sus dibujos pulidos y bien definidos, las ideas claras sobre cómo deben ser las viñetas, los puntos de vista y los enfoques, aunque sea todo de manera intuitiva, veo claro que lo mío  no es el comic. Si lo fuera, ya lo habría descubierto.
Pero la lectura de estos libros y haber hecho el curso me ha aportado el conocimiento suficiente para disfrutar y entender las novelas gráficas mucho más allá del dibujo y el argumento. Pues ahora sé el porqué de muchas cosas. Aconsejo, a todas aquellas personas que leen cómics, que se lean un par de libros de estos, sin descuidar el de Eisner para poder disfrutar más de todo lo que intuitivamente se piensa mientras se lee un cómic.

26/8/14

Diario

Hace días que me planteo escribir un diario. No me preguntéis por qué. Sólo sé que  tengo necesidad de escribirlo, que tengo mil cosas que me rondan por el interior y me gustaría sacarlas. Pero no es un diario para desahogarme o para entenderme, como el que escribí desde los 12 hasta los 33. No quiero que sea igual, al menos esa no es la necesidad. De alguna manera quiero compartir pensamientos, ideas, visiones que verbalmente me siento incapaz de hacerlo. Supongo que me estoy buscando una buena excusa para tener que escribir diariamente.
De alguna manera, mi libreta de dibujo es también un diario. Me gustaría dibujar al menos una vez al día, pero me viene siendo imposible y lo hago cada equis tiempo, sin dejar de pasar más de una semana. Ahora mismo, tengo un montón de dibujos a los que debo darles el color.
El diario quiero que contenga todo lo que me ocurre, sin miedo a herir a nadie que lo pueda leer en un futuro. A veces, me siento coaccionada por eso, los sentimientos escritos pueden perder matiz porque hay mucho de sobredicho y este sobredicho es interior. Recuerdo, que mis primeros diarios, contenían palabras clave para que solo yo pudiera entender a qué se refería, pues me daba vergüenza pensar que algún día alguien los pudiera llegar a leer y conocer mis pensamientos más bajos. Esta vez, quiero que sea diferente; quiero que algún día sean leídos. No por mi descendencia, que no tengo, si no por alguien que realmente se sienta interesado por conocer a fondo a Dintel.

25/8/14

Els últims dies de Machado

La biografía es un género, que si está bien escrito y algo novelado, me gusta mucho. Leo pocas, porque la novela es mi verdadera pasión, pero cada vez que cae una buena biografía en mis manos la disfruto mucho.
Estos tiempos de crisis me han obligado a dejar de comprar la cantidad de libros que compraba antes y a visitar con asiduidad la biblioteca. Así que esta última vez me he paseado por las estanterías dedicadas a las biografías. Ni es curioso, ni llama la atención, porque es más de lo mismo, que por cada veinte biografías de hombres, hay una de mujer.
Últimamente me está interesando de nuevo Machado. Me gustan mucho sus poemas y su novela Juan de Mairena, me conmovió. No tenían ninguna biografía en la biblioteca, pero me la han pedido a otra y estoy en espera que llegue. Sin embargo tenían este libro que habla de los últimos días de Machado y de la guerra y la situación política de España en esos momentos. Así que me decidí a leerlo y me ha gustado bastante. Me ha interesado saber porqué no se han traído los restos del poeta a España, cosa que alguna vez me había preguntado (sobre todo en la época en que lo estudié en el bachillerato).
Recomiendo el libro, pero sólo a las personas que tengan un especial interés sobre el tema, porque en el fondo, más que un trozo de biografía es un ensayo.

24/8/14

Días nublados

Sé que son días de cambio, las nubes pendencieras llevan anunciándolo toda la semana. No es coincidencia que el sol haya desaparecido llevándose todas las sombras. Se piensa mejor sin ellas. Mi mente, nublada por la inactividad, se revela. Me chilla: “es tiempo de cambio”. Se gesta una buena tormenta de verano. Me dispongo a farfullar excusas que ni yo misma me creo pero mi subconsciente persevera con indomable fervor: “es tiempo de cambio”. Empiezo a sentir un leve rumor desde algún lugar olvidado más allá de mis entrañas. Me gorjea el alma. Un tropel de ideas, que dormía plácidamente bajo el crepúsculo de mi pasado, despierta. Ya tenemos la porfiada tormenta aquí. La lucha llega, rugen los cielos, los rayos iluminan y quiebran las figuras. Me resisto a admitir cualquier cambio, me he establecido en la comodidad de la monotonía y lucho por seguir en ella. En el apuro y el atropello de la contienda, descubro que lucho contra mí misma y debo dejarme ganar. 

25/7/14

El cómic y el arte secuencial

Lo recomendó el profesor y me fui directamente a la biblioteca a ver si lo tenían. Volví feliz porque está en mi poder durante un mes. En dos días he acabado con él. He aprendido un montón, está lleno de ejemplos y explicado con absoluta claridad. A veces repite y se hace un poco pesado, sobre todo en las introducciones de los diferentes temas, pero, por otra parte, el conocimiento está muy bien estructurado, secuenciado y ejemplificado.
A ver qué día tengo más que un momento y me dedico a hacer unos pequeños apuntes de lo que considero más importante. Por esto me gusta poseer los libros, porque los puedo consultar siempre que quiero. Pero en estos momentos de vacas flacas no es posible. De todas maneras, es más por el espacio que ocupan y el polvo que acumulan que por otra cosa. Aún recuerdo la pequeña biblioteca de dos estantes y medio que tenía cuando vivía con mis padres. Ahora se ha convertido en una bibliotecaza donde tengo los libros ordenados, dentro de lo que cabe, por temáticas. Como siga así tendré que estudiar biblioteconomía para poderlos clasificar y ordenar correctamente y saber donde esta cada uno de ellos en cada momento que lo precise.

24/7/14

Conversaciones de residencia

─Dios, con todo lo bien que lo ha hecho todo, con esto se ha equivocado.
─¿Por qué lo dices?
─Si ya no sirvo para nada, ¿qué hago aquí viviendo? (Silencio) No puedo hacer nada; ni leer, que tanto me gustaba, ni escribir, ni coser, ni estar en mi casa, ni andar. Pegada a esta silla de ruedas esperando a que vengáis a verme de vez en cuando.
─Mamá, estuve antes de ayer. Que fue tu cumpleaños. Comimos un pastelito, de tu pastelería de toda la vida. Y vinieron los tíos.
─Ya. Puede. Pero no me acuerdo. Me siento muy sola. Tengo unos sueños muy raros. No sé qué me pasa. Estos no son mis ojos, están muy tristes y vacíos. Sé cuál es mi nombre, pero no sé qué personalidad tengo. No quiero ponerte triste. Lloro mucho.
─¿Y qué quieres que haga?
─Tú, nada. Voy a pensar qué hago y cómo lo hago y cuando tenga cien años, tomaré una determinación.

21/7/14

Nela

Suena así de raro pero me han redescubierto la biblioteca. Años y años haciendo trabajos de investigación y sacando libros para documentar mis obras de teatro, en bibliotecas de la diputación o especializadas, modernas o antiguas, de madera, con grandes ventanales adornados con vidrieras y me había olvidado de su existencia. Sí, así como suena. Un día dejé de ir a las bibliotecas, es bien sabido que la vida nos va cambiando y de mi mente desapareció la costumbre y el recuerdo. Hasta este sábado.
─Jo, mira esta guía, qué cara.
─Podemos mirar si la tienen en la biblioteca.
─La-bi-blio-te-ca ─pensé.
Y ahí qué fuimos. Fijaos. El carnet de la biblioteca es de por vida, pues a mí me habían dado de baja.
─A veces limpian archivos.
Haciendo cálculos, creo que hacía más de veinte años que no iba.
Esta, que es la que me corresponde por distrito tiene tres plantas dedicadas a ella. Es absolutamente moderna. Te puedes llevas hasta quince libros. Recuerdo que en mis inicios solo podías sacar tres de golpe. Nada más entrar vi la sección de cómic y ahí que me fui. Me vine a casa con seis libros. Cómo pesaban, pero me daba todo igual era absolutamente feliz de haber encontrado este filón. Además, en la biblio se estaba fresca, cómoda y silenciosamente.
El primer cómic que he leído ha sido este, Nela, basado en una novela de Benito Pérez Galdós titulada Marianela. La adaptación a cómic me ha gustado. Las líneas del dibujo son sencillas y limpias y en vez de estar pintado se rellena con un tramado en blanco y negro. La historia es un sencillo cuento con el dramatismo propio de los cuentos de aquella época. Me ha gustado leerlo y he disfrutado con su lectura. No es de los que me haya arrebatado y considere indispensables para leer. Pero si se tiene la oportunidad, no debe dejar de hacerse.

18/7/14

Hay cosas que no necesito saber

Saber ciertas cosas y ver según qué películas me hiere. Y no me avergüenza decirlo. Me gusta mi sensibilidad y me gustaría que muchas otras personas también la tuvieran. No soporto la violencia gratuita, sin justificación ni causa. La otra, no me gusta, ni la disculpo, pero puedo llegar a entenderla, pero considero que la violencia porque sí encierra toda la maldad del mundo.
Hay toda una serie de películas que se baja en esta tipología de personaje y para definirlo, nos muestra sus acciones malvada, cebándose en el más mínimo de los detalles. Me hiere lo indecible. No puedo pensar en ello porque me inquieta y me angustia saber que existan personas que se comportan así.
Y, no, no lo encuentro una inmadurez tener esta sensibilidad, como alguien se ha atrevido a sugerir. Todo lo contrario, es de gran madurez no dejarse llevar por la morbosidad que provocan los detalles, tanto los ficticios de las películas, como los reales de las noticias. No necesito saber hasta qué punto el hombre puede ser malvado. Tengo una gran imaginación y luego, ni sacudiendo la cabeza se me borran las imágenes.

17/7/14

¿Evolución o coincidencia?

¡Es una pasada! ¿A dónde vamos a llegar? Y no lo pregunto desde el punto de vista de una persona mayor que se altera cuando ve las modernidades, no, ¡qué va!, sino desde el punto de vista divertido e irónico que me sale cuando veo el abuso de las cosas.
Me hallo en el bar de siempre, escribiendo como siempre, con la tranquilidad y el recogimiento que da el sonido de voces en conversaciones que no te importan. He llegado justo después de comer, justo en el momento que se suele dedicar al café, que, hoy, supongo cambiado por siesta debido a la poca gente que había. He pedido un té y me he lanzado directamente a la refrescante piscina de palabras y me he puesto a escribir. Lo he hecho durante un buen rato, deslizando el bolígrafo ligero por la libreta, sin cuidar la caligrafía ni la ortografía, solo llenando de texto el espacio blanco que me otorga la hoja. Estaba feliz de volver a tener el ritmo de escritura que tenía antes y que había perdido por no utilizarla.
Todo iba muy bien hasta que he sentido un pinchazo en los tendones externos del primer radial (músculo que se une a una de las cabezas del radio, la del codo), resultado de una epicondilitis crónica que se me queja cada vez que abuso de ella. Estos días, con tanta escritura, la tengo machacada. Me estoy yendo de tema, pero qué disfrute escribir, aunque parezca escritura automática.
Nada más sentir el pinchazo he parado para masajear la zona. Sé que llegado a este punto debo para ipso facto porque si no el dolor crece en progresión geométrica y acabo viviendo con él más tiempo de lo deseado.
Cual ha sido mi sorpresa al levantar la vista y descubrir que se había llenado el bar de gente. No había reparado antes, absorta como estaba, en que el volumen de conversaciones había aumentado. Al mirar a mi alrededor, me ha cogido esa hilaridad interna que se apodera de mí cuando se me ocurre una idea graciosa.
En la mesa de al lado había una señora con un carrito de la compra. Estaba tomando un cortado rápido y supongo que iría al súper directamente desde allí. Dos mesas más allá, tres jóvenes tomaban una caña, se habían sacado los patines en línea. Uno de ellos aún se  estaba atando los cordones de sus zapatillas. Se les veía sudorosos y contentos. Hablaban de las peripecias el periplo sobre ruedas. En la mesa del fondo, un señor que leía un diario tenía doblado en el suelo, justo a su derecha, un patinete de esos que llevan motor, un lastre, más por el miedo que provoca que sea susceptible de sustracción, que por el peso y la dimensión del propio trasto. En el fondo, unas chicas ocupaban las cuatro sillas de su mesa y dos más donde habían construido una torre con cascos, bolsos y alguna que otra carpeta. A su lado, una chica acababa de llegar y doblaba (previo estudio de ingeniería y muchas prácticas) una de esas bicicletas que acaban aguantándose de pie al lado de su dueño. A pesar del que el bar no tiene las mesas demasiado pegadas y que se puede “circular” espaciosamente por él, la camarera  tiene  que hacer slalom cada vez que quiere acceder a un cliente.
Cuando ya empezaba a sonreír pensando que dentro de nada junto a cada mesa deberían guardar una zona para aparcar nuestros vehículos, ha entrado por la puerta, como remate, una madre con tres hijos. Los dos mayores subidos en sendos patinetes y la pequeña en una especie de triciclo sin pedales.
La hilaridad ha sido total al imaginarme a toda la clientela yéndose a la vez , formando una cola para pagar y cada uno de ellos con su vehículo en mano.
Sí, estas son las tonterías que me pierden.

16/7/14

Leer y pensar, todo es empezar

Creo que fue en La Vanguardia del 4 de julio que leí un artículo de Eulàlia Solé titulado algo así, digo de memoria, “Dos revoluciones”. Me pareció interesante el enfoque que daba. La primera de las dos revoluciones se refería a la de la imprenta, que como resultado se obtuvo un interés en aprender a leer para poder leer aquellos libros que se iban imprimiendo. Como segunda revolución se refería a la digital, opinando que ha hecho decrecer la cantidad de lectores mientras que (lo copié literalmente) “fomenta una multitud de escribientes autores de textos mínimos, con pobreza de léxico y a penas meditados. Mientras que  la facilidad a la edición y distribución de libros despertó el ansia de leer, conocer y aprender, actualmente crece la pléyade de sabiondos que se intercomunican convencidos de que lo saben todo. Y es así, dado que poca cosa les importa más allá de su círculo de autocomplaciente.”
Me hizo reflexionar sobre mi escritura, cosa que me encanta. Escribo desde que era una niña y a pesar que ha habido etapas de mi vida en que me he dedicado menos, nunca lo he abandonado. Las palabras, tanto orales como escritas, son muy importantes para mí. La gramática, la sintaxis, la semántica, la fonética, me apasionan. Los juegos de palabras, las metáforas, la rima y  los tropos y sus demases; la retórica, la narratología, el arte de argumentar. Realmente es una pasión lo que siento por la lengua. Escribo porque necesito escribir, necesito pasearme por este mundo literario, sin ánimo de nada, sencillamente para disfrutar.  El mundo digital me ha aportado tener un lugar en la “nube” para almacenar mis escritos independientemente de si se corrompen los archivos en el ordenador o si se autodestruye el disco duro, también para evitar tener una habitación dedicada a papeles y libretas que hubiera ido archivando desde 1975.
Por otro lado, nunca he dejado de leer. Ha habido bastantes épocas  en las que leía un libro cada dos días, y otras, las menos, en las que leía un libro al mes. Mis lecturas siempre han sido variadas, ensayo, poesía, novela, relato y teatro. Leer me parece tan importante como escribir. Y escribir, tanto como leer.

Creo que no formo parte de la “pléyade de sabiondos que se intercomunica convencida de que lo sé todo”, aunque a veces el tono de mi escrito puede sonar así. Lo que daría para poder comprar tiempo y seguir dedicándolo al estudio. Lo que daría por poder dominar el conocimiento en su significado más absoluto. Me gusta saber, pero mucho más, aprender.

15/7/14

¿Cambia, todo cambia?

La inseguridad es algo que se va aniquilando poco a poco, a medida que avanzas en edad, pero nunca se llega a su finitud. Por mucho que luches contra ella y adquieras recursos para paliarla, siempre aparece una ocasión en que vuelve a ser como al principio.
Este verano me he apuntado a un curso y esto me está pasando estos días en los que voy a clase con un montón de chicos y chicas cuyas edades están comprendidas entre los trece y los veintitantos años. Se ve que “no es curso para viejos”. Algunos me miran como un bicho raro y ni se atreven a dirigirme la palabra; para ellos soy “la señora”. No sé qué deben pensar de mí. Quizá opinen que soy ridícula apuntándome a este tipo de curso, que mejor estaría en una clase de manualidades, de patchwork, o en un grupo de teatro de algún centro cívico.
Sé que todo esto me lo estoy imaginando pues no conozco sus pensamientos ni nadie me ha comentado nada. Pero si le añadimos que me miran de vez en cuando, sobre todo si hago alguna intervención en clase, me siento cohibida absolutamente, y lo que es peor, intento dar sensación de seguridad, de estar de vuelta de todo, mientras que, en realidad, me siento andando sobre arenas movedizas. No sé a quién miento. ¡Patético!

14/7/14

C.E.D.

Me encanta que corroboren mis pensamientos, me hace sentir importante en un mundo en el que pensar está mal visto. He hablado más de una vez del miedo que hay a mi alrededor a quedarse solo con uno mismo. Miedo terrible que tienen los jóvenes de ahora que huyen tras tablets, móviles, ipods, y demases macanimos. Los pensamientos de uno mismo son unos grandes enemigos si no hemos crecido aprendiendo a vivir con ellos.
Leo en La Vanguardia del 7 de julio un artículo de Joana Bonet titulado: “Ni yo, ni mí, ni conmigo”. Habla de un experimento que demuestra que “todo, antes que pasar un tiempo solo con mis pensamientos”. “Pensar incomoda”, afirma. Y esta máxima es la que coincide con mi idea.  La inactividad, de la que actualmente se huye para no estar con uno mismo, ha pasado a ser un valor negativo. Al contenedor con la meditación, la recapacitación y la voz interior.
En el artículo se hace una asociación que me ha encantado: “intimidad” como sinónimo de “pantalla”.  Ahora los chavales tienen la inmediatez de la comunicación, cosa que hace que la mayoría de comunicaciones no sean reflexivas debido a la velocidad. El investigador, un tal Wilson, habla de conceptos como “absentismo mental” (concepto que le voy a coger prestado porque encuentro absolutamente gráfico para describir algunas situaciones) . El artículo concluye diciendo que “nuestra sociedad hiperestimulada rehúye rabiosamente la reflexión”.
Me encanta ver que mis pensamientos y sus conclusiones no van desencaminados. He escrito más de un texto que habla del tema. El último creo que se llama “Mis fantasmas”. También he dibujado sobre ello.


13/7/14

Tormenta de verano

Me encantan los días de lluvia. Si tengo que trabajar me gustan igual, a pesar de la pereza que me producen. Si tengo fiesta, los disfruto en pijama. Mi alma se vuelve atmósfera y tal como el campo siente la alegría de la lluvia mi corazón se amplía ufano, seguro de cosechar cosas nuevas. Es un día para la introspección, para encontrarse con uno mismo aprovechando la cortina de agua que el cielo te brinda. Además, si es verano, me encanta como la lluvia consigue refrescar el ambiente sin llegar a hacer frío, me hace sentir mucho más viva, porque, a mi edad, los calores, si no son provocados por otro cuerpo, empiezan a ser agobiantes e insoportables.
Los días de lluvia me recuerdan los otoños de mi infancia, en el colegio. Esas tardes oscuras de aburridas clases de francés. Me las pasaba mirando por la ventana, evocando las tormentosas y lluviosas tardes de agosto, el no poder salir a jugar hasta que hubiera escampado. Y cuando dejaba de llover te dejaban salir a jugar vestida con pantalón largo y la “típica Rebequita de la época” y con la amenaza de que no pusieras tus Victoria en los charcos y lodazales más de lo previsto, pues si no ya verías.
Ahora, sin embargo, la lluvia cambia de perspectiva para mí, porque tú estás a mi lado. Nuestro amor me hace ver un arcoíris en cada tormenta. No sabes lo importante que eres para mí, te lo digo poco, lo sé. Haces de lastre para que mis ilusiones no me hagan perder los pies del suelo, apoyas mis proyectos y me das energía para emprenderlos. Crees en mí más que yo misma, disipas mis miedos, mis dudas. Me acaricias el alma y me calmas el desasosiego.
Ella no sabe lo importante que es para mí. La cuido y la quiero, pero nunca voy a poder hacer tanto como ella hace por mí. Solo una mirada suya me transporta al mundo de la felicidad.
¡Me encantan los días de lluvia y más, ahora, porque te amo y me amas!

12/7/14

Mi nuevo hobbie

Siempre me ha gustado dibujar tanto como escribir. De todas maneras, nunca le he dedicado, hasta ahora,  tanto tiempo como a las letras.  Pero durante mi vida he ido dibujando durante épocas. Soy incapaz de crear nada nuevo, pero me gusta copiar. He ido copiando de libro dibujos de otras personas hasta que di con un curso de sketching, al que, por supuesto, me apunté.
Era para principiantes, el nivel cero. Pero cuando me encontré en él, me di cuenta que la única que tenía nivel cero era yo. El sketching es  pintar tu ciudad en directo. Coges tu sillita, te plantas delante de lo que quieres dibujar y empiezas y terminas en el mismo momento. El curso se componía de dos partes, una teórica, que realizábamos en un aula y otra práctica de tres horas, en la que nos citaban en alguna parte de la ciudad para dibujar. Al principio me moría de vergüenza. Mal que lo hacía e insegura que estaba; pero, poco a poco, he ido ganando confianza. He visto que si dibujo diariamente voy mejorando a marchas forzadas. A pesar de que tengo dificultad en la perspectiva y en el color, y que me da una rabia tremenda no ver mejoras importantes en esto dos aspectos, dibujar es algo que me relaja y me produce bienestar.
Me encanta hacer sketchcrawl, que viene a ser un reportaje de algo. Por ejemplo yo lo hice de un día de excursión, del día internacional del claqué y de una visita a un pueblo. La gracia de este reportaje es aportar un significado horizontal a tus dibujos, y esto es narrar. Y narrar se encuentra más cercano al mundo de las letras.
Ahora, aprovechando el veranito, me he apuntado a un curso de cómic. Esto es más difícil. La primera clase ha sido de anatomía y parece ser que voy a tener que practicar muchísimo para lograr dibujar medianamente bien a las personas. Ya os iré contando, a quién le interese, claro.




11/7/14

El violín rojo

Un día, empecé a ver esta película en algún canal de televisión pero no puede acabar de verla, ahora mismo no sé por qué. Me quedé con las ganas de saber cómo continuaba. El ritmo de la película era lento, pero tenía una lírica que me atraía. Sabía que algún día volvería a dar con ella, tal es la variedad de las programaciones. Así ha sido, hoy he visto más o menos de la mitad hasta el final.
La historia me ha parecido fascinante, la vida de dicho violín, que viaja por un sinfín de países durante creo que unos trescientos años. Las diferentes personas que lo han poseído son personajes peculiares y bien pensados. Lo más interesante es el final, cuando se descubre porqué el violín tiene ese tono rojizo. No quiero explicar nada de la película, no me gusta chafar argumentos. Pero me ha impactado lo suficiente como para querer hacer una entrada y no olvidarme de ella. Me encantaría poder tener la inventiva suficiente para crear una trama de este tipo. Después de desayunar, me pongo a ello.

10/7/14

El silencio de mis pensamientos

Me inquieta el silencio de mis pensamientos. Quiere decir que algo va mal. Cuando callan es que están cogiendo impulso y, con carrerilla, son desbocados y peligrosos. Los prefiero presentes, obsesivos, insidiosos y chinchones. Me encanta cuando se pasean de un lado a otro del cerebro, de oreja a oreja, con pisadas fuertes o de puntillas, arrastrando la pena o bailando sus proezas. Así, sé siempre donde encontrarlos. Son ellos los que por la noche me inducen al sueño y me calman. Cuando los oigo sé que todo está como tiene que estar. Pero cuando callan, el miedo se apodera de mí: es la calma antes de la tormenta, el estertor antes de la muerte. Malo si callan de día, peor si lo hacen de noche porque el insomnio se apodera de mí y el silencio me comprime. Los busco desaforadamente hasta que amanezco, cansada y destrozada. Me hallo sola y desvalida con miedo a su retorno. Vuelven agresivos y desgarradores y me carcomen el corazón, escupen en mi temple y me pisotean el temperamento. 

9/7/14

Aquellos años del boom

Tengo este libro en pista de salida para su lectura. El otro día, leí en La Vanguardia un artículo de Laura Freixas sobre el mismo. Lo pone por las nubes: “una obra muy completa (biografía colectiva, estudio sociológico, crítica literaria) que es muy amena y se lee de un tirón”, cito textualmente. Me la compré porque intuía esto. Pero, aquí viene el pero, Laura Freixas le encuentra una parte muy poco admirable: “y es que, si bien algunas mujeres, pocas (…) hicieron carrera, a la mayoría de las que aparecen en el libro las vemos cocinar, organizar mudanzas, cazar ratas (sic) y mantener callados a los niños para que papá pueda escribir”. Después de leer esto mi alma cae en picado al suelo. ¿Es que es muy diferente de la sociedad de ahora?
Me viene a la mente el llanto desconsolado de un niño de cuatro años porque su madre le había puesto una camiseta rosa, como a su gemela, no por llevarla igual, que siempre las lleva, si no por ser de color rosa. ¿Es que los colores tienen sexo? Pues sí, igual que los juegos, igual que los sentimientos, igual que las ideas e igual que los trabajos. Hay cosas de niños y hay cosas de niñas. ¡Qué desespero! ¿Cómo se puede erradicar esta idea? ¿Tan grabado lo llevamos en los genes?
La forma de gestionar el espacio corporal, también parece que tiene género: las mujeres recogidas, con las piernas cruzadas (para no provocar) y ocupando el mínimo espacio; los hombres espatarrados (para ensalzar la procreación de la especie) y abarcando el máximo de espacio. ¿Genético o educacional?
Si acudo a mi lógica, que últimamente va con caminador, me dice que es educacional. ¿Entonces por qué no conseguimos eliminarlo? Cuando empiezo a pensar en todo esto me embuclo y no consigo sacar pensamiento claro.
La conclusión es la siguiente: me apetece poco leer el libro, estas cosas sexistas me pueden. Ya sé que representan la realidad de una época, pero el escritor podía obviarla, porque lo único se consigue al reflejarla es que tome consciencia de que seguimos bastante igual. He dicho. 
Nota: pero lo leeré.

8/7/14

Párpados para los oídos

Esther subía cansada las escaleras del metro con deseo de llegar a casa lo antes posible. Normalmente, caminaba por el centro de la avenida las cinco manzanas que la separaban de su sofá, pero aquel día aprovechando el cansancio, el autobús en la parada y que su billete era integrado decidió ir motorizada para casa.
─No sé que se ha creído. Muy fuerte, tío ─y el tío guardó silencio.
Esther se había sentado delante de unos jovencillos que ocupaban los asientos con jovencillas posturas y mantenían una jovencísima conversación.
─Me dijo ─continuó ella─: tú no puedes hablar con ningún tío porque yo no hablo con ninguna tía.
El chico que la acompañaba seguía en silencio, sin añadir comentario o expresión alguna a las palabras que ella cargaba con excesiva emotividad con la intención de que llegaran al corazón del oyente.
─Yo le dije, “quiero fumar”. Y él me dijo, “pero si lo estás dejando, yo, para apoyarte, hago el esfuerzo y tampoco fumo”. Pero no sé que se piensa el tío porque cuando está con sus amigos, sí que fuma.
─¡Ostras! ­─soltó como único comentario el acompañante.
─Y eso no es amarme. Amarme sería dejar de fumar conmigo.
Esther, ojiplática absoluta se olvidó de su cansancio, no daba crédito a lo que estaba oyendo.
─Y yo me moría de ganas de fumar porque esta tope de nerviosa. Y va y me dice, “tengo que irme”. Claro, para irse con sus amigos. Y va el tío y me dice que ya me ha dedicado toda la tarde.
Esther pensó: “Ese verbo dedicar es un buen saetazo en medio del feminismo. Porque sé que son adolescentes y aún tienen que aprender a recolocar sus pasiones, porque todo esto me está sonando a maltrato. ¿Por qué tengo que estar escuchando esto?”. Se levantó del asiento y se dispuso a salir del autobús. Había llegado a su parada. Aún tuvo tiempo de oír:
─Y le acompañé al metro, que había quedado con un amigo y le dije al amigo, “vigílamelo”. Qué luego se van de fiesta y lo mismo pilla cacho.
─¡Qué fuerte! ─añadió el compañero de viaje.
Esther se giró y, ya desde la calle, le dijo a la chica:
─Corta con él, está visto que no es el “tío” de tu vida ─y añadió dirigiéndose a su acompañante─, y tú necesitas urgentemente leer “Amistad para dummies”.  ¡Hasta otra! Mi sofá me espera más que nunca.

7/7/14

A 300.000 km/s

Si es que no se puede vivir con estas velocidades, desayunando mientras trabajas, ni trabajando mientras comes. En una mano, un tenedor y en la otra, un teclado.
Hoy he querido empezar la dieta: acelgas y polloplancha (una sola palabra para el mundo-régimen). También he querido dedicar un tiempo a comer, a masticar esas quince veces cada bocado como mandan los cánones del buen digerir.
Mientras calentaba mis tapers en el microondas, una compañera me ha venido a buscar porque no encontraba un dossier. Como yo tampoco sabía dónde estaba lo hemos buscado inútilmente. Cuando he vuelto para sacar la comida del microondas y comérmela, la verdura estaba templada (a mí me gusta comer caliente) y el pollo estaba helado (sin comentarios), pero aún así, viendo la cola de tapers delante del micro he decidido que me lo comería así.
No he dado ni tres bocados, cuando me han  traído un papel para leer y firmar. Al séptimo bocado, la secretaria me ha llamado porque tenía un problema con el ordenador y como “yo soy más intuitiva…”  (informáticamente hablando). Así que me he puesto dos bocados seguidos y me he ido masticando hasta su cubículo.
Después de solucionarle la tontería, mientras volvía por el pasillo a mi abandonado taper, me han dado dos cajas para que las llevara a mi mesa, cosa que he hecho lo más rápido posible porque pesaban muchísimo.
Total, que cuando de nuevo me hallaba delante de mi comida, no quedaban ni dos minutos para tener que volver a trabajar. Por lo que he engullido la verdura y el pollo tieso como un bacalao salado. Ni tiempo de lavarme los dientes. Suerte de estos maravillosos chicles de menta que le dan a una la sensación de que los tienes limpios.
La tarde, para variar, llena de problemas y velocidades. “Necesito…” “¿Tienes…?” “Te agradecería que…” “A ver si puedes…”
Cuando, por fin, me he hallado en el tren de vuelta a casa, he respirado hondo y he empezado a disfrutar de la tranquilidad. Se ha sentado una mujer con una hija adolescente delante de mí y me han preguntado si faltaba mucho para llegar. Les he dicho que en tiempo no lo sabía, pero que quedaban seis o siete estaciones. Me han dado las gracias y les he sonreído con una sonrisa amplia de “nohaydequé”. Al llegar a mi destino me he dirigido a coger el autobús, como siempre, y el autobusero, que ya me conoce, me ha saludado sonriente y yo le he devuelto el saludo con la misma sonrisa, pensando que después del atroz día de trabajo me sentía tranquila y relajada, y con ganas de sonreír.
Al llegar a casa, el conserje me ha dicho que me estaba esperando, que me habían traído un paquete y que me lo subía porque pesaba mucho. Vuelta a sonreír, feliz de pensar que hubiera gente tan amable.
Antes de abrir el paquete, me he quitado los zapatos, me he desabrochado el cinturón y me he ido directamente a lavarme los dientes. El dentista hizo mucho hincapié en que me los lavara detrás de cada ingestión pues he empezado al retirada de encía y las caries tienen más facilidad para anidar.
Cuando, con el cepillo en mano, ya cargado de dentífrico, separo los labios y junto los incisivos para empezar a cepillar, descubro que me he pasado la tarde mostrando la más dulce de mis sonrisas interdentalmente complementada con unos restos de acelga verde, bien verde.
Creo que a esta edad, si no me puedo lavar los dientes, me sale más a cuenta ser arisca, al menos, mi dignidad se mantendría intacta.

6/7/14

Mis fantasmas

A veces, el café se queda vacío y contemplo sus mesas de pie labrado en forja negra y sus sillas antiguas de madera. Contienen el alma de todas aquellas personas que se han sentado sobre ellas. Me gusta fantasear.
Se respira una atmósfera de conversaciones que un día fueron escuchadas y que ahora, descompuestas en partículas, se hallan prisioneras, encerradas entre estas cuatro paredes.
Solo se escucha la música, aquella música de los años veinte que te conduce directamente a la ensoñación para concluir que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Un viejo ventilador, pintado de negro para rejuvenecerlo y de oro para no perder lo que tiene de antiguo, gira tozudo y silencioso desde el techo. Remueve con sus aspas aquellos recuerdos que solo aparecen en soledad sin que nadie los haya llamado, sin que necesites de su compañía.
Fuera, la luz del día habla de vida; dentro la nigérrima sensación de estar en el preámbulo del Fin. La soledad moldea y colorea las sensaciones a su antojo. Mejor que abra la puerta y camine por la vida, ya volveré más tarde, cuando el café esté lleno de voces, ruido y personas, así no estaré sola, sola conmigo.

5/7/14

La lista de mis deseos

Un día, en la inauguración de un bar me presentaron a un montón de personas. Estuvimos sentadas alrededor de una mesa charlando, riendo, comentando y observando. Delante de mí se sentó una mujer con la que empecé a hablar más que nada por situación y comodidad (siempre he odiado las conversaciones cruzadas en una mesa grande). Me pareció una mujer muy interesante. De alguna manera se dedicaba al mundo de las letras y le gustaba mucho la fotografía. Era una mujer afable, de mirada sincera y buena conversación. No hablamos de lo divino ni de lo humano porque no era el lugar, pero hablamos de Colom, de Colita y de mis ganas de hacer fotografías y lo mala que era para ello. Ella me animaba para que lo intentara, animalica.
Como suelo hacer, le acabé preguntando qué libro se estaba leyendo en ese momento. Me habló de este; que no era una gran novela pero qué le había gustado. “Que tenía cosas”, creo que fue la expresión que utilizó. Me hizo gracia porque justo después  que apuntara el título en mi libreta parece ser que se lo repensó y me dijo:
─Pero es un librito. Se lee en nada.
Siempre me ha gustado leer lo que la gente que conozco lee. Pienso que cuando te recomiendan un libro te están diciendo mucho de ellos mismos, sin ser conscientes de ello. Si te fijas en las palabras que utilizan, en las inflexiones de voz, en las correcciones de las frases para precisar mejor, en el movimiento de sus manos y en la postura corporal, en definitiva, en el lenguaje que emplea, además del contenido de su discurso, a medida que avanzas en la lectura del libro, vas entendiendo y conociendo a aquella persona.
El libro, coincido con ella, es un librito, pero me ha gustado mucho, más lo que no dice que lo que dice. El final me ha sorprendido. Ya hace un tiempo que acabé su lectura y aún me sigue rondando por la cabeza.
Es de fácil lectura, vocabulario sencillo, frases sin grandes subordinaciones y el tamaño de la letra es adecuado para la presbicia. El diseño de la tapa echa un poco hacia atrás porque parece un libro de autoayuda, pero si te paras a pensar ¿qué libro no lo es?

4/7/14

Marchando una de tren

Estoy nerviosa ¿Por qué me pasan estas cosas a mí? ¿Me he vuelto una psicótica? He subido en el tren como siempre, con las personas habituales que suelen viajar conmigo. Algún saludo al entrar, son ya muchos años los que nos vemos cada mañana. Nada más sentarme reparo en un bolso masculino abandonado en la repisa destinada a ubicar las bolsas y maletas durante el viaje. La gente se suele sentar justo debajo de donde ha depositado sus pertenencias, es la mejor forma de no perderlas de vista. Pues debajo de esa bolsa, nadie.
Mi primer pensamiento ha sido: “se la han olvidado”. Pero este pensamiento solo ha sido para despertar una sombra de inquietud: “¿Y si…? No, no, no puede ser. Pero, ahora vuelven a estar en pie de guerra… ¡Va, veo fantasmas donde no los hay! ¿Y si…?”
Como en estas ocasiones, “mal de muchos consuelo de tontos”, me he puesto a mirar  a otros viajeros a ver si se habían percatado del hecho. Todos viajaban tranquilos, conversando, dormitando, leyendo o movileando (debiéramos inventar ya el verbo, ¿no?). De repente, me he fijado en que había una pareja y el hombre miraba fijamente su reloj de pulsera, no levantaba la vista de él. Mi corazón ha empezado a palpitar a gran velocidad: “debemos estar de cuenta atrás”, he pensado.
─Próxima estación….
Cuando ya no podía más, mi tensión agarrotaba mis músculos y mi mente, las mandíbulas apretadas la una contra la otra y ya casi dispuesta a salir disparada para ir al otro vagón, se ha levantado el señor que miraba fijamente el reloj, ha cogido la bolsa, se la ha puesto en bandolera y ha bajado del tren, después de darle un besazo a su chica.
Ahora sigo nerviosa pensando: “¿Y si la historia me domina y empiezo a chillar y a acusar? Hago el ridículo como nadie. ¿Qué pasará el día que no pueda dominar mi mente y en consecuencia mi miedo? ¡Qué cosas me pasan!, porque he estado a punto de montar el numerito, de verdad. ¿Es esto la vejez?

3/7/14

Nueva realidad

He llegado a una edad en la que ya me toca ocuparme de “una cosa detrás de otra” (según mi neuróloga). Mi cerebro ya no funciona como antes y ahora no puedo retener tanta información y, lo que es peor, mi creatividad ha empezado a mermar. Este va a ser el año de las grandes decisiones. La primera ha sido: me retiro del mundo del teatro. No es que me haya cansado de él pero al haber disminuido mis facultades me ocupa mucho más tiempo que antes y me cansa mucho más. Además, quiero hacer cosas nuevas y retomar alguna de vieja que tengo abandonada.
Nunca pensé que llegaría este momento y aunque a simple vista parece que no me afecte, lo llevo fatal. Me miro al espejo intentando entrar en mi interior a través de mis ojos y no consigo descubrirme, tengo la mirada triste y el corazón también. Siempre pensé que podría con todo, que tendría la fortaleza y las energías para embestir con cualquiera de mis proyectos. Descubrir que no es así es frustrante y me entristece.
Es el momento de adecuarme a la realidad para aceptar mi nueva forma de funcionar; siempre adelante, me digo constantemente, pero llevo el lastre de descubrir que me hago mayor y no puedo con todo. 

21/4/14

Evanescencia

Qué tristeza pensar que el intelecto, de inspiración divina, con el tiempo deba desvanecérseme. Tristeza e incertidumbre; emergí en este mundo como una ambivalente personita y acabaré involucrándome con lo subterráneo de la soledad y de los recuerdos desordenados.
El concepto de persona que tengo relaciona de forma indisociable corazón y mente. ¿Subsiste el corazón cuando la mente funciona improductivamente? Creo que prefiero la no aproximación con mayor voluntad de detalle sobre el tema. Me pone nerviosa. Me gusta controlar mi derredor, reconstruir de manera rigurosa mi realidad, a pesar de la densidad de capas que la caracteriza y pensar en no poder pensar con claridad me inquieta, me sugestiona y me influye de manera inconmensurable.
Quiero prolongar mi etapa de lucidez, si es que alguna vez la he tenido, relegar sombras y gritos y si no pudiera retrasarlos todo lo posible, quiero elevar el pensamiento por encima de los sentidos y la intuición por encima de la observación, quiero vivir todo el tiempo que pueda con una fusión íntima entre mi ser y yo. Abarcar toda mi profundidad pisando mi interior con pasos seguros, para poder evitar cualquier eco alegórico de esa retórica invencible que es el remordimiento.
El tiempo pasa y mi mente envejece, ¿qué será de mí cuando mi pensamiento deje de prevalecer? ¿Cuál será, entonces mi evidencia? Y si ese momento está cerca, ¿sabré aceptarlo?

20/4/14

Cuestión de vista

Si miro bien,
no me veo,
me veo cuando me miran
y al mirar si estoy mirándome
me miro sin ser yo vista.

18/4/14

Me están quitando mis recuerdos

Las tiendas de siempre, las que habían formado el barrio donde vivieron mis padres y donde yo crecí se han durado mucho tiempo, con la sensación de que, para mí, siempre han estado allí. Pero desde hace unos años, primero los colmados, luego las papelerías, la tintorería, una tienda de fotografía, la peluquería de Claudio, un par de carnicerías, una pescadería, una mercería, una granja para desayunos y un bar de tapas, en el que no pasó ni un domingo de mis veinteitantos años en que no me tomara unas cañas y unas bravas con los amigos, han ido bajando sus persianas y cerrando sus puertas, un comercio tras otro.
“Me están quitando mis recuerdos”, siempre digo cuando veo que cierra otro negocio. Me siento triste por ello, por la consciencia que me despierta descubrir que la vida que había vivido estable y sin cambios se me está escapando de las manos. “Se están muriendo todos”, me dijo mi madre al escuchar por la radio que se había muerto no recuerdo que actor de la época del “blanco y negro”. No la entendí, pero ahora la entiendo. La entiendo más de lo que me entiendo a mí misma.
Murió Suárez, y se despertó en mí la sensación de una época adolescente que tenía muy olvidada. Una época, que a pesar de los dramas de la edad, recuerdo como muy feliz. Lo tenía todo, aunque en realidad no tenía nada, y me sentía capaz de llegar donde me propusiera (no como ahora que muchas veces me asalta la duda de si he llegado donde realmente quería). Tenía una vida por estrenar, ya había pasado lo peor, la niñez, la época del vegetalismo, de dejarse llevar por los padres, por los maestros, por los adultos, de no saber bien qué pensar porque parecía que no se tuvieran ideas propias. Con la muerte de Suárez, tomé conciencia de que mi adolescencia estaba concluida desde hacía tiempo y que aquella felicidad irresponsable, nunca más volvería a vivirla.
De nuevo, hoy, una sensación similar. Leí Cien años de soledad, con apenas quince años. Mi compañera de fatigas del colegio, Silvia, me lo recomendó. Ella tenía una hermana bastante mayor y estaba mucho más al día que yo en muchas cosas. Lo devoré en los tres primeros días de vacaciones, sentada a la sombra de un árbol, en el jardín. Me descubrió un mundo nuevo, una nueva forma de literatura y, sobre todo, un nuevo escritor al que he seguido toda mi vida. Despertó en mí las ganas de seguir escribiendo, de seguir leyendo, o engullendo, porque por aquel entonces devoraba los libros como si de aire se tratara, con unas ansias tremendas de descubrir los mundos que los escritores ocultaban tras sus palabras. Aureliano Buendía, me ha acompañado mucho más de lo que nadie se pueda creer. La idea del realismo mágico hace mucho más real mi propio realismo. Es la metáfora de mi propia vida. Sigo buscando mi Macondo. Me levantaba con el alba, me abrigaba y salía a la terraza bajo la luz de la farola que había en la esquina a escribir, y escribía poesía, y desataba aquel tropel de sentimientos exaltados e incontrolados que la edad proporciona para que con el tiempo vayas limando y archivando en su lugar correspondiente.
Quizá, todo este escrito pueda parecer deslavazado e inconexo, pero, ahora mismo tengo una bola de sentimientos atravesada en mi interior similar a la bola de pelos que cualquier gato pueda tragarse. La muerte de Gabriel García Márquez, ha despertado en mí un pasado adormecido en los umbrales del tiempo, que no había vuelto a recordar en muchos años y me ha revuelto el interior. Me ha girado el fuero y ahora lo tengo externo, a flor de piel.

Nada tengo que decir de GGM como escritor porque mis palabras se quedarían muy pequeñas, ni como persona, pues no lo conocía; solo quiero agradecerle que haya escrito porque al leerlo ha contribuido en mi propia formación y pensamiento.

15/1/14

¡Tierra trágame!

Como no tenemos bastante ajetreo durante la semana y el médico me dijo que intentara no perder actividad, este fin de semana pasado nos hemos dedicado a organizar una “pequeña” fiesta sorpresa de 41 personas, en casa.
La primera dificultad fue conseguir sillas. Nos hemos pasado una semana organizando sillas de casa de familiares y amigos.
—Necesitamos treinta y dos, porque nosotras tenemos seis y tres plazas en el sofá.
Esto lo dijo el lunes. El martes:
—He pensado que en realidad necesitamos treinta porque tenemos seis, cogemos la tuya del despacho y caben cuatro en el sofá.
A mitad de semana, mientras nos acostamos:
—Con veintisiete hay suficientes. Tenemos seis, la del despacho, el taburete del  WC, la escalerita de la cocina y en el sofá, lo he mirado bien, yo creo que caben cinco.
Ya llegado el viernes los cálculos fueron otros:
—¡Veinticinco son suficientes! La del despacho, el taburete, la escalerita, y en el sofá, apretadas caben siete personas.
Así que el sábado por la mañana, corriendo, corriendo, nos dedicamos a primera hora a recoger las sillas de casa de la gente que nos las prestaba. Nuestro coche parecía (en los tres viajes que tuvimos que hacer) una furgoneta de recogida de mueble viejo. Al final, solo pudimos conseguir diecinueve sillas.
—Mira, mientras unos se levantan a llenarse la copa, y otros a picar canapés y demases, los otros se sientan. Así que van rotando. Además, en el sofá caben…
—¡Sí! Cuarenta y un invitados —interrumpí.
Después del ajetreo de las sillas nos dispusimos a adquirir todo aquello que el día anterior habíamos apuntado esmeradamente en una infinita lista para que no se nos olvidara nada. Una interminable lista de cosas que aún ahora seguía aumentando sin poderlo evitar. Porque, a ver: ¿quién es el guapo o la guapa que sabe las cantidades de bebida y comida que se necesitan para que cuarenta y una personas disfruten de una merienda cena sin que se queden con hambre? O que no pase al contrario, que te pases un mes y medio comiendo las sobras de la dichosa fiesta, que has tenido que congelar para su conservación porque “sobróunmontóndecomida”.
Por lo que llenamos cuatro carritos; uno y medio con todo aquello que necesitábamos y el resto llenos de “porsis” (coge esto por si…). Ya nos andábamos por el cuarto carrito, ese en el que asomaban puerros y acelgas (también debíamos realizar la compra para la semana) que me dice:
—Acerquémonos a aquella vinatería a ver si tienen el cava que buscamos.
Después de arrastrar el carrito tres esquinas más allá, cargado este como una mula, no tenían el susodicho cava. Y una, que es de las que “no hay mal que por bien no venga”, cogió una botella de sidra.
—Son dos con diecinueve.
Busco en mis bolsillos y encuentro dos euros con quince.
—¿Tienes cuatro céntimos? —le pregunto la coorganizadora de la fiesta.
—A ver, que lo miro.
Abre el bolso y empieza a sacar pilitas de papelitos y tarjetas de lugares, tiquets de compra y no sé qué más. Al final, después de rebuscar por el fondo del bolso, encuentra el monederito donde suele poner las monedas.
Al ver que tardaba y viendo que había tres personas en la cola detrás de nosotras y que alguna de ellas había soltado un resoplido le digo al dependiente.
—Un momento, que las está buscando —y  me giro hacia ella y le pregunto—, ¿las tienes?
—Sí, pero… están pegadas.
—¡¿Pegadas?! —pienso.
Y miro y veo ante mi sorpresa las dos moneditas enganchadas por una cosa negra y ella intentando poner la uña entre ambas y haciendo fuerza para separarlas.
En la cola, unos resoplaban, otros cambiaban el peso de pie constantemente, uno, en concreto, dejo sobre una caja de cartón dos botellas haciéndolas chocar entre ellas para demostrar su impaciencia. La persona que teníamos justo detrás miraba al dependiente rogándole que hiciera algo.
—Bueno, da igual —dije dispuesta a sacar un billete de cincuenta para cambiarlo.
—No, no. Espera —rebuznó  por el esfuerzo de intentar separar las monedas—. ¿Tienes algo para separarlas? —preguntó al dependiente.
Este cogió las monedas y unas tijeras e intento cortar el pegote negro que las unía.
—Es Nescafé —dijo ella con toda la naturalidad.
Yo no daba crédito a lo que estaba oyendo.
—Es que cuando voy a un bar y pido un café con leche descafeinado no utilizo todo el sobre y lo guardo aquí, con las monedas.
Acabada de decir la frase, el dependiente consigue separar las monedas. Le miro y lo descubro mirándonos atónito, con una moneda en cada mano y cada una de ellas con una buena cantidad de un pringoso chapapote de Nescafé.
—Pues ya está, que tenga un buen día —le espeta con alegría mi compañera.
Y me empujó para delante para salir. Yo no pude articular palabra y el dependiente tampoco. Antes de abandonar la tienda, justo en la puerta me giré y lo vi con las dos monedas  enganchadas en sendos dedos, sin atreverse a guardarlas en la caja registradora. Tampoco las podía chupar por miedo que lo acusaran de tomarse un café en horas de trabajo.

14/1/14

¿Madurez o ma-rudez?, datis de question

Hubiera necesitado que me dijeran: “agarra esa juventud que en un abrir y cerrar de ojos habrá desaparecido”. Pero nadie lo hizo y si alguien me lo hubiera dicho no le habría hecho caso porque el empuje mismo de la juventud te engaña y te hace creer que es para siempre.
Veía  a la gente mayor y pensaba que nunca llegaría a estar como ella. De mayor yo no tendría dolores, ni estaría cansada, ni aumentaría de peso, ni me descuidaría. Tampoco tendría problemas de presión, ni de azúcar, ni de colesterol, ni muchos otros achaques que entonces no podía ni imaginarme. Pero todo llega y todos tenemos que pasar por un tipo u otro de aro.
Me contemplo en el vidrio de la ventanilla del tren y veo como la vida ha pasado por mí. Debo reconocer que las arrugas me sientan bien, al menos no es algo que me moleste. Lo que más añoro de la juventud es mi sonrisa y mi energía, pero es que estoy tan cansada que mis facciones no pueden ni sonreír. No me gusta que se me escape algún que otro gemido de dolor cuando me levanto del sofá, o tener que mover muy rápidamente los dedos en mitad de la noche porque se me ha dormido el brazo durmiendo. No me gusta nada tenerme que controlar la presión, que es la única cosa en mí que tiene la energía suficiente para estar más alta de lo normal. No me gusta tener que ir haciendo agujeros extras al cinturón por un crecimiento autónomo de la barriga. Ni que un resfriado me dure una eternidad y me tumbe en el sofá cada vez que vuelvo del trabajo. No, no me gusta.

Supongo que a la larga me adaptaré a esta madurez para la que me siento tan inmadura.

13/1/14

Una señal

Vamos, que está visto que no hay manera de utilizar la libreta como es debido.
Primero la empiezo por detrás y ahora me salto páginas. ¿Será una señal? ¿De qué? No es que no crea en las señales, lo que ocurre es que nunca las he sabido ver, por lo cual no sé si es que no existen o es que a mí se me pasan de largo.
Llevo sentado delante un señor que está empezando a leer un libro. Es grueso (el libro), de los de bolsillo. Por mucha contorsión que haga a por mucho que alargue el cuello no logro ver el título. Lleva unas Kickers, como las que yo llevaba antaño y masca un chicle con desmesurada energía. La mandíbula le sube y le baja por lo que la boca se abre y se cierra a la velocidad de la luz. Me reconozco; a veces masco el chicle con igual ímpetu y cuando me doy cuenta y lo tiro (a una papelera, por supuesto, y en su defecto en un pañuelo de papel bolsillero desde hace días, del cual luego me olvido y me lo encuentro al cabo de un tiempo con el chicle más duro que una piedra), a lo que iba, que cuando tiro el chicle tengo ya la mandíbula absolutamente cansada y los dientes, bueno para ser más precisa, las encías, doloridas por la presión.
Que me empiece a reconocer en la gente es también una señal. ¿Una señal de qué?
Por favor, quiero el manual de instrucciones, así no se puede vivir.

10/1/14

Sin alma

Perdí mi alma en el fondo de un vaso de cerveza y esparcí mi vida sobre mesas de hierro forjado y cristal. Vivir, viví, os lo juro, con la misma intensidad que el humo de los cigarrillos penetra en los ropajes de quienes desaparecemos entre sus bruma. Pero vacié mi vida con palabras entre párrafos de euforia y silenciosos saltos de línea. He caído más de una vez, y de dos,  y de tres en la oscuridad ingrávida  del punto final, pero siempre he encontrado de nuevo el impulso en la copa vaciada de un trago y convertirlo en un punto y aparte.
Ahora, junto a vasos vacíos y botellas desllenadas permanece i libreta abierta siempre por la misma página. Me observa, traga tinta y me recrimina: “Pelo cano y arruga cierta entre el ceño fruncida mucho más de lo deseado, aliento etílico, corazón seco y no precisamente por haber no amado. Soledad profunda, perdido el deseo, entregaste el alma desde el primer beso”.
¡Maldita arpía! No recuerdo cuando mis labios se posaron por primera vez sobre el filo de un vaso de cerveza, ni recuerdo cuando fue la última que mis dedos acariciaron la pluma que un día llenaba libretas resbalando por las páginas. Lo único que recuerdo, porque lo tengo, es el sabor amargo en la boca, aunque nunca he sabido si por culpa de la cerveza o de haberla bebido en soledad.

9/1/14

Nietzsche

Sigo escribiendo por la parte final de la libreta. Me ha parecido lo más correcto para poder hacer honor a este filósofo que, en algún momento de mi vida, devoré con absoluta hambre de descubrimiento. Debo reconocer que nunca llegué a entenderlo del todo. Pero siempre me ha atraído, supongo que por lo oscuro de su figura. Así mismo, devoré El Extranjero, de Camus y me sentí absolutamente identificada con el vacío y la monotonía del personaje. ¡Qué poco formada estaba entonces!
Lo que más me ha gustado del cómic es que el color de las viñetas es narrativo, crea la atmósfera del texto. Es un libro oscuro, cosa que se puede prever si se conoce al personaje. Un libro que me ha despertado sensaciones de juventud muy dormidas. No sé si puede gustar a todo el mundo. Aquí lo dejo.

8/1/14

Correo urgente

Te quiero con locura, absoluta, serena y exaltada y, ante todo, te respeto, en todo, en todo lo que tú quieres y en todo lo que piensas. Quiero envejecer contigo y sé que no siempre este proceso es fácil, mis manías y las tuyas juegan en nuestra contra. Pero mi elección es esa: vivir la vida a tu lado. Haces que me sienta grande, llena, feliz y productiva. Quiero que tú sientas lo mismo que yo. Nuestra relación la vivo como lo más positivo que tengo, evoluciona y cambia, y se amolda y abraza todo lo que somos y lo que queremos ser. Una relación inteligente, madura, no planeada ni planificada, afrontando sin miedo todo lo que nos venga, cogidas de la mano, apoyándonos la una en la otra.

Estar a tu lado me supone una dosis positiva en mi vida. Pienso mucho, mucho. Te amo con la intensidad aquella en que las palabras ni se acercan a la realidad, no me canso de repetírtelo, pero es que es la verdad. Es mi realidad. Y mi realidad eres tú, mi vida eres tú, mi pensamiento eres tú. Cada mañana, cuando me despierto, lo primero que ocupa mi mente eres tú. Y ahí, te pasas todo el día hasta que vuelvo a tu lado. Cuando no te tengo cerca, te siento dentro de mí y eso me da toda la fuerza que necesito para ir afrontando la vida.


Tengo tantas cosas que decirte y tan pocas palabras para hacerlo.


Te quiero


P.D.: Robo al mundo cada segundo que estoy contigo. Gracias por estar conmigo.

7/1/14

Generosidad

El silencio es la condición sine qua non de la existencia de la generosidad. Su más fiel compañero, en gesto, mirada y acto. Ella, la generosidad, te encuentra sin necesidad de buscarla. A la persona que la posee no le gusta publicitarse. Pero si eres buena observadora, descubrirás en el sonido de sus palabras un cierto terciopelo y en sus actos la típica cadencia, acumulada tras una vida munífica.
Doy fe, que bajo el cielo que me cubre y en la misma tierra que habito, más allá de lo que pareciera, la generosidad aún se halla en alguna de las personas. 

6/1/14

Sensaciones

He despertado en brazos del amor. Caliente y deseosa de no perder la sensación que durante la noche me ha acompañado. El tranquilo roce de tu piel dormida, musa de mis callados deseos, me ha dirigido el sueño hasta el momento justo de despertar. Tu aliento acompasado por el dormir me ha traído el beso,  mi más secreto deseo de tus tiernos labios.

¿Quién es capaz de abandonar si tú aun duermes, amor?

5/1/14

Quien espera desespera

Bueno, ya ha llegado el año nuevo ¿y, qué? Todo sigue igual. El resfriado agarrado a las vías, las ilusiones perdidas a fuerza de no cumplirlas, los propósitos apilados y bien ordenados en la columna del tiempo y mis ganas desaparecidas entre las campanadas.

Y ha llegado el año nuevo y estoy sentada, aquí, esperando que entre la vida por la puerta grande, me mire directamente a los ojos y me diga: “Soy tu año, adelante conmigo”.

4/1/14

Wonder

Lo vi enseguida en las mesas de novedades de varias librerías y pregunté por él: “Es un libro que está gustando mucho, se promociona por el boca a boca. Está encantando a maestros y a psicólogos”. Esta fue la primera publicidad que recibí y la última, porque después de preguntar, nadie que conociera sabía de él. Así que me olvide de su existencia. Lo seguía viendo en las librerías y me llamaba la atención el azul de su cubierta, pero ya tenía claro que no me lo compraría.

Al final, me lo regalaron: “Es un libro que tienes que leer”.

Por fin, ya está leído. Me ha gustado mucho, sobre todo por el tono en el que está escrito. Es la primera novela de la escritora y al leer esto me ha cogido una envidia sana, o no (no creo en las envidias sanas) y de nuevo me he planteado seriamente poner manos a la obra y seguir con mi novela (pensamientos internos que no vienen al caso, ahora).

Ha habido una cosa del libro que me ha molestado: el cambio de narrador. Ya me había dado cuenta que cambiarme el narrador no me gustaba nada. Recuerdo que la primera vez que lo noté fue en un libro de Isabel Clara Simó, que creo recordar se titulaba “El gusto amargo de la cerveza”. Parece ser, ahora estoy tomando consciencia de ello, que una vez instalada en un narrador me desconcierta y me produce malestar el cambio a otro. Aunque no siempre me pasa esto, ya que he leído un montón de libros en los que más de un narrador nos contaba la historia y no he sentido esta contrariedad al descubrirlo. Me parece curioso. Tendré que pararlo a pensar con más detenimiento.

Volviendo a lo que toca, decir que me ha gustado. Es una novelita que se lee rápida y en la que la empatía se sirve en bandeja de plata. Un buen libro como intermedio a buenas y profundas lecturas.

3/1/14

Primer día del año

Acabo de estrenar la libreta y mi primer escrito lo he puesto en la última página. ¡He empezado la libreta al revés! ¿Qué querrá decir? Miedo me da, este año. Esto, en el mundo de las libretas debe ser como  levantarse con el pie izquierdo. ¡Qué internet me pille confesada!

Cantaba: “Ay quién maneja mi Parca, quién, que a la deriva me lleva, quién…” Y, ciertamente, parece que alguien haya cogido los hilos de esta vieja marioneta que soy yo y esté viviendo por mí. ¿Ladrones de ultracuerpos? Mejores, seguro, que los ladrones de ultranzas, que esos acaban con cualquier pasado en un abrir y cerrar de ojos.

Seguro que las uvas de ayer en vez de semillas contenían psicotrópicos. Eso estaría bien: empezar el año en el trópico para sanar la psique.

Como si lo oyera, o lo escuchara, que nunca lo sé, pero puedo asegurar que presto atención: “Madre mía, madre mía, tú estás muy mal.”

Pero no puedo hacer nada porque yo ya no soy yo, y tampoco quedan mis circunstancias que las está fagocitando el tedio con sus activos ribosomas.

¡Por favor, que alguien me quite el bolígrafo!