15/7/14

¿Cambia, todo cambia?

La inseguridad es algo que se va aniquilando poco a poco, a medida que avanzas en edad, pero nunca se llega a su finitud. Por mucho que luches contra ella y adquieras recursos para paliarla, siempre aparece una ocasión en que vuelve a ser como al principio.
Este verano me he apuntado a un curso y esto me está pasando estos días en los que voy a clase con un montón de chicos y chicas cuyas edades están comprendidas entre los trece y los veintitantos años. Se ve que “no es curso para viejos”. Algunos me miran como un bicho raro y ni se atreven a dirigirme la palabra; para ellos soy “la señora”. No sé qué deben pensar de mí. Quizá opinen que soy ridícula apuntándome a este tipo de curso, que mejor estaría en una clase de manualidades, de patchwork, o en un grupo de teatro de algún centro cívico.
Sé que todo esto me lo estoy imaginando pues no conozco sus pensamientos ni nadie me ha comentado nada. Pero si le añadimos que me miran de vez en cuando, sobre todo si hago alguna intervención en clase, me siento cohibida absolutamente, y lo que es peor, intento dar sensación de seguridad, de estar de vuelta de todo, mientras que, en realidad, me siento andando sobre arenas movedizas. No sé a quién miento. ¡Patético!

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