Siempre me ha gustado dibujar tanto como escribir. De todas
maneras, nunca le he dedicado, hasta ahora, tanto tiempo como a las letras. Pero durante mi vida he ido dibujando durante
épocas. Soy incapaz de crear nada nuevo, pero me gusta copiar. He ido copiando
de libro dibujos de otras personas hasta que di con un curso de sketching, al
que, por supuesto, me apunté.
Era para principiantes, el nivel cero. Pero cuando me
encontré en él, me di cuenta que la única que tenía nivel cero era yo. El sketching
es pintar tu ciudad en directo. Coges tu
sillita, te plantas delante de lo que quieres dibujar y empiezas y terminas en
el mismo momento. El curso se componía de dos partes, una teórica, que
realizábamos en un aula y otra práctica de tres horas, en la que nos citaban en
alguna parte de la ciudad para dibujar. Al principio me moría de vergüenza. Mal
que lo hacía e insegura que estaba; pero, poco a poco, he ido ganando
confianza. He visto que si dibujo diariamente voy mejorando a marchas forzadas. A pesar de que tengo dificultad en la perspectiva y en el color, y que me da una rabia tremenda no ver mejoras importantes en esto dos aspectos, dibujar es algo que me relaja y me produce bienestar.
Me encanta hacer sketchcrawl, que viene a ser un reportaje
de algo. Por ejemplo yo lo hice de un día de excursión, del día internacional
del claqué y de una visita a un pueblo. La gracia de este reportaje es aportar
un significado horizontal a tus dibujos, y esto es narrar. Y narrar se
encuentra más cercano al mundo de las letras.
Ahora, aprovechando el veranito, me he apuntado a un curso
de cómic. Esto es más difícil. La primera clase ha sido de anatomía y parece
ser que voy a tener que practicar muchísimo para lograr dibujar medianamente
bien a las personas. Ya os iré contando, a quién le interese, claro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario