Toda esa gente que no tiene vida, aunque se piensen que sí porque hacen las tres funciones vitales (relación, nutrición y reproducción), pero está más preocupada por la vida de los otros que por vivir la suya y se dedica a incordiar (envidiar, molestar, alterar, insultar, agredir) al prójimo, debería tener un botón de reset y si ni así, autodirigirse al desguace.
Otro gallo cantaría entonces. La gente que se dedica a sus
cosas podría vivir tranquila sin que los que viven sin vivir en ellos porque
viven pendientes de nosotros, se dedicasen a alterarnos.
¡Qué vidas tan vacías que no tienen otra que llenárselas con
las nuestras! Y lo que es peor, sus retoños crecen mamando estas rabias, porque
en el fondo son rabias, de sus progenitores hacia personas que luchan por tener
la vida que quieren. Qué luchen ellos también, pero no contra nosotros, que no
somos sus enemigos. Aquí el único enemigo que tienen es él mismo.
Lo dicho, si se aburren que jueguen al parchís y se autocanten
las cuarenta.