31/7/09

Doble engaño

Ha sido como degustar un poquito de caviar. Ni mucho menos está a la altura de La Dama de Blanco, pero no por ello he dejado de disfrutar esta novela que hace tiempo encontré en una tiendo de libros de segunda mano. Nueve euros me costó. Leer un libro que anteriormente ha pertenecido a una desconocida o desconocido me produce una impresión rara. Se me crean un montón de dudas sobre si lo habrá olido, o acariciado como yo acaricio los libros, si lo habrá llevado consigo cuando sale a la calle, si realmente llegó a leérselo.

Me lo he leído en un periquete. La historia tiene su misterio y aunque el autor va dando un montón de información te introduce nuevos interrogantes. De todas formas muchas veces tienes tú la información y no la tienen todos los personajes por lo que vas haciendo hipótesis y en muchas de ellas te equivocas. Los personajes son maravillosos, desde mi punto de vista, como los que salen en las viejas películas, esas que mi madre siempre dice que nunca se volverán a hacer iguales porque en ellas pasaba de todo. La crítica social propia de Collins está siempre presente.

El otro día, leí por Internet que en aquella época mucha gente no tenía dinero para poder comprarse una novela y tanto Dickens como Collins las publicaban por capítulos en alguna revista. Que fue luego que se recopilaron como novela en un solo libro. No he buscado información sobre esta, aún no. Supongo que cuando tenga algo más de tiempo lo haré, por ahora lo he dejado apuntado en mi libreta de “Cosasporhacer”.

Me ha interesado muchísimo el narrador que ha utilizado, totalmente omnisciente, incluso, a veces, parecía que los personajes hablaban a través de él. La historia está narrada por actos, como si fuera una obra de teatro. Supongo que es debido a que no hay cambio de escenario en cada uno de ellos. De todas formas la parte descriptiva, propia de la época, está presente durante toda la obra, por cierto, de una manera dinámica y precisa.

Hacía tiempo que no leía a mi estimado Collins y siempre acabo diciéndome, no tardar en volverlo a leer, pero siempre aparecen un montón de libros que me hacen colocarlo más hacia el final de la lista. Esta vez, he dejado ya el siguiente libro suyo encima de la mesa del comedor, así, en cuanto termine el que acabo de empezar, me lanzaré a ese.

Por cierto, vale la pena leerlo. Ahora me quedo dando vueltas al título.

30/7/09

Toma de consciencia

Nunca hubiera imaginado que envejecer era esto. Cuando joven, no entendía porqué la gente se había cuidado tan poco para llegar tan maltrechos a la vejez, con quilos de más, con la dentadura hecha un asco, con ese cansancio que parece perenne. Pensaba: “nunca dejaré de hacer deporte, como la mayoría de personas, que llega hecha un asco a la vejez”. Qué errada estaba. Es la misma vida, que sin darte cuenta y por propio desconocimiento, te erosiona de forma irremediable.

Cada vez más, vivo de forma sedentaria delante de mis libros y mis ordenadores, por lo que casi sin darme cuenta, he ido perdiendo masa muscular y capacidad de movimiento, sobre todo en el cuello. Mi broxismo ha provocado una retirada importante de encías, has reducido hueso, dice mi dentista, y la encía sigue al hueso; es de apretar los dientes día y noche. De noche llevo una placa de descarga, de día, llevo la tensión. Por otro lado, si permanezco más de seis horas estirada en la cama me levanto con dolor de huesos, sobre todo en la columna vertebral. Mi estómago también ha envejecido, antes era capaz de comer cualquier cosa y digerirla, ahora debo ir con cuidado con lo que ingiero, además, sin poder acostarme hasta que he hecho la digestión, cuestión de una hermosa hernia de hiato. De los ojos ni quiero hablar, sólo comentar que me despierto con ellos hinchados y sin poder enfocar bien durante un rato. Y cada día me levanto, como si no hubiera descansado nada, empiezo a calentar motores y no es hasta al cabo de un rato que mis movimientos adquieren la coordinación que siempre tuvieron.

¿Qué pasará cuando sea mayor que ahora?

28/7/09

La extraña desaparición de Esme Lennox

Compré este libro sin esperar gran cosa de él; por el título, porque era de la editorial Salamandra, por el peso y porque me gustó el nombre de Esme. La gran sorpresa vino a las pocas páginas leídas: me encantaba la temática y la forma de hilvanar la historia que ha utilizado la autora. Ya tengo apuntado su nombre para buscar más libros escritos por ella.

Una de las cosas que más me ha gustado es el desconcierto que impera en el método en que, poco a poco, la autora nos va dando la información que debemos ir ordenando y clasificando nosotros mismos. Hay cosas previsibles pero, la verdad, no me han importado. He desarrollado una tremenda simpatía por Esme, he empatizado con ella, me ha conmovido, he sentido la transformación de su rabia en impotencia. ¿Qué más se le puede pedir a un libro?

Ahora, ando rabiosa con el mundo. Me pasa cada vez que se me hacen presentes las injusticias, las enormes injusticias. Y en este caso, el libro ha dado de lleno, removiendo ese sentimiento incalificable que me acompaña desde que fui consciente de la dureza de vida que han tenido muchas mujeres por culpa del poder de los hombres, rectifico, por culpa del poder del macho.

Curiosamente, la lectura de este libro ha coincidido con un episodio de “Caso abierto” en el que se investigaba el asesinato de una joven con ideas sufragistas en pleno apogeo de esa revolución.

Y vienen a mi mente unos versos de Miquel Martí i Pol, que nada tienen que ver con el tema pero son perfectamente aplicables:

Cridem qui som i que tothom ho escolti.
I en acabat, que cadascú es vesteixi
com bonament li plagui, i via fora!,
que tot està per fer i tot és possible.

Traducción propia:
"Gritemos quien somos y que todo el mundo lo escuche.
Y cuando acabemos, que cada uno se vista
como buenamente le apetezca y ¡adelante!,
que todo está por hacer y todo es posible."

27/7/09

Noticias

Cómo cambia el color del día cuando las noticias no son buenas. Me había acostumbrado a que todo siguiera estable. Pero el dictamen ha sido: empezamos la cuenta a atrás. Y desde que me lo has comunicado vivo con la esperanza de que la cuenta se pare en el siete. Ese número que tanto has amado a lo largo de tu vida y qué, además, tanta suerte te ha dado. Ese siete veces siete, el infinito bíblico.

21/7/09

Más dudas

Tengo una gran duda.
Me gusta mucho jugar con el lenguaje, es algo que vengo haciendo desde hace mucho tiempo. Si me pongo a pensar, ni recuerdo cuándo empecé a hacerlo. Supongo que sentada en una mesa, tomando algo, con amigos, cuando la conversación empezaba a decaer, empezábamos a soltar toda esa serie de tonterías para provocar la risa de los demás. Creo que ahí descubrí los dobles sentidos y el contrachiste. Ahora que lo escribo, me sonrío al recordarlo.
Actualmente, mantengo una cena cada equis tiempo que desde la primera copa se convierte en un partido de lucideces. Además posee un amplio espectro debido al bilingüismo.

Vuelvo a mi duda: no sé si en una novela se puede aplicar todo esto. Por propia lógica, creo que acabaría cansando. Viene a mi mente un libro, Cosas que hacen ¡BUM!, comentado anteriormente en este blog, donde el autor juega con todo lo posible, realizando unas comparaciones que arrancaban más de una vez mi sonrisa mental, e incluso la física. Yo quiero escribir de este estilo.

Tengo claro que quiero experimentar con el lenguaje, pero nunca en detrimento de profundizar en el argumento. Pues al ser novela, considero que el argumento es primordial, si quiero decir alguna cosa. No quiero emular a ningún componente del OULIPO, porque en esta ocasión no pretendo eso. Así que creo que lo ideal es mantener el equilibrio respecto a la experimentación lingüística, no vaya a ser que mi novela parezca un juego o un ejercicio.

En realidad, mi novela quiero que sea considerada como de personaje, es decir, aquella en la que predomina el análisis psicológico de este, su autobiografía, toda su parte sentimental. Está claro que si el germen de la idea ha sido el personaje y no su historia, tiene que pertenecer a este grupo. Es más, me las estoy viendo y deseando para montar su historia, ya que está a merced de mostrar el personaje que tan real están creciendo en mi mente.

De todas maneras, si necesito acción, pondré acción y si necesito espacio, pondré espacio. No voy a privarme de mezclar técnicas y recursos que pertenecen a otros géneros de novela.

El otro día me comentaban que lo que tenía que escribir era diferentes anécdotas que le pasaban a mi personaje y que ya iría quedando la novela. Creo que una novela no es un cúmulo de anécdotas y que tampoco se trata de escribir la realidad. Porque la realidad, tal como ocurre no apetece ser leída, creo que el truco está en darle una precisión narrativa.

He hecho un pequeño experimento. La semana pasada, me puse a analizar cómo contaba las cosas la gente con la que estaba. Me di cuenta, que depende de la sensación que querían causar en mí, se guardaban datos para descubrirlos al final, de manera que mi atención fuera de primera. O si el suceso no tenía apenas valor, era narrado de forma aburrida, cronológicamente, como había pasado. Por otro lado, descubrí que la gente que adornaba con comparaciones, pausas, cambios de tono, conseguía aumentar mi atención. Conclusión: la novela no debe andar muy alejada de todo esto.

Ahora he decidido analizar cómo cuento las cosas yo. A ver si puedo hacerlo, porque no sé si podré estar en dos cosas a la vez. Debiera grabarme, aunque sé que eso me condicionará. ¿Y si analizo alguno de los textos que he escrito?

20/7/09

Silencio de arma blanca

Nunca supimos con seguridad si nos sobraban las palabras o si nos faltaban, el caso es que nuestra convivencia se convirtió en un puro circular por casa. Al principio, podíamos permanecer en la misma estancia, sólo necesitábamos tener actividades diferentes, pero, poco a poco, cuando la distancia empezó a anclarse entre nosotras y, como un gato hidráulico, a separar nuestros intereses, empezamos a ahogarnos respirando el mismo aire; ¡nosotras, que habíamos bebido nuestros mutuos alientos, no podíamos compartir ni el mármol de la cocina, ni dejar cerca nuestras tazas de café!

Manteníamos la farsa delante de la gente, hablábamos con diálogos aprendidos de alguna película de amor, nos reíamos porque siempre nos fue fácil convertir el llanto en carcajada, sólo teníamos que ironizar nuestro propio vacío, e incluso, podíamos llegar a tocarnos, como una coreografía que el tiempo ha hecho que conozcas a la perfección. Por todo esto, el día que anunciamos que nuestro amor ya no existía, la gente se sorprendió. Corrió a dividirse por preferencia para consolarnos, y volvió a sorprenderse: no estábamos ávidas de consuelo, hacía tiempo que enterramos la relación.

Nunca más he sabido qué decirte. Todo desapareció ante nosotras en silencio. Un silencio sepulcral que, como el hielo, ha ido ensanchando todas las grietas que poseíamos en nuestros, ahora, litificados corazones. Ese silencio glacial, convirtió en morrenas nuestra persona y ¡qué difícil es vivir arrastrando tanta piedra!

18/7/09

¿Hacia dónde crees...?

Te susurro la intuición
bañada a un tiempo de luna.
Lucha la aurora por refinar
de mi sospecha la duda.

Un furioso resplandor
tirita en mi piel desnuda,
en otra buscaste amor
enviudando fragancias nocturnas.

Eres el extremo final
que se lleva la cordura
relamiendo las paredes
del pasillo a la locura.

¿Hasta dónde te conducen
las dulces notas rotas
de esta melodía de amor
que derramas, gota a gota,
sobre otra?

17/7/09

La llevo siempre en la cabeza

Uno de los consejos que me dieron para escribir mi novela es que leyera o revisara diferentes novelas ya escritas, pues debía de tener en cuenta que “nada se escribe a partir de la nada”. Obediente yo, es lo que he estado haciendo y realmente he obtenido un resultado; he llegado al conocimiento de que me debe faltar mucha técnica y oficio. Soy incapaz de analizar novelas y verles las estrategias. Esto me ha conducido a la lectura de libros de “narratología”. Qué bonita palabra narratología, la ciencia de la narración y lo primero que te dices es que la narración no es ninguna ciencia. Pero por mi mente científica y mi método científico, será la palabra que use, me encanta. Claro que si quiero construir un best-seller, no voy a tener problema, pues existen libros en los que te dan la fórmula mágica para lograrlo. Pero mi idea no es de best-seller, claro que afirmar que quiero hacer una “obra literario” es pedante por mi parte. Pero para qué mentir, sí, quiero que la tendencia de mi novela esté más cerca de la literatura que del best-seller.

Tampoco quiero entrar en temas de novela corta, relato, novela larga, cuento; ¡yo qué sé dónde va a acabar mi escritura! Y me importa bien poco, creo que este tipo de clasificación es más académico que otra cosa. De todas formas, los recursos del relato son diferentes a los de la novela, por lo que se supone que se debe tener claro qué se quiere hacer antes de empezar a hacerlo. Pero como me falta toda la técnica del mundo, creo que primero haré y luego, si a alguien le apetece, que lo clasifique, le doy mi permiso.

Hoy voy a dedicarme a dibujar la casa donde vive mi protagonista, así, como la Rue 13 del Percebe. También a ubicarla en alguna calle de Barcelona, y a estudiar un poco el barrio. Los pisos ya los llenaré con los personajes que necesite para poner en juego a mi protagonista. Y sí, contestando a una pregunta de un comentario, me podéis ayudar a elegir el nombre. Pensad una cosa, ahora, en la actualidad tendría 79 años, lo digo porque no me sirve el nombre de Jéniffer. Por cierto, también necesitaré un nombre para su difunto esposo.

16/7/09

Como anhelo al dedo

Hubo un tiempo en que creí que todo tenía solución, que entre dos personas todo podía mediarse, aunque no se supiera cómo, con la buena fe de buscarla, bastaba.

Hubo un tiempo en que pensaba que podía más el calor de la mirada, el cariño que albergaba el sentimiento profundo de los días felices, esos días sin lágrimas donde el corazón aún no estaba al revés.

Hubo un tiempo en que aún esperaba el consuelo en tus palabras, volver a tener el infinito delante de nosotras y para empaquetar este trago para olvidarlo en la bodega de nuestro ayer.

Hubo un tiempo en que pensaba que nuestro amor no se podía medir, ni etiquetar, ni detener. Hubo un tiempo en que creí en ti y, sobre todo, en mí.

15/7/09

Meme

Marga, del blog Hay Mujeres, me ha pasado este meme. Consiste en coger el libro que se tiene más a mano, buscar la página 161 y copiar la quinta frase completa que encuentres ahí.

Primera intentona, el libro que tengo más a mano es una gramática española, y en dicha página no hay más que una lista de verbos irregulares empezados por la C. Voy a alejarme un poco más de la mesa del despacho a ver qué libro tengo más cercano:

"O si no es el camino más corto a un chiste, sí lo es a un chistoide."

Esta frase pertenece a un libro titulado "Cómo orquestar una comedia" (Los recursos más serios para crear gags, monólogos y narraciones cómicas más desternillantes), de John Vorhaus.

Paso el testigo a:

Lucía
Blau
Irreverens
Raquel
Helen

14/7/09

La tengo enfadada

La tengo enfadada. No os podéis imaginar qué cabreo monumental ha pillado. Ha sido de aquellos que empiezan como una pequeña brisa y acaban como un huracán.

Esta madrugada, después de despertarme y dormirme durante toda la noche, me he levantado a escribir un rato y me la he encontrando estirada en el sofá hexaespatarrada y con los ocelos fijos en el techo.

−¿Tampoco puedes dormir? −le he preguntado sumergiendo la pregunta en un largo bostezo.

−No. Hace calor y por otro lado estoy pensando en este fin de semana.

−¿Te lo has pasado bien?

−Sí, me lo he pasado muy bien, pero me lo hubiera pasado mejor si hubiera podido participar de la fiesta −dice retintineando las cuatro últimas palabras.

Ya me lo estaba esperando. Sabía que eso me lo iba a oír. Este fin de semana me habían invitado a una fiesta y el viernes, mientras estaba preparando la mochila, la Mosca Estremecida se me acercó con las antenas bajas y una voz compungida a suplicarme que la llevara conmigo. Como podéis imaginar, mi no fue rotundo. Se sentó sin rechistar en el sofá y encendió la televisión para ver el Canal Cocina. A los dos minutos se fue a por un poco de zumo de tomate y volvió. Sorbió por la cañita con más fuerza de lo normal y dejando pasar aire, para hacer mucho ruido. La iba mirando de reojo, ya me conozco sus artimañas: quería llamar mi atención. Haciendo caso omiso, continué con mi mochila. Apagó la tele al ver que el recurso no había servido de nada. Entonces se le ocurrió la idea de hojear los libros de mi biblioteca; los sacaba de uno en uno, los abría aleatoriamente por una página, hacía ver que leía un par de líneas y los depositaba en la mesa del comedor. Uno tras otro, sabiendo de antemano que el desorden me molesta. No le dije nada y transporté la mochila a mi habitación para acabar de hacerla.

Cuando salí, ya preparada para irme estaba sentada al borde de la mesa, enfrente de la puerta de mi habitación, jugando con una de sus patas, mientras que con las otras se aguantaba para no perder el equilibrio.

−¿Ya te vas? −me dijo mientras pensaba qué estrategia sería la que me hiciera cambiar de opinión.

−Sí. Tienes comida que te he dejado en la nevera y he dejado una de las ventanas entornada por si quieres salir a dar una vuelta. Las puertas de las habitaciones las dejo abiertas para que puedas entrar en todas. No desordenes mucho y limpia lo que utilices.

−Vale. Qué te lo pases bien −me dijo con cierta resignación intentando parecer alegre.

−Vuelvo el domingo, ya te contaré.

Nada más subir al autocar y empezar a leer la revista que me había comprado para el viaje, noté un zumbido debajo del cuello de mi camisa.

−¡Mosca! −grité. Y la señora mayor que viajaba en el asiento del otro lado del pasillo me miró complacida, se debió pensar que utilizaba la expresión para no soltar un taco.

Poco a poco, la Mosca salió de debajo de mi cuello de la camisa y se posó sobre el borde la revista.

−Lo siento, no podía desaprovechar una ocasión como esta −me dijo a modo de disculpa.

−Muy bien, te dejo venir con una condición −y me interrumpí esperando ver su cara de aprobación −. Si vienes, vas a estar escondida todo el rato debajo del cuello de mi camisa, sin decir nada a nadie y sin hacerte notar.

−Vale, de acuerdo −aceptó, pero al ver mi cara de pocos amigos y totalmente exenta de confianza, añadió−, te lo prometo.

Y la verdad es que se portó muy bien, nadie notó su presencia y estuvo volando y posándose sobre la mesa como si fuera una mosca normal. Nadie se percató, ni nadie sospechó nada.

−Si me hubieras dejado participar, hubiera disfrutado de vuestras conversaciones, hubiera podido aportar mis propias opiniones a esas fabulosas discusiones que tuvisteis −me dice, mientras, al recordarlas, se empieza a enfadar un poco más.

−Bueno, quizá en la próxima, si te sigues portando bien, haga que te inviten.

−Lo que más me ha gustado es ver que siendo todas personas, sois bien diferentes, y descubrir, que a pesar de tener visiones distintas sobre la vida y opiniones que difieren de un polo a otro, halláis puntos comunes donde poder moveros y encontraros a gusto unas con otras.

−Es que cada persona es diferente de las otras.

−¿A ti te parece una mosca diferente de otra?

−No.

−¿Y por qué me tiene que parecer a mi, de antemano, una persona diferente a otra?

Siempre me pone en un brete con sus preguntas; mi silencio contesta por mí.

−Debo confesarte que me tuve que morder la boca para no participar en esa suculenta discusión de sofá que tuvisteis. Ahí, teniendo conceptos de base cada una expusisteis vuestro punto de vista y vuestra experiencia haciendo crecer el tema en todas sus dimensiones. He descubierto que el no estar de acuerdo e intentar argumentar las propias posturas lo que hace es observar el tema desde el punto contrario, cosa que ayuda a seguir buscando argumentos a tu favor o a cambiar ciertos aspectos del pensamiento, porque los cambios de pensamiento no suelen ser radicales.

Nos quedamos calladas reflexionando sobre lo que acaba de decir.

−Además, al verbalizar tu propio pensamiento, lo que estás haciendo es replanteártelo de nuevo. Es como sacarle el polvo.

Silencio de nuevo.

−¿Qué, no piensas decir nada? Me lo debes, me debes una discusión porque no me dejaste participar en aquella.

La verdad es que no sé qué decirle. Tiene que comprender que a estas horas de la madrugada es muy difícil discutir y las legañas cerebrales. Ahora me siento mal por haberle prohibido participar.

−Bien, que sepas que otra vez no voy a hacerte caso, que no eres nadie para mandarme estar escondida y callada, ni nadie para hacerme perder o no dejarme participar en un fin de semana tan genial como este, donde se junta un montón de gente tan dispar y a la vez tan atractiva. He dicho. Hoy duermes tú en el sofá.

Se levanta y con un orgulloso golpe de cabeza se recoloca las antenas bien, se dirige a mi habitación volando con cierta pomposidad y cierra la puerta de golpe. Ya se le pasará, siempre se le acaba pasando.

Y si tan mala soy, ¿por qué no se larga a dar la murga a otra?

13/7/09

ED

Hoy, chillo, porque la impotencia no me deja tranquilidad.
Al final se impondrá la ignorancia despiadada.
El soma de Huxley nos será otorgado.
Entre bostezo y bostezo miramos la tele,
ese vacío creciendo como la espuma.
¿Será predestinación?
¿O acaso manipulación social?
No analizamos, tragamos.
Vivimos con las persianas bajadas al mundo,
Y tras ellas un picnic de trozos, que acabarán,
indistintos,
en el vertedero,
a la luz del sueño del ignorante.
¡Qué gran trofeo para algunos,
el nopensar de su pueblo!

9/7/09

Todo lo que leo lo relaciono

“La riqueza de una palabra, su valor de sugerencia poética depende del lugar en donde se la coloca”.

Cuando leí esta frase, inmediatamente pensé en Borges y en su dominio de la palabra. Cada una que escribe es la precisa y contiene la información exacta y necesaria para lo que quiere explicar. Esa es una de las facetas qué más admiro de él. Antes de ponerme a escribir ya tengo claro que el proceso creativo será mucho más corto que el de corrección, precisamente por usar a Borges como maestro. Tengo claro que debo utilizar el menor número de palabras para explicar un hecho con precisión y eso requiere un gran dominio del lenguaje, cosa que como no tengo de natural, voy a tener que irlo elaborando en la etapa de corrección. Supongo que debo ir siempre con el chip de “hay una manera mejor de decirlo” y seguro que la encuentro. Al fin y al cabo, es lo que hacemos cuando explicamos algo o argumentamos. ¿Por qué será tan difícil en el momento de ponerse a escribir una novela? Tengo la intuición de que tiene que funcionar igual.

Cuando describa a un personaje, debo utilizar adjetivos que lo califiquen a la vez que lo hagan particular. Es decir, no sirven todos aquellos que generalizan. De nada sirve decir que Pedro tiene dos ojos, lo curioso a narrar sería decir que tiene tres o uno. Cuando se narra algún suceso que ha ocurrido, se eligen con cuidado los datos y el orden en los que se van a contar, para mantener la atención del interlocutor. Pues algo así debe tener que hacerse cuando se escribe una novela: deben contarse los hechos que la hacen diferente a las demás.

Quizá penséis que reflexiono demasiado. Estoy contenta de hacerlo; es una manera de tener las ideas claras para la escritura y es una manera genial de aprender, porque creo que cada duda que tengo es un aprendizaje nuevo. De mi reflexión de hoy deduzco, que cuando se escribe una novela no vale la pena narrar lo obvio, sino lo diferente. Así que sin perder tiempo voy a definir ya a mi protagonista, que por cierto, aún no tiene nombre.

8/7/09

Echando ancla

“Mi vida está junto a ti”, es el viento de los días sobre las velas izadas quien me lo dice. Con tu presencia rellené la carencia de mi viaje, que no fue otra cosa que un constante flotar a la deriva, con continuos y salvajes naufragios. Y ahora que ya me veo mayor, he arribado al puerto de tu amor, final de mi singladura, un puerto que es a la vez la más dulce de las prisiones para una marinera que ha ahogado su corazón en el más profundo de los oéanos. Acostumbrada al vaivén de la vida pensé que nunca caería en tus redes, unas redes tejidas de esperanza, cariño y futuro, unas redes, que con mis manos duplicadas, he asido porque ese ha sido mi deseo, ser pescada por ti.

Si ese inescrutable designio no se hubiera concentrado en nosotras, te hubiera seguido buscando hasta el abismo de los tiempos, allá, donde los cuatro vientos gritan tu nombre.

7/7/09

Cuestionándome

A ver, en un papel DinA3 enganchado a un par de hojas más, casi una sábana, intento construir la línea de la que será mi novela. Voy a intentar que contenga la mayoría de información, agrupada en saltos cualitativos, que supongo, después, me den por división natural los capítulos.

Aquí, en el mundo novelil, se les llama “saltos cualitativos”, en el teatral, conflictos. Si no estoy confundida, creo que no son más que las acciones-reacciones que hacen avanzar la trama.

Creo que una cosa tengo claro: en teatro, cuando se monta una escenografía, no se pone sobre el escenario nada que no sea necesario, sólo por decoración. Supongo que eso debe pasar con los “datos” en la novela: todo lo que se explica tiene que ser relevante, es decir, debe ir a favor de lo que estamos explicando, no ser un puro dato más.

Por esto pienso mucho antes de iniciarme con la primera letra, que creo que empieza a luchar dentro de mí, por salir a la superficie. Pero aún la quiero más madura, más segura de por cual camino ir. No quiero pasarme el rato dudando y releyendo y corrigiendo. Eso impediría un buen proceso creativo.

Si tomo como analogía, la más cercana a este blog, quiero que mi novela sea un ir abriendo puertas por parte quien lee. Que una puerta conduzca a otra hasta llegar definitivamente a la habitación final. Supongo que para ello debo despertar mi curiosidad por cosas en las que antes no habría reparado. Buscar información, cercana por supuesto, y aplicarla a mi novela.

Comentaba alguien que había elegido un personaje demasiado alejado de mí y que quizá era mejor empezar con uno más cercano. Mi idea era hacer una miscelánea entre varias personas que conozco, por supuesto, estando incluida yo. Al elegir el personaje sobre el que quería hablar, me descarté en seguida y descarté a todos aquellos que me eran cercanos. No quiero escribir sobre mí. No me gustaría ese tipo de escritura. Necesito recrear un personaje, como cuando me pongo en la piel de alguno que debo interpretar. Entonces funciono al revés, con las palabras del guión, construyo el personaje, su forma de hablar, de moverse, de pensar, todo me viene dado por el texto. Ahora debo hacer al revés. Debo tener claro al personaje y a partir de conocerlo, buscar situaciones para mostrarlo.

Supongo que soy precavida. No quiero empezar a trabajar y bloquearme a la cuarta página, o puede que a la décima, si tengo algo más de suerte. Para ello me estoy cuestionando un montón de cosas con anterioridad, así reduciré un poco las dudas que congelen mi creación. En realidad, soy así, lo hago con todo. Me planteo siempre por donde ir y allá que voy. No iba a ser distinta ahora por hacer algo nuevo.

6/7/09

Sigo

Tuve que dejarlo. El día tiene unas horas limitadas y hay veces que no se tiene tiempo por mucho que se sea muy, pero que muy organizada, que este es mi caso. Pero abandonarlo durante una temporada, no quiere decir que lo abandone para siempre o que me haya cansado. Continúo estudiando y paralelamente intentando dibujar cómics. Es algo que me gusta y con lo que disfruto. Mi vida funciona por prioridades, al tener a mi alrededor la posibilidad de hacer tantas cosas que me gustan, tengo que irlas priorizando. Hay algunas, que son tan prioritarias, como la lectura, que nunca pasan a segundo lugar, a pesar de que por ejemplo, ahora, como estoy con el asunto novela, estoy leyendo menos. Mis horas libres las tengo encasilladas en un horario, así le dedico tanto tiempo a leer, este otro a escribir, o dibujar, o ir a pescar, o ir al teatro, ver pelis, cine, conferencias, o coser, o cocinar o hacer deporte o… cualquier cosa que me apetezca. No soy persona a la que le guste perder el tiempo, es más, nunca lo pierdo, creo. Porque si estoy sin hacer nada mi cabeza ya está creando algún texto o analizando algo de lo que leí o… vete a saber, soñando, que también le gusta hacerlo.


El caso es que ahora estoy aprendiendo a dibujar animales. Siguen siendo ejercicios del libro que me pasaron, aún me siento encorsetada para hacer los míos propios. Lo que sí que puedo decir es que me cuesta mucho menos dibujar. Cuando digo “mucho menos” es que es muchísimo menos. Ahora casi no utilizo la goma. Estoy contenta de descubrir que avanzo.

5/7/09

Domingo

No hay nada que me guste más que despertar temprano un domingo y en el silencio de la ciudad, hacer música con las teclas de mi ordenador. Así, como ahora, sentada sin haber desayunado, bebiendo agua para quitar el sueño del cuerpo y saltando de un blog a otro. No entro en los habituales, no, eso lo hago sistemáticamente entre la semana. Entro en alguno que sé que tiene una lista linkada y voy picoteando de aquí para allá, de un blog a otro, sin destino. Paso por muchos lugares desconocidos y leo y leo y no comento. Comentar sería como allanar la morada, y prefiero pasearme cual fantasma lector. Descubro blogs en los que estuve otro domingo, o blogs que son cercanos y desconocía. Descubro inquietudes lejanas a mí. El paseo se alarga cada domingo. Por mi mente ordenada, quiero seguir algún tipo de orden, pero es imposible, porque la blogosfera crece en todas las direcciones y cada uno de sus latidos te puede llevar a la otra punta de su universo.

4/7/09

Me sucedió una vez

Las palabras me impulsaban a traicionar mi pensamiento que se había puesto de manifiesto nada más empezar la discusión. A la sazón ni siquiera me pasó por la cabeza callar y empezar a escuchar a las otras personas. Mientras me oía desde fuera, una dispersión rala fue apoderándose de mis sensaciones, era como si no me pertenecieran. Concentré todas mis fuerzas para aderezar mis ideas a lo que estaba hablando, pero la palabra podía más que yo. Obcecada en la ingente pérdida de voluntad y control que estaba sufriendo sobre lo que decía, empecé a respirar y contrarespirar de manera que el ataque de angustia era inminente. Era consciente de que semejante impudicia lingüística iba a marcar mi futuro. Notaba ya el gesto de fastidio en la gente que me escuchaba e intentaba interrumpirme sin conseguirlo. Las palabras habían tomado el mando de mi ser e impedían con su tono cualquier interrupción. Con nada de certeza, acusaba, atacaba, defendía unos ideales que no me pertenecían, dirimiendo con cada voz mi personalidad de mi persona. De manera impropia cuando mis palabras tuvieron bastante, se callaron y me retiraron hasta lo más profundo de lo deleznable. ¿Cómo iba a convencer, ahora, que no era yo, si no ellas las que hablaban?

3/7/09

¡Prohibido!

Aprieto los dientes para no empezar a cagarme en todo y a blasfemar (aunque yo no blasfemo nunca, creo que esta vez lo haría). Me hierve la sangre y se me retuercen las entrañas de tensión. Aunque no quiero que aflore fuera de mí lo que estoy sintiendo, e intento controlar mi cabreo, se me escapa un pequeño gruñido que al tomar conciencia de él convierto en un soplido.

Y como si tuviera antenas, rauda y veloz, acude la Mosca Estremecida volando y se posa sobre la mesa del comedor. Aparece secándose las manos con un trocito de papel de cocina. Hoy me ha relegado de mis tareas porque dice que va a hacer ella la comida. Hace más de una hora que la oigo trajinar por la cocina. Esta nueva ocupación se debe a que el otro día me preguntó que qué era el Imagenio y se lo mostré. Le enseñé a manejarlo y a cambiar de canales.

–¿Cuáles son tus preferidos? –me preguntó con curiosidad.

–La Fox y el Canal Huevo.

–¿Canal Huevo? –se extrañó del nombre.

–Sí, mira –y le cambié el canal para que lo viera–. En realidad se llama Canal Cocina, pero como tiene por logo un huevo frito, le llamo Canal Huevo.

Ella nunca ve la tele. Cuando me siento a verla, se va al despacho y se pone a navegar por Internet, a escribir en su moleskine o a leer alguno de mis libros; prefiero eso que perder el tiempo, dice, que las moscas tenemos menos. En el Canal Huevo, estaban dando el programa de Jaime Oliver y se quedó prendada del cocinero inglés. No ha tardado ni dos días en adueñarse de mi cocina. Ya veremos en qué acaba todo esto.

–¿Qué pasa?¿Por qué gruñes? ¿Por qué suspiras?

Ay, con lo bien que estaba yo solita viendo la televisión.

–No, si yo no…

–Venga, que te he oído. ¿Qué pasa? –dice clocándose sobre mi hombro y dándome unas palmaditas con su pata–. ¿Por qué te has indignado? No me mientas que sé que estás indignada, ya nos vamos conociendo.

Vuelve a volar a la mesa y se sienta sobre el portátil, cruzando una pata sobre la otra y cogiéndose la rodilla con ambas cuatro manos. Verla así de condescendiente me enrabia aún más.

–Es que ahora, resulta que multan si te bañas en el mar cuando hay bandera roja, en Valencia –le exploto levantándome para pasear porque para mi cabreo y yo no hay suficiente espacio en el sofá–. ¡Todo! Todo está prohibido.

–Elemental –me dice mientras inicia el vuelo y se va a la cocina.

Me quedo con dos palmos de narices: ¿ya ha acabado la discusión? Cuando reacciono me dirijo hacia la cocina, pongo la mano sobre el mármol con un golpe y le pregunto.

–¿Elemental? ¿Sólo elemental?

–Pues sí. A parte de ser una manera de agenciarse más dinero Es una manera de teneros más controlados.

–Ya, pero nadie se revela contra ello.

–Claro, porque lo que hace tanto control sobre el peligro es crear una sociedad protegida, por ende, más infantil y cómo más infantil sea menos problemas causa, ¿entiendes?

–Claro que entiendo, por esto estoy así de rabiosa. Me he criado al lado del mar y me he bañado cuando yo creía conveniente. No había socorristas, ni banderas, ni tonterías de estas. Cada uno sabía cuando se podía meter o no.

–En vez de enrabiarte tanto, coge una pancarta, reúne a cuantas personas opinen como tú e iros a quejar a las autoridades.

Me quedo mirándola en silencio.

–¿Callas? Mucha queja, mucha rabia y poca acción –dice mientras trocea la zanahoria con mucha fuerza. Anda, déjate de tontas rabietas y ve poniendo la mesa.

Me he mordido los labios y he hecho lo que me ha pedido, quiero pasar el día en paz.

La espero sentada con la mesa puesta. Hace su aparición, cazuela en mano, entonando cuatro chan-chan-chanes. Levanto la tapa y veo todo de trocitos de todo, cortado pequeñito, pequeñito. Me la miro con cara de sorpresa; ¿qué tipo de comida es esa?

–Así, cada una come lo que le gusta –me dice con dignidad–. Sírvete tú primero.

Así lo hago, con una cuchara empiezo a comer ese mosaico de alimentos que por el tamaño me recuerda a esas piedrecitas de colores que se ponen en los ceniceros para evitar los olores.

–Por cierto –añade–, no has pensado que con tanta prohibición, tanta protección, tanto “evitemos el peligro”, ¿os estáis cargando vuestra selección natural?

–Calla y come, que la tuya la voy a aumentar poniendo aquí un aparato de esos que fríen moscas. ¡Fishhht! –hago la onomatopeya acompañada de un gesto.

–¡Qué desagradable que eres cuando estás de mal humor! –dice cogiendo su plato y yéndose a comer delante del ordenador.

Antes de cerrar la puerta de un portazo me grita:

–Aceptaré tus disculpas cuando me las pidas.
¡Pam!

La odio, la odio, la odio.


NOTA: ;)

2/7/09

El primer paso

Sabiendo que la primera frase de la novela no es definitiva hasta que toda ella está escrita, no sé cómo empezar. Sé que las primeras páginas son decisivas para enganchar al lector y saber eso es algo que me bloquea. Hablando con la gente me dice que me lance, que me olvide de toda esta teoría de la que me estoy empapando y que suelte mis dedos encima del teclado. Pero no puedo. Me siento como en un abismo. Necesito muletas para circular por ese texto que será mucho más grande de lo que me creo capaz de abarcar y que aún me es desconocido. Si comparo con lo que estoy escribiendo ahora, ¿por qué no voy a ser capaz de hacerlo? Si mis dedos corren veloces por las teclas intentando que no se me escape ninguno de mis pensamientos. Eso es escribir, ¿no?

Desde la primera línea de mi novela debo empezar a crear ya la atmósfera que necesito para mostrar a mi personaje. Pero esa atmósfera aún es una leve sensación en mí. ¿Cuándo debo empezar a tomar decisiones? Tengo claro que si la decisión no es correcta, cojo otro camino y ya está. No hay error irreparable, creo. Pero lo mismo, el error, la equivocación acaban con mi tesón y, ¿es eso lo que me da miedo?

El motivo por el que he decidido escribir todos mis pensamientos del proceso de escritura de mi novela, es para separar a la escritora crítica de la escritora creativa, pues cuando empiece con ella, voy a pasar los primeros meses escribiendo, sin juzgarme, sin dar un paso para adelante y tres pasos para atrás. Por esto las Dinteladas deben contener todas mis dudas, todos mis miedos, todos mis conocimientos sobre el tema y así, poco a poco, poder tejer mi texto.

Ahora me viene a la mente Miguel de Cervantes, que empezó a escribir El Quijote porque quería burlarse de los libros de caballerías, pero al llegar al séptimo capítulo, su personaje se había hecho tan grande que era él mismo el que se escribía. Y a partir de entonces, toda su escritura estaba a merced del personaje. Es por este motivo que hay gente que opina que el escritor no escribe una novela, es la propia novela la que se escribe a sí misma. Incluso hay quien considera al escritor como el partero. Esta sensación la he experimentado más de una vez con alguno de mis textos, pero no en todos. Creo que será una sensación que me servirá para baremar mi trabajo.

Mi historia es de lo más normal, no es original y seguro que hay un montón de escritores que ya la han utilizado en alguno de sus libros, eso lo tengo claro. Ahora bien, lo que la va a hacer peculiar es mi mirada, mi forma de ver, mi forma de estirar los hilos para crear una trama singular. Ello conducirá a que mi novela tenga un tratamiento particular del tema elegido. Eso quiere decir que ahora mismo debo ponerme a definir bien el tema.