19/9/19

Nunca es tarde


Ahora me siento muerta; solo por los momentos en los que aparece la angustia y no me deja respirar y convierte el silente llanto en gemidos profundos, tensando en su temblor, del estómago hasta la agarrotada garganta, seca y resquebrajada a fuerza de digerir el punzante dolor, solo por estos momentos sé que no estoy muerta.

Una frase me martillea la cabeza, “también esto pasará”; pero pasa un día y otro y otro y se van sucediendo impasibles hasta formar un año. “También esto pasará; se ha convertido en un mantra, en una tabla de náufrago, en mi único deseo. Y si este dolor no pasa, nunca es tarde.

18/9/19

De pensamientos u otros menesteres


Llevo todo el día pensando en el Peine del Viento, una escultura de Chillida que me quedé sin ver cuando estuve de visita en San Sebastián porque la estaban rehabilitando. No sé por qué me acuerdo de ella precisamente hoy.

El caso, es que esta mañana temprano mientras leía un libro me ha aparecido de sopetón la imagen en mi mente. Por supuesto, ahí se ha quedado todo el día. Tanto es así que hoy es imposible que escriba sobre otra cosa pues la visualizo en todas partes.

La idea de peinar el viento me encanta, la encuentro muy poética. Tanto es así que me ha hecho recordar la danza característica de Isadora Duncan, una bailarina perseverante en su estilo de danza e investigadora de nuevos movimientos, precursora de la danza contemporánea.

A veces, mi mente hace conexiones de las que desconozco su procedencia.

A lo que iba, no tengo ni idea de porqué este monográfico mental, eso sí: quiero ver el Peine del Viento, tengo esa espinita clavada.

17/9/19

Así es maravilloso empezar el día


Esta mañana me ha despertado con un beso y me ha dicho:

Te he preparado el desayuno, no te levantes que te lo traigo a la cama.

Sorprendida, yo, por tanta atención, me he sentado en la cama y he arreglado bien las sábanas para que pudiera poner sobre ellas la mesita con patas  que me permite desayunar cómodamente.

No ha tardado en volver con un zumo, dos tostadas ya untadas con mantequilla y mermelada de kiwi, una tacita de arándanos y un buen té verde japonés.

Infusionado dos minutos, como a ti te gusta.

Es que me conoce perfectamente. Se ha sentado a mi lado e iba leyéndome el diario mientras yo estaba desayunando. Me iba comentando las noticias que más le llamaban la atención.

Me ha parecido enternecedora la escena. Ella siempre ha tenido estos detalles.
Cuando he acabado de desayunar, ha doblado el diario, lo ha dejado sobre la cama al levantarse y me ha retirado la bandeja mesita, no sin antes juntar sus labios sobre los míos.

Descansa un poco antes de levantarte, el desayuno sienta mejor.
La he oído trajinar en la cocina mientras que estaba recostada con los ojos entornados. Qué sonidos tan familiares, la loza bajo el agua, chocando con la pila, ella canturreando feliz…

He mirado el reloj. Si no me levantaba y me duchaba rápido iba a perder el tren.

Cuando he ido a la cocina, he visto que no estaba; he caído en la cuenta que hace ya seis años que no estamos juntas.

16/9/19

El olivo


Me he comprado un olivo. No necesito para nada un olivo, pero aquí lo tengo, a mi lado, encima de la mesa del comedor. En casa no puede quedarse porque necesita mucha claridad cosa que solo ocurre por las tardes cuando el sol entra por la ventana del salón. Así que no me queda otra que llevarlo al lugar de trabajo y dejarlo en el hall.

Realmente no sé por qué he tenido que comprarlo. Pero ahora ya es tarde. Pensaba que sería un buen regalo para mi pareja, pero ahora no tengo pareja. A la de antes le hubiera gustado, estoy segura. Lo mismo en un tiempo simultaneo seguimos siendo pareja. Si es así debo descubrir cómo enviárselo a este tiempo paralelo. O lo mismo, las dos dinteles han comprado en sendos tiempos un olivo, en el tiempo paralelo se lo he regalado a mi pareja, mi ex en este tiempo, y en este no sé qué hacer con él. Lo mismo me ha ocurrido como a los gemelos, que sienten y actúan igual estando separados.

Mejor me deshago del dichoso olivo. Lo dejo en el contenedor de basura orgánica y si te he visto no me acuerdo.

No sé por qué me engaño: eso no lo voy a hacer; lo cambio de tiesto y de aquí unos años recogeré sus olivas y las maceraré. Es de suponer que por entonces ya se haya descubierto cómo mandarlas a un tiempo paralelo para que se las coma mi pareja allí, que sé que le gustan mucho.

Dejo de escribir. Debo llamar a mi terapeuta urgentemente. Ustedes lo entenderán.

13/9/19

Cremallerismo


Metro cincuenta y ocho, eso es lo que mido. Desde hace un montón. Recuerdo que en el cole de monjas, en primero y en segundo, en clase de gimnasia nos ponían en fila de menor a mayor altura para hacer el calentamiento; lo hacíamos haciendo pasos en fila, más rápido o más lento según nos tocaba la maestra al piano, una monja ya anciana que parecía simpática pero no lo era. A mí, nueva en el colegio, me daba un miedo terrible. Además, como no entendía el francés, acababa de llegar a esa escuela, no entendía sus órdenes, por lo que con mucha inseguridad me esforzaba en hacer todo lo que hacían las demás. Pues en esa fila yo estaba de las últimas, es decir, era de las altas de clase. Pero tuve esa suerte que tienen las mujeres, que cuando les viene la regla, normalmente dejan de crecer y a final de séptimo principio de octavo, ahí me quedé, en metro cincuenta y ocho.

Con esa altura no he tenido dificultades para nada, excepto para vestir. Vestido largo y abrigos me quedan fatal. Lo del vestido largo no me importa. No llevo nunca. Pero lo de los abrigos, sí. Me gustan los abrigos, sobre todo cómo quedan a la gente alta. Cuando me los pongo yo parezco una seta. Pero mi verdadera dificultad son las cremalleras de mis chaquetas. Resulta que para que quepa mi “envergadura” metaforeemoslo así, la chaqueta me queda algo larga y cuando quiero subir la cremallera debo subir la chaqueta por lo que la dichosa cremallera, gran invento donde los haya, no está recta y resulta imposible subirla. Entonces se me puede ver un baile histriónico alrededor de mí tipo abejaruco en cortejo nupcial intentando estirar los brazos todo lo que puedo para que la cremallera pueda estar recta.

Por lo qué: pido, solicito y suplico que ya que ha avanzado tanto la tecnología se creen cremalleras con mando a distancia para poder evitar este problema, que seguro que hay mucha gente que lo padece. Lo que ocurre es que lo llevamos discretamente. Pero puedo jurar que he visto gente bailando ese histriónico baile más de una vez en invierno a la salida de los locales.

12/9/19

Nellie Bly


Autora: Ana Llurba

Me apasiona leer biografías de mujeres. Ya he leído demasiadas historias sobre hombres y no es que si no cae una buena biografía sobre un hombre no la vaya a leer. Por supuesto que no; soy lectora y leo casi todo lo que cae en mis manos, pero disfruto mucho más si el libro está escrito por una mujer o si es explica la vida de mujeres.

No había oído hablar de Nellie Bly antes de leerme su biografía. Lo que me interesó al ver la portada fue lo que estaba escrito debajo del nombre de ella: “la intrépida reportera que dio origen al periodismo de investigación”. Y me lancé como una bala a leerlo. Tanto es así, que me lo acabé en ese día. Cuando un libro me interesa dedico todo mi tiempo libre a él. Debo decir, que estas biografías de mujeres que está editando RBA, son de lectura fácil; la letra del libro es grande y la construcción de las frases no tiene demasiada complejidad.
Me apasionó la pasión con la que estaba escrito. Me apasionó la manera de vivir de la propia Nellie. Pensemos que son mujeres muy avanzadas para su época, que rompieron la barrera del matrimonio y la pertenencia al hombre y que lucharon por tener un trabajo que les diera independencia económica. Sin sus pasos, la mujer no tendría el estatus que tiene ahora, que sigue sin ser el mismo del hombre. Pienso que es deber nuestro seguir dando pasos hasta adquirir esa igualdad, hasta ahora hipotética, que dicen que tenemos pero que sabemos que no.

Nellie Bly tiene una vida muy interesante, muy alejada de mi vida a la que tacho de normal y absolutamente aburrida. Quizá esa intrepidez de Nellie es lo que me gustaría tener a mí. ¿Estaré empezando a pisar un trampolín de cambio de vida? Debo hablar con mi terapeuta.

Ah, por cierto. Leedlo si tenéis ocasión.

PS: La ocasión se busca.

11/9/19

Redescubriendo


Llueve. No para de llover desde hace tres días. Estoy monásticamente esos mismos días mirando por la ventana. El sonido de la lluvia, de noche, arrulla. De día, emboba y adormece. La lectura se vuelve melancólica; la escritura, también. Entre frases, ahora que estoy escribiendo, paro y miro por el balcón, hacia fuera, como cae la lluvia, como no circula nadie por la calle. El cielo gris continuo. Dejo vagar el pensamiento, a ver si se posa sobre un buen tema para escribir y me conduce a una palabra que leí ayer y de la que no conozco el significado: albedo (una cuantidad de porcentaje de radiación que incide sobre una superficie). Es una maravilla teclear la palabra y obtener tan rápido su significado, sin tener que moverte de la silla ni del teclado. Me sigue alucinando que esto pueda ocurrir. La lectura de ayer trataba sobre lo analfabetos científicos que somos. Nos movemos entre tecnología y no sabemos para nada cómo funciona y, según el texto, ni nos importa. Eso nos convierte, como he dicho, en unos analfabetos científicos a los que se les puede engañar sin miedo a que descubramos ese engaño. Esto está pasando con el tema del cambio climático: ¿a quién hacer caso?

Parece que ha disminuido la lluvia, empiezo a ver persona, pocas, circulando sin paraguas por la calle. Los charcos ya no se chivan de la lluvia, su superficie permanece quieta y cristalina. También se ve algún transeúnte debajo de su paraguas, seguro que va tan metido en sus pensamientos que aún no se ha dado cuenta de que ha dejado de llover. El cielo se ha deshilachado y pueden verse en tonos gris más fuerte nubes cargadas de lluvia sobre un fondo gris claro mucho más luminoso. El viento mece tres altas palmeras al otro lado de la plaza y cuando las miro me siento acunada.

Redescubro mi infancia en los elementos. Soy extrañamente feliz.

10/9/19

Lo llevo dentro


Un día gris. Esta vez ha llegado septiembre y ha traído chubascos y lluvias; hasta un par de tornados. Por suerte y por extraño que parezca, aún no me ha pillado ninguno en la calle, de chaparrón, me refiero (aún no tengo síndrome de Doroty).

Ayer me avisaron: “A partir de las ocho de la tarde llueve” y eso hicimos, nos retiramos cada una a su morada. Y así, pude llevar a cabo mi acostumbrado, “buenas noches, sol”. En uno de los cómics que leí hace un tiempo, salía: dos personas tristes que desde el balcón despedían cada tarde noche al sol. Yo que me sentía así, la soledad a veces puede llegar a ser muy dura, tomé la costumbre de sentarme en mi pequeño balcón y esperar a que el sol desapareciera del trocito de cielo que me toca, deseándole cada final de jornada, buenas noches. Continúo haciéndolo cada vez que coincido en casa a esa hora.

 Llovió mucho más tarde, pero ni le presté atención. Estaba viendo los últimos capítulos de la temporada 7 de Orange is the new black. Me llevé una sorpresa al descubrir que en los tres últimos capítulos de la temporada empezaban a cerrar historias. Eso quería decir que se acababa la serie. Y así ha sido.
A la una y cuarenta y algo de la madrugada veía el último capítulo de la serie. Una vez en la cama, dispuesta a dormir, no pude. En mi cabeza daban vueltas todas esas mujeres y sus historias. Algunas acaban bien y algunas acaban mal y muchas, cuya situación podría decirse que no acaba bien, nos proporcionan un final aceptable y sonriente. La historia de la protagonista, Piper, una historia de amor donde las haya, ha calado bien fuerte dentro de mí: ese tipo de amor que supera todas las dificultades es el que quiero vivir yo.  Esto lo he descubierto esta mañana, cuando me he despertado y lo primero que he pensado ha sido en ellas.

Ahora vuelvo a estar huérfana de serie. Llevo el vacío que deja el finalizar una que te ha llenado y aportado un millón de ideas y sensaciones nuevas. Una serie con la que has reído, llorado y te has enfadado. Soy consciente de que no es una gran serie, y sé perfectamente por qué me gusta: es la historia de mujeres, me encantan las novelas, películas y series de personajes femeninos y me hace replantear mi propia vida.

Así que no me queda más que decir: “Buenas noches, Piper y Alex”.