28/12/20

El ciclo del dolor

Perdona si no consigo arrancar de mis palabras este tono punzante cuando hablo de ti. La maledicencia se ha instalado en lo más hondo de mi garganta desde que no estás conmigo. Vivo perdida en un maridado de recuerdos que, su único fin, es anestesiarme el dolor que siento, dolor que ha impregnado mi vida y mis actos.

Es locura seguir amándote si no te tengo y, masoquismo, pasar los días guardándote un espacio a mi lado en la cama. El tiempo quiere atemperar este vacío doloroso que me acompaña, pero sus caricias no han hallado cabida en mi desasosiego. No permito que nadie quiera borrar tu recuerdo.

Sé que a veces, sobre todo cuando hablamos, me comporto con afectada inmadurez, con una especie de alegre desdén que no pretende otra cosa que ocultarte lo que estoy sufriendo, los jirones en los que he convertido a mi persona, noche tras noche, llorando por ti, teniendo la absoluta consciencia de que te he perdido para siempre.

Te veo, te veo y te miro sin que te des cuenta. Busco, con mi inagotable inventiva, cualquier momento para coincidir. Y tú me giras la cara, no me saludas y oigo como mi corazón tintinea y chirría porque se le ha hecho bola el amor. Traviesa egolatría la mía que hace ver que no le importas y que no vive por estar pendiente de ti a cada instante.

Tú no te percatas de mi evidente incapacidad para negarte algo. Pero a cada vez que se cruzan nuestras miradas, se borra una parte de mí, y, cada vez que desaparezco un poco, me siento más cerca de expiar el haberte perdido.

Vivo en la nítida narrativa secuencial de no aceptar que te he perdido.

24/12/20

¿Aún quedan cosas por decirnos?

Más que nunca, tenemos necesidad de hablar de nosotras. De deshilar el pasado para ver en qué nos equivocamos. Ya no reflejamos nuestra culpa en la otra, hablamos desde la tranquilidad que otorga saber que todo está perdido; que cada una tomó su camino con la lucidez que el dolor nos quiso permitir. Ya no hay vuelta atrás en los actos. Solo nos queda recordar lo felices que fuimos juntas y vivir esta mentira que estamos viviendo.

¿Qué la vida continua? No es cierto, se paró tras el portazo. Que no es lo mismo vivir que existir, lo siento. Y con el paso de los días, la esperanza, que en un principio era ávida e infantil, se mustia en mis entrañas y queda colgada y seca, de esa costilla, que no es la de Adán, sino la que tu acariciabas.

Porque hablar de nosotras es volver a estar juntas, es revivir el roce de nuestros cuerpos, tu olor, mi olor, el despertarnos una al lado de otra cada mañana, vivir entre besos y carcajadas, ducharnos piel a piel, dejando que el agua jaleara nuestro amor. Porque hablar de nosotras es olvidarnos de nuestras vidas y buscar un agujero negro en el universo e imaginarnos que, es allí, donde vive nuestro amor.

Lo peor, es que ahora nos toca hablar en pasado, porque nos cargamos el futuro hace tiempo y se vive este presente como un infinito vacío.

22/12/20

Escuchame

Te propongo un reto: mírame a los ojos y si en el fluir de tu mirada, no se te escapa el amor, me acercaré a ti poco a poco, te besaré en los labios, daré media vuelta y desapareceré de tu vida, sellando con ese beso mi definitivo adiós.

Y nunca sabrás, que moriré pensando en mi existencia como un fracaso, pues no he sabido mantenerte a mi lado y que habré muerto, aterrada por el miedo al no tenerte.

Y habré vivido con el corazón maquillado, para que nadie viera las ojeras de mi alma, de tantas noches de insomnio repitiendo tu nombre, mi mantra, hasta que el sol desgarre de nuevo mi esperanza y, en secreto silencio se despedace la imagen que de ti recuerdo.

Pero, si en esa última mirada, me noto, por ti, acariciada, cojámonos de la mano y saltemos a una nueva órbita, para amarnos y querernos, como solo tú y yo sabemos.

15/12/20

Facsímil

Cuando creí que ya lo había superado, que ya había conseguido levantarme y empezar a andar de nuevo, aparece ese jersey, tan tuyo, tan nuestro y me invade tu olor; y se me agarra el recuerdo a la cintura y en un momento despierta todo aquello que pensé había matado el tiempo y he descubierto dormido.

Y si de una película se tratase, me rompería los nudillos dando un puñetazo a la pared y acabaría sentada sobre las baldosas del suelo del baño, llorando entre mocos, hipadas y rabias; pero el dolor no me hace perder la cabeza hasta este extremo y me pongo a bailar porque no hay nada más deprimente que bailar con los pasos del pasado. Bailar un baile que ya fue bailado en pareja y que ahora, en soledad, suena casposo y estropeado, mustio y algo arrugado.

Vivo en la Zona Fantasma de cristal, viajando a la velocidad luz en un espacio interestelar perdido entre dos partículas subatómicas, lo que comúnmente se dice: sigo enamorada de ti.

13/12/20

Hablar contigo de nuevo

Cuando hablamos, se me hace mucho más notorio que te añoro y que añoro tu cuerpo. Que, en este, nuestro eterno juego, ya he perdido. Como reza la canción, ganaste al perderme y yo perdí al perderte. Pero, ¿qué escribo?: hemos perdido las dos, tanto, que ya ni nos reconocemos.

Sigo agarrada al madero que me sostuvo durante nuestro naufragio y, cuando estoy a tu lado, mis pies vuelven a tocar tierra y parece que nunca hubiéramos quemado nuestro barco. Pero, a la que te vas, sigo aterida agarrada a ese tablón que ahora es balsa y salvamento.

Me ayudas desde el desconocimiento de ello. No sabes que eres mi único salvavidas, que solo tu calor puede devolverme el color, la vida y la sonrisa.

No puedo creer que lo nuestro fuera un cuento más, de esos que acaban mal, que el olvido entierra en el tiempo. ¿El olvido? Yo no he podido olvidarte, ni tú tampoco a mí. Te necesito cerca para poder dejar ese tarugo que me mantiene a flote. Te necesito porque no quiero pensar al morir, que la vida solo me ha servido para mantenerme a flote. Te necesito porque eres la única que sabe leerme entre líneas y es a través de ti que me entiendo yo.

No me hagas caso. Son los espejismos que crean los escombros flotantes del pasado los que me hacen hablar así.

9/12/20

Tu opinión, en tu bolsillo

Si no has estado donde estoy yo, no puedes opinar. Sígueme.

Ven a mi lado y contempla el inmenso vacío que tengo ante mí. Calla, solo contempla. El pensamiento se te llenará de angustia y la sangre cristalizará en tu alma. ¿Sientes esos pinchazos que preceden a la muerte, esa muerte en vida que es haber aniquilado el amor? ¿Ves cómo se distorsiona el tiempo desde aquí? Un día, dos, cuatrocientos y la oscuridad instalada en los itersticios del pensamiento. ¿Cómo se puede vivir así? ¿Cómo se puede morir así? Aquí el aire es espeso, ¿puedes respirar? Cuesta. Está lleno de errores y equivocaciones que se encadenan y fraccionan el oxígeno que entra en los pulmones, y te oprimen la angustia y el remordimiento. Aquí dentro no existen los sueños. El espejismo es su propio espejismo, paradoja del espejo dentro del espejo. No duermes, ¿notas el cansancio en los párpados? Es la pena que se columpia en tus lágrimas hasta que las trenza y las convierte en sal, que aja y corroe todo aquello que toca. ¿Ves cómo las manos se han olvidado de acariciar? Y con el olvido, el entumecimiento del gesto; y con lo estático, una estatua glacial. Y tintinea en mis labios un último aliento: Perdóname tú, porque yo no puedo: te dejé marchar.

8/12/20

Ancladas entre el tiempo

Pensé que nunca más volvería a beber tus lágrimas. Que todo había acabado. Que eras feliz lejos de mí y que yo también lo era o, al menos, eso hacía creer a mi alrededor defendiendo una vida monacal en soledad.

Pensé que nunca volveríamos a reír juntas, a burlarnos del mundo, de nosotras y de nuestras desgracias. Pensé que no volveríamos a mirarnos a los ojos sin necesidad de decir nada porque ya todo lo dijimos para siempre.

Pensé que mis ratoncillos nunca más se activarían porque ya no volvería a estar a tu lado, ese lado que me hace sentir tu calor.

No sé lo que quiero. Estoy hecha un lío. Ni puedo pensar en lo que necesito, por si en ello no estás tú.

Todo el dolor y el tiempo de separación desaparecen cuando se cruzan nuestras miradas. Me siento todo un desastre, no soy capaz de superarte; y lo sabes, sabes que te continúo amando como siempre, que no sé vivir ni sobrevivir.

Escucho música que desgarra mi corazón porque es la única manera de sentirme viva. Habito en mí, pero no soy mi hogar, porque mi hogar estaba en tu corazón.

Es maravilloso haberte recuperado por unos minutos y haberme perdido de nuevo en la inmensidad del dolor. Me siento más viva que nunca reiterando que te he perdido.

7/12/20

Decisión de vida

Es cuando me pierdo en tus azules que me siento viva, cuando el corazón late al ritmo del amor y siento que estoy llena de vida y que la vida está llena de mí.

Pero mi castigo es vivir sin tu mirada, sin beber de tus palabras, ni amparame en tu calor. Observo los amores de otros y suspiro y prefiero dormir. Durmiendo, puedo volver a pasear a tu lado con la sensación de que soy universo y de que todo está bien.

El dolor nunca viene de cara, es algo cíclico que te va dando cuando menos te lo esperas. Te cambia de manera que ya ni te reconoces. No confías en ti misma porque te da igual vivir o morir.

La idea de no tenerte en mi vida, es tan dolorosa, que no puedo vivir. Y, te prometo, que he intentado superar esta pena. He intentado perderme en otros colores y no consigo que tu recuerdo me traiga paz. No consigo apaciguar la aflicción que me causa el haberte separado.

Fue decisión de vida vivir sin ti, no sabía que con ello agonizaría.

26/11/20

¡Señora!

Mientras caminaba por la calle, me ha llamado una señora para darme algo que se me había caído: ¡Señora!

Lo he mirado extrañada porque no lo he reconocido. La señora ha insistido que era mío, que lo había visto caer. Yo lo negaba y ella lo afirmaba rotundamente. Me lo he guardado en un bolsillo, más que nada, para que me dejara en paz, con la idea de, a la que perdiera de vista a la señora, tirarlo en una papelera.

Caminaba con las manos en los bolsillos e iba haciendo rodar la pieza entre mis dedos para ver si la memoria táctil, por vez primera, ganaba a la visual. Nada de nada. Eso no era mío.

¡Qué errada que estaba! Cuando me he quitado el abrigo para colgarlo en el perchero de la entrada, me he dado cuenta que faltaban trozos de mí. Me he horrorizado al verme incompleta, ajada y vieja. Y es lo que tiene envejecer: el pegamento que une todos los pedazos en los que te has ido rompiendo también obedece a una obsolescencia programada.

Mejor me arranco los pedazos y los guardo en una cajita, al menos no los perderé.

25/11/20

Esto nunca será el final

Los pasos no sé si los doy para adelante o para detrás. Te siento y te veo y se me remueve el pensamiento. Pasa el tiempo, sí, y sin embargo yo lo tiento, como si hubiera sido ayer mismo nuestro último beso. Añoro besarte, tanto, que me duele el deseo. Y siento tanto tu ausencia como tu recuerdo. Y tengo ganas de decirte que te quiero, y aunque ya sé que tú no, necesito decírtelo de nuevo.

13/11/20

En bucle

No sabes, no, lo que me pasa por la mente. Te eché fuera de mi pensamiento y el tiempo se ha encargado de perdernos en distintos horizontes. Pero cerca del hipotálamo, donde se supone que nada el amor, quedó anclada una triza de tu recuerdo en espera a ser izada de nuevo al tálamo que tantas veces nos desvistió.

Piel con piel, se aviva el fuego, y las llamas ilusionan la evocación hasta parecer que estas a mi lado. Nos respiramos y nos bebemos, y yo, arrepentida, engancho triza con triza para construirte de nuevo. Quiero estar contigo. No necesito más que eso. Mientras tanto, te busco dentro de mí. No te encuentro. Caigo. Lloro. Despierto. Reinicio de nuevo el sueño.

10/11/20

¿Es el final?

Con mi traje negro de duelo, me duelo, y me siento en silencio delante de la puerta de casa, que un día fue hogar, hoy, vacío y mañana, tumba, esperando a que vuelvas conmigo. Tantos finales tuvimos que ahora no sé si fuimos y acabamos o acabamos lo que fuimos. Pero, el caso, es que pasan los días y queda el estómago lleno de ratoncillos aletargados, poco expectantes, por la incertidumbre de no saber si vuelves o vas o vienes para atravesar mi espectro.

En mi mano, tú última nota. Tocar la tinta, la hoja y la esencia que dejaste al escribirla, me quema el alma. Te tuve y no te tengo, te quise y te sigo queriendo. Ahora, mi vida es ceniza en un viejo cenicero.

Al principio, llené tu hueco con tormentas y neblinas, maremotos y escollos. ¿Qué absurdo andamiaje construí con tu ausencia? Vino el tiempo y, en un par de tic tacs, me vació de nuevo. Ahora, callo y vivo del recuerdo. Me balanceo sobre mi sombra y beso, bebo y me alimento de tu última nota, que analizo, destilo y descompongo hasta la locura, pensando si, ella, contendrá tu definitivo adiós.

9/11/20

Lo puto peor

Ir a peor cuando piensas que ya estás bien y descubrir que hace tiempo que dejaste de estarlo. Me engaño y el lodo de todo es que me creo mi propio engaño y vivo feliz. Hasta que, por ejemplo, me compro un ramo de flores que solo puedo regalar a tu ausencia. Y llego a casa. Y lo arreglo en un jarrón. Y me obligo a convivir con él hasta que no le queda ápice de vida y verlo mustio, ajado, con los tallos putrefactos en un agua putrefacta es como ver mi alma en el espejo.

La vida, señora feudal de los corazones heridos, me fustiga con su látigo de siete tiempos para que pierda el equilibrio y desespere. Me empuja a finiquitarme sobre los brazos de Baco; mientras, entre trago y trago descubro que aún no he tocado fondo, que lo que estoy tocando con mis yemas es la fina superficie de mil espejos reflejados y mil fondos donde caer.

7/11/20

Cuando te veo

 

Encarcelada en el mismo instante,

dejo que pase el tiempo.

Cicatrizó ya en su momento,

la herida que tú me causaste.

No con ello quiero culparte,

pero así es lo que yo siento;

lanzo un infinito lamento:

te fuiste y te vas,

amor errante.

Alfiletear mi cerebro

 es tu forma de vengarte

y, aunque niegues,

es bien cierto,

 que, a pesar del daño, tiemblo

 y no consigo olvidarte.

Amarte a ti es todo un arte

y me trago tu veneno,

que, a sorbos, saboreo

 desde el día en que me dejaste.

6/11/20

Acto reflejo

Respiro.

Nunca sé que es lo que vivo

El silencio me acompaña hasta el olvido.

Suspiro.

Con la oscuridad ceñida a la cintura,

a la impotencia, las moléculas constriño

y convierto circunstancias en anhidro.

Subsisto.

Para vestir santos, tu recuerdo desvisto

mientras caigo en un desconocido abismo

Aspiro.

Ya no siento tu abrigo

Inspiro.

Agria broma la de Cupido

Respiro.

Delito haberte perdido

Expiro.

Llegó lo que había temido

No existo.

No existo, tú te has ido.

5/11/20

Una vez más

 

Me rompí. 

Me rompí de nuevo, 

en mil pedazos, 

en vacíos eternos. 

En una herida constante 

que gravita en el infierno 

y quema 

y punza

y aja 

lo que ya creía un sueño.


Me rompí. 

Esparcida por el suelo, 

mis recuerdos mutilados 

contornean los deseos 

y tu ausencia, 

convertida en un duelo, 

nubla, de la esperanza, el cielo.


Sangre, 

desamor 

y entraña 

tiñen mi vida de negro.

6/6/20

Dos hermanas


Autor: David Foenkinos

Es el segundo libro que leo de este autor. El primero fue Hacia la Belleza, un libro que me encantó y me impresionó tanto por la historia por cómo está narrada.

Así, que el primer día que abrieron la librería de mi barrio, me lancé a la caza de un libro. Cuando vi este en el aparador, no lo dudé. Y no me ha decepcionado. Me gusta el estilo del autor. Me gusta cómo me conduce poco a poco a través del personaje. Me gustan sus personajes.

Cierto es que, en un momento dado, hacia la mitad del final, se vuelve previsible el desenlace, pero no me ha importado. Hay una frase que me resuena en la mente y que me impactó leerla, pero no puedo comentarla porque encierra la esencia de la historia. Sé que esta frase me resonará largo tiempo por la mente.

Esta novela, creo que se podría adaptar para hacer una película o una serie corta.

2/6/20

Ella es así


Como aquel día. Estábamos las dos sentadas en el sofá. Teníamos todo preparado. Venían a comer unas amigas mías. Susana lleva toda la mañana callada. Yo había preparado la comida a ella no le gusta cocinar y como me había dicho: “son tus amigas”. Me había estado ayudando, pero a pesar de ello, no abrió la boca. 

La había observando mientras yo cocinaba y no me pareció que estuviera de mal humor. Le pregunté que qué le pasaba y, como respuesta, recibí un no neutro. Me enervan sus mutismos, me hacen dudar.

La veía como recogía los utensilios sucios y se ponía delante de la pila, en silencio, sin hacer ningún gesto y los lavaba. Cuando no tenía nada que hacer, se sentaba en la mesa de la cocina y se abstraía hasta que descubría que yo la estaba mirando y me preguntaba:

¿Qué quieres que haga?

Nada le contestaba, hazme compañía y hablamos.

Pero, por mucho que me esforzaba no conseguía pasar del monólogo.

Cuando acabamos de cocinar, limpiar todo, y poner la mesa, nos sentamos en el sofá. Ella, en seguida puso la televisión. A mí me hubiera gustado saber qué le pasaba por la cabeza, pero era un muro infranqueable. Observaba el programa con fingido interés. Yo la miraba fijamente.

¿Qué? —me preguntó en un tono en el que se dejaba ver que algo le pasaba conmigo.

—¿Me puedes decir qué te pasa? ¿He hecho algo?

Sonó el timbre de la puerta. Habían llegado mis amigas. Apagó el televisor, pero no se movió del sofá. Fui yo la que fue a abrir la puerta. Ella las recibió cordialmente, pero no con la alegría y el desparpajo que normalmente tenía. Ya las conocía. Me había dicho, la primera vez que las vio, que le caían bien. Pero en aquel momento todo resultó extraño.

Empezamos a comer, Susana, en silencio, contestando educadamente cada vez que se dirigían a ella, pero sin intervenir en la conversación. Al principio, mis amigas no se dieron cuenta de nada. La comida iba avanzando y estaba a punto de llegar a su fin. Susana, estaba con semblante serio y con la mirada lejana. La conversación fue menguando cuando fueron descubriendo que algo pasaba y a mí me fue imposible mantener una charla jovial y desenfadada. Empezaban a dominarme los monosílabos.

Justo después de los postres se disculparon que debían marchar porque la madre de una de ellas no se encontraba bien e iban a ver si necesitaba algo.
A la que se fueron, Susana se sentó en el sofá y encendió la tele. Mientras, me dediqué a recogerlo todo y limpiarlo.

Cuando por fin, me senté a su lado, no supe qué decirle. La miré, pero su cara no reflejaba nada que pudiera darme una pista sobre lo que pasaba.
Ella es así, enmudece y corta la comunicación y son los demás los que deben descubrir qué le está pasando. Creo que se sintió observada; cerró la tele, se levantó y se fue a la habitación. La seguí. Y, tras insistir un poco, se desató la batalla.

1/6/20

Arreglando la entropía femenina


El día es caluroso, no se puede negar. Sentada en las escaleras que ascienden hacia el portal de su casa, una niña de unos diez años juega con un trozo de madera al que le ha pintado unos ojos, una boca y una especie de pantalón de peto. Es su muñeca. No es una niña pobre que carezca de muñecas; tiene un ejército de ellas sentadas en la cama vigilando su lecho.

Su imaginación es tan desbordante que necesita jugar con la muñeca que ella mismo ha construido. Aún no lo sabe, pero, en su adolescencia, descubrirá que su misión en la vida, si es que se llega a tener una misión, será cambiar las normas. La gente que pasa y la ve acariciando ese pedazo de madera, romo por todas partes, piensa que son los primeros ensayos de una futura maternidad. En la mente de la niña, nada más alejado, aparece el germen de una futura ingeniera.

En el coche que hay aparcado delante de la niña, una mujer se está acabando de maquillar haciendo uso del retrovisor. Sus gestos son rápidos y precisos, aprendidos por la repetición diaria durante mucho tiempo. Parece que llega tarde a alguna cita. Cuando ya considera la “obra” acabada, mientras coge el bolso, levanta la vista y mira a través de la ventanilla contraria. Ve a la niña jugando con la madera. Ve su sonrisa, su despreocupación, su concentración.
Sabiendo que llega tarde, se para a pensar. ¡Qué lejos le quedan esas sensaciones! De nuevo, se vuelve a mirar en el retrovisor y, en un nanosegundo, un pensamiento fugaz queda anclado en su mente.

Con una toallita, se desmaquilla rápidamente; del todo. Coge el vaso de cartón vacío, ahora, de café, que había comprado en la esquina de casa y que se había ido bebiendo por el camino, para llegar menos tarde. Saca el perfilador de labios y le dibuja dos grandes ojos y una amplia sonrisa. Desciende del coche y se sienta al lado de la niña a jugar.

La niña de diez años la acepta y la incluye como si de otra niña se tratara. Ambas se sonríen desde la complicidad del juego. Se presentan a través de sus andróicas muñecas y se entablan en una conversación, más interior que exterior, donde juran fidelidad a la causa femenina.

De repente, tras ellas, se abre la puerta del portal y aparece un vecino que baja a pasear su perro. Amo y perro pasean tristemente -más amo que perro- por la acera. La niña y la mujer, ausentes del mundo exterior expanden el suyo interior hasta interseccionarse.

La niña, futura mujer y la mujer, presente niña, hablan el mismo idioma. Hombre y perro, apenas se comunican.

Es un día caluroso, no puede negarse, pero, hoy, cambiaran muchas cosas o ¿ya han cambiado?

31/5/20

Tiempo de escritura


Salimos ya de las tinieblas que envuelven nuestro corazón. El letargo de mente y obra llega a su fin. Son nuevos tiempos. Tiempos de escritura. Lo que hoy es vivido perdurará en nosotros.

La joven padawan está preparada para cualquier enviste del Reverso Tenebroso, segura, ella, del poder de sus palabras. Después del letargo a la que ha sido sometida, siente la Fuerza más que nunca y ha aprendido a escuchar su instinto. La situación no consiguió doblegarla ni apagarla, sino limarla y prepararla para la nueva rebelión.

Obediente, escucha a su maestro. En breve, el consejo la llamará para ascenderla. Eso querrá decir que confiaran plenamente en ella y que estará en comunión con la Fuerza.

Al principio, cuando la Fuerza se empieza a sentir, las mismas palabras pueden conducirte al Lado Oscuro. Solo las almas puras y sintácticas podrán llegar a completarte como Jedi.

La joven padawan es consciente de todo esto. Su única arma es la estilográfica que heredó de su padre. Este, antes de cesar sus funciones como organismo biológico y su espíritu ascender a otro plano de existencia donde la Fuerza Cósmica permite mantener la individualidad del Jedi, se la había regalado como herencia de toda una vida de sabiduría.

La joven padawan se dispone a presentarse delante del consejo. A pesar de dominar todos los aspectos místicos de la Fuerza y sentir su estilográfica como un sable de luz, se sentía nerviosa. Los nuevos tiempos de escritura obligaban a acelerarlo todo, ¿y si no estaba preparada?

Algo en la Fuerza se perturba. Las dudas no son buenas para ningún Jedi. Resquebrajan el poder y la sabiduría, y enturbian el lado luminoso de esta. La joven padawan se dirige hacia el consejo. En cuanto entra en la cámara donde los grandes maestros la esperan, todas sus dudas se disipan, sabe que domina el viejo arte de las palabras y que, a pesar de su juventud, la Fuerza la acompaña.

Son nuevos tiempos; tiempos de escritura.

30/5/20

Ejercicio creativo


Dos mujeres a punto de cruzar una calle. El semáforo está rojo. Van hablando. Una de ellas lleva la mano detrás.

1.- Son dos amigas que se han reencontrado por primera vez después del confinamiento. No han mantenido nada de contacto durante estos meses, porque a pesar de gustarles decir que son amigas, son simplemente conocidas de pasear un poco y tomar un café. Tienen cosas que contarse, han pasado un tiempo sin ponerse al día y la conversación es amena. Ninguna de las dos llamaría a la otra en caso de apuro. Marina, que no sabe decir que no y a la que el confinamiento ha cambiado y ya no le gustan tanto las superficialidades, ha accedido a dar un paseo con Carla cuando esta, aburrida de tanta monotonía, se lo ha propuesto. Se siente incómoda y cada vez que le pasa le pica todo. Ahora se está rascando la espalda mientras busca una excusa para concluir el paseo y volver de nuevo a su casa.

2.- Casualmente las veo desde mi ventana. Vienen a por mí. Me han debido seguir cuando he ido a buscar el pan. Se piensan que la culpable soy yo. La más alta lleva la mano detrás, seguro que va a sacar la pistola que lleva en la espalda. La suelen esconder allí, sé muy bien cómo actúan. Si fueran policías la llevarían en una cartuchera en la cintura o colgada en bandolera en el lado contrario de la dominancia de mano. Me escondo tras las cortinas, acaban de mirar directamente hacia mí, tengo poco tiempo. Piensa. Piensa. No tengo por donde huir. Mejor me escondo debajo de la cama y espero que no se les ocurra mirar. Me quedo dormida. ¿O ya me han matado?

3.- Marisa y Alba están a punto de cruzar el semáforo. No se hablan, desde hace un par de días, en que Marisa por estrés de trabajo la trató despóticamente, Alba enmudeció y no ha vuelto a decir nada salvo que sean monosílabos. Se habían enamorado locamente hace un par de años, un verano que coincidieron en el mismo hotel. En seguida se habían ido a vivir juntas y todo había ido como la seda.  Marisa trabajaba en IBM y tenía un buen sueldo. Alba era enfermera y tampoco se podía quejar. Vivían cómodamente y en un estado de eterna felicidad. Un día, la empresa de Marisa optó por un nuevo método de trabajo desde casa. Sin darse cuenta, Marisa iba día a día aumentando el horario de trabajo hasta que llegar a un punto de estrés que le había hecho menguar su paciencia y su forma de hablar con Alba. Así, poco a poco, fue cargándose el amor que habían estado tejiendo juntas. A punto de cruzar el semáforo, Marisa con la mano cerrada escondida detrás ocultando un anillo que había comprado hacía tiempo, iba a cometer el error más grande de su vida, pidiéndole matrimonio a la mujer que había querido con locura.

4.- Jacinta y Encarna son dos hermanas que viven juntas en la antigua casa familiar de sus padres. Son las típicas hermanas que por un motivo u otro se han quedado para vestir Santos. Las dos aceptan su anodina vida con resignación y en silencio, disimulándose la frustración que las invade. Jacinta, demasiado miedosa para afrontar la vida, se quedó siempre bajo el amparo de su madre. Una madre que no levantó el ala para dejarla marchar y que aún la protegió más debilitándola hasta el punto de hacerla tan insegura que empezó a tener un montón de alergias y enfermedades, creadas más por la dependencia que por su propio cuerpo. Encarna, se había independizado hace tiempo, pero tuvo que volver a la casa familiar en el mismo momento en que a sus padres empezó a fallarle la salud. De esto ya hacía diez años. Ambas hermanas, al final, no se sabe bien por si por comodidad o por desidia, se quedaron a vivir allí. Ahora, estaban delante del semáforo. Se dirigían a la farmacia a buscar algún calmante ya que Jacinta, tenía un inmenso dolor en las lumbares y para andar se las cogía con una mano ya que tenía la sensación que le aliviaba. Su hermana la acompañaba en silencio, taciturna. Pero si le mirabas bien, en sus ojos había un destello: el veneno estaba haciendo su efecto.

28/5/20

Escritura mecánica


Se supone que debo empezar a escribir y no parar hasta que hayan pasado diez minutos; porque he empezado a leer un libro de escritura y estoy haciendo todos los ejercicios. Cada capítulo tiene un ejercicio al final y me he decidido a hacer este reto.

Nunca antes lo había hecho escribiendo directamente en Word, siempre lo hacía con papel y boli, pero es que no me va a apetecer pasarlo luego y así ya queda todo para colgarlo en el blog.

He dormido bien, me gusta dormir. Ahora que ya no tengo insomnio disfruto del descanso y me levanto feliz. Al final, soy feliz con la vida que tengo y cada día aprovecho más mis propias capacidades para ocupar el tiempo. Lo tengo bien distribuido y hago un montón de actividades que me llenan y me hacen sentir bien. Estoy leyendo un libro que me pone nerviosa; se trata de una mujer que es dejada por su pareja y empieza a entrar en una vorágine de, ahora no me sale la palabra, de declive, de irse destrozando la vida porque empieza a enloquecer, al principio imperceptiblemente y, al final, que no he llegado, creo que se hará mucho más visible. Me parece interesante el tema a nivel escritura, pero, a nivel historia, tanta tensión me supera.

A veces pienso que esto de escribir es fácil y otras, que no. Hoy estoy con la sensación de que sigo sin tener nada que decir, y que, cuando digo, sigo repitiéndome como siempre. Bueno, es la idea que tengo.

Según este libro de escritura, que leo un capítulo diario, somos nosotros mismos quienes nos ponemos las trabas y nos bloqueamos a la hora de escribir. Este ejercicio debe durar para empezar a sacar realmente el tema de escritura. Dice que emborrone folios y folios para dar tiempo suficiente a que aparezca alguna cosa que pueda resultar interesante. No es la primera vez que lo hago, no, y nunca he conseguido ver qué tema puede resultar interesante y sea germen de un texto relato o novela.

A ver si alguien ve algo interesante para desarrollar.

No para de oírse un ruido de motor desde hace varios días que me pone muy nerviosa; al final voy a tener que salir e investigar de donde viene este ruido porque ahora es casi diario, incluso hay otro nocturno que intento no oír y, que me enerva, también, antes de dormir. No lo oigo una vez dormida. Por la mañana ya no está.

Ha pasado el tiempo, pero no tengo claro que haya surgido nada. Bueno, ya veremos.

27/5/20

Diarios


De nuevo, decidí volver a escribir un diario. Esta vez, debía ser diferente a todos los que había estado escribiendo a lo largo de mi vida y, que posteriormente a su escritura, había destrozado.

Quería que fuera un diario escrito con buena letra, visualmente perfecto, cuyo contenido fuera lo que me ocurriera durante el día contado desde un punto literario, lleno de sensaciones y sentimientos. Quería imitar los diarios que hasta ahora he leído de Virginia Wolf, Kandinsky, Van Gogh, Flaubert, etc…

Quería convertir mis anodinos días en poética y profundidades y que, si algún día llegaban a ser leídos, quería, transmitieran un mundo interior lleno de efervescencia, como si mi vida fuera parecida a la de Dorothy Parker o, tal vez, Machado, o tal vez, alguna de las hermanas Brontë, Charlotte o Elizabeth.

Llevo ya, cuento, casi seis meses escribiéndolo. A veces, antes de ponerme a escribir, lo releo un poco y me decepciono. Mi escritura dista tanto de lo que quiero conseguir. No sé si es que mi vida es tan anodina que es imposible encontrarle poética alguna, o que soy incapaz de convertirla en un buen texto. Muchas veces, mi diario parece una sucesión de hechos, ni siquiera concatenados. Tiende más hacia un dietario en el que solo falta poner las horas en las que se ha realizado cada tarea.

Sé que no es la primera vez que escribo sobre el tema. Es un recurrente en mi vida. Pienso en ello mucho. No escribo para ser leída, sino para leerme. Y “leerme” en el sentido más amplio e incluso metafórico: entenderme. Cuando me veo reflejada en mis palabras es cuando puedo alejarme un poco de mí para tomar decisiones en frío. Demasiado enrevesado el interior para darme respuestas sin tomar distancia.

Llegados a este punto, es cuando suelo desistir de seguir escribiendo y como el producto obtenido no me gusta toca desguazarlo. No es la primera vez que pasa y supongo que no será la última. Consecuencia: horas de escritura aniquiladas.
Esta vez, sorprendiéndome incluso a mí misma, voy a continuar con mis diarios. Voy a seguir luchando por conseguir el tono y la calidad que quiero en ellos y, sobretodo, por mejorar su presentación, que a veces, dista mucho de lo armónico.

Confieso que a veces tengo la sensación de no evolucionar, de que me siguen preocupando las mismas cosas y que me hallo parada en el tiempo intentando algo que a lo largo de mi vida no he conseguido. No me refiero solo al tema de la escritura del diario. ¿Llegaré a cambiar las preocupaciones que tengo en la vida? ¿Evolucionaré? ¿O lo que me interesa, preocupa y ocupa son mis universales, para siempre?

Hace tiempo que descubrí que mejor me dejo fluir que me intento cambiar, siempre llego a mejor puerto así.

20/4/20

No sé qué ha pasado


No sé muy bien qué le ha pasado al blog. Yo soy una inculta digital. Me habían desaparecido imágenes y también me habían “atacado”, supongo que un bot, con muchos comentarios en otro idioma. He tardado algunos días en poderlo arreglar. Por falta de tiempo y, confieso, por algo de pereza. Creo que ahora lo vuelvo a tener todo limpio y en su sitio. Mañana, seguiré con la publicación de las viñetas e intentaré, si el teletrabajo me lo permite, escribir un poco, que me estoy muriendo de ganas. Gracias por la paciencia.

11/4/20

Primero de apocalipsis 3









El tiempo es atemporal


Ayer me fui a dormir pronto, porque hoy me tocaba ir a comprar. Solo salgo un día a la semana y lo concentro todo: tirar las basuras, reciclar e ir a comprar, al súper y a la verdulería. No es muy diferente a lo que suelo hacer cuando no estoy confinada. La diferencia es que ahora en vez del sábado, lo hago los viernes.

Me he levantado temprano, porque soy de las que prefiere esperarse antes de que abran que haciendo cola. No sé, una manía que siempre he tenido. Más que nada, porque así, acabo antes y antes estoy libre para hacer lo que me apetezca. Ahora, en confinamiento, es un rollo prepararse para ir a comprar. Primero de todo, pongo la ropa en el cuarto de baño para cuando venga, meterme directamente en la ducha. Segundo, saco los guantes nuevos y los dejo en la entrada, junto con la cartera, las llaves y el móvil. Debo estar muy atenta para no olvidarme nada. Después cojo el carrito, compruebo que tenga una bolsa dentro (a veces no me cabe toda la compra en él) y lo pongo delante de la puerta de salida. Me visto con una ropa que tengo especialmente escogida para salir de casa (toda oscura para poder lavarla junta) y me voy a la zona 0, que es la habitación de al lado de la puerta donde, ahora, guardo la chaqueta y los zapatos de salir a la calle. No tengo mascarilla, así que utilizo una bufanda de invierno, tupida, muy tupida. Una bufanda de invierno que, ahora, que empieza el calor es insoportable y me da por toser y la gente me mira mal. Voy a tener que cambiarla por un fular o algo parecido. Miraré que tengo. Cuando estoy preparada, después de haber empezado a prepararme hace media hora, salgo a la calle dispuesta a comprar, primero en el súper y después, en la verdulería.

Voy con la basura en la mano y cuando paso por delante del supermercado, me paro atónita. Está cerrado. Una señora que pasea a un perro, desde debajo de su mascarilla me masculla: “Niña, que es Viernes Santo”.
Así, que giro sobre mis talones, vuelvo a casa y me dispongo a dejar la chaqueta y los zapatos en la zona 0, desnudarme, poner la ropa en la lavadora y ducharme, sin que toda esta parafernalia haya servido nada porque mañana deberé realizar el mismo protocolo antes de salir.

Lo peor, me he descubierto en casa de nuevo con la basura que, tras la noticia, no he tirado.

9/4/20

Primero de apocalipsis 1














Ojiplática


Nunca me han echado un mal de ojo, al menos que yo sepa. Pero resulta que mi terapeuta dice que sí (¿deberé cambiar de terapeuta?). El caso es que me pidió tiempo para deshacer el embrujo (no sé si se dice así) y después de tres meses me dijo que ya estaba. También me dijo que debía haber notado como una tristeza y luego un alivio. O soy insensible o aquí no había embrujo que valiera. En fin, de todas maneras, suerte que esto pasó antes del confinamiento.

Lo que sí que me pasó, hace tiempo, cuando rompí una relación, fue que mi, ahora, ex me dijo una frase en plan maldición que se está cumpliendo a rajatabla. Cosa que, en esta situación de confinamiento, se me hace mucho más presente. La frase en cuestión fue: “Vas a estar sola el resto de tu vida”. Me la dijo con una rabia muy extraña. Desde un estado enajenado en el que había entrado. Era como si alguien que no conociera yo, hablara por su boca. Sus ojos chispeaban la rabia y mascaba las palabras esperando que al cumplirse lo que me estaba diciendo se cumpliera, también, su venganza.

Y, ahora, en este momento de confinamiento, sí que siento que de alguna manera se está cumpliendo su maldición. Pero tranquilas, me hallo luchando contra ello a capa y espada y palabra, que es de la única manera que sé luchar. Doy gracias por tener un teclado y muchas ganas de escribir.

8/4/20

Primero de apocalipsis








Nota: El 3r día no existe, por ahora. Licencia de dintel.

Viñetas


Empecé (cuando empezó todo esto) a dibujar una viñeta diaria sobre el Confinamiento (se merece ya una mayúscula) porque me apetecía plasmar un poco mi día a día entre estas cuatro paredes (tengo algunas más) que son mi casa. Resulta que en un principio, pensaba (ilusa de mí) que iba a durar los quince días que habían dicho; ahora, con 27 ya, entre pecho y espalda, empiezo a tener un volumen de viñetas considerable.

Por esas cosas de la vida (que en mi haber tengo muchas), sin quererlo, les he ido cogiendo un cariño especial. Por ahora, solo las he compartido con algunas de mis amistades más cercanas (puede que, con alguna lejana, también soy un desastre para las distancias) y me estaba planteando colgarlas en mi blog. Pero no sé qué me pasa; hay algo dentro de mí que me lo impide. Supongo que es una manera nueva de desnudarme ante mis lectoras (que parece ser que son bien pocas) sin estar protegida detrás de las palabras (muralla sólida dónde las haya).

Creo que necesito aún un tiempo más de reflexión a ver si al final decido vencer la timidez y me lanzo. Por otro lado, si mi estimado público las reclamara sería como verme obligada a su publicación.

La idea sería colgar cuatro diarias hasta ponerme al día. Entonces, pasaría a publicar la viñeta diaria según la vaya dibujando.



7/4/20

Insomnio y pensamiento


Toda la vida he madrugado. TODA. Pues ahora no puedo. Por más que me pongo el despertador una y otra vez a la hora en la que me he levantado siempre, cuando suena, lo apago y sigo durmiendo. Y, es más, me despierto sobre las nueve y me giro y sigo durmiendo. Me apetece dormir y como por la noche me cuesta muchísimo conciliar el sueño, pues me lo permito. ¿Quién me lo va a impedir? Eso sí, luego, durante el día voy loca queriendo cumplir los objetivos que me había marcado el día anterior, porque el día no me da para más. Como dice siempre una compañera: “no me da la vida”.

Lo que más me sorprende es que fuera de este confinamiento, sí que me daba y hacía un montón de cosas más. Porque, no nos olvidemos, a lo que hacía, debía sumarle el tiempo de transporte (oh, que añoranza, viajar de pie y como sardinas en un metro o en un autobús…). Así que, de nuevo, mi propuesta para mañana será levantarme a las cinco y media, hora esta, en la que antes me levantaba.

Y es que después de 26 días de confinamiento, cuando la normalidad ha mutado a esto que estoy viviendo, ya no sé qué es normalidad, si lo de ahora, o lo de antes.  Me sorprende descubrir que la normalidad no existe; que lo importante en esta vida es la adaptación. Este concepto me lleva a los orígenes de las especies y me emociono pensando en que esta toma de conciencia a la que estoy sometida me hace más grande enfrentándome a mi yo de antes.

3/4/20

La trenza


Autora: Laetitia Colombani

Los primeros días de confinamiento (hoy hace mi día número 22), no me atrevía a leer. Quería tener la mente y las manos ocupadas y la lectura me parecía una actividad más pasiva que las otras. Así que fueron pasando los días y me iba programando actividades en una lista la noche anterior y no paraba durante todo el día hasta que conseguía tener toda la lista tachada. La segunda semana, (en principio eran solo dos las que íbamos a estar confinados), me programé actividades de limpieza por habitaciones y orden absoluto (ríete tú de Marie Kondo). Cuando llegó el momento de atacar la estantería que tengo en el comedor fue todo un orgasmo. Cambié la distribución que suelo tener y descubrí que tenía dos estantes llenos de libros en dos filas cada uno por leer. Así que como si alguien le hubiera dado a mi interruptor, elegí libro y empecé a leer con tranquilidad, disfrutando de las palabras y de las imágenes que el autor me iba creando.

La trenza es un gran libro. A pesar de que en seguida ves a qué se refiere con el título, eso hace muchísimo más interesante su lectura, creo. Poco os voy a poder narrar de él porque quiero que quién lo lea, lo haga de la misma forma que lo hice yo, sin saber nada de él. Eso sí, hay una parte que me hirió la sensibilidad (que tengo, ahora, a flor de piel), pero, aun así, no lo abandoné. Os lo recomiendo sin lugar a dudas.

Cuando ordené mis libros, tomé la decisión de que a partir de ahora los que leía y me gustaban mucho me los quedaba y los otros, los abandonaría en un café, en un banco, o en algún lugar que me pareciera bien, seguro que a alguien les gustaría. Es por eso que ahora en el recibidor de casa ha inaugurado un pequeño montículo de libros que espero que no crezca mucho. Eso sí, La trenza está guardado en el estante, con mis libros preferidos.

25/2/20

Morder la manzana


Autora: Leticia Dolera

Bueno, por fin tengo un momento y unas ganas para pasarme por mi blog, que lo tengo abandonado desde hace unos diez días. Cosa que me ha servido para descubrir que lo he añorado. Sí; ha sido una sorpresa tremenda ver que sigo con la necesidad de escribir por aquí.

He estado llena de actividades que me quitan el tiempo que dedico a estar en el ordenador, escribiendo, leyendo, comentando blogs. Así que, hoy, ya me he organizado desde primera hora de la mañana para tener tiempo de bloguear. Acabo de llegar del osteópata. Ya hace tiempo que recuperé la movilidad del brazo, pero me siento tan bien cuando salgo de entre sus manos que decidí tener sesión cada quince días. Y si nada lo impide, así lo hago. Por lo que ahora os podéis imaginar lo relajada que estoy.

En realidad, esta debiera ser una entrada exclusivamente sobre el libro que me acabé ayer; pero, no sé, supongo que es el empoderamiento que da, que he empezado por otra cosa.

No os podéis ni imaginar lo que ha sido para mí descubrir a Leticia Dolera. Hace menos de dos meses, no sabía ni quién era. Pero un día, vi su serie: Vida Perfecta. Me apasionó. Me encantaron los personajes (tres mujeres a cuál más diferente), tan bien definidos y tan protagonistas los tres. Una de las actrices era Leticia Dolera. De ahí, descubrí que era también la guionista, que había ganado premios y que era una feminista en toda regla; me empezó a interesar como persona.

Durante un tiempo, cada noche, me ponía algún vídeo en el que la entrevistaban; así fui descubriendo que me encantaba cómo hablaba. Tenía un discurso perfecto en el que se comunicaba de “tú a tú”. Me apasionó la variedad de léxico que utilizaba y su especial sentido del humor. Me encantó como hacía sus propios apartes para no perder la lógica con ella misma. Y poco a poco, me di cuenta de que verla hablar me hipnotizaba.

En una de estas entrevistas hablaron de su libro, “Morder la manzana”. Al día siguiente ya me había hecho con un ejemplar. Y al siguiente, o sea, ayer, ya me lo había leído. Me ha gustado mucho, ya no el contenido, que me ha encantado, sino la forma que tiene de expresarse, que parece que, en vez de estar leyendo, estás hablando con ella. Me ha sabido a poco. A muy poco. Y a parte de llevarme un disfrute grande con su lectura, me llevo, o me quedo, con ganas de conocer a su autora. Suspiro.