Autora: Laetitia Colombani
Los primeros días de confinamiento (hoy hace mi día número
22), no me atrevía a leer. Quería tener la mente y las manos ocupadas y la
lectura me parecía una actividad más pasiva que las otras. Así que fueron
pasando los días y me iba programando actividades en una lista la noche
anterior y no paraba durante todo el día hasta que conseguía tener toda la
lista tachada. La segunda semana, (en principio eran solo dos las que íbamos a
estar confinados), me programé actividades de limpieza por habitaciones y orden
absoluto (ríete tú de Marie Kondo). Cuando llegó el momento de atacar la
estantería que tengo en el comedor fue todo un orgasmo. Cambié la distribución
que suelo tener y descubrí que tenía dos estantes llenos de libros en dos filas
cada uno por leer. Así que como si alguien le hubiera dado a mi interruptor,
elegí libro y empecé a leer con tranquilidad, disfrutando de las palabras y de
las imágenes que el autor me iba creando.
La trenza es un gran libro. A pesar de que en seguida ves a
qué se refiere con el título, eso hace muchísimo más interesante su lectura,
creo. Poco os voy a poder narrar de él porque quiero que quién lo lea, lo haga
de la misma forma que lo hice yo, sin saber nada de él. Eso sí, hay una parte
que me hirió la sensibilidad (que tengo, ahora, a flor de piel), pero, aun así,
no lo abandoné. Os lo recomiendo sin lugar a dudas.
Cuando ordené mis libros, tomé la decisión de que a partir
de ahora los que leía y me gustaban mucho me los quedaba y los otros, los
abandonaría en un café, en un banco, o en algún lugar que me pareciera bien,
seguro que a alguien les gustaría. Es por eso que ahora en el recibidor de casa
ha inaugurado un pequeño montículo de libros que espero que no crezca mucho.
Eso sí, La trenza está guardado en el estante, con mis libros preferidos.
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