10/9/12

Queriendo de nuevo escribir

Cuánto tiempo sin ser dueña del teclado, sin ser dueña de mi tiempo, sin ser dueña de mi pensamiento. No he tenido ni un instante ni para procrastinar mis objetivos, cosa muy en boga hoy en día. Me he dejado llevar por los acontecimientos de estos meses. Un golpe duele, otro también, más que el primero, pero a partir del tercero ya se te anestesia el alma y recibes, como si fuera tu deber hacerlo, el resto de la paliza.

La vida es curiosa, muy curiosa y no dejará de sorprenderme, tanto para amarla, como para odiarla. Esta vez lo ha hecho concediéndome la simultaneidad: la amo y la odio a la vez. Ambos sentimientos, a rabiar. Cómo duele todo. No hay manera de bajar la intensidad del dolor. Tira a tira, mi coraza se ha deshecho. Cualquier mota de polvo, ahora, es susceptible de caer en mí y desequilibrarme. Con esta fuerte sensación de inestabilidad no hago más que balancearme sobre mi centro. Un centro, que por lo que veo, nunca ha estado falcado como era necesario.

Lo peor, las noches. Cuando la soledad empieza su abrazo y me estrangula, mi respiración cede a la voluntad de esta y me ahogo en mis pensamientos, me revuelvo de forma acuciante para sacármela de encima, pero me hallo tan profusamente envuelta  en ella que mi propia impotencia la coge de la mano y  juntas danzan en larga ceremonia de burla y carcajada. No os extrañéis que amanezca, exangüe, destilando la triple esencia del desamparo.

Y así un día, y otro, y otro.

7/9/12

Ahogando los celos

Estoy borracha. Absolutamente borracha. Vestida con un traje etílico que me queda grande. Observando el mundo dentro del alcohol. Qué difícil es funcionar con la sangre llena de justificaciones y la mente cautiva de letargos. No tengo nada que decir. Vivo, que ya es mucho. Si navego o no en somnolencias es mi problema. ¿A caso le importa a alguien? ¿Vivir a muerte con los celos o morir en vida a grandes sorbos? No me juzgues, tómate conmigo la penúltima.

4/9/12

Como una moto

Asediada se halla mi alma por sentimientos oscuros y negros, casi muerta por tanta intensidad. Los escrúpulos ya no cuidan de mí ni vigilan mi buen sentir, me han abandonado a la profunda decadencia. Defenestro las ganas de vivir y desparramo mis carencias. Amontono a paladas sobre el estiércol mis miradas desperdiciadas. Con cuchillo de cocina, rasgo la piel con tu nombre. Duele menos que perderte. Doy gas a fondo sobre mi moto, sin parpadeo, y aparece la verdad, una verdad pequeña pero pesada: contra cualquier muro la vida acaba.