Cuánto tiempo sin ser dueña del teclado, sin ser dueña de mi
tiempo, sin ser dueña de mi pensamiento. No he tenido ni un instante ni para
procrastinar mis objetivos, cosa muy en boga hoy en día. Me he dejado llevar
por los acontecimientos de estos meses. Un golpe duele, otro también, más que
el primero, pero a partir del tercero ya se te anestesia el alma y recibes,
como si fuera tu deber hacerlo, el resto de la paliza.
La vida es curiosa, muy curiosa y no dejará de sorprenderme,
tanto para amarla, como para odiarla. Esta vez lo ha hecho concediéndome la
simultaneidad: la amo y la odio a la vez. Ambos sentimientos, a rabiar. Cómo
duele todo. No hay manera de bajar la intensidad del dolor. Tira a tira, mi
coraza se ha deshecho. Cualquier mota de polvo, ahora, es susceptible de caer
en mí y desequilibrarme. Con esta fuerte sensación de inestabilidad no hago más
que balancearme sobre mi centro. Un centro, que por lo que veo, nunca ha estado
falcado como era necesario.
Lo peor, las noches. Cuando la soledad empieza su abrazo y
me estrangula, mi respiración cede a la voluntad de esta y me ahogo en mis
pensamientos, me revuelvo de forma acuciante para sacármela de encima, pero me
hallo tan profusamente envuelta en ella
que mi propia impotencia la coge de la mano y juntas danzan en larga ceremonia de burla y
carcajada. No os extrañéis que amanezca, exangüe, destilando la triple esencia
del desamparo.
Y así un día, y otro, y otro.
1 comentario:
o_O
¿Estás bien, Dintel?
Besos y burbujas.
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