30/1/13

El hijo de Rembrandt

No entiendo como he sido capaz de dejar de leer en una temporada. De todas maneras, creo que me ha ido bien porque he reemprendido la lectura con muchas ganas, energías e ilusión. He cogido esta novela gráfica de la estantería esta mañana, como intermedio de la novela que estoy leyendo y de los textos temáticos que estoy estudiando.

He llegado al tren, la he sacado de la mochila y cuando levantaba la cabeza de ella para respirar habían pasado tres cuartos de hora y llegaba a destino.

En este momento, disponía de una media hora y me la he acabado en tres bocados. El dibujo es sensacional, es como me gustaría dibujar a mí. De trazo sencillo y focalización correctísima, aporta la atmosfera y la profundización a las palabras de los personajes. La historia es entrañable. Me he enamorado del personaje principal, todos los personajes dulces me enamoran, supongo que ya os habréis dado cuenta. Es de aquellas novelas que volveré a leer. No se tarda mucho en hacerlo, pero quiero descubrir esas múltiples cosas que se escapan siempre a la primera lectura.

Aconsejable 100%!!!!

20/1/13

El arte de volar


Me lo recomendó alguien a quien admiro mucho y me lo compré inmediatamente. Esto fue hace ya bastantes meses. Lo puse en una de mis estanterías hasta que volviera a la carga con la lectura. Así que ahora que de nuevo ando entre letras no he tardado en cogerlo y en devorarlo con sumo placer.

La historia me ha atrapado desde la primera viñeta. No voy a desvelar nada del libro porque me lo leí sin saber de qué iba y me ha sorprendido tan gratamente que si puedo con mi silencio sobre el tema y el argumento, ayudar a que alguien pueda sentir lo que he sentido al leerlo no voy a dejar de hacerlo.

En estos momentos soy muy frágil emocionalmente. Ahora mismo, debiera estar escribiendo sobre una pérdida pero me es imposible porque tengo el corazón revuelto y el alma dislocada. Por lo que no me queda más que armarme de paciencia y recolocar todo en su sitio para que las palabras que fluyan no arranquen a jirones la piel de mis emociones. De todas formas, es un libro que me ha afectado bastante sobre todo en el tema anímico y en el de valorar muchísimo más aquello que tengo, que he conseguido, que deseo, que no es poco.

Con qué rapidez vivimos y qué poco valor le damos a nuestra vida, a nuestra historia. Hoy, mirando el mar de frente me planteaba la idea de escribir sobre mí. Sobre lo que pienso, lo que siento, lo que hago, y cómo influye todo esto en mi forma de ser y de actuar. Miraba como las olas rompías contra las rocas y pensaba, quién guardará recuerdo de cada una de ellas. No me hagáis caso, una filosofada de las mías.

Eso sí, el libro vale muchísimo la pena leerlo. Novela gráfica, aviso.

18/1/13

Harta

La absorbente. La que insulta. La soberbia. La de las rabias. La que traiciona. La creída. La que miente. La déspota. La pedante. La que habla mal. La que falta al respeto. La altanera. La fatua. La que crea mal ambiente. La intransigente. La necia. La vanidosa. La estafadora. La beligerante. La cuatro ojos. La del mal carácter. La grosera. La farsante. La huraña. La jactanciosa. La impertinente. La inmodesta. La ingrata. La infiel. La terca. La testaruda. La rígida. La pesimista. La mala.

¿Debo hacer un favor al mundo?

16/1/13

Minuto cero

Recuerdo cuando niña, que un día desperté de una especie de letargo y descubrí que estaba viva y que podía pensar. Me sorprendí; fue tanta la sorpresa que el recelo apareció tras la revelación y me senté a esperar a que la vida comenzara (terrible espera donde las haya). El tiempo, empecinado en no detenerse, me ronroneaba minutos, horas, días e incluso años, mientras que yo buscaba un hecho que me sirviera de disparo de salida para empezar a vivir. Y cuando ya la adolescencia iniciaba su enervante paréntesis se me ocurrió, una noche de tormentoso primerísimo sentimiento de amor, escribir lo que corría por mis venas en la última hoja de una libreta cuadriculada de un curso anterior. Ese fue el minuto cero de mi vida.

Ahora, mucho tiempo después, cuando las canas soslayan la madurez, descubro entre tus labios, en ese primer beso que nos dimos, cuando empieza realmente mi vida, porque besándote empiezo a vivir.

15/1/13

Crueldad, divino tesoro

Vamos, que me lo cuentan y no me lo creo. Que la vida de adulto iba a ser esto. Ja. Seguro que me hubiera muerto herniada de tanto reír a la pronta edad de una tardía adolescencia. Con lo feliz que yo estaba con Dick, Jorge, Julian, Ana y Tim, viviendo las aventuras que toda persona debería vivir en su niñez, siendo y disfrutando de la quijotesca muchacha en que la lectura me convertía. Que, no, que no, que no me lo hubiera creído; que hubiera tanta maldad a mi alrededor. Y eso que en el colegio ya me dieron un buen tazón de ella, porque ser niño es ser cruel. No sé si es demasiado duro y poco acertado hablar de la crueldad de la infancia, pero lo que sí sé es que, a esas edades, no se tienen en cuenta los resultados y consecuencias de los actos y ello implica la crueldad, en honor a la verdad, eso sí; solo se tiene la propia perspectiva y la empatía brilla por su ausencia. Odio  esa estúpida lección inculcada de que siempre es mejor ir con la verdad por delante. Ahora, desde la madurez, reconozco la sandez del estandarte. Todo depende del cristal con que se mira. Porque no me digas tú que en algún momento de tu niñez, algún compañero o compañera no ha sido cruel contigo, gratuitamente, sin que te lo merecieras. ¿Es que se merece alguien la crueldad? Yo lo he sido, cruel, me refiero. No porque sea cruel, que va, si no  porque mis rabias me pueden. Me han podido siempre. Me sube un nosequé desde el estómago y se me acumula en la boca y cuando la tengo llena muerdo. Sí, muerdo; mis palabras muerden en ese momento. Digo verdades mal direccionadas, mutiladas i desdibujadas que hieren a las personas que quiero. No, no sé porqué te cuento esto ahora. No podía dormir y me he levantado a escribir un rato. Hace tanto que no hacía esto. Me gusta el silencio de la noche para estar conmigo. A veces me gustaría volver a las antiguas lecturas de mi niñez y así no me levantaría de la cama. Cómo llegué a disfrutar de ellas. No es que ahora no disfrute, pero aquellas primeras fueron diferentes. Rompí el virgo de la imaginación y me perdí en un mundo que me gustaba mucho más que el mío. Ahora no pienses que mi infancia fue infeliz, que necesitaba de la lectura para huir, ¡qué va! Si me paro a pensar, no sé para qué necesitaba la lectura. Creo que me vuelvo a la cama a consultarlo con la almohada, si el sueño no me vence.

13/1/13

El sentido de un final

Julian Barnes
Editorial Anagrama

He disfrutado palabra a palabra este libro. ¿Estaré recuperada? Me encantaría, aunque en mi fuero interno sé que lo estaré totalmente cuando pueda volver a escribir cada día, como hacía antes. La vida cambia y las costumbres también, pero si una costumbre es parte de tu esencia, esta debería ser inmutable al tiempo y a las circunstancias.

El libro está narrado en primera persona, por Tony, su protagonista. Este nombre hace que me sienta cercana a él desde el principio por cuestiones sentimentales. Es sublime como nos sumerge en sus recuerdos para hacernos tocar con la punta del alma los propios, evocando, comparando, reviviendo, opinando, sobre nuestro pasado.

“A medida que los testigos de tu vida disminuyen, hay menos corroboración y, por consiguiente, menos certeza de lo que eres o has sido”.

El libro tiene unas 180 páginas, se puede leer en dos sentadas, pero esta vez he tardado más, porque me ha hecho pensar mucho y replantearme muchas cosas; y ya se sabe, cuando existe replanteo una debe dedicarle el tiempo y la energía necesarios para llegar al nuevo estado madurativo. Solo puedo decir una cosa: he aprendido mucho sobre mí con este libro. Eso es lo que importa y lo que le confiere valor.

3/1/13

The Miserables

Ayer fui al cine. Fui a ver “Los Miserables”. Para todas aquellas personas que no me conozcan informo: es mi musical preferido. Cada vez que lo veo o lo escucho, me hace sentir bien, con ganas de enfrentarme a la vida y luchar; me quita de golpe todas esas tonterías que se me van acumulando poco a poco en el alma y que apagan mis actos y amortecen mis palabras.

La película me gustó mucho con algunos peros. Me encantó la dirección y la cámara en algunas escenas y la ambientación, y el volumen de la música, y alguna que otra decisión y licencia. Me hirió el declive de Fantine, me hirió mucho (creo que con la edad me estoy volviendo sensible). No me acabaron de gustar mis dos canciones estrella “I Dreamed A Dream” ni “OnMy Own”, canciones con las que he berreado la mayoría de mis decepciones amorosas y en las que, supongo, les pongo más sentimiento del que corresponde. El caso es que siempre que las escucho me ponen los pelos como escarpias y esta vez no ha ocurrido. Es más, en la segunda me preocupé en ver como “las calles eran de plata”. Eso sí,  la que logró hacerme llorar fue la de “Empty Chairs at Empty Tables” y la que consiguió poner a mi vello en ristre fue “Do You Hear The People Sing”. Por otro lado, la interpretación me pareció en general muy buena, aunque a Javert me costaba bastante imaginármelo con este actor, supongo que lo tengo viciado de otros  montajes. O, no, es que no era el mejor actor para este papel. Yo que sé, no soy una entendida. El caso, y como resumen, solo decir que disfruté desde la primera nota hasta la última de este gran musical. Además, ahora, sentada aquí, reflexionando sobre él, estoy también disfrutando de lo lindo descubriendo todos los trucos narrativos de la historia. En cuanto acabe este post me voy a la biblio del comedor a buscar el libro de Victo Hugo, así veré hasta qué punto tiene libertad la adaptación. Lo leí hace tiempo y no recuerdo los detalles. Voy a ello.

Nota: Me encantó Gavroche.

1/1/13

Al día siguiente

Nos encontramos cara a cara, en el pasillo de siempre. Intentamos no sonreír, no desvelar, esta vez más que amistad había amor, había sexo. Nunca quisimos el amor sin sexo, ni el sexo sin amor. No hizo falta decírnoslo, ni una vez, ni tan siquiera pensarlo. Nuestras miradas, maduras en cruzarse, lo decían todo. Recorría, aun, el último soplo de mi aliento, tu cuerpo y el azote de la brisa del recuerdo, percusionaba mi sexo, cuando nuestras nuevas miradas se abrazaban en profundo deseo.