Recuerdo cuando niña, que un día desperté de una especie de
letargo y descubrí que estaba viva y que podía pensar. Me sorprendí; fue tanta
la sorpresa que el recelo apareció tras la revelación y me senté a esperar a
que la vida comenzara (terrible espera donde las haya). El tiempo, empecinado
en no detenerse, me ronroneaba minutos, horas, días e incluso años, mientras
que yo buscaba un hecho que me sirviera de disparo de salida para empezar a
vivir. Y cuando ya la adolescencia iniciaba su enervante paréntesis se me
ocurrió, una noche de tormentoso primerísimo sentimiento de amor, escribir lo
que corría por mis venas en la última hoja de una libreta cuadriculada de un
curso anterior. Ese fue el minuto cero de mi vida.
Ahora, mucho tiempo después, cuando las canas soslayan la
madurez, descubro entre tus labios, en ese primer beso que nos dimos, cuando
empieza realmente mi vida, porque besándote empiezo a vivir.
3 comentarios:
Uhm...
Tardó un poco pero valió la pena.
Saludos.
¡qué suertes tienes, cuántas vidas has inaugurado!
besos,
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