24/6/12

Brindis

Alzo mi copa de vida y brindo contigo, Muerte, antes de que me des tu beso, concédeme como deseo postrero ser yo quién te bese a ti mientras me devuelves en el último aliento que me queda el aroma de las puestas de sol sobre los ardientes tejados de mi pueblo, el dulce sabor del despertar al lado de quien amo, la fragancia del café después de comer un domingo,  la película de mí vida a cámara rápida y al final, cuando tus labios de un mordisco me arranquen el alma, permíteme que mi retina quede impactada con el amor que siento y permanezca eternamente en mis ojos abiertos y expirados,  su imagen. Brindo contigo por ello, antes de entregarme a ti.

6/6/12

Este ha sido mi proceso

La primera decisión fue no decírselo a nadie. No sé muy bien por qué. Por no dar pena, supongo, o porque nada en mi vida cambiara, o porque, en realidad, el secreto le confería  ese dramatismo que necesitaba para compadecerme de mí misma y poderme destrozar a mis anchas sin que nadie estuviera vigilándome. Cuando te enteras lo primero que haces es pensar ¿por qué a mí? Y toda tu vida pasa por delante de los ojos, pero no el pasado, no, el futuro; ese futuro que nunca debiste planear candorosamente, y que, ahora, el aserto de su inexistencia está en los resultados que llevas en el bolso. Sigue tintineando en mi mente la respuesta “de dos a cuatro meses”, con sonido cada vez más agudo, resquebrajando el cristal de la esperanza.

En segundo lugar, aparece la confusión: ¿por qué me he de morir? Y la palabra morir con letras refulgentes, de aquellas que ciegan la visión, ¿será porque ya es el principio del túnel? Una emanación de sentimientos contradictorios te invade el cerebro y la obstinación por vivir, aun cuando no dudas de que en unos meses ya no lo vas a poder hacer, se vuelve el motor principal del pensamiento. Cada una de las cinco letras de la palabra vivir reverbera contra las paredes de la mente, aquellas paredes que has ido construyendo a lo largo de tu vida para protegerte precisamente de momentos como estos. Viene el instante de anatematizar contra alguien, pero no de una manera tan culta, no, sino cagándote en todo lo que se menea, por aquello de que por lo que me queda en el convento…

No tenemos en stock esperanzas, se nos han acabado. Pues póngame kilo y medio de indignaciones y angustias, on the rocks, por favor.

Loemos a quien sea por concedernos el don de la ironía, que es el mejor omeprazol para digerir el dolor.

Y por último la aparición del sosiego, cuando tienes totalmente claro que no se puede hacer nada. Que en breve llegarás al apogeo conclusivo de tu vida. Y con el sosiego las lágrimas silenciosas, aquellas que quisieras que actuaran de anclaje para aferrarte a esa vida con fecha de caducidad inminente.

La muerte. Está ahí, a la vuelta de un par o tres de semanas. Me la callé para mí, me la tragué en su momento para poder seguir viviéndote, amor, con la máxima naturalidad, como hasta ahora. Pero llega ya al final de mi travesía, y quiero convertir los días que me quedan en una fiesta de despedida, mejor aún, en una fiesta de graduación, porque dejo la vida con un sobresaliente cum laude en amor, gracias a la oportunidad que me has dado al compartirla contigo. No quiero balancearme en el tópico de la muerte como la finitud de la vida, lo único que quiero es llevarme lo que tengo a mi propia eternidad.

Amor, perdóname por haber callado hasta el último momento y acompáñame a gritar lo que me queda de vida, porque en breve solo seré su eco.

3/6/12

Prácticas para un post-it

A los avatares cotidianos a veces no les damos importancia, sobre todo en cuanto al amor se trata. Qué fácil nos acostumbramos a él y, en seguida, de disfrutarlo y vivirlo pasamos a bregarlo como si el mismo amor estuviera abocado a ello. Lo veo en la gente que conozco y no quiero que nos pase esto. No quiero que nuestro amor se vuelva una resignación, una conformidad, una purga. Quiero que continúe siendo el tumulto interior del primer día, aquel en que todas las sensaciones las llevaban ratoncillos a cuestas que corrían por mi estómago como si estuvieran en una rueda. Soy consciente de la ardua tarea que supone salir airosa con este objetivo. Pero no voy a dejar que nuestro amor caiga en dinámicas de monotonía, ni en silencios de aburrimiento propios de una minusvalía emocional. Lo inventaré cada día para ti, si es necesario. No escatimaré ni esfuerzos ni creatividad para ello. Te trasmitiré la emanación de lo que me haces sentir sin olvidarme ningún día de ello. Y si algún día alcanzamos el sosiego de la regularidad, una mirada tuya bastará para que vuelva a reinventar nuestro amor. Ese amor tan grande que nadie más que nosotras parece haber encontrado en la vida. Te prometo que vivirás con el aserto de que mi amor por ti es único.