6/6/12

Este ha sido mi proceso

La primera decisión fue no decírselo a nadie. No sé muy bien por qué. Por no dar pena, supongo, o porque nada en mi vida cambiara, o porque, en realidad, el secreto le confería  ese dramatismo que necesitaba para compadecerme de mí misma y poderme destrozar a mis anchas sin que nadie estuviera vigilándome. Cuando te enteras lo primero que haces es pensar ¿por qué a mí? Y toda tu vida pasa por delante de los ojos, pero no el pasado, no, el futuro; ese futuro que nunca debiste planear candorosamente, y que, ahora, el aserto de su inexistencia está en los resultados que llevas en el bolso. Sigue tintineando en mi mente la respuesta “de dos a cuatro meses”, con sonido cada vez más agudo, resquebrajando el cristal de la esperanza.

En segundo lugar, aparece la confusión: ¿por qué me he de morir? Y la palabra morir con letras refulgentes, de aquellas que ciegan la visión, ¿será porque ya es el principio del túnel? Una emanación de sentimientos contradictorios te invade el cerebro y la obstinación por vivir, aun cuando no dudas de que en unos meses ya no lo vas a poder hacer, se vuelve el motor principal del pensamiento. Cada una de las cinco letras de la palabra vivir reverbera contra las paredes de la mente, aquellas paredes que has ido construyendo a lo largo de tu vida para protegerte precisamente de momentos como estos. Viene el instante de anatematizar contra alguien, pero no de una manera tan culta, no, sino cagándote en todo lo que se menea, por aquello de que por lo que me queda en el convento…

No tenemos en stock esperanzas, se nos han acabado. Pues póngame kilo y medio de indignaciones y angustias, on the rocks, por favor.

Loemos a quien sea por concedernos el don de la ironía, que es el mejor omeprazol para digerir el dolor.

Y por último la aparición del sosiego, cuando tienes totalmente claro que no se puede hacer nada. Que en breve llegarás al apogeo conclusivo de tu vida. Y con el sosiego las lágrimas silenciosas, aquellas que quisieras que actuaran de anclaje para aferrarte a esa vida con fecha de caducidad inminente.

La muerte. Está ahí, a la vuelta de un par o tres de semanas. Me la callé para mí, me la tragué en su momento para poder seguir viviéndote, amor, con la máxima naturalidad, como hasta ahora. Pero llega ya al final de mi travesía, y quiero convertir los días que me quedan en una fiesta de despedida, mejor aún, en una fiesta de graduación, porque dejo la vida con un sobresaliente cum laude en amor, gracias a la oportunidad que me has dado al compartirla contigo. No quiero balancearme en el tópico de la muerte como la finitud de la vida, lo único que quiero es llevarme lo que tengo a mi propia eternidad.

Amor, perdóname por haber callado hasta el último momento y acompáñame a gritar lo que me queda de vida, porque en breve solo seré su eco.

12 comentarios:

clareta dijo...

me he quedado sin palabras...


Petonets de dimecres

bekiddo dijo...

pero...¿?

a punto de dijo...

espero de verdad que solo sea un ejercicio literario dintel...

Juli Gan dijo...

Una decisión así es muy legítima...Y de una dureza brutal. Es difícil expresar perplejidad y nade que se pueda asemejar a una caricia hacia quien no tiene tiempo...

farala dijo...

me tengo que contar que si de verdad te quedaran de do a tres semanas estarías ya muy pero que muy malita, para no correr a coger el telefono que es probalemente lo que haga cuando le de al enter

la cocina de frabisa dijo...

Vaya, vaya, después de tanto tiempo sin venir por aquí, ya pude haber escogido mejor día ¿no?

Pues nada, si el tema es ese, pues ná...

Yo pienso que una vez que pasas el primer momento de negación, no queda otra que aceptar la realidad y con tranquilidad, no creo que la muerte sea lo peor, lo digo sinceramente, en algún momento me lo tuve que plantear y es increíble la paz que sentí. Claro que ahora estando bien y pudiendo elegir, a mí no me gusta morirme, para ná

besitos

marga dijo...

harías bien en no contárselo a nadie, la gente empieza a tratarte con una compasión indignante... como si no estuviéramos todos en la misma bolsa... en cambio yo los miraría pensando: no saben la vida espléndida que he tenido... ;-)

Masakoy dijo...

Como dice a punto de... espero que sea un ejercicio literario. De todas formas nunca serás un eco de la vida, serás más que eso y siempre estarás con nosotros.

Hasta el infinito y más allá

Raquel dijo...

Dintel, Dintel... yo también espero que sea un ejercicio literario. Si lo es, impresionante el relato y la transparencia de las emociones.

Sara Royo dijo...

No se qué decir.

Anónimo dijo...

o_O

pikaia dijo...

chirriante...