La primera decisión fue no decírselo a nadie. No sé muy bien
por qué. Por no dar pena, supongo, o porque nada en mi vida cambiara, o porque,
en realidad, el secreto le confería ese dramatismo
que necesitaba para compadecerme de mí misma y poderme destrozar a mis anchas
sin que nadie estuviera vigilándome. Cuando te enteras lo primero que haces es
pensar ¿por qué a mí? Y toda tu vida pasa por delante de los ojos, pero no el
pasado, no, el futuro; ese futuro que nunca debiste planear candorosamente, y
que, ahora, el aserto de su inexistencia está en los resultados que llevas en
el bolso. Sigue tintineando en mi mente la respuesta “de dos a cuatro meses”, con
sonido cada vez más agudo, resquebrajando el cristal de la esperanza.
En segundo lugar, aparece la confusión: ¿por qué me he de
morir? Y la palabra morir con letras refulgentes, de aquellas que ciegan la
visión, ¿será porque ya es el principio del túnel? Una emanación de
sentimientos contradictorios te invade el cerebro y la obstinación por vivir,
aun cuando no dudas de que en unos meses ya no lo vas a poder hacer, se vuelve
el motor principal del pensamiento. Cada una de las cinco letras de la palabra
vivir reverbera contra las paredes de la mente, aquellas paredes que has ido
construyendo a lo largo de tu vida para protegerte precisamente de momentos
como estos. Viene el instante de anatematizar contra alguien, pero no de una
manera tan culta, no, sino cagándote en todo lo que se menea, por aquello de
que por lo que me queda en el convento…
─No tenemos en stock esperanzas, se nos han acabado. Pues
póngame kilo y medio de indignaciones y angustias, on the rocks, por favor.
Loemos a quien sea por concedernos el don de la ironía, que
es el mejor omeprazol para digerir el dolor.
Y por último la aparición del sosiego, cuando tienes
totalmente claro que no se puede hacer nada. Que en breve llegarás al apogeo
conclusivo de tu vida. Y con el sosiego las lágrimas silenciosas, aquellas que
quisieras que actuaran de anclaje para aferrarte a esa vida con fecha de
caducidad inminente.
La muerte. Está ahí, a la vuelta de un par o tres de
semanas. Me la callé para mí, me la tragué en su momento para poder seguir
viviéndote, amor, con la máxima naturalidad, como hasta ahora. Pero llega ya al
final de mi travesía, y quiero convertir los días que me quedan en una fiesta
de despedida, mejor aún, en una fiesta de graduación, porque dejo la vida con
un sobresaliente cum laude en amor, gracias a la oportunidad que me has dado al
compartirla contigo. No quiero balancearme en el tópico de la muerte como la
finitud de la vida, lo único que quiero es llevarme lo que tengo a mi propia
eternidad.
Amor, perdóname por haber callado hasta el último momento y acompáñame
a gritar lo que me queda de vida, porque en breve solo seré su eco.
12 comentarios:
me he quedado sin palabras...
Petonets de dimecres
pero...¿?
espero de verdad que solo sea un ejercicio literario dintel...
Una decisión así es muy legítima...Y de una dureza brutal. Es difícil expresar perplejidad y nade que se pueda asemejar a una caricia hacia quien no tiene tiempo...
me tengo que contar que si de verdad te quedaran de do a tres semanas estarías ya muy pero que muy malita, para no correr a coger el telefono que es probalemente lo que haga cuando le de al enter
Vaya, vaya, después de tanto tiempo sin venir por aquí, ya pude haber escogido mejor día ¿no?
Pues nada, si el tema es ese, pues ná...
Yo pienso que una vez que pasas el primer momento de negación, no queda otra que aceptar la realidad y con tranquilidad, no creo que la muerte sea lo peor, lo digo sinceramente, en algún momento me lo tuve que plantear y es increíble la paz que sentí. Claro que ahora estando bien y pudiendo elegir, a mí no me gusta morirme, para ná
besitos
harías bien en no contárselo a nadie, la gente empieza a tratarte con una compasión indignante... como si no estuviéramos todos en la misma bolsa... en cambio yo los miraría pensando: no saben la vida espléndida que he tenido... ;-)
Como dice a punto de... espero que sea un ejercicio literario. De todas formas nunca serás un eco de la vida, serás más que eso y siempre estarás con nosotros.
Hasta el infinito y más allá
Dintel, Dintel... yo también espero que sea un ejercicio literario. Si lo es, impresionante el relato y la transparencia de las emociones.
No se qué decir.
o_O
chirriante...
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