30/6/09

Planteamientos

Bien, la decisión ya está tomada, escribiré la novela, un problema resuelto. Segundo problema: ¿por dónde empiezo?

Sin dilación, me he lanzado a leer todos los libros que conozco de “Cómo se escribe una novela”. Una amiga, que podría formar parte de un estudio de ornitología, me dijo: empieza ya a escribir. Pero soy incapaz. Soy incapaz de empezar, supongo que porque la idea aún no la tengo clara. Debo empezar a hacer un mapa de hasta dónde puede llegar esa idea, por qué caminos me conduce y qué temas abarca. Antes de empezar a escribir debo tener claro qué quiero decir y creo, que como ya he dicho en otras ocasiones, es lo que más me falla, porque no tengo nada que contar.

A ver, analicemos: quiero hablar de la soledad de las personas mayores, de cómo pueden llegar a cambiar su carácter, de la pérdida de la pareja después de toda una vida junto a ella. Sí, creo que esto es de lo que quiero hablar. Pero más que hablar, quiero recrear las sensaciones, que el lector llegue a sus propias conclusiones sin tener que explicar yo demasiado.

Para ello he creado un personaje, el cual aún no tiene nombre. Una señora mayor de unos 78 años de edad, una insoportable señora de 78 años, que resulte intragable a los otros personajes mientras que al lector le parece entrañable. Para ello, creo que voy a tener que jugar en dos planos, el real, las cosas que suceden y el profundo, las sensaciones que le van a quedar al lector. ¿Y cómo se hace eso?

Dicen que la primera página debe contener concentrada toda la novela. He intentado encontrar algún ejemplo sobre esto y no lo he conseguido. Por otro lado, sé, porque lo he visto, que no siempre el escritor empieza a escribir las novelas por el principio. Conociéndome, yo sí que lo haré, al menos, las obras de teatro las escribo así. Primero hago una línea argumentativa sobre papel, dividiendo ya las escenas y los conflictos y luego me pongo a escribir recreando cada escena. ¿Funcionará igual en la novela?

Debo seguir pensando sobre todos estos asuntos.

29/6/09

¿Alguien quiere una mosca?

Después de varios meses de trabajo intensivo y aprovechando que el día de hoy es algo fesquito, la Mosca Estremecida y yo nos hemos sentado en una soleada terracita a tomar un desayuno algo tardío, por la hora.

−¿Qué vas a tomar? −me pregunta la Mosca mientras se pasea, rápidamente, por encima de la letra impresa de la plastificada carta de sugerencias.

−Creo que me tomaré un buen bocadillo de jamón ibérico con pan con tomate y un café con leche −le he contestado decidida, pues siempre tengo claro lo que me apetece.

Al acercarse la camarera a nuestra mesa, la Mosca Estremecida vuela hasta mi hombro y dice:

−La señora tomará un bocadillo de jamón ibérico con pan con tomate y un café con la leche natural y yo quiero −añade mientras se frota las patas delanteras y la probóscide se le hace agua− una pequeña piel de naranja de aquellas en las que la pulpa se ha quedado pegada. Nada más, gracias.

Cuando la camarera se da la vuelta para irse, la interrumpe:

−Perdone, si puede ser que la piel de naranja sea pelada del día.

Me miro la mosca con cariño, me hace gracia cómo ha mimetizado algunas de las costumbres de los humanos; desde hace un tiempo, siempre es ella quien hace la comanda cuando tomamos algo en un bar o comemos en un restaurante.

Vuela hasta el extremo opuesto de la mesa circular, me mira fijamente y me pregunta:

−¿Qué piensas?

No sé cómo se lo hace, siempre me adivina el momento en que me enternece y no puedo decírselo porque se volvería mucho más creída de lo que es.

–¿No me lo vas a decir?

–Pensaba que al final de todo hasta me caerás bien.

–No dudo –me dice totalmente convencida.

–¡Mírala qué creída! Si es que no te puedo decir nada bonito.

–¿Sabes lo que ocurre? –me pregunta sin esperar respuesta y creando un silencio de tensión –, que tú y yo, en el fondo, pensamos igual y si yo te cayera mal eso indicaría que no te soportarías a ti misma.

Suerte que llega la camarera con nuestro desayuno porque ha evitado que la aplaste en un abrir y cerrar de ojos. La Mosca me lee el pensamiento y se ríe:

–¡Supongo que no quieres testigos!

Estoy a punto de contestarle pero no encuentro qué decirle. Prefiero empezar a preparar mi primer bocado. Siempre consigue ponerme nerviosa. No me parezco a ella ni en pintura. ¿O sí?

–¡Anda, calla y come! –decimos las dos a la vez.

28/6/09

Como Alonso Quijano

A los diez años, ya me había leído todo lo propio de la edad: Los cinco, Los siete, Los Hollister, Puck, Torres de Mallory, Las gemelas, Los tres investigadores, toda la colección de Tintín y de Asterix, Mortadelos y Filemones con toda su saga, Esther, Dina, Los clásicos de ayer y hoy (tanto en libro como en cómic) y alguno más que no debo recordar ahora.

Como Alonso Quijano, vivía y revivía las mismas aventuras una y otra vez, pues cuando no tenía qué leer, releía y así, año tras año. Y llegó el momento, en unas largas vacaciones de verano de tres meses en el que se me ocurrió que podía empezar a escribir mis propias aventuras. Y así lo hice. Por las noches, me encerraba en mi habitación y me ponía a escribir hasta la una o así, que mi madre enfadada me enviaba a la cama. Al día siguiente, cuando volvía de la playa, después de comer, me ponía en la terraza a pasar a máquina, una vieja Olivetti, todo lo que había escrito aquella noche. Si he de ser sincera, creo que fue entonces cuando empecé a utilizar el tiempo nocturno para mi escritura, para mis cosas. De ahí salieron una serie de “novelas” escritas a multifín de dieciséis anillas, que me llenaron de orgullo y me dieron la sensación de en este mundo podría hacer todo lo que me propusiera.

Sobre los catorce años, me llegaron los primeros conflictos amistosos y los primeros atontamientos amorosos, entonces dejé la prosa y me pasé a la poesía. He debido componer miles de poemas, no lo sé con exactitud, pues llegados los 33 años, decidí quemar todo lo escrito. En la barbacoa de casa, un sábado por la mañana, empecé a tirar papeles y más papeles, diarios íntimos, poesías, escritos, dibujos.

Durante mucho tiempo dejé la idea de escribir. Supongo que tomé conciencia de mis limitaciones y, ese orgullo perfeccionista que siempre me ha impedido fracasar, supongo, que actuó en mi defensa. Añoré la escritura, y creo que a veces, cuando la pandilla nos reuníamos en un bar, yo escribía en silencio en alguna servilleta para luego romperlo rápidamente. ¿Motivos? En realidad no lo sé. No sé por qué destruí todo, ni por qué dejé de escribir.

Ahora, desde hace cuatro años, he vuelto a retomar la escritura. Una escritura bastante más madura que aquella que dejé cuando explicaba las aventuras de Janet y sus amigas. Volví a escribir por casualidad, enzarzada en una lucha por una injusticia. De ahí salieron textos que me sorprendieron y los quise guardar. Así salió el primer blog, y luego cuando acabó esta lucha, el segundo.

Desde hace un tiempo la gente me presiona para que escriba una novela, pero no me veo capacitada y no hago más que rechazar y negar y no escribirla. Una noche, de esas en las que duermes sola pero no paras de dar vueltas, con el cerebro acelerado porque no tienes a la persona que amas para cogerte y que su calorcito te vaya adormeciendo, di el paso que me faltaba: tomé la decisión, intentaría escribir una novela.

Y como Alonso Quijano, que se creía caballero, yo voy a creerme escritora por una temporada. Espero que mis molinos no me saquen un ojo.

27/6/09

La catedral invisible

Este libro pertenece a una serie, creo que de seis, por lo que sólo he podido probar un poco de su savia. Pertenece al género de ciencia ficción. Sus dibujos son típicos de este género, llenos de información y detalles. Lo que más me ha gustado es la forma de utilizar el vocabulario, pues lo transforma adjetivizado o sustantivando o verbalizando a su antojo, independientemente de la función propia RAE, que tuviera. El argumento también me ha gustado, pero se me ha quedado incompleto debido a que no he leído los demás libros de esta serie. La temática y la fantasía utilizada me ha alucinado. ¿Cómo puede la gente montarse un mundo así, propio?

El otro día vi Harry Potter por la tv. La primera película. Aún recuerdo, cuando emocionada me presentaba en la librería el día que salía uno de sus libros. Pues a lo que iba, viendo la pelí por la tele me emocioné tanto que tenía un nudo en la garganta y los ojos húmedos. Fue debido a que se activó mi Síndrome de Stendhal y me emocionó pensar la belleza y la complejidad del mundo creado por la escritora, un mundo completo de detalles, tantos que se hace sostenible por sí mismo.

26/6/09

Epiléptico

Los fabulosos días de tener un cómic nuevo entre manos cada dos días llegan a su fin. Añoraré mucho esta etapa de mi vida. Pero, así es todo, con el fin desde el principio. Ha sido brutal leer este libro. La enfermedad de la que habla creía que no era desconocida para mí, pero me equivocaba del todo. El autor logra transmitir el agobio que vivió en sus años de niñez y juventud. Un agobio del que toda su familia fue partícipe y que, según cuenta en su propio cómic, desconocían que él padeciera. Las imágenes son brutales. Creo que a través de su dibujo expresa perfectamente los diferentes estados que sufrieron y sobre todo, la enfermedad de la que habla.

Como os podéis imaginar, desde que lo inicié ayer, no he podido dejarlo hasta que lo he acabado. Para mí es como una obra maestra que debe leerse, eso sí, leerse desde un estado de fortaleza de alma, pues como bien “le dijo uno de sus profes”, algunas veces es siniestro, crea intranquilidad y desasosiego.

23/6/09

Nos desayunamos

Desayunar chocolate caliente es perpetuar el amor que estamos construyendo. Juntas, en la cocina, mientras tú te encargas de las tazas y de la mesa y yo, del chocolate, nos abrazamos en silencio con la mirada fija en el cazo, viendo como remuevo el, cada vez más, denso líquido. Nuestros cuerpos, calientes del letargo nocturno, despiertan el deseo con el mero contacto entre ellos y se excusan en silencio por no volver a la cama de nuevo. Entre cucharada y cucharada, entre mordisco de croissant y mordisco, dedicamos una mano para la ingestión y la otra para no perder el contacto entre nosotras. Nuestros besos, llevan el sello de calidez que les confiere el dulce sabor residente en nuestras bocas, que embriaga al primer contacto, despertando la tentación de eliminar el marronoso bigote a besos profundos, pero entrecortados. Con las tazas humeantes a medio acabar, la mesa abandonada, el sofá se convierte en un aliado más de de nuestro amor.

22/6/09

La reina en el palacio de las corrientes de aire

No hay como desayunar cerezas a estas horas y escribir. Es una miscelánea que hace que el cerebro se despierte sin tener que realizar ningún esfuerzo adicional. Desde el jueves, que salió al mercado, ando acarreando el libro aunque sólo sea para leer un par de frases, como alguna vez ha sido el caso; al trabajo, al hospital, al bar, a casa de una amiga, a “por si acaso, en el tren, en el autobús. No me ha pillado tanto como los otros dos porque es más de lo mismo, eso sí, sigo cautivada por el personaje de Lisbeth Salander. A veces se me hace incluso pesado con toda esa serie de nombres y datos que hacen aminorar la velocidad de acción trepidante que tiene el libro y que es la parte que más me gusta. Hablando en una cena con una amiga, me comentó que del primero se había saltado los diálogos, que los encontraba muy malos. Ciertamente, no es lo que más me gusta del libro. Mi entusiasmo lector en este caso se basa en la admiración que siento por la protagonista y no entro en detalles de si es exagerado o no el personaje, que cada uno juzgue. El autor tenía planeado diez libros de la serie Millennium, y según tengo entendido se quedó en la escritura del cuarto. No sé yo si tantos libros de “desamor a las mujeres” se hubieran aguantado.

Pienso, concluyendo, que ha sido una buena experiencia bestselleriana. Eso sí, qué destroce de pulgares de aguantar los libros, sobre todo este último.

21/6/09

Sutil venganza

Mírate en el espejo. Observa atentamente tus ojos. Si en tu interior se pone en marcha un mecanismo de decencia, por pequeño que sea, podrás dormir.

20/6/09

Soy feliz

No creo que haya en el mundo persona más feliz que yo. Y no es que las cosas me vayan bien, que tampoco me puedo quejar. Total, ¿qué importancia tiene comer sólo medio mes porque se te acaba el dinero? ¿O deber a tus amigos porque necesitas el dinero para transporte? ¿O que te tengan que invitar cada vez que sales porque si no no sales? Pero eso es una nimiedad comparado con la felicidad que siento. ¿Qué más da, también, no tener pareja? Eso sí, tener cubiertas de sobra las expectativas sexuales. ¿Qué más da que la salud de tus padres esté sobre la cuerda floja un día sí y otro también? Yo, feliz como una perdiz (por usar esa tontería popular).

El motivo de mi felicidad: desconocido. Pero sólo se me tiene que ver; volviendo hace nada, a las nueve y cuarto de la mañana, de buscar unas fotocopias para el trabajo, iba yo con mi mp3 a todo trapo, con los auriculares encascillados en los orificios auditivos y cantando a pleno pulmón por la calle la canción de “Vaga General” de Flor de Nit. Bajo las primeras gotas de una lluvia que promete un día fresquito, con el pelo aún mojado por la ducha y con la mente llena de proyectos, que sin lugar a dudas, me conducirán a la plenitud límbica de la felicidad suprema.
¿Quien no es feliz es porque no quiere?

18/6/09

Mis palabras

Mis palabras no son imagen ni texto sino textura, la textura de un lienzo cargado de pasión, amor, ilusión, rabia, odio y tristeza. No es más que la poiesis que me otorga vivir dentro de mí, conmigo y mis circunstancias. Mis palabras no son más que el tegumento metafórico con el que vivo.

16/6/09

Trágame entera

Mi amigo me había hablado de este libro, hace algún tiempo, antes de de dejármelo, pero con el ajetreo que llevo estos días me había olvidado. El otro día le dije: “ya tengo la obra montada, vuelvo a tener tiempo para leer y, al día siguiente, ya tenía este cómic entre las manos.

Al empezar a leerlo, me he desorientado, no recordaba el comentario que tiempo atrás me había hecho y me he dejado perder, siempre cogida de la mano del autor. El libro trata sobre la esquizofrenia, enfermedad que padece un familiar de él. Realmente es impactante cómo el tipo de dibujos te introduce en dicha enfermedad, una manera impactante de acercarnos a ella. En algunos momentos, las viñetas se vuelven agobiantes porque aportan información confusa, recurso del autor, para crearnos sensaciones esquizoides.

Interesante la experiencia de su lectura, más que nada, por el viaje al que invita, sin necesidad de maletas.

15/6/09

Las calles de arena

Un cómic que me ha provocado una sensación de ahogo y malestar. Me explico; me ha gustado mucho, muchísimo, la verdad, pero lo he leído con esas dos sensaciones, que en principio, eran las que debía tener el protagonista. Pero este no las tenía y las he estado sufriendo yo durante toda la lectura. ¿Quería conseguir esto el autor? Los libros debieran venir con el número de móvil del escritor para consultarle dudas. Ahora, voy a estar durante un tiempo dándole vueltas al tema estúpidamente, pues no creo que llegue a ninguna conclusión.

¿De temática fantástica o metafórica? No pienso aclararlo, si a alguien le interesa que lo lea y luego, si quiere discutirlo conmigo, ya sabe cual es mi correo.

También me ha servido para decidirme a ir a hacerme una revisión oftalmológica: me ha costado leer la letra de los bocadillos.

Vale la pena leerlo.

14/6/09

Mi niña políglota

−Mira, desde mañana, todo se ha acabado. Ya podemos escribir nuestros respectivos post dolorosos y todo eso. El mío tendrá dos palabras: fin.

−¿Dos palabras, fin?

−Pensaba en inglés.

13/6/09

Caricia semántica

Paseo la mano por tu cuerpo como quien dibuja vectorialmente a su musa, con lentitud, pues decidimos que sólo la lentitud podía transportarnos al amor. ¡Qué momento mágico aquel en el que decidimos decidir! Rompimos con la somnolencia de los sentidos y nos sentimos, la una a la otra, haciendo vibrar el silencio con esa brisa que despierta el cariño, violín solitario que emite secuencias de pasión. Hemos sabido descomponer la calma en números primos, que juntos, forman los arpegios de nuestra relación. No necesitamos más contornos, nos basta con deshilachar la placidez de nuestros cuerpos para tejer redes de futuros ciertos, aquellas en las que prenderemos nuestras dos palabras de amor, una función de dos variables: nuestros nombres.

11/6/09

Frase lapidaria...

...para un día como el de hoy, en el que me ha despertado el dolor, me ha levantado la obligación y me mantiene despierta la idea de que se acabe el día.

"La mayor desgracia de la juventud actual es ya no pertenecer a ella".
Salvador Dalí

7/6/09

La invención de Hugo Cabret

El viernes fui a una de mis librerías habituales y la chica que me despachó me puso literalmente este libro en las manos. “Soy de la sección de infantil y juvenil, pero este, te va a gustar. Ya me dirás”. Sin dudarlo, me lo quedé.

Llevo todo el fin de semana leyéndolo ha ratitos y totalmente enganchada con sus dibujos y su historia. Y hoy, por fin, he tenido un tiempo seguido para poderlo acabar. Es un libro mágico, no voy a decir nada más. No sé qué me ha gustado más, si la historia, un hermoso cuento basado en hechos reales, o los dibujos.

Sólo añadir, que creo que Spielberg anda detrás de los derechos. Sería genial ver este libro en pantalla. Muy recomendable a todas aquellas personas que disfruten con la lectura, con el dibujo y con la magia de los cuentos.

Estoy cansada

Mi mente no puede descansar. No sé si no puede o si no la dejo. El caso es que aún no he acabado el trabajo, o los trabajos, que tengo entre manos y ya se me dispara a pensar en los del año que viene. Incluso, antes de empezar a escribir este post, he estado confeccionando una lista de todo lo que quiero hacer en los próximos cuatro meses.

Supongo que escribirlo es una manera de concretar y despejar el cerebro, que debe estar totalmente preparado para crear y crear, porque en definitiva, cualquier trabajo que desempeñe, por muy manual que sea lo convierto en creativo.

La gente no sabe la realidad, vive engañada conmigo, opinan que soy una persona con muchos recursos pero no es así. Bueno, recursos tengo, tampoco voy a engañarme ahora, pero la verdad, mi más secreta verdad es que tengo una imperiosa necesidad de crear y crear, porque si no lo hago, no me siento viva.

El maestro de almas

No entiendo qué tienen los libros de esta mujer que me abrazan mientras los leo. Los encuentro inteligentes, llenos de humor e ironía, a pesar de que suele tratar temas serios; los encuentro dinámicos y llenos de recursos lingüísticos. Y este dinamismo que encuentro en la trama hace que me capturen desde principio a fin.

El caso es que, leer uno de sus libros, para mí, es cómo tomarme un helado bajo la atmósfera fresca de unos abetos. Me hace soñar con ser escritora, pues leyéndola me quedo bajo la impresión que escribir es fácil. Tiene la capacidad de construir una novela, tejiéndola con una concatenación de palabras, de manera que una conduce a la otra de una forma tan lógica que parece que no exista otra manera de enlazarlas.

Ahora qué viene el verano, sólo me apetecen “helados” como este.

4/6/09

La mujer de verde

No puedo negar que me ha gustado. Pero, porque tiene su pero, no es más que una novelilla de intriga, parece una novela secuela de Milenium, aunque me parece que es anterior.

Tiene su buena dosis de “violencia doméstica” (es el término utilizado en el propio libro).

En su lectura, ha habido recursos del autor que no me han parecido muy correctos, dentro de mi humilde opinión, pero el resultado final ha sido de disfrute. En estos días de tanto agobio laboral va bien una novela de este estilo, que te enganche en seguida y que no tengas que pensar mucho.

Por cierto, el final, previsible desde casi el principio, a pesar de querer ocultarlo con una doble historia. Y el “llorar de la comatosa”, otro de los finales, quizá me sobraba mucho.

En fin, que es novela de hamaca, matamoscas en mano y siesta entre líneas.

Mala noticia

Mi compañero de trabajo, ese maravilloso compañero de trabajo que tantos cómics me ha dejado, con el que hablo de literatura, libros, cine y teatro, política y noches de juerga loca, se va del trabajo. Tanto mi egoísmo como yo estamos tristes, muy tristes. Era una compañía grata y juntos nos habíamos reído e ironizado bastante, a pesar de que a veces tiene un sentido del humor que no me hace gracia y que por no hacérmela, me muero de risa. Mi egoísmo, porque ya no voy a tener cada dos días un cómic nuevo en mis manos, me los tendré que comprar yo misma si los quiero leer.

Como fue el Salón del Cómic, le regalé un sobre con el precio de la entrada, para que pudiera ir el día que quisiera. Ayer, estuvimos hablando del Salón y cuando, triste, le recordé que ya no lo tendría para que me dejara cómics, me dijo: “antes de irme, te dejaré una lista con los mejores autores y los mejores cómics que aún no has leído, así te será más fácil encontrarlos”.

¿A que es mono?

2/6/09

Una historia corriente

Cada mañana, Carlos, trapo en mano, frota efusivamente sus zapatos negros de piel mientras se toma el café, sentado a la mesa de la cocina de casa.

Cada mañana su mujer recoge con lentitud los platos de la cena que anoche se quedaron de cualquier manera sobre la mesa y el mármol. Pudiera parecer, por su lentitud y la ausencia de la mirada que aún se encuentra hipnotizada por las horas de sueño.

Carlos, todo lo contrario, por su frenesí al frotar reiteradamente el zapato, parece que lleve despierto desde el primer despunte del alba. Tiene por costumbre lustrar los zapatos de noche y cepillarlos y pulirlos bien por la mañana, con el café.

−Los zapatos limpios es de señores −le decía siempre su madre mientras le limpiaba los mocasines para ir al colegio−. Podrás ser pobre como una rata, no tener nada que comer, ni ropa para cambiarte, pero si llevas los zapatos limpios, todo el mundo sabrá que eres un señor−. Y mientras se ponía los mocasines, le peinaba y le repeinaba para que fuera el niño más guapo del colegio. Ya con la cartera y el abrigo puestos, se ponía a su altura y le besaba en las mejillas.

−Dios ha querido darme el niño más guapo del mundo −le repetía colocándole bien el abrigo o sacándole alguna pelusa enganchada a este.

Después de tomarse el café se va a la ducha, se viste y se pone los zapatos orgulloso de poder compararlos con una patena.

Carlos se despide de su mujer besándola por detrás en la cabeza y rodeándola con sus brazos por la cintura.

−Hasta luego, cariño.

−Ten buen día, amor −le contesta su mujer participando del ritual de la despedida que lleva practicando desde hace casi tres años, que se casó con él.

Carlos trabaja de comercial para una empresa que vende mesas y sillas de jardín. No es bueno en su trabajo pero de vez en cuando tiene un golpe de suerte y vende toda una terraza para un restaurante o un hotel.

Después de visitar a un cliente, se subía al coche, abría la guantera, sacaba un trapo blanco perfectamente doblado y se frotaba los zapatos para eliminar cualquier partícula de polvo que hubiera podido adherirse.

A media tarde, cansado de su jornada laboral, vuelve a casa, se pone ropa cómoda y se sienta en el sofá del salón a ver la televisión.

−Cariño, tráeme una cerveza fresquita −le grita subiendo la voz a la vez que el volumen del aparato.

Judith, deja lo que está haciendo y le lleva la cerveza a su marido que, cariñoso, la coge y la sienta en su regazo.

−¿No vas a preguntarme cómo me ha ido el día? −le pregunta mientras le pone la mano por el escote.

−¿Cómo te ha ido el día?

−Me lo estás preguntando por puro compromiso −se enfurece mientras le agarra por la muñeca con fuerza.

−Me estás haciendo daño.

−¿Daño, daño? Daño me lo haces tú a mí que no te comportas como una esposa −grita empujándola para que salga de encima de él.

Judith, con el ímpetu, es incapaz de ponerse de pie y aguantar el equilibrio por lo que cae sobre el costado y se golpea la mejilla con la mesita.

−¡Ay! −se le escapa quedamente.

−Eso, ahora quéjate. Quéjate de hacerte daño tú misma. Eres un pato. No sé por qué coño me casé contigo, si no sirves para nada −le sigue gritando acercando su cara a la de ella, posición que le impide levantarse del suelo. A cada palabra gotas de saliva salen propulsada hacia Judith que las recibe como si de bofetadas se tratasen.

Carlos pierde la paciencia, se levanta, levanta a su mujer del suelo y la zarandea.

−¿Tú piensas vivir siempre de la sopa boba? Claro, ya está el cornudo de tu marido para que traiga el dinero a casa. Y tú, incapaz de cuidarme como es debido −levanta una mano y le pega un manotazo.

Judith grita de dolor. Por la cercanía de ambos, Carlos no ha tenido espacio suficiente para darle la bofetada en la mejilla yendo el impacto de la palma dirctamente a la oreja. Siente como se marea y dobla las rodillas para no caer en peso. Por un momento pierde la noción de lo que ocurre a su alrededor. Oye los pasos de Carlos alejándose por el pasillo.

Judith bate los huevos para hacer una tortilla con silenciosa rabia. Carlos, sentado en la mesa de la cocina, se aplica en untar betún a sus zapatos, mientras, como siempre resuena en su mente la frase de su madre: “Llevar los zapatos limpios es de señores”.