30/10/09

Sin mentiras

Le clavó el puñal mientras le juraba que le amaría hasta la muerte.

29/10/09

En pijama

Cuando cada noche antes de meterme en tu cama me visto con tu aroma, me peino con tu mirada, y me cepillo los dientes con tus besos y hago gárgaras con la pasión, me desprendo del disfraz del día y vuelvo a ser quien soy.

27/10/09

¿Qué te apuestas?

Marta se hallaba en el salón de casa con un marco de fotos hecho de madera, a mano, y pintado con motivos florales. Contenía una foto de plano medio en la que se veía a cuatro chicas cogidas por los hombros riendo a carcajadas. Sobre cada cabeza, escrito con rotulador indeleble, se podían leer respectivos nombres. Desde la izquierda: Julia, Marta, Concha y Marisa. En el marco, abajo, grabado con muescas poco uniformes, tanto en profundidad como en trazo, se lee: “Armarios fuera”. Fue la primera juerga lésbica que se corrió Marta recién salida del armario, allá por el 1990.

Ahora, Marta, con 30 años, añoraba esos días en los que todo eran risas y sinproblemas. Julia y Marisa, se hicieron pareja dos años después; cuando pudieron se casaron y siempre han vivido todo los felices que dos lesbianas pueden vivir. Marta y Concha han permanecido solteras.

Marta se sobresalta al oír el teléfono. Sin dejar de observar la foto, contesta.

−¿Sí? Hola, Marisa… Bien… ¿Ahora? Ahora no puedo… No… En un par de horas… Sí… En el café de siempre. Si me retraso, espérame, que tengo que salir a un recado… No, no me puedes acompañar… Sí, como siempre… Yo, también, ¡hasta ahora!

Marta cuelga con rapidez y mira el reloj de la pared, se vuelve a sobresaltar al oír el timbre de la puerta. Deja el marco de la foto en la mesita donde estaba y se va al recibidor. Antes de abrir respira hondo para amortiguar un poco el sobresalto del timbre. Abre.

−Hola, Marta −saluda Concha, plantándole dos energéticos besos, uno en cada mejilla y sonriéndole con complicidad.

−Hola. Te veo exultante, vamos muy contenta.

−Contenta y con la adrenalina a tope −dice, dejando sobre la mesita una bolsa que contiene una botella−. He traído cava para celebrarlo.

−Ah, perfecto. Ahora traigo un pastel de chocolate que hice ayer para no tomárnoslo a pelo.

Pero, Marta no se mueve del sitio. Se miran a los ojos. De pronto el ambiente se torna serio. Concha asiente sin decir nada mientras deja que el silencio y la tensión se adueñen del momento. Al final, suelta una risita nerviosa a la vez que sube los hombros como diciendo: “ya está, no se puede hacer nada”.

−¿Ya lo has hecho? −pregunta Marta sin ninguna sorpresa.

−Sí −responde Concha soltando de nuevo la risa nerviosa−. Por lo que gano yo la apuesta. Julia es mía. Esa fue la apuesta.

−Sí, esa fue, Julia sería para quien dejara a Marisa fuera de juego −dice mientras se va a la cocina a por el pastel.

−Creo que no he dejado ningún cabo suelto. Parecerá un accidente de coche. He tenido mucho cuidado. Venga, brindemos. ¡Por Julia!

−Espera, aún no he comido nada. Primero un poco de pastel y guardemos el brindis para el final.

De nuevo el silencio, esta vez provocado por tener la boca llena saboreando el delicioso pastel de chocolate.

−Qué bueno que está −exclamó Concha−. Es el de la…

−…receta de Marisa, sí −acabó la frase Marta y las dos se pusieron a reír con la boca llena.

Cuando Marta hubo tragado añade:

−Bueno, pero tiene una pequeña variante, en vez de poner todo harina…

Marta interrumpió la frase pues Concha parecía que se estuviera ahogando. Le costaba respirar tanto por la nariz como por la boca y emitía unos pitidos agudos como resultado del poco aire que pasaba a través de su garganta. Marta se la quedó mirando.

−…le he puesto almendra picada.

Concha, se estaba poniendo azul. Sus ojos empezaban a desorbitarse, pero en el fondo se podía entrever el odio hacia Marta. Había dejado de hacer ruido porque ya el aire no entraba por su hinchada garganta. Marta coge la copa de cava y dice:

−¿Y ese brindis? Por Julia. Mi Julia −y vació la copa de un sorbo.

Se sirve otra copa y mira a Concha.

−La apuesta la he ganado yo −dice en voz alta y vuelve a beberse la copa de un sorbo. Se levanta para ir a llamar por teléfono a urgencias y siente un agudo dolor en el estómago. Un sabor a almendras amargas le sube de este hasta la boca. Se le acabó el tiempo. Se desploma y empieza una agónica y silenciosa muerte.

Suena el timbre de la puerta un par de veces. Alguién golpea con el puño

−Marta. Marta, soy yo, Julia. Por favor, abre la puerta. Te estoy oyendo. No puedo esperar más. Quiero hablar contigo. Tengo una buena noticia. Marisa y yo hemos roto esta mañana.
Desde el suelo, con leves jadeos, Marta oye las palabras de Julia mientras muere con las manos en su estómago y la cabeza girada hacia la mesita. En sus ojos, quedará eternamente reflejada la botella de cava.

26/10/09

Anatomía

El perdió la cabeza. Ella le entregó el corazón. El pidió su mano. Ella sólo se miraba el ombligo. Sus amigos opinaban que debía tener estómago para casarse con ella. Se lo dijeron pero no dio su brazo a torcer. “Tiran más dos tetas que dos carretas”, pensaron. También hablaron con ella, pero como tenía más oreja que oído, no consiguieron que agachara las idems y se fuera. “Al mal tiempo, buena cara”, opinaron todos. Se mordieron la lengua cuando el cura preguntó. La novia salió de la Iglesia con la cabeza bien alta. Los amigos preferían que hubiera salido con los pies por delante. La familia calculó a los invitados a ojo de buen cubero y faltó sitio. Necesitaron muchos brazos para reorganizar el himeneo y parte de los convidados tuvieron que arrimar el hombro. La broma costó un riñón y el padre, que era devoto de la Vírgen del Puño, se endeudó hasta las cejas; desde entonces, empezó a andar con la soga al cuello. La novia se dejó agasajar y no dijo esta boca es mía. Los presentes no se cortaron ni un pelo y le dijeron al novio de qué pie cojeaba ella. Este esperó a la noche de bodas, cuando estuvieron solos, e hizo de tripas corazón para pararle los pies. Tienes más cara que espalda, le espetó. Esta se puso de los nervios, y tú “tienes mucha mala baba”, le contestó, pues, en estas situaciones, carecía de pelos en la lengua. El se excitó y quiso besarla. Ella se defendió con uñas y dientes y le dio con la puerta en las narices. El se fue con el rabo entre las piernas. Vete a tomar por el culo, fue lo último que oyó mientras se alejaba tirándose de los pelos.

Finitud

Y cuando muera saldrá a la luz la lista de todas las mujeres que fui, tantas como mujeres me amaron.

22/10/09

Cumpleaños

La hora y media que tengo para comer en el trabajo la he utilizado, excepcionalmente, para pasear. Sabiendo de antemano que estos días apenas tengo apetito, ya me he preparado una mínima expresión de alimento en un taper, así que, en tres mordiscos, he degustado esa maravillosa comida, entre papeles, dossieres, libros y ordenadores

A menos de un minuto de mi trabajo, hay un pequeño bosquecillo al que le tengo mucho cariño. Lo atravieso cada mañana sobre las siete y media y me ofrece lo mejor de cada estación. Ahora, el Ayuntamiento, que supongo que no sabe cómo tocar las narices, lo ha convertido en un extenso jardín. Cortaron la hierba y el casi inexistente sotobosque, talaron unos cuantos pinos e hicieron senderos por los lugares que casi, a fuerza de atravesarlo tantos años y tantas personas por el mismo sitio, no crecía vegetación. Han puesto unas maderitas para contener el vigoroso césped que está saliendo y han salpicado de bancos, senderos y parterres.

Por este lugar paseaba yo, con el cielo encapotado y con el ambiente más fresco de lo que deseaba. Podía haber cogido la chaqueta, pero, a veces, cuando el alma está mal, nos apetece hacerle daño al cuerpo.

La Mosca Estremecida intuía algo. Normalmente cruza el bosque parándose en las flores o en la hierba a conversar un rato con algún insecto, o saluda a alguna hormiga soldado que hace guardia delante del hormiguero. Disfruta analizando, como si del CSI se tratase, alguna de las múltiples heces caninas que salpican el bosque (ahora jardín). Pero esta vez, debía intuir algo porque volaba a mi lado ocelándome de vez en cuando de reojo, sin decirme nada. En los momentos en que no estoy bien, me pone nerviosísima su actitud, por lo que, tanto ella como yo, sabíamos que iba a haber bronca.

Ralenticé el paso, para concretizar lo que sentía en patadas a las pequeñas piedras que sobresalían de la tierra. La Mosca Estremecida revoloteó alrededor de mi cabeza hasta que se puso delante de mí, frenando mi avance.

–Bueno, ¿vas a decirme qué te pasa? ––me preguntó perfectamente alineada con mi nariz y poniendo sus seis patas en jarras–. Hoy estás insoportable.

–¿Yo? ¿Insoportable? Pero si no he abierto la boca.

–Eso es lo más insoportable de ti –me gritaba mientras se posaba en el respaldo de uno de los bancos de madera y me indicaba señalando con su trompa que me sentara a su lado–. Ese silencio que dice “nadie me comprende”. Ese silencio que lleva implícito el propio compadecimiento.

–Pues como sigas así de impertinente e inoportuna verás como mi silencio se transforma en enfado.

La Mosca Estremecida calla, sé con seguridad, que no se ha dado por vencida, que lo que está haciendo es un cambio de estrategia.

–Bueno, ¿me vas a decir qué te pasa? –me vuelve a preguntar con la voz más maternal que una mosca, ovípara por excelencia, puede poner.

–Eso sí que me cabrea, tu tonillo.

Oigo que la Mosca Estremecida empieza a musitar mientras aprieta los puños. No entiendo lo que dice.

–¿Qué murmuras?

–Un mantra, para no perder la paciencia contigo –me aclara toda pedante–. "The fly flies with the flow"... "The fly flies with the flow"... "The fly flies with the flow"... "the fly flies with the flow"...

Me levanto y continúo mi paseo dejándola con su mantra. Pasear siempre me sienta bien, es como una manera de armonizar con el universo.

–¿Ya no somos amigas? –oigo que me pregunta desde mi hombro.

No la he oído venir y la sorpresa me desmonta.

–Sí.

Tras unos segundos de silencio, prosigo.

–Estoy triste porque llega mi cumpleaños y no tengo amigos para celebrarlo.

En seguida me arrepentí de lo que había dicho. Me sonaba infantil, pero es que era eso lo que me pasaba; sentía un dolor profundo, imposible de explicar, porque era consciente de que estaba recogiendo lo que hasta ahora había sembrado. Era dueña de un extenso campo baldío.

La Mosca Estremecida estaba pensativa, me miraba en silencio y batía las alas con cadencia de perplejidad. Disparó su pregunta a la yugular.

–¿Qué edad tienes?

–¡No me entiendes!

–No es que no pueda entenderte, no. Es que no quiero entenderte.

–Déjame explicarte.

–Venga, va, explica –y, suspirando, realizó un looping con doble tirabuzón y se sentó otra vez en un banco, una pierna sobre otra, cogiéndose la rodillas con las manos y balanceándose de atrás para adelante–, ya puedes empezar.

–Siempre he tenido la ilusión de que me hicieran una fiesta sorpresa. Llevo muchos años organizándolas para gente que conozco, pero luego, a mí no me la organiza nadie. Me gustaría descubrir que le importo a alguien más que a mi pareja, que la pobre, ya me la organizaría, ya, pero sabe que no vendría nadie porque no hay nadie a quien invitar.

–Ajá.

Omití su comentario porque había empezado a vomitar eso que llevaba en mi interior y que nunca había verbalizado. Proseguí.

–Si que he tenido amistades en mi vida, pero por un motivo u otro no he sabido conservarlas. Y ahora me siento mal por ello. Mi cumpleaños, lo único que ha hecho, es sacar a flote este sentimiento que me va carcomiendo diariamente porque no quiero afrontarlo.

La Mosca Estremecida me mira enfadada. Me doy cuenta que hace rato que ha dejado de hacer el bobo balanceándose para prestar toda su atención a lo que estaba diciendo. Antes de replicar, tensa el cuerpo y me señala con una de sus patas.

–Y nunca tendrás más amigos porque no sabes reconocerlos –traga saliva, o lo que sea que trague, y prosigue–. ¿Y yo que soy? ¿Eh? ¿Qué soy si no tu amiga?

–Bueno… claro… no quería ofenderte –balbuceo porque no sé qué decirle, no quiero empeorar las cosas y soy una especialista .

–¿Sabes lo que te pasa? Que no tienes las amistades que tú quieres tener y a la gente que te aprecia y es tu amiga, no la valoras. Y eso es para ofendernos, y mucho. Porque, no te quepa duda, de que me has ofendido.

Dándose la vuelta me dice:

–Me vuelvo al trabajo.

Y ahí me tenéis, yendo detrás de la mosca, en silencio, buscando la palabra exacta para disculparme, mientras ella bate las alas con excesivo ruido para demostrarme, así, hasta qué punto está enfadada.
En mi fuero interno me comentaba: “¿lo ves, de alguna manera u otra, siempre la cago?”

Pienso, luego ambiguo

La mujer de mi vida es un deseo que el día que se cumpla dejará de interesarme.

21/10/09

Leyenda Urbana

Amé a una mujer, una vez, con toda mi persona. Le regalé mi corazón sin pensarlo y al tiempo me lo devolvió destrozado. Ahora esa mujer es ectoplasma y yo me he convertido en su castillo.

Basado en un cuento de Juan José Arreola.

20/10/09

Realidad

A veces, nos deslumbra una persona hasta el punto que nos volvemos nictálopes a plena luz del día y entonces somos capaces de devorar espadas por conservar el hipnotismo magnético de esa persona.

18/10/09

Una

Si estoy contigo soy una y la infinidad nos abraza gritando a la posteridad que espere. Cada instante es interminable y vemos como cambia la vida alrededor de nuestro amor inmutable. Revuelo sensacional que hace que todo se vuelva de color.

Cada reencuentro soy una, una con deseo de perdurar en ti.

16/10/09

Pensamientos de convaleciente

“Sé quién soy y con vuestra reacción me diréis quiénes sois”.

El problema es que normalmente una no acaba de saber quién es, por lo que tampoco reconoce en las reacciones de los demás quiénes son.

15/10/09

El no pensamiento

Dicen que tenemos dos tipos de pensamiento, el pensamiento y en no pensamiento y que de niños utilizamos de forma natural el segundo, pero que luego al crecer, vamos pasando sin darnos cuenta a priorizar el primero, el racional.

Pasa igual con la respiración: de niños utilizamos la diafragmática y a medida que la vida nos “vicia” pasamos a utilizar la de pecho. También ocurre algo parecido con las posturas corporales, al caminar o estar sentados.

Pues resulta que al primar el pensamiento sobre el no pensamiento lo único que conseguimos es estrés, cansarnos, incluso podemos llegar a estar depres y lo que es peor, llegar a tener depresiones; se ve que aumentan las bajas en los trabajos. Pues parece ser que todo esto es porque dejamos que nuestro pensamiento nos guíe en vez de guiarle nosotros a él.

Esta filosofía de vida, que como es normal viene de Oriente, afirma que durante todas las acciones que se realizan en un día se puede utilizar perfectamente el segundo pensamiento, el que no analiza ni razona sino que da rienda suelta a la intuición y a la respuesta creativa. Y, con ello, lo que podemos conseguir es mejorar nuestra calidad de vida, pues disminuiríamos preocupaciones y estés. Y cuando nos preguntaran si estamos estresados, la respuesta será: estresado, no, cansado porque he trabajado mucho.

El truco parece ser que está en, simplemente, "estar en lo que se esté haciendo", sin pensar en nada que tenga que venir luego, concentrados en la actividad que realizamos, disfrutando, sin juzgar ni querer concluir.

Dicen que si logramos hacer eso, la felicidad se hará extensiva dentro de nuestras vidas. Vale la pena intentarlo, ¿no?

Para toda aquella persona que le interese, existen una serie de ejercicios para que, poco a poco, se vaya dejando más espacio al no pensamiento y poder utilizar el pensamiento, sólo cuando se necesite de verdad.


Ahora bien, lo que a mí me intriga, me inquieta y me hace pensar, es por qué el ser humano pierde su propia naturaleza a medida que se hace mayor; nos sentamos mal, caminamos mal, no respiramos correctamente, cambiamos radicalmente nuestra alimentación y encima, ahora me entero que hasta malutilizamos nuestro pensamiento.

Tantos años estudiando y ¿para qué? Si me hubieran enseñado lo básico otro gallo cantaría.

14/10/09

Las últimas páginas que pasé contigo

Llevo arrastrando esta libreta desde antes de Semana Santa de este año, aproximadamente, siete meses. No recuerdo que una libreta me haya durado tanto, así que me sorprendo ahora que hago el cálculo, pero creo que ha sido porque esta vez he escrito más desde casa, directamente en el ordenador.

Mis libretas no están escritas con esmero, ni pulcramente. En ellas se pueden encontrar listas, escritos, referencias, anotaciones de ideas, recetas.En fin, todo aquello sobre lo que se puede escribir está fijado en sus hojas con mala letra, lleno de tachones, correcciones e interrogantes (desde hace algún tiempo vengo apuntándome aquellos temas sobre los que quiero buscar información).

Si, al lado de una frase o una palabra, se encuentra L es que es la referencia de un libro, si LP, libro de poesía, si P, película, si simplemente hay un interrogante es que tengo que buscar información sobre ello. Normalmente suelo escribir con tinta azul, la negra sólo la uso para las cartas de puño y letra, que, aunque pueda sorprender, sigo escribiendo, a veces.

Ahora, apenas a cuatro hojas de acabar esta libreta ya me muero de ganas de hacerlo. El protocolo es elegir una nueva, siempre tamaño cuartilla pues es la que es más manejable; suelo escribir de pie, en un bus, en tren o en metro, en una cola o si es necesario, me paro en la calle para apuntar lo que sea. Una vez elegida la libreta, le escribo en la tapa el número de clasificación rodeado por un círculo y, debajo, el mes y el año en que la empiezo. He de confesar que soy impaciente y las ganas de estrenar me llevan a abandonarlas siempre con tres o cuatro páginas sin utilizar.

Tengo un estante, en mi despacho, dedicado a ellas y allí las voy almacenando y archivando hasta que me dé por quemarlas o destruirlas, porque conociéndome sé que llegará el día que me deshaga de todas ellas. Creo que soy de esas personas a las que no les gustaría que conocieran su verdadero yo.

13/10/09

Viaje feliz

Hoy, viajo feliz. Estoy en mi amado tren y en este caso no utilizo el adjetivo irónicamente y, delante de mí, viaja un hombre que sobre un folio (sí, un folio de los antiguos, nada de dinesacuatro) está escribiendo. Escribe con letra pequeña y apretada, dejando el mínimo espacio entre línea y línea.

A mi lado, viaja una chica más joven que yo y aunque pueda parecer increíble, está leyendo a Shakespeare en inglés, mi sueño. Al otro lado del pasillo, otra chica que se acerca más a mi edad, sobre una cuartilla está escribiendo versos. Escribe y tacha, y a veces se queda perdida en la lectura de lo escrito, intentando que la musicalidad le cale en los huesos. Se mueven sus labios y de vez en cuando utiliza los dedos para contar las sílabas.

Levanto la vista y más allá de nosotros, el vagón dormita, es normal, son las siete de la mañana.

¡Qué feliz soy! Me siento acompañada en este viaje, en este viaje intelectual.

12/10/09

Mira tú que suerte

"No desearás a la mujer del otro", pero de "la otra" no dice nada. Una ventaja, en este caso, ser lesbiana.

11/10/09

A veces oigo una vocecilla

El Niñodelscollons corre arriba y abajo del autobús. Su madre está sentada en la parte de atrás hablando por el móvil, hay poca gente sentada y un par de personas de pie. El Niñodelscollons está jugando con un coche, va haciendo el ruido del motor y se le cae al suelo cada dos por tres. La madre lo mira pero no lo ve, tiene su atención centrada en la conversación telefónica. El Niñodelscollons empuja y golpea a los viajeros para recuperar su coche. Los viajeros, educados, se revuelven con disimulo en sus asientos como para no estorbar al niño.

El Niñodelscollons pasa corriendo por mi lado hacia el conductor. Tiene la necesidad de patear el suelo pues debe pensar, animalico, que así corre más. De vuelta viene corriendo otra vez y se encuentra con mi furibunda mirada que le frena. Craso error el mío, pues en sus ojos descubro que se le ocurre un nuevo juego: chincharme. Corre más, con más ruido, chocando con mi brazo izquierdo que es el que da al pasillo. Ahora ha descubierto que le divierte más dejar el cochecito (delscollons, también) en el suelo y patearlo hasta que llega al conductor. Miro a su madre, sigue hablando por el móvil y a la vez que mira que a su hijo no le pase nada malo.

Por suerte, me bajo en esta parada que viene. Ya me he puesto de pie y he apretado el botón de aviso. El niño me mira y vuelve chutando el coche con más descaro. Me dirijo hacia la puerta y el Niñodelscollons me tira el coche a los pies. La puerta se abre y, en mi oreja derecha, la Mosca Estremecida me grita “ahora”. Y como si de un plan previsto y estudiado se tratara, doy el paso para bajar el primer escalón más corto de lo que debiera y, con todos los Newtons y kilopondios que mi masa y la gravedad de la tierra me permiten, coloco todo mi peso y mi malababa en el pie que, “casualmente y sin querer”, cae sobre el cochecito.

Se oye el crujido de rotura y sin pararme a comprobar nada, bajo del autobús. Acto seguido oigo como la puerta al cerrarse me impide oír los gritos y el llanto del Niñodelscollons, al ver el espachurre de sus actos.

La Mosca Estremecida me dice mientras con su patita me coge del cuello en plan camaradas: en estos casos, un hecho vale más que mil palabras.

10/10/09

Niños del Paraíso

Children of Heaven

Me dieron una cinta de DVD y me dijeron, la tienes que ver. Y así lo he hecho. No había oído hablar de esta película nunca. Mientras la iba viendo he pensado que estaba rodada con muy pocos medios, por alguna de las resoluciones narrativas que me han parecido algo infantiles. Pero por otro lado, la lírica me ha embargado, así como el silencio de los personajes que parecían resignados y en modo alguno no lo son. En ciertos momentos la he visto con un nudo en la garganta y en otros con una amplia sonrisa.

Sólo puedo decir que la dureza hecha poesía, duele mucho más que la palabra llana. Creo que es una de las películas que debe verse.

8/10/09

Adivinos a mí, ja

Me mira y me dice, tú vas muy estresada. Le contesto que no. Sí, muy estresada te lo estoy notando. Pues yo no noto nada; siempre muevo la pierna, si lo dices por esto.

Me mira con más detenimiento y una sonrisa de seguridad le aflora. Añade: Sí, tú estás muy estresada. Le sonrío con la misma sonrisa de seguridad añadiendo un tanto por ciento elevado de ironía y una cucharita sopera de mordacidad: Que estrese a los que están a mi lado no quiere decir que yo vaya estresada. Se calla y le digo: al estrés va la vencida.

6/10/09

Cistitis

No hay mejor cosa para acabarse de despertar que intentar acertar el chorrito, el segundo chorrito, para ser exactas, en el botecito aséptico y estéril preparado para recibirlo. “Suelte un pequeño chorro y luego recoja el resto en el bote,”, me había dicho la ginecóloga, “pero que sea la primera orina de la mañana”. Y, la verdad, que dicho así, en la consulta, dicharacheramente hablando, no parecía que tuviera la más mínima dificultad. Me dio un botecito transparente con tapón rojo de rosca. “A juego por si hay sangre”, pensé (demasiado Hause, también pensé).

La primera dificultad con la que me hallé es la de anularla visita para llevar el botecito lleno un par de veces, porque no había manera de recordar que el “primero de la mañana” debía de ser archivado. En realidad, sí que me acordaba de ello, pero cuando iba a pagar en algún sitio, que abría el bolso para sacar el monedero y siempre salía primero el botecillo. Así que, después de que medio barrio se enterara de que debía hacerme un análisis de orina, yo seguía desperdiciando mis primeras micciones matutinas por no recordarlo. Hasta que decidida, por fin, la vez que saqué del bolso, en la panadería, creo recordar, el dichoso botecito lo mantuve en ristre, hasta que llegué a casa; ¡total!, ya era del dominio público en todo l’Eixample que la lesbiana tenía cistitis. Así que, “en llegando” (que es en gerundio), deposité el susodicho encima de la tapa del váter, sabiendo seguro, así, que esta vez no me olvidaría.

Y así fue. Tras subir y bajar la tapa agarrando el bote cuando la vejiga lo mandaba y volviéndolo a dejar en su sitio todas las veces que fue necesario, llegó la primera micción de la mañana.

El despertador sonó a las cinco y cuarto totalmente ajeno a lo que iba a pasar. Lo paré a la primera vibración y como siempre me senté en la cama coordinando a oscuras la búsqueda de las zapatillas con sendos pies a la vez que con la mano derecha buscaba mis gafas sobre la mesilla de noche. Puede que sea una tontería lo que voy a decir, pero es más cierto que el pan (nunca he entendido esta afirmación), el caso es que la oscuridad me parece más enfocada si llevo mis gafas puestas, por lo que aunque no haya luz lo primero que hago en cuanto me despierto es ponérmelas.

A lo que iba; una vez en el cuarto de baño y visto el botecito, le saco el plástico y, sin desenroscar la tapa, practico, in situ, cual es la mejor manera de cogerlo y llenarlo con los menores accidentes posibles. Como aún ando somnolienta, mis movimientos son lentos y mis pensamientos más. Al final llego a la conclusión, después de la práctica de un rosario de posturas de recolección y sentada en la taza del váter, de que la mejor manera es por delante, cogiendo el bote con la mano izquierda y acercándolo lo más posible a la hoy, improvisada, fuente surgente.

A ver, a ello; primero el chorrito desechable. Bien, es fácil. Ya está. Ahora el otro en el bote. El silencio y la expectativa afloran. No pasa nada, pues al haber cortado el chorritín se me refluye el líquido para el riñón y me cuesta arrancar de nuevo. “Venga, Dintel, concentración, qué tú puedes” me dice la Mosca Estremecida sentada en mi cepillo de dientes. “¿Qué haces ahí? Lárgate ahora mismo” “Ssssssssss” “Quieres callarte y largarte”, le grito amenazando con encerrarla en el botecito. Al final consigo que se vaya del cuarto de baño y vuelvo a mi postura original. Venga, concentración y tesón.

Después de sufrir lo indecible, siseándome, abriendo el grifo del bidet, el del lavabo y el de la ducha, consigo reiniciar de nuevo el fluir. Todo marcha. ¿O no? Nuevo problema. Resulta que con mi mano tapo el bote y no veo hasta dónde lo tengo lleno. Es aquí dónde se masca la tragedia (aunque poco apetezca mascar en estas situaciones). En esta postura del potro, o sea, yo misma montada en la taza del váter, intento doblegarme al máximo hacia delante para facilitar la visión, dificultada esta por: descomunal tetamen, promontorio barrigal y frondoso monte de Venus, apto este último para que varara el Arca y sus múltiples parejas.

El caso es que, ni 007 con ninguno de sus artilugios, ni contorsionista alguno hubieran podido acceder visualmente a la zona de llenado. Así que siguiendo las leyes de la física, llegado el líquido, ahora incontinente (valga la redundancia si es que la hubiera), al borde y habiendo formado el menisco convexo, pudo más que la presión atmosférica y empezó a caer por los bordes (aquí valga la redundancia más que nunca), mientras salpicaba unas cálidas y alegres gotillas por doquier.

¡Qué difíciles los malabarismos por no soltar el bote, para no manchar demasiado, para no mojarme y para no derramarlo! Al final, poniendo el pie sobre el bidet, intentando mantener quieta la mano que sujetaba el dichoso recipiente y haciendo uso del equilibrio que tantos años practiqué con el winsurf, logro ponerme de pie y conservar bastante líquido para que sea analizado.

Un punto más a mi favor. La vida no puede conmigo, ni sus legañas, tampoco.

Conquistarte

Apoyo la cabeza sobre la hierba de tu falda e inhalo el aroma que desprende tu flor blanca.

Te canta el corazón, mientras tus ojos callan el estallido de amor que te corre en las entrañas.

Con un pequeño temblor, tu música llega a mis canas, la tierra lejana de tu cuerpo, ahora siento cercana.

5/10/09

¡Qué genio!

El genio se compone del dos por ciento de talento y el noventa y ocho por ciento de perseverante aplicación.

Ludwing van Beethoven

3/10/09

Realidad

Por desgracia, esto va má allá de la simple literatura. Está basado en una historia real, cosa que me hace pensar que si existe una situación así, seguro que existen muchas más historias que desconozco. Cuando me enteré de ella, en cierta manera me hundí, porque pensé que estábamos condenadas a repetir patrones de por vida. Pero ahora, con el tiempo, veo las cosas desde diferente perspectiva.

Una de las primeras palabras que aprendemos a decir de niñas es NO. Aprendámosla a utilizar en el momento preciso, aprendamos el valor que tiene el decir NO a tiempo. Y cuando ya lo sepamos, enseñémoslo a decir a todas aquellas personas que lo desconocen. Aprendamos a descubrir cuando desaparece el respeto en una relación, que nunca lo hace de repente, va dando señales, pero cuando somos capaces de verlo ya estamos metidas dentro del ajo. La ansiedad por huir de la soledad, a veces, nos ciega y somos capaces de aguantar carros y carretas convirtiendo las relaciones en un verdadero tormento. Digamos NO y reconduciremos el respeto al lugar que le corresponde.

2/10/09

Un día de zoo

Suena el móvil.

−Hola Dintel.

−Llamo por si os apetece venir conmigo al zoo, han traído unas suricatas nuevas que me gustaría ver.

−A ver un momento, (hablando para fuera) cariño, ¿quieres que vayamos con Dintel al zoo?

Voz a lo lejos.

−Vale.

−Dice que sí. ¿Te parece que nos veamos en la entrada principal a las once?

−Perfecto, nos vemos ahí.

Llegué puntual, como siempre. Como siempre, la Niñadelscollons y su madre aún no habían llegado. Saqué mi libro y me senté en un poyete a leer mientras esperaba. Cuando levanté la vista del libro habían pasado veinticinco minutos. No se las veía ni a lo lejos. Después de tres cuartos de hora, nerviosa porque no me gusta esperar, cerré el libro y saqué el móvil para llamarlas pero, entonces, las vi despuntar por detrás de los tilos. Respiré profundamente y me armé de paciencia.

−Hola. (A su hija) Saluda a Dintel.

−Hola.

−Perdona el retraso, pero ya sabes cómo son los niños.

−(Mordiéndome la lengua y mirando furibunda a la Niñadelscollons) No pasa nada.

Empezamos la visita por los monos, luego fuimos hacia la fauna asiática, las aves y el delfinarium. Durante todo el trayecto, la Niñadelscollons no paraba de quejarse de que no podía andar, de que estaba cansada, de que le dolían los pies. ¡Normal! Me di cuenta, entonces, que llevaba unas chancletas de piscina. Yo no entendía nada. Ahora, finales septiembre, semana de lluvias, temperaturas bajando, camino del invierno, la Niñitadeloscolloncines llevaba chanclas de piscina. La madre al ver que resoplaba, pues el pensamiento que nos sorprende a veces se vuelve físico, me aclaró.

−Es que no se ha querido poner otro calzado.

Dintel, contrólate.

−A ver, ¿me estás diciendo que una niña de tres años ha decidido qué zapatos ponerse para venir al zoo? Y lo que es peor: ¿habiendo elegido los equivocados se los has dejado poner?

−Es que si no, no quería venir.

−(Intentando no perder la paciencia) Pero, a ver una cosa, ¿quién manda?

La madre se queda en silencio.

−Bueno, luego no quedes extrañada de que a los doce años te venga preñada.

−Dintel, qué bestia eres, si sólo son unas zapatillas.

−Ni eso, en realidad sólo son unos cimientos, a tu modo de ver, estúpidos.

−¿Qué quieres decir?

Dintel, a cámara lenta, cae hacia atrás en plan Arare. Fundido en negro, en muy negro lo tienen.

1/10/09

No fui Eva

Lo tengo claro, si fuera Eva, seguiríamos en el paraíso, ¿o debo escribir Paraíso? ¡Qué poco que me gustan las manzanas! Siempre me da una pereza tremenda comérmelas. Además, cuando empiezan a oxidarse, no me gustan. Ni tampoco, cuando les pongo el limón. El sabor me parece de lo más monótono. Y casi peor que aquellos bistecs de cuando era pequeña que, como no me gustaba la carne, me lo hacían mucho y me pasaba horas con el primer mordisco de un carrillo a otro; “se me hace bola”, le decía a mi madreque estaba desesperada y no sabía qué hacer para que me los comiera. Luego, inconscientemente, se solucionó de golpe: le compraron un perro a mi hermano. ¡Más mono! Era un pastor alemán. Lo tuvimos unos once años. Pues, hasta que murió, no volví a comer un bistec. Pero, ya que siempre existe un pero, a él tampoco le gustaban las manzanas.

Mis padres, estaban muy contentos, porque cuando comíamos, el perro no molestaba en la mesa, se ponía debajo de ella, a nuestros pies (siempre con la cabeza en mi dirección). El día que le di manzana por primera vez, como no sabía que no le gustaba y no podía ver si se la comía o no, se quedaron todos los trocitos en el suelo. Mi madre, al descubrirlos, me riñó mucho porque pensó que los había tirado; “no estás en el cole”, me dijo. Ilusa, no sabía que en el cole los ponía dentro de la jarra de agua, o se los regalaba a quien quisiera comérselos, que si los tirabas al suelo siempre te descubrían.

En fin, que nada, que si hubiera sido Eva, me hubieran tenido que tentar con un plátano. Pero un plátano, plátano, nada de bananas ni de sentidos metafóricos; las primeras, aún sería capaz de comérmelas, pero los metafóricos, fijo que se me atragantan.