5/2/19

Impregnada de ti


Este domingo pasado, cogí la moto para ir a una fiesta. Hacía mucho tiempo que no la cogía, y menos a las cuatro y media de la tarde. El sol estaba bajo y al girar para coger otra calle me encontré con una luminosidad, esa tan especial de invierno, fría y cálida a la vez, que iluminaba algunas ventanas y salpicaba de claro-oscuros la calzada. Tuve la sensación de tenerte detrás, cogiéndome la cintura, como siempre lo hacías cuando íbamos en moto. Recordé, que muchos domingos a esa misma hora estábamos fuera,  yendo a la playa a ver pescar, o volviendo de alguna excursión. El caso es que esa luz de invierno nos pertenecía a las dos.

Por la mañana, había escuchado el programa de radio que acostumbrábamos a escuchar cuando íbamos en el coche. Lo suelo escuchar mientras hago cosas de casa y debo confesar que no siempre me lleva a ti. Muchas veces, voy tan acelerada que con prestar atención tengo bastante, pero esta vez ha sido diferente; al escuchar la voz de la presentadora, sentí tu presencia a mi lado y ya no me pude desprender de ella en toda la mañana. Qué buenos recuerdos guardo de ti, que feliz que llegué a ser.

Hace un rato, he puesto una lavadora. No acostumbro a hacerlo entre semana, pero quería tener una de las camisas limpias y he aprovechado para lavar toda la ropa. Al tender, he sentido que me susurrabas al oído: “tiende bien, que nos conocemos”. Y es que tú me enseñaste a tender, con esa manera ordenada que tienes de hacer las cosas. Y allí estabas, conmigo, mientras seguía todos aquellos consejos que un día me diste.

¿Lo ves? Nunca voy a poderte olvidar, me he quedado viviendo entre el pasado y un futuro que no llega y que por supuesto, este tiempo, nada tiene que ver con el presente. Vivo, no lo puedo negar; vivo impregnada de ti.