26/11/20

¡Señora!

Mientras caminaba por la calle, me ha llamado una señora para darme algo que se me había caído: ¡Señora!

Lo he mirado extrañada porque no lo he reconocido. La señora ha insistido que era mío, que lo había visto caer. Yo lo negaba y ella lo afirmaba rotundamente. Me lo he guardado en un bolsillo, más que nada, para que me dejara en paz, con la idea de, a la que perdiera de vista a la señora, tirarlo en una papelera.

Caminaba con las manos en los bolsillos e iba haciendo rodar la pieza entre mis dedos para ver si la memoria táctil, por vez primera, ganaba a la visual. Nada de nada. Eso no era mío.

¡Qué errada que estaba! Cuando me he quitado el abrigo para colgarlo en el perchero de la entrada, me he dado cuenta que faltaban trozos de mí. Me he horrorizado al verme incompleta, ajada y vieja. Y es lo que tiene envejecer: el pegamento que une todos los pedazos en los que te has ido rompiendo también obedece a una obsolescencia programada.

Mejor me arranco los pedazos y los guardo en una cajita, al menos no los perderé.

25/11/20

Esto nunca será el final

Los pasos no sé si los doy para adelante o para detrás. Te siento y te veo y se me remueve el pensamiento. Pasa el tiempo, sí, y sin embargo yo lo tiento, como si hubiera sido ayer mismo nuestro último beso. Añoro besarte, tanto, que me duele el deseo. Y siento tanto tu ausencia como tu recuerdo. Y tengo ganas de decirte que te quiero, y aunque ya sé que tú no, necesito decírtelo de nuevo.

13/11/20

En bucle

No sabes, no, lo que me pasa por la mente. Te eché fuera de mi pensamiento y el tiempo se ha encargado de perdernos en distintos horizontes. Pero cerca del hipotálamo, donde se supone que nada el amor, quedó anclada una triza de tu recuerdo en espera a ser izada de nuevo al tálamo que tantas veces nos desvistió.

Piel con piel, se aviva el fuego, y las llamas ilusionan la evocación hasta parecer que estas a mi lado. Nos respiramos y nos bebemos, y yo, arrepentida, engancho triza con triza para construirte de nuevo. Quiero estar contigo. No necesito más que eso. Mientras tanto, te busco dentro de mí. No te encuentro. Caigo. Lloro. Despierto. Reinicio de nuevo el sueño.

10/11/20

¿Es el final?

Con mi traje negro de duelo, me duelo, y me siento en silencio delante de la puerta de casa, que un día fue hogar, hoy, vacío y mañana, tumba, esperando a que vuelvas conmigo. Tantos finales tuvimos que ahora no sé si fuimos y acabamos o acabamos lo que fuimos. Pero, el caso, es que pasan los días y queda el estómago lleno de ratoncillos aletargados, poco expectantes, por la incertidumbre de no saber si vuelves o vas o vienes para atravesar mi espectro.

En mi mano, tú última nota. Tocar la tinta, la hoja y la esencia que dejaste al escribirla, me quema el alma. Te tuve y no te tengo, te quise y te sigo queriendo. Ahora, mi vida es ceniza en un viejo cenicero.

Al principio, llené tu hueco con tormentas y neblinas, maremotos y escollos. ¿Qué absurdo andamiaje construí con tu ausencia? Vino el tiempo y, en un par de tic tacs, me vació de nuevo. Ahora, callo y vivo del recuerdo. Me balanceo sobre mi sombra y beso, bebo y me alimento de tu última nota, que analizo, destilo y descompongo hasta la locura, pensando si, ella, contendrá tu definitivo adiós.

9/11/20

Lo puto peor

Ir a peor cuando piensas que ya estás bien y descubrir que hace tiempo que dejaste de estarlo. Me engaño y el lodo de todo es que me creo mi propio engaño y vivo feliz. Hasta que, por ejemplo, me compro un ramo de flores que solo puedo regalar a tu ausencia. Y llego a casa. Y lo arreglo en un jarrón. Y me obligo a convivir con él hasta que no le queda ápice de vida y verlo mustio, ajado, con los tallos putrefactos en un agua putrefacta es como ver mi alma en el espejo.

La vida, señora feudal de los corazones heridos, me fustiga con su látigo de siete tiempos para que pierda el equilibrio y desespere. Me empuja a finiquitarme sobre los brazos de Baco; mientras, entre trago y trago descubro que aún no he tocado fondo, que lo que estoy tocando con mis yemas es la fina superficie de mil espejos reflejados y mil fondos donde caer.

7/11/20

Cuando te veo

 

Encarcelada en el mismo instante,

dejo que pase el tiempo.

Cicatrizó ya en su momento,

la herida que tú me causaste.

No con ello quiero culparte,

pero así es lo que yo siento;

lanzo un infinito lamento:

te fuiste y te vas,

amor errante.

Alfiletear mi cerebro

 es tu forma de vengarte

y, aunque niegues,

es bien cierto,

 que, a pesar del daño, tiemblo

 y no consigo olvidarte.

Amarte a ti es todo un arte

y me trago tu veneno,

que, a sorbos, saboreo

 desde el día en que me dejaste.

6/11/20

Acto reflejo

Respiro.

Nunca sé que es lo que vivo

El silencio me acompaña hasta el olvido.

Suspiro.

Con la oscuridad ceñida a la cintura,

a la impotencia, las moléculas constriño

y convierto circunstancias en anhidro.

Subsisto.

Para vestir santos, tu recuerdo desvisto

mientras caigo en un desconocido abismo

Aspiro.

Ya no siento tu abrigo

Inspiro.

Agria broma la de Cupido

Respiro.

Delito haberte perdido

Expiro.

Llegó lo que había temido

No existo.

No existo, tú te has ido.

5/11/20

Una vez más

 

Me rompí. 

Me rompí de nuevo, 

en mil pedazos, 

en vacíos eternos. 

En una herida constante 

que gravita en el infierno 

y quema 

y punza

y aja 

lo que ya creía un sueño.


Me rompí. 

Esparcida por el suelo, 

mis recuerdos mutilados 

contornean los deseos 

y tu ausencia, 

convertida en un duelo, 

nubla, de la esperanza, el cielo.


Sangre, 

desamor 

y entraña 

tiñen mi vida de negro.