26/11/20

¡Señora!

Mientras caminaba por la calle, me ha llamado una señora para darme algo que se me había caído: ¡Señora!

Lo he mirado extrañada porque no lo he reconocido. La señora ha insistido que era mío, que lo había visto caer. Yo lo negaba y ella lo afirmaba rotundamente. Me lo he guardado en un bolsillo, más que nada, para que me dejara en paz, con la idea de, a la que perdiera de vista a la señora, tirarlo en una papelera.

Caminaba con las manos en los bolsillos e iba haciendo rodar la pieza entre mis dedos para ver si la memoria táctil, por vez primera, ganaba a la visual. Nada de nada. Eso no era mío.

¡Qué errada que estaba! Cuando me he quitado el abrigo para colgarlo en el perchero de la entrada, me he dado cuenta que faltaban trozos de mí. Me he horrorizado al verme incompleta, ajada y vieja. Y es lo que tiene envejecer: el pegamento que une todos los pedazos en los que te has ido rompiendo también obedece a una obsolescencia programada.

Mejor me arranco los pedazos y los guardo en una cajita, al menos no los perderé.

2 comentarios:

Carmela dijo...

Un texto muy triste, Dintel, pero que como historia me ha gustado mucho.
Es cierto que cuando sufrimos nos rompemos en pedazos y muchas veces cuesta volver a unirlos, otros incluso no se unen nunca. Pero así y todo, seguimos siendo nosotras y no debemos dejar que esos fragmentos no nos permitan seguir viviendo.

Un beso grande.

dintel dijo...

Carmela, ya sabes que me gusta más narrar en la tristeza, será que lo tengo más por la mano (o por el alma) ;P