20/5/12

Cajones patas arriba

Dejar ir no significa darse por vencido. Es aceptar que hay cosas que no pueden ocurrir.

Esta frase la he leído en uno de esos powepoints de frases célebres que ha colgado una amiga en su facebook. Curiosamente, ayer, en un artículo de La Vanguardia que se titulaba “El amor no es fácil de ejercer” leía algo parecido: «Cuando realmente queremos a una persona, deseamos que sea verdaderamente feliz, aunque sea con otra. Este es el amor consciente o con sabiduría, que  no es fácil de ejercer. De ahí que un antiguo adagio al respecto rece: “Los dioses aman conscientemente, y el que ama conscientemente se convierte en un dios”».

Es curioso pensar cómo van coincidiendo en un mismo tiempo los mismos mensajes. Es como cuando te rompes un brazo y no paras de ver por la calle gente escayolada. Supongo que siempre se ve la misma proporción de gente con algo roto, pero al tenerlo nosotros nos hacemos más conscientes de ello. Claro que alguien que yo me conozco diría: “Eso son señales”.

También, ayer por la noche, me quedé en el sofá viendo una película que al principio me pareció un rollo, pero en la que poco a poco fui descubriendo que encerraba mucha de mi filosofía. Se titulaba Into the wild (Hacia rutas salvajes). Al final, me enteré que estaba basada sobre un caso real. Se hablaba también de “dejar ir”. Yo debía estar especialmente sensible ya que se acrecentó mi empatía hasta tal punto que me fui a dormir con la emotividad a flor de piel, herida, con un fuerte dolor en mi soledad y con todas mis estructuras de protección bamboleándose de forma peligrosa. Así he pasado la noche que he pasado, sumida en una gran añoranza, oyendo cómo la lluvia caía sobre los toldos, sobre las baldosas de la acera, sobre las motos aparcadas. Y cuando conseguía evadirme y empezar a quedarme dormida, aparecía la sensación de lucha del protagonista de la película y vuelta a empezar. El cerebro acelerado, la sensación de que en esta vida tiene que haber algo más, el pensamiento de “algún día haré algo importante”, y la soledad, esa soledad entre la gente que quiero, que me rodea, y de la que no me puedo deshacer nunca.

Otra coincidencia: todo esto me pasa ahora que he encontrado un librito de poemas que escribí de los doce a los dieciséis años y que con mucha ilusión envié a encuadernar en piel con letras doradas, a una pequeña editorial que había cerca de donde vivía. Me leí la otra noche todos los poemas de una sentada y quedé impactada por las temáticas: siguen siendo temáticas vigentes en mi vida. ¿Es que no he sabido solucionar los problemas de adolescencia? Prefiero no pensar mucho en ello porque me metería en uno de mis famosos bucles.

Nota: Poemas de desamor, cuando no había conocido el amor, poemas de soledad, cuando aún no había perdido a nadie, poemas de suicidio (me había impactado Alfonsina), poema sobre mi propia existencia, poemas sobre cuál era mi lugar, poemas sobre qué sentía, poemas de descubrimiento personal, poemas sobre conversaciones que me habían impactado, sobre la muerte (tema que me sigue acompañando), temas sobre introspecciones y miedos, sobre pérdidas, cuya aceptación y solución encontraba en la naturaleza. Sobre inmensos vacíos y sentirme diferente al resto. Y ahora, miro mi blog, mis escritos y veo que han evolucionado poco en sus temáticas. Y puedo reconocer que algunos también en perspectiva.

Pues sí, ahora que tengo el interior removido, me hallo sacando el polvo de cada cajón de recuerdos que se abre.

18/5/12

Titulo, luego existo

Creo que me he perdido en la vida, o me he perdido algo. O lo mismo estoy algo fumada, sin fumar, que también podría ser, porque la contaminación es muy mala. La verdad es que algo ha pasado. Yo, que normalmente poseo una buena comprensión lectora, a pesar de que hay temas en los que desconozco el vocabulario específico propio de ellos. Aún así, entiendo lo que se me quiere decir.
Todo esto viene a que el otro día, en un periódico que hallé amablemente en un asiento de la RENFE leí un titular que decía:
“Purito, de la ‘fumata’ rosa a la triple corona”
Lo leí una vez, lo leí otra. Lo leí una tercera. Hasta que me dije, atomarpolculo. Y me di cuenta de que o ya no soy quien era, o ya no se titula como antes.

16/5/12

¿Cuál es mi sitio?

Tengo miedo de estar viviendo una fantasía de ilusiones pintadas de azul cielo a cada paso en mi camino. No había vivido sino lo sueños de otros desterrada en una burbuja de mentiras, contando, uno a uno, los graznidos de los cuervos agazapados en las ramas de mis noches. Siempre deseando volver donde nunca he estado. Ganando tiempo al tiempo pinto decorados en mi teatro mientras descubro que las camas dejaron de chirríar. Y mientras, dentro de mí, la mano del instante me mueve como un polichinela a su antojo. Espero una señal, será el momento de partir, de unirme a la lucha de las sombras a contraluz. Será momento de aceptar que las estrellas siempre brillan muertas.

14/5/12

El azul es un color cálido

El otro día fue el Salón del Cómic y como ya es costumbre desde hace un tiempo, fui. Este año había menos stands que de costumbre, supongo que la crisis se tiene que notar también en estas cosas. El caso es que este año, debido a la crisis, tenía muy claro que no iba a comprar ni un cómic, que solo iba a ver el ambientillo y poco más.

Al segundo paso que di topé con esta maravilla de novela gráfica. No quise leerla en seguida. Necesitaba que me durara más de lo que suelen durarme los cómics y la he tenido durante una semana encima de la mesa de mi despacho. Miraba la portada una y otra vez, sin abrir siquiera el libro; siempre he preferido que los libros me sorprendan de golpe. Sin querer, el día que lo compré, leí la reseña de la contraportada: “La vida de Clementine se altera el día que conoce a Emma, una chica de cabellos azules que le hace descubrir todas las facetas del deseo…” ¿No me digáis que solo por esto no apetece leerlo? “Las facetas del deseo…”, esta expresión es la que me llegó al alma. Me hizo recordar como de viva me siento cuando deseo y qué fácil es acabar con ese sentimiento.

Ayer, con uno de los peores días de mi vida encima, a nivel de introspección, dolor y destroce, hice un pequeño parón en mi pequeña, absurda y hiriente depresión y me leí el libro. Estirada en el sofá de casa, con tranquilidad, disfrutando de los gráficos, de las viñetas, de la tipografía, del contenido de la historia, lo devoré en media hora. Me impactó por lo cercano y conocido del tema. Me impactó, porque ayer me habría impactado hasta una mosca. Con los sentimientos revueltos, a flor de piel y los miedos machacándome el ego y burlándose de mi seguridad, pude apasionarme por lo que estaba leyendo.

Y hacía tanto que no leía. No sabía que lo añorara hasta ese punto. Fue empezar la primera página y decidir que volvía al mundo de los lectores, el cual, no debía haber dejado nunca. El día de ayer me sirvió para recuperar de nuevo mi vida, que la había perdido por el camino de descubrir mis sentimientos. El día de ayer será tan importante como el de antes de ayer, porque, (y ahora es cuando se tiene que poner voz de Señorita Escarlata) nunca más volveré a pensar que un día es más importante que otro. Todos los días de mi vida serán igual de importantes y pienso vivirlos de forma intensa y profunda, como los he aprendido a vivir. Y baso mi decisión en una  pequeña viñeta que me ha dado qué pensar durante toda la noche.

No querer nombrar las cosas por su nombre

Hay veces que el miedo a la verdad nos hace no nombrar las cosas por el nombre que tienen. Es más, nos hace pensarlas en abstracto porque así parece que nada tengan que ver con  nosotras. Y no es que no se acepte la realidad, se acepta, sin lugar a dudas, lo que ocurre es que no nombrándola es como si no existiera, como si pasara de largo de nuestra persona.

Esto ocurre siempre que la realidad nos refleja quienes somos, nos delata alguna faceta escondida de quienes somos, de manera desnuda y directa, sin velos ni tamices que puedan ayudarnos a digerirla mejor. Entonces, es conveniente no poner nombre, no hacer presente en el diccionario de nuestra vida de forma tan clasificada, tan fácil de encontrar aquello que se nos está mostrando.

Y os diréis, tantos días sin escribir y ahora viene con esta filosofada. La verdad no sé si vengo o voy o estoy de vuelta, lo único que sé es que necesito ponerme nombre, porque cuando una no sabe su lugar exacto, se pierde en esta maraña que son los interiores. Solo necesito un nombre, para que pueda anclarme de alguna manera a tu vida y saber así el lugar que me toca ocupar.

9/5/12

Es el camino que quiero caminar

Hoy he dejado mi casa y mi vida para partir lejos de todo aquello que durante tiempo me ha atado a la felicidad. Esa absurda felicidad que una cree que existe a la que, por algunos instantes, siente que el corazón, dominado por el sentimiento de amar, es quien debe regir la vida. ¡Qué absurda visión!

Hoy he dejado mi casa y mi vida para caminar por las sombras que la realidad perfila. Quiero caminar despacio bajo esta fina y constante lluvia de dolor que empapa y cala hasta el alma, pero que me empuja a seguir andando en busca de ese cementerio de elefantes que me permitirá sentarme a morir; morir, sinónimo de dejar de sentir.

4/5/12

Duda existencial

¿Y si realmente no me quieres? Me dices que me quieres, sí, pero puede ser que estés engañada, que te creas que me quieres, pero no sea verdad. Por necesidad de sentirte viva, para salir de la rutina donde llevas años metida, qué mala la monotonía. Y sí, quieres quererme, eso lo sé, se nota, pero no es más que tu voluntad y no un sentimiento. ¿Realmente me quieres? No sé cómo estás tan  segura de que lo que notas es que me quieres y no otra cosa. Si vives engañada en este aspecto, yo también soy engañada. Si busco alguna prueba, ¿qué prueba real puedo encontrar? El amor que sientes hacia mí parece de lo más real, pero, ¿y la certeza? ¿de dónde saco la certeza? Lo mismo si buscas en tu fuero interno descubres que no me amas, entonces ¿me lo dirías, amor?, ¿tendrías la valentía de decirme que hasta ahora creías que me amabas pero que nunca ha sido así? Me ha nacido la necesidad imperiosa de saber si me amas. Concéntrate, mira bien en tu interior, ¿de verdad, me amas, amor?

3/5/12

Inseguridad

Parecemos pilares que aguantamos lo que nos echen. Siempre dando el callo en el tajo, en la familia, en el grupo de amistades. Pero a veces, un simple empujoncito con un dedo nos desequilibra lo suficiente para convertirnos en diminutos seres pequeños e indefensos que no hacen más que llorar su inseguridad. Es entonces, cuando veo a alguien a quien le ha pasado eso que me aflora ese sentimiento de dulzura y cariño del que carezco y lo único que me apetece es abrazar a la persona y decirle que todo está bien, que yo estoy ahí.

Ahora, a posteriori, pienso: “¿tanta seguridad da que yo esté ahí?” y caigo de cuclillas en el suelo de la cocina, la espalda apoyada en el armario de debajo de la pila y me pongo a llorar mi propia inseguridad, ¿quién me he creído que soy? Si no soy nadie. Y efectivamente, el paso del tiempo me da la razón, nadie ha aparecido para abrazarme con ternura y decirme que todo está bien, que está ella aquí.

2/5/12

Calor interno

Sólo me falta un cigarrillo. Como hace un par de días que no escribo y el mono ha ido en crescendo, he abandonado todo, casa y tele, y me he venido al aire acondicionado de mi rincón de palabras. He tirado la casa por la ventana (frase muy hecha ;)) y me he pedido una copa bien fría de vino blanco, seco, muy seco y me encuentro como Hemingway, pero sin Bodeguita del Medio. Qué bien se está, la sensación es como cuando aprieta tanto el calor y después de un buen rato tendida al sol te tiras de cabeza en el mar. El aire acondicionado hace su efecto, se me despierta poco a poco  el pensamiento y mis manos corren diestramente a apretar las teclas necesarias para que al final tenga un texto. El día ha sido duro, muy duro si tengo en cuenta el calor que he pasado. Me he arrastrado por la jornada laboral con ganas de llegar a sentir la noche, deseosa al menos de las horas en las que el sol ataca nuestras antípodas. Qué lentas las horas de luz. Qué lento mi derretido pensamiento. Como una iguana se queda quieta para cargarse de energía, yo me he quedado quieta para descargarme de ella.

Por fin aquí, hermosa morgue del calor.