21/8/17

¡Lo que me faltaba!

Mi cuerpo me pide a gritos que me vaya a buscar la libertad, que no se halla ni en papeles ni en pergaminos, ni en silencios, ni oscuridades.

No sé por qué me quedé con este cuerpo, había bastantes para escoger. Pero supongo que funciona como la tienda de varitas mágicas de Ollivander, en el callejón Diagon: son ellas las que te elijen a ti. Así que sin duda fue mi cuerpo el que me eligió. Un cuerpo lleno de carreteras, caminos vecinales, de pasos a nivel y desniveles por el que me pierdo continuamente y del que no existe mapa.

A veces me obliga a circunvalar la vida para evitar que aglomeración de palpitaciones en la yugular; otras me conduce directamente al centro del cerebro, al epicentro neurálgico de la amígdala y el límbico y me invita a tomar una copa en algún bar recóndito de mi masa gris.

Me deja dormir en el pecho y le gusta que invite a gente para ello, sobre todo a la hora de la siesta, cuando la tarde se dispone a desperezarse. Si estoy sola, me despierta con escalofríos rabiosos para que emprenda de nuevo mi camino.

Mi cuerpo me pide a gritos que vaya a buscar la libertad. Me da miedo; ¿no querrá cambiar de inquilino?

17/8/17

Se buscan manos

Expertas. Capaces de acariciar el corazón y el alma. Alentadoras. Dispuestas a aplaudir. Dispuestas a ayudar. Extensibles. Cálidas y comprensivas. Palmea o chasquea los dedos. Respondo a todos los movimientos. 

15/8/17

Asertividad

No sé si es una palabra bonita, rima con felicidad y suena cercana a actividad. Nunca la había oído hasta hace unos años por lo que no sé si era desconocida para mí o se inventó en ese momento, el momento en que apareció el concepto. El concepto es genial. El diccionario define que es una persona que expresa su opinión firme, pero los mil cursos, cursillos, libros y librillos van un poco más allá: es el que como respuesta ante un conflicto expresa como se siente y su opinión sin atacar a nadie.

La respuesta nuestra ante un conflicto puede ser pasiva, agresiva o asertiva. Pasiva cuando nos “dejamos pisar”, agresiva “cuando atacamos al contrario”, asertiva “cuando respetamos al contrario y nos comunicamos sin atacar ni herir pero diciendo como nos sentimos”.

Me maravilla cómo ha evolucionado el tema de las emociones y los conflictos. ¿Cómo sobrevivieron nuestros padres sin saber que existía la asertividad? ¿Sin que se les pusiera nombre a cada una de las emociones? ¿Sin que supieran que estaban sintiendo?

Claro que si me miro yo misma, así estoy, con esta inteligencia emocional “del revés”, que es más negligencia emocional que otra cosa. Lo mío y lo de muchas personas. Nuestra generación posee un alto índice de analfabetismo emocional, pero ahí estamos, cayendo y levantando, y curando las rascadas de las rodillas que hincamos cada vez que suplicamos salir de soledades, rupturas, incertezas y destinos desviados de nuestras ilusiones.

Ahora es el momento de ser asertivo con una misma, tomar las riendas y espolear nuestro caballo para que inicie su cabalgada por el camino del sosiego y la felicidad. (¡Ja!He tenido un ataque de metáforas).

14/8/17

Con Fe Si On

Mi espíritu fluctúa en el halo del recuerdo y se mece a trompicones con tus desencuentros. Por eso agarro con fuerza lo que me queda del cuerpo, te llevaste, salud, juventud, sonrisa y beso; y a pesar de jirones, lágrimas y acerbos, siempre valió la pena correr por ti ese riesgo.

10/8/17

Mis primeros ligoteos

Y voy un día y ni corta ni perezosa me instalo un app de estas “para conocer gente”, que no ligar; que si tomamos un café, no pasa nada y si te he visto no me acuerdo o me acuerdo pero prefiero no haberte visto.

Y después de aprender cómo funciona, porque intuitiva, seguro que es intuitiva, pero funciona comoelculo y nada de lo que pretendes hacer te sale, llega el momento de mirar las fotos y calcular de qué barrio puede ser la persona con el kilometraje que pone.

Es momento ya de decidir a quién vas a abrir privado y lo más difícil, decidir qué vas a decir. Las primeras impresiones son importantes. Nadie pone su nombre verdadero, todos son nicks y quién pone su foto es estilo: “foto de medio ojo, labio y trozo nasal con cuatro pelillos mientras toca una maceta de una supuesta terraza” o “foto con gafas sombrero y pasamontañas detrás de un biombo enseñando un pie o pezuña estilo cabritilla, si lleva chanclas”. También hay el estilo: “foto de una de mis sombras un día soleado poniendo una postura imposible de imitar”.

Y con temblor en las manos abro mi primer privado:

–¡Hola! ¿Qué tal tu día?

Espero con impaciencia la contestación. Como tarda, decido hacer fuego a discreción en más de un privado:

–¡Hola! ¿Trabajas o estás de vacaciones?

–Es chula la foto que has puesto.

–¡Hola! ¡Qué día más feo que ha hecho hoy!

Abro privado un perfil con una foto que en primer plano salen unas florecillas y en el fondo  se ven a dos personas:

–¿Quién eres, la de la playa o la de encima de la montaña?

Y espero. Y espero. Y espero.

Nunca obtuve respuesta.

Ese primer día fue duro… era invisible.

Después de comentarlo con los amigos y muchas discusiones tipo,“tienes que poner una foto de esta guisa, siéntate delante de estas plantas, pon la manos así, mira para allá, el pelo, póntelo bien, sonríe, no tanto, abre los ojos, gira la cabeza, vertical puente, ahora, ahora…. ¡Quieta!”, la noche siguiente me empezaron a abrir privados.

–ola porque estas aki?

–hola como te gustan?

–milf?

Y ya apunto de borrar mi perfil y seguidamente la dichosa app y ponerme de nuevo el solitario Candy Crush me abre un privado una chica y empezamos a hablar.

No busca sexo, sólo conocer gente. Y empezamos a hablar, y a hablar. Ya de madrugada le digo de vernos, total, llevamos horas escribiendo frasecillas y esperando a que el programa no se cuelgue que pienso que podemos quedar para desayunar.Le digo que la paso a buscar por donde diga en moto y nos vamos a buscar un sitio para desayunar. Me dice que me espera en una parada de Pedralbes,  la zona alta de Barcelona.

Cojo la moto, dos cascos y me lanzo hacia donde hemos quedado. Allí me encuentro con una mujer que me parece mayor de lo que me había dicho, pero como soy tan mala con las edades, pienso que soy yo la que está errada. Nos vamos a buscar un bar y desayunamos. Seguimos hablando, pero la conversación no fluye como yo esperaba. Suerte que a veces el masticar el croissant y el beber el café con leche llenan los espacios. Después de desayunar, subimos de nuevo en la moto y  la acerco para su casa, de nuevo a Pedralbes. Me hace acompañarla dos esquinas más allá de donde la he recogido. Sorprendida le comento que cómo se fía tanto de mí para acercarme a su casa. Y ella me dice que no es su casa, que es donde tiene aparcado el coche. Que ella vive por el Besos, pero que se viene aquí porque siempre es un “puntazo que las tías se piensen que es de la jetset”.

Le digo buenas noches, conduzco hasta casa, me meto en la cama, no sin antes borrar todo rastro de mi incursión appera e intento dormir mientras que mi fuero interno me va gritando: “¡te metes en cada embolao!”

8/8/17

Viento, necesito viento.

Espero con impaciencia la llegada de ese viento que sople con fuerza y barra tu recuerdo. Dolorida y frágil quiero vocear tu nombre a la niebla a ver si despierto una tormenta. Pero esa niebla sorda que me la tiene jurada, infranqueable, hará que inque mis rodillas y me obligará a levantar mis súplicas por encima de las copas de los árboles. Árboles guardianes que han enmarañado sus ramas hasta enhebrarse y tejer un bosque. Cautiva en él, no tengo horizonte, ni espera. Pierdo la esperanza. Te encargaste de apaciguar lo externo. Necesito viento.

7/8/17

Museo de la Ciencia

El otro día fui al Museo de la Ciencia (Cosmo Caixa), un museo que me apasiona y voy poquito, sobre todo ahora que mi vida ha cambiado tanto. Como siempre, la visita estuvo genial. No hice ninguna de las actividades porque llegué bastante tarde, hacia el mediodía y estaban ya empezadas o empezaban bastante tarde, así que me dediqué a ver con tranquilidad la exposición permanente y a ver lo que hacía la gente. En su mayoría, se dedican a tocar todo y a hacer el experimento pero son pocos los que leen las reseñas de este. Yo pude, con toda la tranquilidad, dedicarme a pensar en cada uno de los experimentos y a recordar lo que había estudiado de ellos. Me emociona hacerlo, soy de las personas que recuerda muy bien en qué curso estudié cada cosa. Cuando nos juntamos la cena de exalumnas (colegio femenino de señoritas) alucinan con la memoria que tengo.

Esta vez en el museo, había una exposición sobre el cerebro humano, Talking Brains. Muy interesante. Siempre me ha gustado mucho todo el tema cerebral. De bien joven estuve haciendo caligrafía con la izquierda para desarrollar el otro hemisferio, al menos eso creía yo. Más tarde me compré un libro que te enseñaba a dibujar con el lado derecho del cerebro. Luego, me compré otro libro que hablaba de las zonas cerebrales y qué parte se encargaba de qué. Y ahora, gracias a los avances en neurociencia me entero incluso de cómo aprende el cerebro, de qué son las neuronas espejo y de cómo funciona. Es apasionante.

La neurociencia ha avanzado tanto debido a que la tecnología lo ha hecho. Cosa que ha permitido poder estudiar el cerebro humano en vida. Ha avanzado tanto que ha sido capaz de decirle a la pedagogía todo aquello que estaba haciendo mal y cómo mejorar la enseñanza. Tanto es así, que el término enseñanza pasa a segundo plano cobrando importancia el de aprendizaje. El maestro también pasa a segundo plano, ahora es un mero acompañante del aprendizaje de sus alumnos con la responsabilidad de crear un entorno estimulante y lleno de retos a conseguir.

Todo esto lo estoy explicando a groso modo, sin ser una experta en ello. Supongo que a quién le interese ya buscará la forma de profundizar en el tema. Empezando por ir al Cosmo Caixa, exposición del cerebro, que de verdad, vale mucho la pena.

Me quedé sin entrar en el Planetarium, cosa que me apasiona porque normalmente tienen unos buenos documentales de los que siempre aprendo muchas cosas que desconocía. La visita cundió muchísimo, además de disfrutar de un buen aire acondicionado que me hizo olvidar el calor que está haciendo estos días.

Por cierto, hay un ave rosa en el bosque inundado que no sé cómo se llama. Tiene las patas largas es rosa y el pico es plano. Estaba arriba de un árbol. No encontré la referencia. Si alguien sabe cómo se llama, haga el favor.

6/8/17

Y como cada noche

Y como cada noche, llegan mis fantasmas y me pregunto por qué te quiero y me escondo en mi pijama, pañuelo de tantas lágrimas que empalman alba con alba.

Y como cada noche, tatúo tu  contorno en mi pupila y en las olas de tus labios abandono el ojo a la deriva buscando consuelo y calma.

Y como cada noche, bebo a sorbos la palidez de tu ausencia, y borracha de ti intento dibujar mentiras que me aten a tu presencia.

Y como cada noche, me vuelvo a enamorar de esas pequeñas cosas, que escondidas en ti, nadie verá jamás, y que ni tan solo tú vas a poder encontrar.

5/8/17

La impronta

Lejos me quedan los tiempos en los que rompíamos las noches con gestos y miradas relenteciendo su tiempo pero acelerando su marcha. Ebrias nuestras almohadas acogerán al alba que silenciosa se irá deslizando entre nuestros dedos, tras nuestras almas. Desaparecieron esos juegos tiernos que, caprichosas, jugaron nuestras hadas, mi sabor a menta y el néctar que tú siempre destilabas; y feroces, recorríamos el sendero que nuestros cuerpos marcaban, al ritmo que nos permitía la anchura de tu cama.

Lejos quedan esos tiempos en que metáfora era callada por caricias y suspiros, silencios y miradas.

4/8/17

Sentido común

Ayer estuve viendo un vídeo de Ken Robinson en el que, en un momento dado, habló de la “tiranía del sentido común”. En un principio, pensé que era un buen juego de palabras, pero a medida que fue pasando el tiempo, la expresión continuaba paseándose por mi mente y empezó a crearme un poco de desasosiego.

¿Cuántas cosas he dejado de hacer por sentido común? Esta pregunta empezó a punzarme insistentemente para que me parara a pensar en ella. ¿Cuántas cosas he dejado de hacer por sentido común? En la vida laboral, bastantes. Aunque después de pensarlo un poco creo que ha sido para bien (continuo teniendo el empleo). ¿En la vida personal? Muchas más; cosa que me hace poseedora de un mar de dudas, ¿qué hubiera pasado si no lo hubiera hecho?

Soy persona de impulsos frenados y acallados sencillamente porque el sentido común dice que no debe hacerse. Pero, ¿qué hubiera pasado si a aquella chica de la que estuve tan colgada le hubiera dicho lo que sentía?

La veía en el bar donde yo acostumbraba a desayunar. Por la mañana, temprano, antes de ir a trabajar, me sentaba en la barra tomando un café con leche y un croissant. Ella entró un día y se sentó en la barra a mi lado. No me miró, pero a mí me llegó su aroma a recién duchada, su olor a colonia y su fragancia de frescura. Le sirvieron un café y rechazó el azucarillo. Me encantó la cadencia con la que cogió la taza y se bebió el café. Sacó de su monedero un euro y 20, lo dejó en la barra y se fue.

A partir de allí se repitió cada día esta misma escena. No tardé en darme cuenta de cuánto me gustaba su olor, sus manos, su pelo, el aire con el que se tomaba el café. Cada vez iba antes al bar para poder montar el escenario, necesitaba que el taburete de mi lado estuviera vacío para cuando llegaba ella. Y ella siempre llegaba puntual, pedía un café, se lo tomaba y dejaba el importe sobre la barra, mientras yo aceleraba mi respiración para impregnar bien mis pulmones con su aroma. Así, poco a poco me fui colgando de ella.

Cada mañana me levantaba dispuesta a hablarle, me imaginaba diciéndole directamente lo que sentía y que ella, me confesaba que también estaba enamorada de mí. En mi mente repetía esta escena una y otra vez, cuidando los detalles, para que pudiera ser más realista. Lentamente, para no perder las sensaciones que yo misma me creaba.

Un día, incluso, cuando ya se hubo ido, me atreví a coger su taza de café i sentir que ella la había tocado. La incluí en todas mis fantasías: íbamos a comprar juntas, a la playa, se venía conmigo al cine. Estaba enamorada perdidamente.

Una mañana me levanté decidida hablarle, tenía la imperiosa necesidad de decirle lo que sentía por ella. Dejé colgado de una percha al sentido común y me lancé a la calle enarbolando un grito de guerra: “de perdidos al río”. La esperé con impaciencia sentada en la barra del bar. No quería pensar demasiado en lo que iba a hacer, pensaba que tal como saliera sería más natural. Llegó a su hora, se sentó, se tomó su café, dejó el dinero y se fue, mientras que yo luchaba con mi omnipotente sentido común para que me dejara hablarle.

De esto han pasado años. Dejé de ir a desayunar a este bar porque ella un día no volvió más y a mí me dolía no poder respirarla. El tiempo, lentamente hace su trabajo y ahora, ya no me duele pensar en ella. No me acuerdo diariamente, pero, no voy a mentir, la tengo bastante presente.

¿Qué hubiera pasado si le hubiera hablado? Levanto la cabeza del teclado y veo a mi sentido común tumbado a la bartola feliz de haber hecho un buen trabajo. Sonrío, él es así, lo conozco bien, comparto el piso con él.

2/8/17

Los 100

Un día aconsejé Los 100, una serie de ciencia ficción, a una amiga. Hacía más de un mes que había visto tres temporadas y me había apasionado. Soy bastante amante de la ciencia ficción y este tipo de películas me suele gustar.
Ayer, nos volvimos a ver después de un tiempo y me dijo que no había podido aguantar ni dos capítulos, que la encontraba de adolescentes y que se aburría. Cosa muy respetable.

Pero desde entonces llevo dándole vueltas a por qué me gustaba tanto esta serie a mi. ¿Seré una inmadura amante de las series “teenage”, como la catalogó ella misma? No sé.

Si analizo: me apasiona la acción, me gusta que sean ellas las que manden, me gusta el tema, me gusta el misterio y sobre todo me encanta ver la evolución de los personajes, que no son siempre buenos o siempre malos, que tienen que decidir su comportamiento según cada momento. Y creo que esto es lo que más me atrae de esta serie: la maldad y la bondad y los condicionamientos para ser buenos o malos. Me hace pensar en mis propios comportamientos y esto me hace crecer y conocerme mejor. Las rabias, las frustraciones, el dolor, la tristeza, todas esas emociones que llevamos siempre tan mal y que en momentos de verdadera supervivencia suelen desaparecer. La poca educación emocional que tenemos, el descontrol de nuestros sentimientos, los bloqueos. Por todos estos temas se ha paseado mi mente con el asunto Los 100.

Estuve el otro día trasteando por internet y llegué a un vídeo que explicaba cómo empezar a meditar para que el cerebro se desacelere, se calme. Me interesó el tema, cosa que antes nunca me había interesado. ¿En qué he cambiado para que también hayan cambiado mis gustos?
Dicen los psicólogos que apenas pasamos tiempo con nosotros mismos. Pues ahora tengo todo el tiempo del mundo para estar conmigo y escritos como este son el resultado de ello. Está bien poder plasmar en letras lo que piensas, es una manera de tomar distancia y conocerse mejor.

1/8/17

Desnuda

Estoy hoy, desnuda, escuchando en silencio el paso del tiempo. Se llevó la tramontana la ilusión de imaginar. El vino se agrió en la copa de tanto esperar aliento mientras el espejo de la habitación se niega, una y otra vez, a no volver a reflejar tu cuerpo.

Estoy hoy, desnuda, bajo el frío techo de una casa que ya no es hogar porque no la habitas dentro. Se llevó la tramontana la ilusión de imaginar, por eso sin ti no hay cuento.