4/8/17

Sentido común

Ayer estuve viendo un vídeo de Ken Robinson en el que, en un momento dado, habló de la “tiranía del sentido común”. En un principio, pensé que era un buen juego de palabras, pero a medida que fue pasando el tiempo, la expresión continuaba paseándose por mi mente y empezó a crearme un poco de desasosiego.

¿Cuántas cosas he dejado de hacer por sentido común? Esta pregunta empezó a punzarme insistentemente para que me parara a pensar en ella. ¿Cuántas cosas he dejado de hacer por sentido común? En la vida laboral, bastantes. Aunque después de pensarlo un poco creo que ha sido para bien (continuo teniendo el empleo). ¿En la vida personal? Muchas más; cosa que me hace poseedora de un mar de dudas, ¿qué hubiera pasado si no lo hubiera hecho?

Soy persona de impulsos frenados y acallados sencillamente porque el sentido común dice que no debe hacerse. Pero, ¿qué hubiera pasado si a aquella chica de la que estuve tan colgada le hubiera dicho lo que sentía?

La veía en el bar donde yo acostumbraba a desayunar. Por la mañana, temprano, antes de ir a trabajar, me sentaba en la barra tomando un café con leche y un croissant. Ella entró un día y se sentó en la barra a mi lado. No me miró, pero a mí me llegó su aroma a recién duchada, su olor a colonia y su fragancia de frescura. Le sirvieron un café y rechazó el azucarillo. Me encantó la cadencia con la que cogió la taza y se bebió el café. Sacó de su monedero un euro y 20, lo dejó en la barra y se fue.

A partir de allí se repitió cada día esta misma escena. No tardé en darme cuenta de cuánto me gustaba su olor, sus manos, su pelo, el aire con el que se tomaba el café. Cada vez iba antes al bar para poder montar el escenario, necesitaba que el taburete de mi lado estuviera vacío para cuando llegaba ella. Y ella siempre llegaba puntual, pedía un café, se lo tomaba y dejaba el importe sobre la barra, mientras yo aceleraba mi respiración para impregnar bien mis pulmones con su aroma. Así, poco a poco me fui colgando de ella.

Cada mañana me levantaba dispuesta a hablarle, me imaginaba diciéndole directamente lo que sentía y que ella, me confesaba que también estaba enamorada de mí. En mi mente repetía esta escena una y otra vez, cuidando los detalles, para que pudiera ser más realista. Lentamente, para no perder las sensaciones que yo misma me creaba.

Un día, incluso, cuando ya se hubo ido, me atreví a coger su taza de café i sentir que ella la había tocado. La incluí en todas mis fantasías: íbamos a comprar juntas, a la playa, se venía conmigo al cine. Estaba enamorada perdidamente.

Una mañana me levanté decidida hablarle, tenía la imperiosa necesidad de decirle lo que sentía por ella. Dejé colgado de una percha al sentido común y me lancé a la calle enarbolando un grito de guerra: “de perdidos al río”. La esperé con impaciencia sentada en la barra del bar. No quería pensar demasiado en lo que iba a hacer, pensaba que tal como saliera sería más natural. Llegó a su hora, se sentó, se tomó su café, dejó el dinero y se fue, mientras que yo luchaba con mi omnipotente sentido común para que me dejara hablarle.

De esto han pasado años. Dejé de ir a desayunar a este bar porque ella un día no volvió más y a mí me dolía no poder respirarla. El tiempo, lentamente hace su trabajo y ahora, ya no me duele pensar en ella. No me acuerdo diariamente, pero, no voy a mentir, la tengo bastante presente.

¿Qué hubiera pasado si le hubiera hablado? Levanto la cabeza del teclado y veo a mi sentido común tumbado a la bartola feliz de haber hecho un buen trabajo. Sonrío, él es así, lo conozco bien, comparto el piso con él.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ojala pudieramos abrir una ventana coger el puto sentido común y mandarlo a hacer puñetas...si, aveces soy así de brusca y mal hablá.
Creo que todas tenemos historias casi parecidas...y si una de las dos al menos pudiera omitir ese verguenza, ese corte que nos inunda cuando deseamos hablar a alguien y no somos capaces..pero si enfrente la otra tambien es asi...pues las cosas nunca suceden...
un beso

NOOR

dintel dijo...

Debiéramos hacer que sucedieran las cosas. Como pasa en las películas. A veces pienso que quiero mi película personal. Eso sí, que acabe bien.