¿Cuántas cosas he dejado de hacer por sentido común? Esta
pregunta empezó a punzarme insistentemente para que me parara a pensar en ella.
¿Cuántas cosas he dejado de hacer por sentido común? En la vida laboral,
bastantes. Aunque después de pensarlo un poco creo que ha sido para bien
(continuo teniendo el empleo). ¿En la vida personal? Muchas más; cosa que me
hace poseedora de un mar de dudas, ¿qué hubiera pasado si no lo hubiera hecho?
Soy persona de impulsos frenados y acallados sencillamente
porque el sentido común dice que no debe hacerse. Pero, ¿qué hubiera pasado si a
aquella chica de la que estuve tan colgada le hubiera dicho lo que sentía?
La veía en el bar donde yo acostumbraba a desayunar. Por la
mañana, temprano, antes de ir a trabajar, me sentaba en la barra tomando un
café con leche y un croissant. Ella entró un día y se sentó en la barra a mi
lado. No me miró, pero a mí me llegó su aroma a recién duchada, su olor a
colonia y su fragancia de frescura. Le sirvieron un café y rechazó el azucarillo.
Me encantó la cadencia con la que cogió la taza y se bebió el café. Sacó de su
monedero un euro y 20, lo dejó en la barra y se fue.
A partir de allí se repitió cada día esta misma escena. No
tardé en darme cuenta de cuánto me gustaba su olor, sus manos, su pelo, el aire
con el que se tomaba el café. Cada vez iba antes al bar para poder montar el
escenario, necesitaba que el taburete de mi lado estuviera vacío para cuando
llegaba ella. Y ella siempre llegaba puntual, pedía un café, se lo tomaba y
dejaba el importe sobre la barra, mientras yo aceleraba mi respiración para
impregnar bien mis pulmones con su aroma. Así, poco a poco me fui colgando de
ella.
Cada mañana me levantaba dispuesta a hablarle, me imaginaba
diciéndole directamente lo que sentía y que ella, me confesaba que también
estaba enamorada de mí. En mi mente repetía esta escena una y otra vez,
cuidando los detalles, para que pudiera ser más realista. Lentamente, para no
perder las sensaciones que yo misma me creaba.
Un día, incluso, cuando ya se hubo ido, me atreví a coger su
taza de café i sentir que ella la había tocado. La incluí en todas mis fantasías:
íbamos a comprar juntas, a la playa, se venía conmigo al cine. Estaba enamorada
perdidamente.
Una mañana me levanté decidida hablarle, tenía la imperiosa
necesidad de decirle lo que sentía por ella. Dejé colgado de una percha al
sentido común y me lancé a la calle enarbolando un grito de guerra: “de
perdidos al río”. La esperé con impaciencia sentada en la barra del bar. No
quería pensar demasiado en lo que iba a hacer, pensaba que tal como saliera
sería más natural. Llegó a su hora, se sentó, se tomó su café, dejó el dinero y
se fue, mientras que yo luchaba con mi omnipotente sentido común para que me
dejara hablarle.
De esto han pasado años. Dejé de ir a desayunar a este bar
porque ella un día no volvió más y a mí me dolía no poder respirarla. El
tiempo, lentamente hace su trabajo y ahora, ya no me duele pensar en ella. No
me acuerdo diariamente, pero, no voy a mentir, la tengo bastante presente.
¿Qué hubiera pasado si le hubiera hablado? Levanto la cabeza del teclado y veo a mi sentido común tumbado a la bartola feliz de haber hecho un buen trabajo. Sonrío, él es así, lo conozco bien, comparto el piso con él.
¿Qué hubiera pasado si le hubiera hablado? Levanto la cabeza del teclado y veo a mi sentido común tumbado a la bartola feliz de haber hecho un buen trabajo. Sonrío, él es así, lo conozco bien, comparto el piso con él.
2 comentarios:
Ojala pudieramos abrir una ventana coger el puto sentido común y mandarlo a hacer puñetas...si, aveces soy así de brusca y mal hablá.
Creo que todas tenemos historias casi parecidas...y si una de las dos al menos pudiera omitir ese verguenza, ese corte que nos inunda cuando deseamos hablar a alguien y no somos capaces..pero si enfrente la otra tambien es asi...pues las cosas nunca suceden...
un beso
NOOR
Debiéramos hacer que sucedieran las cosas. Como pasa en las películas. A veces pienso que quiero mi película personal. Eso sí, que acabe bien.
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