30/1/12

Aprendiz de sabio


Me han regalado este libro. Por mi cumpleaños. Mis amigos y conocidos saben que suelo leer de todo, que no tengo ningún tipo de prejuicios ante cualquier texto, sea novela, poesía, ensayo, cómic, teatro o como el que ahora tengo junto al teclado de “autoayuda” (¡toma ya!).

La persona que me lo ha regalado está en un nivel emocional mucho más alto y perfeccionado que el mío. No se altera, suele ser constante en sus emociones y sobre todo en sus reacciones. Es cordial con todo el mundo, siempre ve el vaso casi lleno (más que medio lleno) y es dulce y con una mirada positiva ante todo. Lleva muchos años leyendo sobre cómo perfeccionarse interiormente (y no me refiero con silicona) y trabajándose continuamente, y yo, de reacciones primarias, negativas y sobre todo de niña malcriada, egoísta y envidiosa, le tengo una admiración y…  una envidia (para qué voy a engañaros si precisamente estoy hablando de ello) que siempre le digo lo que me gustaría ser como ella.

Así que, primer paso: “léete este libro” y ya tienes mucho para trabajar.

En la página 21 aparecen enumeradas (más adelante ya se explicaran) las doce necesidades desmedidas e imperiosas que malogran la existencia del ser humano. ¿Adivináis cuántas tengo yo?

En fin, dentro de un año, ya os contaré si surte algún efecto todo mi trabajo sobre Mí.

28/1/12

Trenadas

Inmersa en mi libreta, con las palabras atolondrándose en mi mano, preparadas para precipitarse a través de mi bolígrafo, me hallaba ayer. El tren iba algo más vacío que de costumbre. A esta hora, casi al despuntar el alba, es un placer viajar. El adormecimiento de los pasajeros me otorga el silencio y la soledad que necesito para escribir, levantar la vista de la libreta, mirar, pensar, imaginar e, incluso, escrutar descaradamente a mis compañeros y compañeras de viaje.

Iba sentada en contra de la dirección del tren, junto a la ventanilla, inmersa en mi libreta, como decía, cuando se acercó a mí una china con una sonrisa de oreja a oreja. Levanté la cabeza al notar su presencia mientras estiraba el brazo derecho sobre el alfeizar de la ventanilla. Hallé una chica más o menos de mi edad (no me acostumbro a decir mujer), con los ojos subrayándoles las cejas, cerrados a causa de tanta sonrisa, con el pelo negro de punta y una estatura que hacía más honor que el que debía a la propia de su raza.

Solo quielo cogel el peliólico dijo y señaló hacia el estante portamaletas que teníamos sobre la cabeza, cuya transparencia me permitió saber cuál era el objeto de su deseo. Me incorporé para sentarme bien, descrucé las piernas  las recogí todo lo posible para que tuviera el máximo espacio para “operar”.

Por mucho que estirara la mano, el cuerpo y se pusiera de puntillas no alcanzaba a tocar la barra roja que sirve para agarrarse y se halla algo más baja que el estante. Sin dudarlo, me levanté para ayudarla, con tanta precipitación que no calculé que no tenía espacio suficiente para hacerlo pues lo ocupaba ella, toda estirada hacia arriba, con la cazadora que se le había subido por encima de los riñones, intentando mantener el equilibrio en puntillas.

No sé cómo, al intentar controlar el impulso de levantarme una vez que mi cerebro se percatara de que no tenía espacio suficiente, quedé arqueada apoyándome sobre los pies en el suelo y los omoplatos en el respaldo, con los brazos extendidos a mi lado, libreta y boli en cada mano, intentando mantener, con el culo en alto, el equilibrio.

Cómo tenía que suceder, un traqueteo brusco del tren solucionó la situación: caí sentada sobre el asiento y mientras, ella, a la vez, perdió el equilibrio yendo a aterrizar de bruces sobre mí, apoyando cada una de sus manos sobre cada una de mis tetas (partes prominentes donde las haya) y, casi, boca con boca.

Lo único que fui capaz de hacer fue arquear las cejas mientras permanecía bien quietecita esperando que ella se retirara de encima de mí. Pero no se movía. Su sonrisa había desaparecido. Rápidamente entendí lo que pasaba: para levantarse tenía que hacer fuerza sobre sus manos y estas estaban ocupadas por mis pechos. ¡No sé iba a apoyar sobre ellos!

Así que me armé de valor, la cogí por la cintura, sin soltar el boli y arrugando la libreta y la puse en pie. Roja perdida, la vergüenza chillaba por todo mi ser, miré a mi alrededor con el afán de comprobar que todo el mundo seguía dormido pero Murphi, gran amigo, había hecho de las suyas. Todo el vagón nos estaba mirando con cara divertida. Mientras empiezo a sentir que la incomodidad está a punto de hacerme estallar, oigo:

Peliólico, pol favol!

No es que yo llegue al dichoso estante deloscojones, pero harta ya del tema me subí encima del putoasiento y se lo bajé. Para la mierda de noticias que hay que leer.

27/1/12

CSI

Encontraron a la mujer tendida en su cama. Cuando levantaron el cadáver y empezaron la inspección de la habitación, hallaron todo de piedrecitas perladas poliédricamente punzantes en todas sus caras y aristas, cubriendo la almohada y parte de las sábanas.

¿Qué son estas piedrecillas, señor comisario?

Huesos de lágrimas. Murió llorando en soledad.

26/1/12

Un pequeño paso para mi humanidad

Vuelvo a leer, poquito, pero leo. Añoro aquellas tardes de sofá en las que me ponía a leer justo después de comer y cuando levantaba la vista del libro ya había oscurecido y tenía que encender la luz para seguir leyendo. Añoro también aquellos fines de semana en los que, sin obligación alguna más que aprobar, me levantaba y me sentaba en mi escritorio a leer todo el día, interrumpida solo por los momentos de ingestión.

Me duele mucho más de lo que soy capaz de admitir, ese amigo lector que ha perdido la capacidad de lectura y sus libros se han convertido en un recuerdo doloroso. Me duele porque soy incapaz de rozar la empatía por miedo a que me pueda pasar a mí.

Vuelvo a leer, poquito, pero leo.

25/1/12

Premonición

Soñé y me despertó el chasquido de la propia negrura. Sucedió en mi sueño: desaparecerá el deseo y con él todo aprendizaje. Las sombras de los porqués acecharán por las esquinas y los humanos nos convertiremos en pasto de la ignorancia. A fuerza de amores gastados, de rechazar esfuerzos vanos y no vanos, de derramar frases por callejones baratos, de masificarnos sociabilizándonos, de controlar tiempos incontrolables, la predestinación murmura: "toda banalidad triunfará".

Y al final se impondrá la ignorancia despiadada, y todas aquellas semillas del saber dejaran de germinar en esta tierra yerma que seremos los humanos. Ya no existirán los trofeos; sólo se oirá el estertor de los perdedores. Eso es lo que debemos temer, la ignorancia atrevida acabará gobernándonos. Y todo habrá empezado por un sueño simple al que no hice caso premonizar lo que en un futuro próximo nos esperaba.

24/1/12

Tiempo entre sábanas

Tu gesto, tu mirada y tus palabras ralentizaran el caminar de la noche y la sábana, ebria de tanto amor y sonrojada por el sexo pedirá rozar tus labios suavemente con su embozo. Aún, bajo el hechizo de tu cuerpo, ambas, sábana y yo, abolido el tiempo, derramaremos pasión cubriendo de besos tu lecho, cubriendo de ardor tu deseo.

23/1/12

Aniversario

Da igual el tiempo que pase. Da igual si sea el día o no. Despertarse a tu lado cada mañana es motivo de celebración. Cuando medio adormecida empieza mi consciencia a tomar las riendas de mi cuerpo y mis sentidos se desperezan en la silenciosa armonía que supone despertar, noto tu calor a mi lado y la placidez del deseo de tocarte me invade atolondrando mi mano hacia ti. La deposito en tu cadera, entre el espacio que deja el pantalón de pijama y la camiseta, sobre tu suave piel, cálida y relajada de la noche de sueño. Es la prueba de que existe este amor de final de cuento, de que no ha sido un sueño, de que no me lo he inventado. Es la prueba de que un día más celebraremos nuestro amor con los pequeños detalles que hacen que la vida juntas sea mucho más que un sueño. Te quiero, amor.

22/1/12

Vejez

No es necesario que diga lo poco competente que soy en el mundo de la comunicación con respecto a los sentimientos. La inteligencia emocional nunca ha sido mi fuerte y a estas alturas de la película en la que el declive rige mi vida, tengo casi por seguro que nunca lo será.

Soy bastante incapaz de demostrar lo que siento, así, llanamente, sin enrarecerme ni tensarme, sin sudar ni bloquearme. Pero con un boli en la mano, con un teclado, las barreras que circundan mi interior se desvanecen y es a través de la palabra escrita cuando consigo que fluyan, uno tras otro, los sentimientos sin distorsión alguna.

Decirte que te quiero, que te aprecio, que te siento amiga, puede parecer algo tópico, frío, carente de emoción. Por lo cual, voy a evitar caer en la facilidad de mencionarlo y a rodearlo pertinentemente para que sea la propia lectura la que me muestre.

Cuando debiera empequeñecer a tu lado resulta que mi orgullo y mi admiración se acentúan porque eres grande. Y eres grande porque eres sabia. Y, sabia porque eres tú; un tú férreo forjado a fuerza de contratiempos a destiempo; forjado a cucharadas de madurez en vez de jarabe y juegos; forjado a exigencias cuando te correspondía exigir.

Admiro tu nobleza en ideas y actos porque me confiere esa cordura que en muchas ocasiones me falta. Admiro tu silencio, porque desde la humildad eres capaz de enseñarme. Admiro tus arranques de furia, porque llevas totalmente las riendas de ellos. Admiro tu dulzura escondida, aquella que sólo muestras en determinados momentos. Por eso, en ningún momento, mi intención fue herirte.

Solo quiero disculparme por mi torpeza; a veces soy como un elefante que pone su pata encima de huevo sólo para protegerlo. Pero no veas en mis actos mala fe, si no vejez. Esa vejez que encierra una en sí misma, olvidando sus aledaños y circunstancias, y volviéndonos egoístas y poco cuidadosas. Esa mala vejez, que según veo, me ha tocado vivir.

16/1/12

La historia se repite

¿Será que la rabia es mi motor de escritura? ¿Será que si mi vida es estable y monótona soy incapaz de escribir ni una sola línea? ¿Será que debo sentirme mal para poder sacar de mí todo ese fajo de pensamientos que me oprimen sentimiento, corazón y razón?

Vomito. Y vomito porque me duele. El dolor de alma me produce nauseas, es como si quisiera sacar todo mi interior, darme la vuelta, ser reversible. Hacer desaparecer en el propio agujero negro de mis entrañas toda clase de conciencia y hasta olvidarme de mí. Olvidarme con la quietud de la muerte ingrávida, silenciosa y oscura del universo.

Te odio porque te añoro. Y a ti, también. Y, a ti. Y, tú tampoco te libras. Os odio porque me habéis conducido al ostracismo de mi propia persona. Os odio porque un día os creí y ahora no os tengo. ¡Qué odio más inútil!, ni demostrarlo puedo.

Qué terrible autodestrucción desperdiciar noches de sueño en pensamientos deseosos de perderse en brumas etílicas.

15/1/12

Enamorada de las palabras

De las palabras y de sus imágenes. El otro día por la radio dijeron la siguiente frase:

“Las mujeres eran sombra y alfombra de los hombres.”

¿Necesita contexto?