2/6/20

Ella es así


Como aquel día. Estábamos las dos sentadas en el sofá. Teníamos todo preparado. Venían a comer unas amigas mías. Susana lleva toda la mañana callada. Yo había preparado la comida a ella no le gusta cocinar y como me había dicho: “son tus amigas”. Me había estado ayudando, pero a pesar de ello, no abrió la boca. 

La había observando mientras yo cocinaba y no me pareció que estuviera de mal humor. Le pregunté que qué le pasaba y, como respuesta, recibí un no neutro. Me enervan sus mutismos, me hacen dudar.

La veía como recogía los utensilios sucios y se ponía delante de la pila, en silencio, sin hacer ningún gesto y los lavaba. Cuando no tenía nada que hacer, se sentaba en la mesa de la cocina y se abstraía hasta que descubría que yo la estaba mirando y me preguntaba:

¿Qué quieres que haga?

Nada le contestaba, hazme compañía y hablamos.

Pero, por mucho que me esforzaba no conseguía pasar del monólogo.

Cuando acabamos de cocinar, limpiar todo, y poner la mesa, nos sentamos en el sofá. Ella, en seguida puso la televisión. A mí me hubiera gustado saber qué le pasaba por la cabeza, pero era un muro infranqueable. Observaba el programa con fingido interés. Yo la miraba fijamente.

¿Qué? —me preguntó en un tono en el que se dejaba ver que algo le pasaba conmigo.

—¿Me puedes decir qué te pasa? ¿He hecho algo?

Sonó el timbre de la puerta. Habían llegado mis amigas. Apagó el televisor, pero no se movió del sofá. Fui yo la que fue a abrir la puerta. Ella las recibió cordialmente, pero no con la alegría y el desparpajo que normalmente tenía. Ya las conocía. Me había dicho, la primera vez que las vio, que le caían bien. Pero en aquel momento todo resultó extraño.

Empezamos a comer, Susana, en silencio, contestando educadamente cada vez que se dirigían a ella, pero sin intervenir en la conversación. Al principio, mis amigas no se dieron cuenta de nada. La comida iba avanzando y estaba a punto de llegar a su fin. Susana, estaba con semblante serio y con la mirada lejana. La conversación fue menguando cuando fueron descubriendo que algo pasaba y a mí me fue imposible mantener una charla jovial y desenfadada. Empezaban a dominarme los monosílabos.

Justo después de los postres se disculparon que debían marchar porque la madre de una de ellas no se encontraba bien e iban a ver si necesitaba algo.
A la que se fueron, Susana se sentó en el sofá y encendió la tele. Mientras, me dediqué a recogerlo todo y limpiarlo.

Cuando por fin, me senté a su lado, no supe qué decirle. La miré, pero su cara no reflejaba nada que pudiera darme una pista sobre lo que pasaba.
Ella es así, enmudece y corta la comunicación y son los demás los que deben descubrir qué le está pasando. Creo que se sintió observada; cerró la tele, se levantó y se fue a la habitación. La seguí. Y, tras insistir un poco, se desató la batalla.

2 comentarios:

NOOR dijo...

Y asi nos deja señora???...nos deja el desenlace pa otro post..la batalla final..si es q toda calma lleva una tempestad..y no al reves..😉

Carmela dijo...

Espero que sigas con la historia y no nos dejes así.
Describes muy bien la escena, es fácil sentirse en ella.

Un beso