16/7/14

Leer y pensar, todo es empezar

Creo que fue en La Vanguardia del 4 de julio que leí un artículo de Eulàlia Solé titulado algo así, digo de memoria, “Dos revoluciones”. Me pareció interesante el enfoque que daba. La primera de las dos revoluciones se refería a la de la imprenta, que como resultado se obtuvo un interés en aprender a leer para poder leer aquellos libros que se iban imprimiendo. Como segunda revolución se refería a la digital, opinando que ha hecho decrecer la cantidad de lectores mientras que (lo copié literalmente) “fomenta una multitud de escribientes autores de textos mínimos, con pobreza de léxico y a penas meditados. Mientras que  la facilidad a la edición y distribución de libros despertó el ansia de leer, conocer y aprender, actualmente crece la pléyade de sabiondos que se intercomunican convencidos de que lo saben todo. Y es así, dado que poca cosa les importa más allá de su círculo de autocomplaciente.”
Me hizo reflexionar sobre mi escritura, cosa que me encanta. Escribo desde que era una niña y a pesar que ha habido etapas de mi vida en que me he dedicado menos, nunca lo he abandonado. Las palabras, tanto orales como escritas, son muy importantes para mí. La gramática, la sintaxis, la semántica, la fonética, me apasionan. Los juegos de palabras, las metáforas, la rima y  los tropos y sus demases; la retórica, la narratología, el arte de argumentar. Realmente es una pasión lo que siento por la lengua. Escribo porque necesito escribir, necesito pasearme por este mundo literario, sin ánimo de nada, sencillamente para disfrutar.  El mundo digital me ha aportado tener un lugar en la “nube” para almacenar mis escritos independientemente de si se corrompen los archivos en el ordenador o si se autodestruye el disco duro, también para evitar tener una habitación dedicada a papeles y libretas que hubiera ido archivando desde 1975.
Por otro lado, nunca he dejado de leer. Ha habido bastantes épocas  en las que leía un libro cada dos días, y otras, las menos, en las que leía un libro al mes. Mis lecturas siempre han sido variadas, ensayo, poesía, novela, relato y teatro. Leer me parece tan importante como escribir. Y escribir, tanto como leer.

Creo que no formo parte de la “pléyade de sabiondos que se intercomunica convencida de que lo sé todo”, aunque a veces el tono de mi escrito puede sonar así. Lo que daría para poder comprar tiempo y seguir dedicándolo al estudio. Lo que daría por poder dominar el conocimiento en su significado más absoluto. Me gusta saber, pero mucho más, aprender.

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